Joshua Cohen: «Si los israelíes viajaran más entenderían mejor la situación con Palestina»

'Los reyes de la mudanza', la acertada novela de este escritor estadounidense de origen judío, retrata algunos conflictos actuales: Oriente Próximo, desahucios, crisis del capitalismo, religión y la multiculturalidad

Afuera llueve, dentro, el canto de un pájaro y el rumor de un arroyo se alternan en una suave letanía. Joshua Cohen no lo sabía, pero mientras hablaba sobre cómo se empuja a la gente al borde del abismo, en un rincón de esa galería de arte de Madrid, una obra en vídeo del surcoreano Lee Lee Nam mostraba el ciclo de la vida de otro rincón del planeta en un sueño extraterrestre.

Con ese fondo sonoro, Cohen habla de religión, del pueblo judío, del peso-lastre de la familia, del desarraigo, de los desahucios, de la pobreza, de la precariedad, de las obligaciones impuestas, del anhelo de muchos de empezar de nuevo, de la necesidad de viajar para comprender mejor el mundo, del cambio de mentalidad al conocer la multiculturalidad, todo ello con el palpitar de la situación entre Israel y Palestina y de cómo esa problemática está esparcida por todas partes a muchos niveles como muestra del resquebrajamiento del capitalismo.

De eso está hecha su tercera novela, un micromundo que condensa una pieza del puzle universal acechado por toda clase de miedos.

Lo cuenta en Los reyes de la mudanza (De Conatus), una metáfora, una fábula, en la tradición literaria judioestadounidense que señala las cosas por su nombre, con ironía y no falto de humor, mientras escarba en el interior de sus personajes que, poco a poco, se descubren a sí mismos sin proponérselo. Una crítica a la ocupación israelí y al sistema económico y gubernalmental y social que desprotege a los más débiles.

Cohen, de origen judío nacido en Nueva Jersey en 1980, es una de las voces más alabadas en su país desde su debut en 2010 con Witz que lo relacionaron con autores como David Foster Wallace y siguió con El libro de los números. Tres novelas después, Joshua Cohen va solo. Con brillo propio. Quiere recuperar el lenguaje, el estilo, la cadencia de las palabras más allá del argumento. Forma parte de la lista de Granta 2017 de los escritores estadounidenses más prometedores y escribe en publicaciones como The New York Times y Harper’s. Fue periodista antes que escritor, y antes que periodista viajero y un poco trotamundos desde los 20 años, un mochilero por Polonia y Europa del Este repasando pasos de sus ancestros. Por estas tierras lo sorprendió el atentado a las torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Su mundo desde allí  se rehizo.

Hoy tiene 37 años, prestigio, la frente amplia, las gafas de marco redondo, una tímida barba de dos o tres días y un blazer azul oscuro que le dan un aspecto de adelantado y joven profesor universitario. Y nada engreído, todo lo contrario.

Winston Manrique Sabogal. ¿Usted ha leído la Biblia?

Joshua Cohen. Sí, claro. La he leído todos los días de mi vida. Tuve una educación tradicional desde que empecé el colegio hasta que me expulsaron a los 16 por fumar marihuana. Ahí teníamos que ver la Torá, o sea el Viejo testamento, el Talmud. Y no solo los leíamos, sino que también los teníamos que memorizar. Hoy tengo pesadillas con algunos de los fragmentos que tuve que memorizar. Aún los recuerdo. He leído tanto la Biblia que ya cuando la leo hasta la escucho.

W. Manrique. Los dos personajes principales de Los reyes de la mundanza, ex soldados israelíes, que se buscan la vida en Nueva York trabajando en un camión de mudanzas se quejan de que la religión se traslada a la familia y luego al ejército.

J. Cohen. Hay muchos ejemplos de esto que conocemos como colonialismo a través de la lengua. Uno habla el idioma de quien lo colonizó. En el contexto judío incluso la palabra religión es una palabra que no es judía, es ajena a nosotros. Los judíos se consideran pueblo o los hijos de Israel. Por lo tanto, el concepto de religión es una cosa ajena. La idea de hablar de una religión, de Dios, de la oración, no es tan importante para entender a lo que yo me refiero del libro que es más el concepto de pueblo que es un concepto pre religioso.

W. Manrique. Pero ese concepto de pueblo va asociado a la familia, que a su vez es clave en su religión según le novela. Lazos que pueden ser una atadura de la que algunas personas quisieran liberarse.

J. Cohen. Este es uno de los aspectos que siempre me ha fascinado, clave para entender la novela. Por una parte, tenemos la religión con un grupo de gente con normas estrictas sobre qué y cuándo comer, cuándo irse a dormir, cuándo tener relaciones sexuales, cuándo rezar. Y tenemos el Estado, el servicio militar obligatorio que también está muy reglado. A pesar de eso, hay un cierto espacio para la tradición. Cuando un israelí termina su servicio militar normalmente se toma un año sabático para viajar. Es curioso que en un país o en un pueblo donde todo está tan regulado, resulta muy revelador que ese periodo del año sabático no esté reglado, no haya ninguna norma, no hay ninguna legislación al respecto y ni siquiera hay una palabra para definirlo. Pero es un fenómeno imprescindible para entender el código israelí. Por eso convertí este tema en uno de los principales del libro: el escapar y el sentir alivio al liberarte de las ataduras de tu país y de tu familia y poder reinventarte en el mismo modo que el sionismo reinventó a los judíos.

El escritor estadounidense Joshua Cohen. /Fotografía de WMagazín

W. Manrique. La novela es una metáfora de la situación de Israel y Palestina con gente que en Nueva York se gana la vida en un camión de mudanzas, expulsando a gente por no pagar la hipoteca. Sin embargo, en la novela, hay un proceso de cambio de mentalidad de algunos de los personajes que han salido de Israel. ¿Tiene eso que ver con lo que acaba de comentar de que toman un año sabático y salen a viajar?

J. Cohen. Sin duda. También hay que tener en cuenta que no todo el mundo pasa el año sabático del mismo modo. En Los reyes de la mudanza se encuentran distintos personajes que en otro contexto serían enemigos. Esto es inherente a grandes ciudades como Nueva York. O en empresas con trabajos mal pagados con personas que no pueden acceder a otros empleos. Así que, obviamente, he pensado en Israel y en Palestina mientras escribía la novela. Pero también en los libros multiculturales, de peligro y aventura. Para responder de una forma más específica: sí, creo que tiene que ver con el año sabático, pero también en qué empleas tu tiempo durante ese año.

W. Manrique. En esa historia multicultural y contemporánea de Estados Unidos o Europa pareciera que la patria o el país va con los personajes como un caracol, pero en los israelíes más. ¿Acaso falta salir más e interrelacionarse más con el mundo para entender mejor la propia situación geopolítica de la zona?

J. Cohen. Sí, tal vez. Si los israelíes pasaran más tiempo fuera de Israel y conocieran más mundo, les ayudaría a entender la situación con Palestina, pero hace falta dinero para eso. La mayor diáspora de israelíes está en Berlín y es irónico porque la mayor parte de un pueblo que ha intentado matar los alemanes está allí. Eso debería ser un claro signo de lo que está pasando…

Israel ha estado machacando la causa palestina durante los últimos 50 años y, por otra parte, tenemos palestinos por todo el mundo. Y aquellos que viven en sitios como Reino Unido, por ejemplo, no desean volver a un país que está destruido. En tercer lugar, cada vez hay alianzas más fuertes entre Israel y los estados árabes. Por eso, los palestinos cada vez están más olvidados. Además, hay algo muy irónico, casi como un chiste de judíos, pero muy malo: Netanyahu, con el apoyo tácito de Donald Trump, ha matado, ha dado la estocada final a disolución de los estados. De este modo, según este chiste judío, solo quedaría una opción: el estado único, un estado pluralista, igualitario y democrático. Así es que no creo que viajar sea del todo la solución ni disolviendo el país que existe y creando dos iguales. La única solución que veo es alcanzar una persistencia pacífica en un régimen liberal y democrático.

Me parece que Israel es la realización de un sueño o una pesadilla, dependiendo de cómo lo tomemos, que era Sión. Sión era un ideal de unión, de comunidad, una metáfora, y en 1948 esa metáfora se hizo realidad y se volvió peligroso. Hasta entonces Sión había sido una idea literaria que decía quiero volver a casa. Ese es un aspecto clave que utilizo en mi libro y que aplico en mis propias ideas políticas sobre la situación de Israel.

W. Manrique. Este 14 de mayo se cumplirán 70 años de la declaración de independencia del Estado de Israel, que habla de principios de libertad, justicia y paz.

J. Cohen. Todos los países se fundan  con buenas intenciones y fracasan en el camino. Una de las cosas que más me fascinan de la corta historia de Israel es ésta: hay dos hechos únicos que son de Israel: hay dos interpretaciones totalmente distintas de su historia: la primera es el desierto, los asentamientos, de un estado que se ha construido así mismo, ha conseguido que floreciera su industria, su cultura y su economía, una especie de milagro en el desierto. La segunda versión es la apuesta totalmente, una especie de desastre, un país que es un cáncer para la región. Sin embargo, tengo una versión diferente sobre Israel. Me parece que Israel es la realización de un sueño o una pesadilla, dependiendo de cómo lo tomemos, que era Sión. Sión era un ideal de unión, de comunidad, una metáfora, y en 1948 esa metáfora se hizo realidad y se volvió peligroso. Hasta entonces Sión había sido una idea literaria que decía quiero volver a casa. De todas formas no perdió ese aspecto mítico que es esencial para poder comprender Israel y ese es un aspecto clave que utilizo en mi libro y que aplico en mis propias ideas políticas sobre la situación de Israel…

W. Manrique. Eso me recuerda que en la novela se transmiten diferentes clases de miedos: de ser desalojados de su vivienda, de los exmilitares que llegan a Nueva York, miedos interiores… Es una novela acechada, emboscada de miedos, religiosos, de patria, de todo.

J. Cohen. Estoy totalmente de acuerdo. Hace poco ha surgido una palabra que me parece que está justificada y es Precariado que define casi a una nueva clase. No se define en términos de valor económico, ni de sector laboral, ni de la clase en que has nacido. Perteneces al precariado dependiendo de a cuánto estés de perder tu casa o de no poder alimentarte… A partir de esa palabra he creado la novela.

W. Manrique. Es la gente empujada al borde de un abismo.

J. Cohen. Sí… Lo interesante de la precariedad es que solo depende en parte de que tengas o no dinero. En Estados Unidos hay que tener en cuenta, por ejemplo, que si no tienes un seguro tienes más posibilidades de ser precario, no hay servicios sociales, ni cuidados para los ancianos. La pobreza es más o menos igual de un país a otro pero se distingue si hay una red de apoyo a esa gente o no.

No estamos escribiendo suficiente sobre lo que es más vergonzante que es la razón por la cual no tenemos servicios sociales o seguridad social en Estados Unidos. La mayoría de la gente dirá que es por la avaricia de las grandes corporaciones y porque la gente no quiere pagar impuestos. Yo no estoy de acuerdo. Esa falta de red social es una señal de cómo construimos nuestra identidad. Si todos los estadounidenses nos sintiésemos estadounidenses estaríamos contentos de pagar impuestos para pagar el bienestar de los demás. Sin embargo, no pensamos en nosotros mismos como estadounidenses si no en términos de otros subgrupos, somos judíos, hispanos, puertorriqueños, colombianos, negros, asiáticos. Pensamos en términos de subgrupos que no pueden confiar los unos en los otros para garantizar su bienestar. Así que no es una cuestión de avaricia ni de cleptocracia ni de un odio inherente a pagar impuestos, es la falta de confianza de unos subgrupos hacia otros y el hecho de que construimos nuestra identidad en base a clanes.

W. Manrique. Su carrera literaria coincide, más o menos, con el nacimiento del término precariedad. En ocho años ha tenido tres novelas que han tenido buena crítica y en 2017 ha sido incluido en Granta, ¿cómo lo hace?

J. Cohen. Pues lo que me mueve es el miedo a la precariedad. Cuando era muy joven decidí que no quería un trabajo normal de profesor o como periodista de plantilla en un periódico y que iba ser freelance, y sabes bien que cuando eres freelance no hay un división entre la vida profesional y la vida personal porque es todo y solo puedes confiar en ti mismo.

  • Los reyes de la mudanza. Joshua Cohen. Traducción de Javier Calvo. Editorial De Conatus.

  • Si te gustó este artículo puedes dejar un comentario en la sección que está al final de la página.

    También puedes compartir el texto para que más personas lo lean y así nos ayudas a difundir esta revista literaria a través de nuestras cuentas de Facebook: https://www.facebook.com/WMagazin/

    o de twitter @W_Magazin

    ¡Gracias!

Winston Manrique Sabogal

Un comentario

  1. El tema de la exclusión de los precarios de un régimen de seguridad social, no se da por el concepto de no tener identidad, hay países que hace 50 años no tenían esos privilegios y estaban en los últimos puestos de valoración social, y hoy después de cambios radicales en el gobierno, no solo gozan de un buen sistema de blindaje social, sino que gozan de un excelente sistema de educación, salud, organización urbana, e igual, son potencia económica mundial, con un tamaño ridículo geográficamente hablando, es decir, es la falta de visión de futuro y de serios deseos de generar inclusión y no lo contrario.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Apoya a WMagazín como mecenas cultural Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter · Suscríbete a nuestra newsletter ·