Adolescentes, Argentina y las voces de dolor de la memoria histórica de Colombia en la FILBo

Así es la la Feria Internacional del Libro de Bogotá por dentro, en un paseo que incluye el pabellón del país invitado, el de las universidades y el que reconstruye la guerra vivida por el país suramericano en las últimas décadas

Es lunes. Es 23 de abril. Es el séptimo día de la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Es el Día Mundial del Libro declarado así por la Unesco. En Barcelona se regalan rosas y cientos de autores, hasta sumar mil, se desplazan por sus calles y firman en librerías y espacios públicos; es el día de Sant Jordi o San Jorge, el del dragón. Es 23 de abril.  El día en que murieron Cervantes y Shakespeare, allá en 1616. Y también el día en que Sergio Ramírez dedica su premio, el Cervantes del 2018, a aquellos que acaba de asesinar el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua por pedir justicia.

Decido entonces que es buen día para caminar por los pabellones de la FILBo (Feria Internacional del Libro en Bogotá) que llega a su 31 edición.  Un logro, todo un logro porque los libros no son baratos, y me la jugaría a pensar que setenta de cada cien colombianos, si quisieran leer, tendrían que pensar muy bien antes de comprar un libro. No me invento el ejercicio. Pensé en él cuando, en un supermercado, escuché decir a una mujer que compraba carne y a la que el dependiente le dijo que eran setecientos gramos: «No me diga el peso, dígame el precio».  Hace dos años decían que los colombianos leían en promedio entre 1.9 y 2.2. libros al año. Al inaugurar la FILBo el presidente dijo que ahora se leen casi tres.

El índice más alto está entre los niños. Ya leen casi cinco libros por año. Quizá por eso, y porque es 23, pero también lunes, me encuentro los buses de colegios y empresas de transporte que descargan cientos de niños que vienen a la Feria.  Es el día apropiado, no hay muchos visitantes, porque en el fin de semana, en este país de pocos lectores, fueron miles las personas que pagaron su entrada (2,50 euros los adultos y 1,47 euros los niños), participaron en las charlas, escucharon a los autores, recogieron el material publicitario de las editoriales, compraron libros y salieron aliviados hacia sus casas luego de un día de feria y de tumulto.

Jorge Luis Borges, fotografiado por Daniel Mordzinski, en la exposición de la FILBo.

Todos, en fin de semana y en este lunes, buscan llegar al pabellón del país invitado, que aprovechó su pasión por el fútbol para definir su presencia: La literatura Argentina sale a la cancha. Y sí, se entra por un túnel, como aquel del que salen los jugadores cuando van a entrar al terreno de juego, que desemboca en… una cancha que, por fortuna, además del fútbol, tiene un espacio para sus caricaturistas y otro para los libros, separado de los amantes del fútbol por un muro de no más de un metro con cincuenta de alto en el que se exhiben las fotografías que Daniel Mordzinski ha hecho de sus escritores.  Allí esta Borges, más joven que en las fotografías que suelen publicar, María Elena Walsh, Abelardo Castillo, Ernesto Sábato…En otro mural aparecen nombres más recientes, menos conocidos: Irene Amuchasteguí, María Sonia Cristoff, Mauro Libertella, Martín Sivak, María Verónica Ramírez, María teresa Andruetto…

Pero los adolescentes no es a ellos a quienes quieren conocer.  Se detienen ante las caricaturas. Toman fotos de las que les hace gracia. Buscan los libros que hablan de deporte, de fútbol, sobre todo.  No me importa. Con tal de que lean. Por algo se empieza. Compro dos libros de Mariana Enriquez, una selección de crónicas de Juan Forn, los Relatos reunidos de Hebe Uhart y salgo del pabellón.  Afuera el cielo está despejado. En la plazoleta principal, cerca de una fuente, hondea una bandera de Colombia. Detrás, en la primera línea del horizonte, se ve la silueta casi inmóvil, hay poco viento, de algunos árboles; al fondo, los cerros inalterables, como siempre, coronados con algunas nubes blancas, que no son amenaza.

Quiero ver el pabellón de las universidades. En contraste con la exhibición de las editoriales comerciales, la academia dispone de espacios más amplios, más tranquilos, porque por allí no son muchos los que se acercan en esta mañana, donde ya casi es medio día.  Sus publicaciones abarcan todas las ramas de las ciencias y de las humanidades. Veo en la Universidad de Antioquia Escribiendo historias, el arte y el oficio de narrar en periodismo, de Juan José Hoyos, uno de los mejores textos que he leído sobre este oficio que es la escritura.  En el estand de la Universidad Pontificia Bolivariana pregunto por Tierra de desterrados, San José del Pinar y otras violencias, de mi amiga Mary Correa y su colega Reinaldo Espitaletta.

Mary ya murió, pero está su libro que me hace recordar una pregunta que me hicieron el sábado durante la presentación de la reedición de mi novela En el brazo del río (Diente de León). Era sobre periodismo y literatura. Estaba direccionada un poco al papel que juega cada uno de ellos. Me quedo pensando en que una historia bien contada, en el periodismo, o en la literatura, y aún desde ese territorio difuso en el que ambos se encuentran y se desdibujan los límites, siempre se puede tocar no sólo la mente sino el corazón de las personas.  El nobel a Svetlana Alexevich, en 2015, es un premio de literatura a una periodista en cuya obra las voces cuidadosamente elegidas de cientos de personas resuenan en el lector como el coro en la tragedia griega contando mucho más del hombre soviético, de la guerra, de Chernobil, de esa porción del mundo que es la antigua URSS, que muchos tratados de política, de sociología, de economía o de antropología, cuando no de sicología.

Memoria, historia

Me voy entonces hacia uno de los últimos pabellones, porque son muchos, el número 20.  El dedicado a la memoria histórica. En la entrada, una pregunta que es a la vez dilema detiene al visitante: “¿Qué me ha dejado la guerra?”. El que entra  debe elegir entre dos caminos. A la izquierda el odio, la venganza, la impotencia, el resentimiento… muchas palabras negativas. A la derecha: la dignidad, la solidaridad, la empatía, la fortaleza…., muchas palabras más, todas positivas  Una pareja duda. El hombre intenta tomar a la izquierda, pero cambia rápido de dirección a la derecha. Una mujer madura y dos jóvenes conversan sobre los pros y los contras. Se deciden por la izquierda. Es sólo una trampa de la entrada.  Los dos corredores dan sobre el mismo espacio. Allí un mural explica que lo que en Colombia llamamos el conflicto armado, porque nos da miedo decirle guerra, será contado a través de tres elementos: tierra, cuerpo y agua.

A partir de ese momento se inicia un recorrido estremecedor. Aparecen en primer lugar infografías en las que con hilos se construyen los distintos entramados que nos tienen como nos tienen.  Está, por ejemplo, el de la afectación de los territorios sagrados de la comunidad Wiwa en los que se entrecruzan sus nombres (Shiriwa, Mamayita, Karizal, Kurubai, Wimake, y así, hasta sumar 37)  con los megaproyectos, minería ilegal, cultivos ilícitos, saqueos y profanaciones que han generado la presencia de grupos armados con los consecuentes combates, desplazamientos, homicidios, fosas comunes.

Utilizo menos de sesenta palabras para condensar lo que ha sido un océano de dolor, de muerte y de despojo.  Me detengo en otro entramado de hilos que señalan a los responsables de esta guerra inmisericorde. Son sustantivos tenebrosos. Algunos con un adjetivo: paramilitares, élites locales, parapolíticos (es decir políticos aliados con paramilitares), funcionarios públicos. Por fortuna, también está el entramado de la esperanza con los líderes campesinos (a quienes están matando), las instituciones públicas, las organizaciones y las herramientas para la restitución.

Se haría interminable hablar de lo que hay en este pabellón de la memoria histórica. Las mujeres tenemos un capítulo especial con mil cuatrocientas noventa y tres lideresas asesinadas en los últimos 27 años.  Me siguen las voces con los testimonios de las víctimas y se quedan en mi retina las batas negras, los vestidos que usan las mujeres para acompañar y expresar su dolor.  En el último tramo, en un gran tablero, algunos escriben qué fue lo que más les impactó de todo lo visto. El dolor, dice alguien. Otro escribe: la necesidad de cambiar.

Salgo del pabellón 20.  Es lunes. Es 23 de abril.  FILBo abrió sus puertas este año con una invitación: “Siente las ideas”.  El sábado, durante la presentación del libro Periodismo y ética (Icono), de Hernando Salazar Palacio, un hombre de entre el público interrogaba: ¿Por qué sentir las ideas? ¿Acaso no está pasando que estamos siendo más emocionales que racionales para tomar decisiones, por ejemplo, elegir? … No podía contestar.  Pero quizá si pensáramos más, y para eso ayudan los libros, se rebajaría el apasionamiento que provocan las emociones. Por eso iré a la presentación del libro Procesos Interactivos mediáticos de Radio Sutatenza con los campesinos de Colombia (1947-1989) (Universidad Autónoma de Occidente), de Hernando Vaca Gutiérrez. Porque gracias a esa radio y al periódico El Campesino fueron muchos los hombres y mujeres del campo que pudieron aprender a leer y a escribir.  Que tuvieron un libro en las manos para “sentir las ideas”.

Es lunes. Es 23 de abril. Es el Día del Libro. Y los libros son memoria, son historia, son historias, son ideas.

  • Marbel Sandoval Ordóñez es autora de la trilogía de novelas Conjuro contra el olvido compuesta por En el brazo del río (Diente de León), Joaquina Centeno (Sílaba) y Las brisas, de próxima publicación. Tiene el blog Pase la voz que puedes ver si pinchas AQUÍ.
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    ¡Gracias!

3 comentarios

  1. Siento que he estado en la Filbo, aunque estoy en España. A través de sus palabras, Marbel Sandoval, nos conduce a los estantes de los libros, a los pabellones, a las sensaciones a través de su mirada, a las ideas a través de su relato, a la necesidad de la memoria y a la esperanza en lo que la gente de ese país maravilloso que es Colombia puede y debe hacer por desterrar de una vez la guerra, llamándola por su nombre. Y a todos esos autores, como a ella misma, gracias por dejarnos sentir sus ideas. Para salvar la realidad con el arma potente de la palabra.

  2. Marbel, gracias por darme una visión clara y amplia de la Feria del Libro. Me llama mucho la atención que en el pabellón sobre nuestro conflicto armado no se tengan en cuenta los elementos madera, metal, fuego. Me gustaría saber a cerca de la charla de Radio Sutatenza

  3. viernes 27 de abril de 2018

    El haber visitado la feria del libro y especialmente el pabellón 20 sobre memoria historica del conflicto en Colombia, me removio las fibras del corazon, pues es una buena forma de hacer que todas aquellas personas que fuimos victimos entremos en la etapa de sanar heridas por que no por el mejor de los idiomas, LA PALABRA que con ella expresamos lo que sentimos,vivimos e imaginamos, a los autores y especialmente a Mabel, mil gracias por permitirnos leer y escuchar sus ideas y de esta manera no a esta lejos de la realidad QUE HEMOS VIVIDO EN NUESTRA QUERIDA COLOMBIA.

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