‘El hijo del hombre’ lienzo de Magritte.

Jullien: «La cultura está prisionera entre dos extremos que la destruyen: diversión y comunicación»

"No creo que el Estado-Nación sea el futuro del desarrollo de las sociedades", afirma el filósofo francés que publica 'La identidad cultural no existe'.

Aporía. Esa es la sensación ante muchos aspectos del presente. Y la cultura no escapa a ese callejón sin salida donde el futuro se adelanta, atropella, y no da tiempo a pensar en estrategias para asimilar los cambios. Cultura, identidad y nacionalismo son una prueba. Tres conceptos, tres sentires, tres raíces entrelazadas en cada individuo de manera consciente o no, pero activas y en metamorfosis continua.

Esa imbricación llena de incertidumbres atraviesa Europa y el mundo occidental. François Jullien, uno de los pensadores franceses más interesantes, ha entrado a analizarlo y a agitar el debate desde el propio título: La identidad cultural no existe (Taurus). Ideas que deambulan aquí y allá, polémicas que no hacen más que alimentarse, conceptos embarullados por este tiempo que va de prisa son expresadas de manera clara, sencilla, profunda y didáctica en este ensayo corto que tras el título pregunta:

¿Hay que defender la identidad cultural de un país?

¿Qué posición debemos adoptar entre la tolerancia y la integración, la aceptación de las diferencias y la reivindicación identitaria?

¿Dónde encontrar el equilibrio entre la singularidad y la exigencia de universalidad?

François Jullien (Embrum, 1951), filósofo, helenista y sinólogo habla de todo esto en el Instituto Francés en Madrid. El pelo revuelto y ya casi blanco como un arquetipo del  profesor o filósofo inmerso en su mundo de ideas y libros, Jullien acepta este diálogo como catedrático de la Universidad París-Diderot que es para dar una breve clase magistral sobre los tres conceptos sobre los que se levanta su libro y el debate internacional tan necesario.

Winston Manrique Sabogal. Aunque cada uno de estos conceptos por los que le voy a preguntar necesitaría uno o más libros, me gustaría que tratara de definirlos: Qué es cultura, identidad y nacionalismo, conceptos que, justamente, están muy implicados e interrelacionados hoy más que nunca.

François Jullien. La definición de cultura es una definición variable. Si, por ejemplo, hablamos en alemán de kultur y bilung (formación) que son diferentes, no hay que encerrarse en una definición a la cultura. En mi opinión es mejor pensar… Yo concibo la cultura como recursos para el desarrollo del pensamiento y de la actividad humana; desarrollo del hombre en su humanidad. Por eso lo vinculo en la capacidad de existencia y la cultura tiene una función propia que responde a su vocación al saber desarrollar las capacidades del hombre para existir. No estar vivos solamente, existir, es decir, desarrollar su vida por ejemplo.

La vocación propia de la cultura es la capacidad que tiene ésta de promover un negativo inteligente porque hay un negativo elemental. Por ejemplo, la guerra, la violencia. Es un negativo que no podemos eliminar. Hay que promoverlo allí y calificarlo. Y la cultura tiene que promover, calificar lo negativo, lo estúpido y transformarlo en negativo, elaborado en algo productivo. Por ejemplo, las guerras: la Primera Guerra Mundial, de 1914 a 1918, la guerra de destrucción y el surrealismo, fue una especie de promoción cultural fue un negativo inteligente. Sobre todo incluido el hecho de que lo negativo que no hay que eliminar se convierta en algo productivo, que se convierta en inteligente para promover los recursos de la humanidad.

Una cultura existe solo si no se rinde al mercado cultural, y hoy tenemos un mercado cultural esencialmente en juego y eso incluye las editoriales…

El problema hoy es que la cultura está prisionera entre dos extremos que la destruyen: el entretenimiento-diversión y la comunicación. Son dos cabos grandes, pilares actuales de la cultura. Yo no tengo nada en contra del entretenimiento ni tampoco contra la comunicación, pero me parece que hoy la cultura tiene esas dos exigencias de ocio y de comunicación que la deshacen y que están en contra de la capacidad de promoción de la cultura. Por ejemplo, el realismo de los negocios y de la política y luego por encima con una especie de barniz cultural, y eso no es cultura. El esquema marxista elemental que describe una estructura económica y una súper estructura cultural es falso. Por ejemplo, los destinos de los diferentes países del mundo: ha habido muchas razones culturales que han promovido los resultados que han tenido los países, es decir, no ha habido economía en lo social y lo cultural, sino que lo cultural está en la base, en la raíz de lo económico… En China, por ejemplo, el estado económico actual y su éxito tiene razones culturales. Salir de una historia anterior como una revolución llamada cultural son razones culturales, así que la cultura para mí no es algo añadido, no es una súper estructura, sino que es activa en la capacidad de la humanidad para desarrollarse. Pero hoy está vencida, estas dos posibilidades la han destruido, por una parte, el ocio y, por otra parte, la comunicación que son fórmulas de mercado. Una cultura existe solo si no se rinde al mercado cultural, y hoy tenemos un mercado cultural esencialmente en juego y eso incluye las editoriales…

W. Manrique. Suena contradictorio. Porque, justamente, por tratar de difundir la cultura se ha recurrido a estrategias que la erosionan.

F. Jullien. Es una contradicción no propia de la cultura… La cultura entendida como un poder económico y político es una contradicción, tiene usted razón, pero no es cultural sino ideológica. La cultura hoy es una coartada, una excusa, una manera de gestionar los conflictos de forma blanda. Pensamos que situando los conflictos en un plano cultural los vamos a suavizar y ver como menos antagonistas y vamos a arropar culturalmente el conflicto y, por tanto, lo vamos a suavizar y esa no es la vocación de la cultura.

La cultura está fundida en el mercado y es el mercado el que lleva la cultura de la mano. Tal vez no hay que separar ambas cosas, pero sí hay que distinguirlas. Los libros se venden, por tanto es algo cultural y comercial, pero si los libros se escriben solo para venderlos, ahí hay una perversión. Yo soy escritor, produzco libros, quiero que se vendan, pero no es el número de libros vendidos lo que cuenta, sino la calidad de la escritura y la lectura. La gente que lee los libros y reflexiona a partir de lo que yo he escrito es algo importante. Un libro se vende, tiene un precio, un mercado, pero no debería ser solo eso, no debería rendirse a eso. Son estrategias de difusión pero no tienen que rendirse a eso los periódicos. Hay que distinguir entre la condición y la vocación: la condición puede ser económica pero la vocación es cultural en la medida en que se distingue de su condición económica.

No creo que la identidad cultural exista porque la cultura es colectiva y porque una cultura que es idéntica a sí misma siempre y no cambia está muerta; así es que cuando una cultura reivindica su identidad es una cultura que está muriendo.

W. Manrique. Ahora pasemos a la Identidad.

F. Jullien. Hay que distinguir dos cosas: la identidad tiene un uso legítimo… La cuestión es: ¿cuál es el ámbito de pertinencia de esta nación? Tengo la sensación de que hay que distinguir entre la identidad personal o sujeto singular que es una identidad efectiva. Yo tengo una identidad, algo en mí que permanece, incluso tras mi muerte. Sé que tengo un carné de identidad y lo asumo como mío y, por tanto, la identidad es pertinente. Ahora nos preguntamos si esa pertinencia es también en términos colectivos y objetivos y sigue siendo pertinente la identidad entre los colectivos y yo digo que no, porque la identidad cultural colectiva es diversa y, por lo tanto, para mí no hay identidades colectivas y objetivas a la vez porque se convierten en estereotipos, en cliché que marcan diferencias culturales. Son cliché, son estereotipos, son imágenes fáciles; una vocación identitaria pero ideológica y como filósofo no acepto que el pensamiento se reduzca a la ideología. El pensamiento tiene una dimensión ideológica, por supuesto, pero la vocación del pensamiento no es solo ser ideología y ese es el propósito de la filosofía. Hay una identidad del sujeto singular pero no creo que la identidad cultural exista porque la cultura es colectiva y porque una cultura que es idéntica a sí misma siempre y que no cambia, está muerta; así que cuando una cultura revindica su identidad, es una cultura que está muriendo.

W. Manrique. Es un organismo vivo por lo que usted explica…

F. Jullien. Está vivo y constantemente una cultura está siempre entre una tendencia de homogenización del factor dominante y también de heterogenización que conduce a una cultura disidente siempre dividida entre lo homogéneo y lo heterogéneo, entre la dominancia y la disidencia. La cultura vive de ese trabajo. De ahí, por ejemplo, la lengua francesa que está en cambio entre el francés burgués de ciertos barrios y el de la periferia y el de la juventud de otros barrios es un trabajo y ese trabajo hace la diversidad y la vida de lo cultural…

W. Manrique. Voy a ser de abogado del diablo: Si este momento donde se reclama e identifica la cultura como identidad dice usted que podría ser una señal de que la cultura estaría muerta, pero ¿no sería esto, precisamente, una señal de vida?, ¿no podría ser una farsa? ¿o una máscara de agonía?

F. Jullien. En la reivindicación identitaria hay algo fúnebre y agonizante, está claro. Una cultura empieza a reivindicarse ante unos sedentarios porque tiene miedo de no sentirse desarrollada; tiene miedo de sentirse en retroceso y, por tanto, se construye la identidad para defenderse, pero es una especie de salida falsa, no es una buena salida es una especie de tranquilizante concebir una identidad cultural para confortarse en una especie de definición por diferencias en otras culturas y, por tanto, por exclusión, es un fenómeno de autoprotección ilusoria…

W. Manrique. Es claro, y así está en su libro. Usted afirma que lo que tenga que ver con la exclusión no tiene nada que ver con la cultura…

F. Jullien. No, porque valores de la cultura no son valores, los valores son excluyentes. Tenemos un valor no tenemos otro. Tenemos el valor de la ilustración, no tenemos valores religiosos, pero la cultura no es un fenómeno de valores. Si yo pienso en la cultura en términos de recursos es porque los recursos están disponibles no son prioridad de nadie y, por tanto, no son de nadie. Yo he pasado 30 años aprendiendo chino pero no he excluido el interés por la cultura europea, griega o filosófica. Los recursos no se excluyen, los recursos no se alaban ni se excluyen. Cuanto más recursos se desarrollan más se desafían entre sí, se ponen en valor los unos a los otros…

Hay algo peligroso en vincular cultura y nación porque la cultura no pertenece, los recursos culturales están disponibles.

W. Manrique. El tercer concepto que cada vez se relaciona más con los dos anteriores es el de nacionalismo… pero antes de olvidarlo, si me permite, me gustaría que me dijera por qué cree que está pasando esto de que la cultura quiera replegarse.

F. Jullien. Cuando la cultura no tiene una vocación de cultura, o sea de desarrollo de recursos, está tentada a replegarse de forma identitaria, pero como los recursos están disponibles y no pertenecen a nadie… Así es que cuando se pierde esa vocación hay un repliegue por inversión hacia la pertenencia identitaria, es una desnaturalización de la cultura. Hay algo peligroso en vincular cultura y nación porque la cultura no pertenece, los recursos culturales están disponibles. Quien aprende un idioma accede a los recursos culturales de esa lengua y le da igual la pertenencia nacional, esa pertenencia desaparece y si eliminas digamos esta parte del recurso entonces se produce una desnaturalización de la cultura. Cuando ha habido reivindicaciones identitarias culturales, como la época del nazismo, eso significa una pérdida de acción de la cultura…

No creo que el Estado-Nación sea el futuro del desarrollo de las sociedades por motivos muy sencillos: las fronteras ya no tienen la consistencia de antaño, la revolución tecnológica es transversal y creo que la estructura del Estado-Nación es caduca.

W. Manrique. Qué sostiene a una sociedad, sobre todo una sociedad de estos momentos…

F. Jullien. Habría que definir lo que constituye nuestra política. No creo que el Estado-Nación sea el futuro del desarrollo de las sociedades por motivos muy sencillos: las fronteras ya no tienen la consistencia de antaño, la revolución tecnológica es transversal y creo que la estructura del Estado-Nación esstá un poco caduca. Eso tiene que ver con las dificultades actuales entre Cataluña y España. El Estado-Nación ya no es el único sostén de la estructuración de un marco de la sociedad. Nos vemos abocados a repensar nuestros espacios políticos. Me parece que Estado-Nación corresponde a un momento específico de la historia europea heredado y desplegado sobre todo en el siglo XIX, incluso sobre la ONU, banderas, himnos nacionales hay un folcore sobre el Estado-Nación pero es algo caduco. Hay momentos en la historia que e un momento histórico como este del Estado-Nación y que salgamos de ahí  me parece saludable. La revolución tecnológica y demográfica hace que el Estado-Nación sea algo que está en vías de fragilización. Me sorprende que en España hoy todo gire en torno de ese Estado-Nación como si fuera el único marco de apoyo político pero hay otros…

W. Manrique. ¿Qué salida podría haber, no para España, si no en general para estos Estado–Nación que podrían estar resquebrajados y hacia dónde podrían apuntar?

F. Jullien. Europa tiene que pensarse más allá de las naciones trascendiendo las naciones. Europa es un espacio que hay que reabrir frente a otros espacios que se han endurecido, como el espacio chino o estadounidense, frente  a esos imperios Europa nos conduce a definir un nuevo marco político de pertenencia política más allá del estado-nación. Si Europa se concibe como estado-nación, transacciones, negociaciones, etcétera, sin considerar lo que puede ser un espacio político común estaría muerta.

Es la hora de la reinvención, sin miedos, dice François Jullien. Y tras esta breve clase magistral queda continuar el debate en ese librito, de solo 107 páginas, y de gran calado en el cual el filósofo afirma: «Si cada época conoce su forma de resistencia, digamos que la nuestra es la siguiente: combatir sin concesiones contra dos amenazas que van a la par: la uniformización y lo identitario; e inaugurar, apoyándonos en la potencia inventiva del écart, un común intensivo».

Y Francçois Jullien cierra su breve clase para los lectores de WMagazín de definir los conceptos de Cultura, Identidad y Nacionalismo diciendo: «Toda crisis es una oportuanidad».

  • La identidad cultural no existe. François Jullien. Traducción de Pablo Cuartas (Taurus).

Winston Manrique Sabogal

Un comentario

  1. «..Europa tiene que pensarse más allá de las naciones trascendiendo las naciones. Europa nos conduce a definir un nuevo marco político de pertenencia política más allá del estado-nación..»

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