Pablo García Baena (1921-2018). / Fotografía Tribuna U. de Salamanca

Muere Pablo García Baena, el poeta de Cántico y de la sensualidad

El escritor español fue decisivo en la poesía de la posguerra. Obtuvo premios muy importantes como el Príncipe de Asturias de las Letras y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Lo recordamos con algunos de sus poemas leídos por él mismo

Quiero que sea mi verso
como luna de abril,
como las rosas blancas,
como las hojas nuevas.
Que mi cítara suene
como el agua en la yedra,
que mi canto sea nada
para que lo sea todo y que a mis versos caigan
heridas las estrellas.

Con estos versos de Rumor oculto se dio a conocer Pablo García Baena en 1946, quien falleció este 14 de enero a los 96 años. Murió en Córdoba, donde nació el 29 de junio de 1921. En plena posguerra española, y un año después de aquel debut poético en la prensa, García Baena participó en la creación de la revista Cántico, alrededor de la cual surgió un grupo de creadores del mismo nombre como Juan Bernier, Julio Aumente y Mario López, y los pintores Miguel del Moral y Ginés Liébana. Ellos fueron el punto de unión con la Generación del 27, sobre todo destacando la figura de Luis Cernuda, y que dos décadas después reivindicarían los Novísimos.

«Pablo García Baena había vivido tantas resurrecciones literarias que, a sus 96 años, parecía inmortal», escribe el poeta y periodista Javier Rodríguez Marcos, en el diario español El País. «Si la obra de García Baena siempre tuvo un pie en la sensualidad y otro en la devoción, también su trayectoria tiene dos etapas: la aparición en 1946 de su primer libro, Rumor oculto supuso la revelación de una voz romántica y elegíaca que no encontró lugar en una España poéticamente dividida entre el clasicismo oficialista y la poesía social, que terminó convirtiéndose en la tendencia dominante», continúa Rodríguez Marcos.

Los poetas españoles y latinoamericanos guardan silencio, y recitan en su cabeza versos de García Baena.

WMagazín rinde homenaje a este poeta cuya obra y trabajo con el Grupo Cántico, entre 1947 y 1957, influyeron en toda la lengua del idioma español. Lo recordamos con algunos de sus poemas leídos por el propio García Baena y publicados en la web del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana:

Viernes Santo: Puedes escuchar el poema leído por  García Baena:

VIERNES SANTO
Hace frío en los atrios esta noche,
ascuas de cobre sobre los braseros aviva la criada
y la helada ginebra enfría el labio.
Roberto Carlos baja tu voz desde el Brasil, oh cuerpo tuyo,
oh alma mía asómate al gallo, no,
no le conozco, a la mirada, no, no quiero ver,
sólo tu pecho entreabriendo rosa oscura
a la táctil araña de las manos.
Y está el Pretorio ró con el alba,
jaspes yertos, columna,
y desnudo, desnudo hasta la sangre,
nos desnudamos, rito, sobre el lecho, cordeles lacerantes
de los besos, caricias aprietan,
tiran, tinta la res del sacrificio,
soldados, carcajadas, extinguidas antorchas humeantes,
oh qué hambrienta vesania, brasas, bocas
ardiendo, crepitantes leños rojos,
la túnica de loco arrodillado busca,
ya no blanca, ni grana, ni violeta,
sí rígida por las costras,
por el rayo fulmíneo que derriba
y no apagues la luz quiero verte los ojos,
averigua quién te dio el golpe,
el mazo martillea los clavos en la fragua,
tafetanes ungiendo sacerdotal desdén,
y tú me quieres, vino nuevo embriagando mis venas,
arterias al ocaso como dalias,
no apartes este cáliz, esta hiel, está el campo
del alfarero ya comprado con las treinta monedas,
húmeda arcilla donde clavar alarias plateadas,
plateados placeres, marea embravecida y plateada
luna, tinieblas, rueda el dado ciego
y un vaho de hedor sube de los sepulcros,
pliega tus alas sobre mi carroña,
sobre mi carne viva,
suave buitre ígneo, rapaz tormenta deseada,
lluvia sangrienta empapa el monte oscuro,
la adarga, los arneses, fluye cárdena
sobre las blancas sábanas, los lienzos taponados de rubíes,
no caiga sobre mí la sangre de este justo,
pues sólo quise amarte.

 

Venecia: Puedes escuchar el poema leído por García Baena:

VENECIA
Allí Venecia en el otoño adriático
su veronés veneno verdeante,

su carnaval mojado desparrama,
reparte entre las manos del viajero
camisetas rayadas, bucentauros,
palomas ciprias hacia San Giorgio.
Llegan todos ansiosos: kodak, planos,
¡oh Venecia!,
tarjetas del albergo Paganelli.
Oros líquidos caen de los bulbos hinchados,
de las cúpulas tensas,
la corrupción nos acerca entre tus brazos náyades.
Chorreantes caballos patalean agónicos
los desteñidos bronces. Suena el tiempo
y te hundes, Venecia,
erizada de escamas como un reptil heráldico,
nos hundimos contigo en tu estancado páramo,

en ligeros pecados como música o lluvia,
frutales azafates donde bichean los vermes.
Se abrazan los tetrarcas en el pórfido,
presta la espada a la erosión del beso,
a la campana virgen del diácono.
Y te vuelves al mar, tu padre incestuoso
que te posee abierta, a la costumbre,
pintada actriz que sabe que el amor es moneda fugitiva,
vieja opulenta que fuiste Serenísima,
madre de usuras y mercaderías,
en tu diván de légamo y recuerdo.
Vuelves al mar. Por la Laguna Muerta
el cementerio flota como un ahogado oscuro,
barcazas de difuntos al olvido,
riada de sollozos alejándose:
Lord Byron, corazón de cornalina,
indumentos gofrados de Fortuny,
laureles dannunzianos,
rojas gemas al cuello de Desdémona,
Ana Karenina y su pamela paja
—niebla al fragor de la locomotora—:
«Usted puede arrastrar mi nombre por el lodo.»
Arrástranos contigo, cortesana del agua,
sueltos los ceñidores, los secretos,
cloacas engullendo últimas resistencias,
carmíneas lumbrerías del deseo.
Rige la podredumbre carnal con tu tridente,
caduceo florido, muslo, armiño encharcado,
mientras tus muros caen al liquen de los labios,
góticas cresterías hacia el fondo,
hacia el silencio, lecho, adormidera,
a tu fango de hastío y de sabiduría,
a tu esplendente fin inexorable,
Venecia

La belleza elegiaca

A Rumor oculto siguieron Mientras cantan los pájaros (1948), Antiguo muchacho (1950), Junio (1957) y Óleo (1958). A partir de ahí empieza un largo silencio, hasta que a finales de los años setenta su figura es reivindicada. Publica Antes que el tiempo acabe, poemairo al que siguen Tres voces del verano (1980), Gozos para la Navidad de Vicente Núñez (1984), Fieles guirnaldas fugitivas (1990), o Los campos Elíseos (2006).

En 1984 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y en 2008 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el galardón más importante del género. Sobre su obra el Reina Sofía de Poesía dice: «La poesía de Pablo García Baena aúna sensualidad y profundidad en un lenguaje de complicada y precisa perfección técnica que, en parte, viene de los grandes maestros del Siglo de Oro, señaladamente Góngora».

«Pocos poetas de tan generosa lección como él, con su incansable reivindicación de los sentidos. Elegíaco, meditativo, hímnico de otro modo, romano siempre. Moderno sin provocarlo», escribe el poeta y periodista Antonio Lucas enel diario español El Mundo. Y cierra su crónica con esto versos de García Baena:
«Buscando la taberna más recóndita,
el mercenario abrazo furtivo, como entonces,
bajaré hasta tu plaza esta noche sin luna y sin presagios.
Allí donde crece el naranjo y está el banco/ en que tú la esperaste».

Los poetas españoles y latinoamericanos guardan silencio, y recitan en su cabeza versos de García Baena.

Elegía

Me envuelvo en tu recuerdo
como en nieblas secretas que me apartan del mundo.
En la calle sonrío al amigo que pasa,
y nadie,
nunca nadie adivinó mi muerte bajo aquella sonrisa
ni el frío sin consuelo de mis ojos que ciegan
pidiendo de los tuyos más desdén,
más veneno.

Ahora que la tarde se derrumba en las sombras,
y que el libro de versos resbala por mis manos,
ahora que la lluvia llora por los cristales
de mi ventana,
y llanto va a caer de mis ojos,
antes de que una mano encienda la dorada
llama de mi quinqué,
dime si tú no sueñas en tu balcón, ahora
que la lluvia nos une a los dos con sus lágrimas,
o si sobre el teclado de tu piano oscuro
agoniza Chopin
bajo tus manos trémulas.

Nunca sabrás el loco deseo que me tortura
de cautivar tus labios bajo mi boca ávida,
y sentir el latido de tu sien en mi mano
aprisionada como un pájaro aterido.

Pero no sabrás nunca nada de mi deseo.
Nada de cuando pienso desgarrar con mis dientes
los azules canales de tus venas
y juntos
morirnos desangrados, confundidas las sangres.
Pero estamos ajenos.
Yo sigo en mi ventana,
y tú soñando en otro mientras Chopin suspira,
ahora que aún no arde en mi quinqué la luz
y que a los dos nos une la lluvia con sus lágrimas.

Pablo García Baena (Córdoba, España, 1921-2018).

Santiago Vargas

Un comentario

  1. Gracias por la reseña. Nos permite comprender las grandeza de un poeta que trascendió su tiempo y deja una huella imborrable. En el Perú, poco se difundió. Hoy que partió al celeste Partenón su fluir poético nos refrescará el espíritu.

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