El escritor turco Burhan Sönmez en Madrid la primavera de 2019. /Foografía de Lisbeth Salas

Burhan Sönmez: «Los enemigos muchas veces te terminan haciendo un favor»

El escritor y disidente turco junta en 'Estambul, Estambul' el dolor y la belleza de la ciudad en un homenaje a la tradición de cuentos orales. "Tanto Turquía como Europa están fracasando", afirma

“Yo era un estudiante estudioso. Recuerdo mis edades tempranas, cuando tenía 12 o 13 años, a veces dejaba a mis amigos jugando al fútbol e iba a la biblioteca de la ciudad, que por suerte estaba en mi vecindario. No sabía qué leer. Caminaba por estanterías y recogía algunos libros al azar. Entre los libros que leí allí nunca olvido dos de ellos. Una fue ‘Three Red Doves’ de Giorgos Seferis, y el otro fue ‘Veinte poemas de amor y una canción desesperada’, de Pablo Neruda. Dos libros de poesía uno en griego y el otro en español. Me gustaba memorizar poemas y leerlos de memoria a mis amigos. Alrededor de las mismas edades comencé a escribir poemas. Recuerdo mis dos primeros poemas, sobre abejas y hormigas. Mi profesor de literatura los tomó. No sabía que me arrepentiría durante toda mi vida por no guardar una copia de mis dos primeros poemas”.

Como estos primeros recuerdos y desvelos literarios acompañarán siempre a Burhan Sönmez, para evitar futuros arrepentimientos ahora sus novelas están esparcidas de poesía. Una poética en imágenes, frases, reflexiones, referencias o citas puestas en las narraciones de un autor que habita dos mundos: fue criado en la lengua kurda pero debía comunicarse en turco.

Burhan Sönmez nació en Anatolia Central en 1965, estudió derecho en Estambul, fue herido de gravedad por la policía de su país, es un disidente turco, es un abogado especialista en Derechos Humanos, es miembro fundador de Círculo de Escritore del PEN Internacional, se mueve entre Estambul y Londres y ha escrito tres novelas, la última de las cuales Estambul, Estambul (Minúscula) revela los mundos que hay en esa ciudad legendaria.

«El infierno no es el lugar donde sentimos el dolor,
sino el lugar en el que nadie oye nuestro sufrimiento». Mansur Al-Hallaj

Estas palabras que cierran la novela recogen el espíritu del libro. Pero no fueron su soplo de inspiración. Burhan Sönmez recuerda el origen de esa frase en Madrid en una sala de paredes blancas.

«Ya había empezado a escribir la novela cuando encontré la frase… No quise poner nada a modo de epígrafe porque el libro ya estaba lleno de referencias. Así es que cuando la encontré sentí la necesidad de citarla y opté por ponerla al final».

Encaja a la perfección en esta historia que narra la vida de cuatro hombres en una celda subterránea de un centro de interrogatorio de Estambul. Están bajo la ciudad donde se encuentran Oriente y Occidente. Para derrotar el dolor y el tiempo cuentan historias, relatos de la ciudad que trae los ecos de obras como Decamerón, de Bocaccio, y Las mil y una noches.

En esos relatos contados desde las sombras hay ternura, hay tragedia, hay ilusión, hay dolor, hay amor, hay esperanza, hay incertidumbre… Y hay miedo, un elemento inevitable en la vida. Sönmez lo ha sentido, sabe de lo que habla.

«El miedo es una especie de maestro que nos educa, nos entrena acerca de cómo vivir y, sobre todo, cómo sobrevivir… Gracias al miedo nos protegemos mejor a nosotros mismos y protegemos mejor a la gente a nuestro alrededor. La vida es algo que alcanzamos a pesar del miedo. En la novela, por ejemplo, los cuatro hombres sienten miedo, pero a pesar del miedo consiguen enfrentarse a muchas cosas malas. Como escritor, pero también como un ciudadano normal, yo vivo bajo el miedo en Turquía, pero a pesar de ese miedo es como aprendemos a conseguir a hacer cosas que nos hacen en definitiva valientes».

Pero el miedo a veces se momifica, otras veces cambia y crece como un animal sin forma, y también se puede domesticar para convertirlo en un aliado, en un aliciente.

«Yo no tengo el mismo miedo que cuando era joven. Sé qué cosas malas me pueden ocurrir, como pasó años atrás o como está pasando a gente a mí alrededor. Ahora tengo diferentes poderes aparte del poder principal que es la seguridad de saber que estoy haciendo lo correcto. Yo tengo un poder que es muy fuerte:es el de escribir novelas, escribir novelas hace que sienta menos miedo».

Es un legado de su madre. Sus novelas proceden no solo de lo que leía y lee, sino que antes está la voz de su madre que cuando niño, y aún hoy, le contaba hechos, episodios, historias. Su voz es la llama con la cual Sönmez se abre paso en la oscuridad de lo que está por contar y ver la luz.

«En mis tres novelas está la influencia de la tradición oral de la cultura kurda. Hay un elemento de los cuentos populares que mi madre me contaba. Pero si le preguntas a mi madre no te dirá que yo escribo novelas, te dirá que yo simplemente pongo por escrito lo que ella me dice” .

Y el escritor ríe mientras mueve la cabeza. Un día ella pedirá derechos de autor. Sönmez, como tantos autores que están en deuda con la voz de sus madres o abuelas.

«Mi madre ya ha pedido derechos de autor (risas). Por eso pongo su nombre en los libros que escribo. De hecho, García Márquez dijo que escribió lo que le contó su abuela; indudablemente él creó algo por sí mismo, pero lo hizo porque era el nieto de su abuela. En Turquía quien conoce bien mi obra ha identificado alguna influencia tanto de García Márquez como de Dostoievski dos autores muy importantes para mí».

Burhan Sönmez viene de las historias kurdas que le contaba su madre, de las lecturas de obras universales traducidas al turco y escribe en inglés y turco, pero ¿en qué idioma concibe o imagina los libros?

«Eso cambia en cada libro. En los primeros pensaba, sobre todo, en kurdo; en Estambul, Estambul pensaba, sobre todo, en turco; ahora estoy escribiendo dos libros al mismo tiempo, pero creo que con el más breve estoy pensando en inglés… Aunque los escribo en turco».

El escritor turco Burhan Sönmez, en la primavera de 2019 en Madrid. /Fotografía de Lisbeth Salas

Si el miedo es un elemento clave en la obra de Sönmez, soñar es su otra cara.

«Soñar constituye el 90% de nuestra vida cotidiana. Cuando vamos a dormir pasamos revista al día y en lo que pensamos más cuando es en esas cosas que al final no hicimos e imaginamos cómo habría sido hacerlas. Por ejemplo, si durante ese día nos ha dejado nuestra novia no pensamos que nos ha dejado, sino que nos ponemos a imaginar en otras posibilidades, como que no nos hubiera dejado, si la vida con ella hubiese continuado. Además, tenemos un determinado sentido del tiempo y estamos muy enfocados hacia el futuro. Y del futuro solo tenemos sueños no tenemos hechos… El soñar viene cuando estamos dormidos y es la imaginación la que nos alcanza cuando estamos despiertos, pero en realidad son hermano y hermana».

Burhan Sönmez tuvo su propio sueño de escritor.

«Cuando era pequeño y adolescente escribí mucha poesía, incluso en la universidad. Allí gané premios nacionales y en la universidad soñaba con convertirme en poeta, pero antes de conseguir publicar mi primer libro de poesía tuve un accidente con la policía turca: cuando tenía 21 años ellos vinieron a matarme y me dejaron inconsciente en una calle en Estambul. Cuando abrí los ojos en el hospital me di cuenta de que era el día en que mi vida estaba cambiando, estaba seriamente herido y pasé por varias operaciones en distintos países durante muchos años. Uno de los síntomas del daño cerebral es que empecé a tener insomnio crónico y perdí la habilidad de ver los sueños y por mis problemas de salud estaba siempre en casa, fue entonces cuando empecé a escribir novelas. Veinte años más tarde creo poder decir que como perdí la habilidad de ver los sueños, empecé a escribir historias. En ese entonces no era consciente de eso pero quizás incluso hasta se puede decir que fue una especie de tratamiento para mi cerebro. En una entrevista en Turquía dije: “Y esto es lo que me hace sentir agradecimiento por la policía turca- (lo dicen sonriendo). Los enemigos muchas veces te terminan haciendo un favor».

Sönmez es el cuarto de cinco hermanos. Tres años de diferencia entre uno y otro. Todos escriben, pero sólo él publica. Y la responsable de esa beta narrativa es su madre por lo que Sönmez evoca su casa, su infancia.

«En un pequeño pueblo en Anatolia en medio del desierto, nuestra sala de estar era una habitación tan grande como esta. Allí pasábamos la mayor parte del día padre, madre y los cinco niños. Allí donde está la puerta había un horno, allí unas camas… no había electricidad, luz de gas. En las reuniones no participaba solamente la familia, también los vecinos. Las mujeres, sobre todo mi madre, empezaban a contar historias como de estas figuras imaginarias del folclore, las leyendas, y también historias de viejos tiempos, historias de amor de tiempos muy remotos… Mi madre tiene una voz muy bonita, entre otras cosas canta muy bien, por suerte lo tengo todo grabado, incluso cantando, algún día lo recopilaré».

Estambul, Estambul es una novela de binomios: los personajes están debajo de la ciudad y lo que cuentan ocurre encima de ellos, historias de duplicidades, de mundos ideales y reales, dolor y belleza, vida y muerte…

«Antes de escribir una novela tengo sobre todo sensaciones. Luego, cuando ya la estoy escribiendo, lo que intento es encontrar las mejores historias y las mejores frases para trasmitir esas emociones o esas sensaciones. La idea de trasmitir una idea de Estambul como un todo».

Una duplicidad que queda explícita en la penúltima página cuando escribe: «¿Era la vida o la muerte la que llegaba? Levanté la cabeza. Vi en lo alto el ave del tiempo planeando en las profundidades de la oscuridad. (…) Una de las alas se había teñido de dolor, la otra de belleza». ¿Qué es la belleza para Burhan Sönmez? ¿Cómo su querido Dostoievski, cree que la belleza salvará al mundo?

«Sí… Ahora escribo un libro que no es de ficción sobre el significado de la literatura y hay tres elementos que constituyen el eje del libro y uno de ellos es la idea de la belleza. La belleza no es solo una forma, podemos decir no es solo aquello que los diseñadores de moda consideran que pueda ser bello. La belleza es una frase en un libro o un gesto que tú tienes para otra persona con la que estás hablando. La belleza es bondad, pasión, afecto… Creo que todas las llamadas buenas virtudes pueden ser colocadas dentro de este concepto amplio de la belleza, la verdad, hacer lo correcto, la solidaridad. Nosotros amamos a nuestros padres y los consideramos muy bellos, pero si nos ponen como ejemplo a las estrellas de Hollywood no es lo mismo».

¿Qué es más artificial el sentimiento de esos niños que ven a sus padres como hermosos, o lo que nos quiere hacer creer la industria de Hollywood? Mi madre era hermosa por cómo sabía describir la belleza de una princesa en esos cuentos que nos contaba… Monalisa es hermosa no porque sea una mujer hermosa, sino porque Leonardo consiguió hacérnosla hermosa…”.

Aunque el escritor reconoce que la belleza no acompaña mucho en estos tiempos ni a Turquía ni en Europa…

«Es típico de la humanidad crear, pero también destruir. Durante 20.000 años ha ocurrido esto pero al final de todo se puede reducir en dos cosas fundamentales: una es la maldad y la otra la bondad. De lo que se trata es de buscar el camino correcto para nosotros en esta vida.

Tanto Turquía como Europa están fracasando. Europa, la Polonia o la Hungría de Orán, o el Reino Unido con el Brexit… Toda la Unión Europea apoyó la invasión de Irak, Irán, Afganistán. En mi mente hay dos Europas bien distintas: una es la Europa de las corporaciones, de los gobiernos, y la otra es la Europa de los colegios de los estudiantes de los trabajadores de lo normal…».

Traducido a 33 lenguas, Burhan Sönmez no se olvida del humor en sus libros pese a que su narrativa escrita por un poeta y sobrevuela una cierta melancolía mientras aborda temas como la convivencia, los principios del ser humano, los enemigos de la armonía o que saber esperar es un arte. Incluso cada día, cada momento donde al duelo entre el dolor y la felicidad, la vida y la muerte hay que estar atentos para arrebatarle lo bello:

«El ave del tiempo había extendido las alas y ocupaba todo lo que había alrededor. Cansada por los vientos del pasado, había abandonado su cuerpo en el vacío del presente. Una de las alas se había tenñido de dolor, la otra de belleza. ¿Podría alcanzarla, si me levantase y extendiese el brazo? Si me pusiera de puntillas y alargara los dedos, ¿podría tocar las plumas del ave del tiempo?».

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Winston Manrique Sabogal

2 comentarios

  1. Muy buena entrevista. Sólo un comentario: al inicio del texto se menciona que de niño visitaba la Biblioteca de su ciudad y allí se cita a los autores y obras que solía leer, en esa línea pareciera que se dijera que el autor del Decameron fué Petrarca, y no lo fue; sino Boccaccio. O tal vez es un error en la redacción o en la traducción. les sugeriría revisar y/o editar sus textos antes de subirlos porque también hallé otros errores que no lucen bien en revistas de literatura, precisamente.

  2. Gracias Karla por la lectura y sugerencia. Tenemos muy en cuenta sus comentarios. Y gracias por seguir WMagazín. Un saludo

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