Detalle de ‘Ovidio desterrado de Roma’, de William Turner.

Ovidio, cómo se recrearon los últimos años del gran poeta exiliado en ‘Lejos de Roma’ (3)

¿Qué significa escribir poesía en el exilio? Esta fue la pregunta que inspiró y sobrevoló al escritor colombiano durante la emotiva recreación de la vida del genio romano

Escogí a Ovidio para plasmar mis impresiones sobre el exilio porque me parece que su figura es paradigmática en la historia de la literatura. Nadie como él, en esta larga elongación de dos mil años, para exponer los desgarramientos y las epifanías que deja el exilio. Escribí la novela en primera persona porque me parecía esencial que quien contara esos itinerarios fuera el mismo poeta. Por eso más que una novela histórica, Lejos de Roma (Igitur) es una novela poética. Y una de las preguntas básicas que me acompañaron mientras la escribía fue: ¿Qué significa escribir poesía en el exilio?

Es verdad que me documenté sobre Ovidio, leí su obra y leí a sus contemporáneos, desde Virgilio hasta Propercio. Me trasladé a Roma desde la imaginación porque en ese entonces no conocía esa ciudad y los otros lugares del antiguo imperio donde vivió Ovidio. Leí, igualmente, las diferentes novelas que se han escrito sobre el autor de Las Metamorfosis, desde Dios ha nacido en el exilio, de Horia hasta Una vida imaginaria, de Malouf. Pero lo que me pareció fundamental fue esa especie de simbiosis que logré, a partir de la sensibilidad poética, entre Ovidio y mi persona. Yo me hundí en él y él se sumergió en mí.

Cuando tenía la suficiente información y una suerte de esquema de la novela diseminada en libretas de apuntes, me dispuse a comenzar la tarea de escribirla. Sin embargo, no encontraba cómo hacerlo. Acaso porque no tenía una idea clara de cómo había sido el Tomos de Ovidio. Entonces me fui de viaje de descanso a las playas de Nuquí, en el Chocó, departamento del pacífico colombiano. En esas playas ignotas, rodeado de sus habitantes afrodescendientes, viendo un mar embravecido y gris, con la selva tropical y húmeda siempre detrás de mí y bajo lluvias intermitentes, pensaba que el bastión adonde fue relegado Ovidio debía haber sido un poco así.

Una tarde, me tropecé con una playa sin nadie en la que había una suerte de escritura. Era como un gran poema incomprensible que habían escrito los cangrejos. La recorrí y cuando me volví para mirarla desde la distancia, un viento y una marea la habían borrado del todo. Entonces comprendí que esa era una representación magnífica de lo que significaba escribir en el exilio. Llegué a la cabaña donde me alojaba y escribí “Los cangrejos”, que no es el primer capítulo de la novela, pero sí el que me dio el impulso y la fuerza para iniciar Lejos de Roma y terminarla.

Lejos de Roma es una recreación del exilio de Ovidio hecho desde nuestra contemporaneidad por eso está atravesada de anacronismos. También la nutren reflexiones sobre la soledad, el poder, el amor, la muerte, la poesía. No es una forma de escapar de mi realidad colombiana y latinoamericana, como pensaron algunos, sino de enfrentarla desde un modo excéntrico. A veces, es mejor alejarse de nuestra cotidianidad nacional y mundial e ir al pasado, pues así también se avanza en una mejor comprensión de nuestros males y fortunas.

A continuación un pasaje de la novela Lejos de Roma:

Los cangrejos

Miro la acción de los cangrejos. Con Lucio, en la infancia, los tomábamos de sus pinzas, que semejan escorpiones, y los lanzábamos al aire para verlos caer entre las olas. Recorríamos parajes cercanos a Ostia con cangrejos amarrados a nuestras cinturas, como si fuese el botín de una jornada de pillaje. Gozábamos desbaratando sus túneles de arena a patadas y nos reíamos ante su espanto que zigzagueaba en busca de protección. Pero ahora creo verlos por primera vez en esta playa solitaria de Tomos. Están en manadas dispersas sobre la arena que tiene un brillo dorado. Más allá, sobre el mar azul, tres pelícanos trazan el dibujo de un venablo que se clava raudo en el horizonte. Doy algunos pasos, ante mis pies los cangrejos se separan y, de inmediato, se detienen para volver a su faena. Tengo una incómoda revelación, pues me avergüenza el no haber reparado antes en lo que forjan los cangrejos desde hace miles de años. Horadan la arena con sus pinzas y luego depositan montoncitos aquí y allá. Ejecutan esa actividad, obsesivos  y minuciosos,  y dejan sobre la vasta tablilla de la playa una geografía de signos. Miles de cangrejos obedecen una orden y la cumplen durante el día y la noche en todas las playas de la tierra. Mientras los hombres siembran los campos, hacen las guerras, copulan y oran a los dioses, unos animales de quebradizas conchas siguen un mandato. Tomo distancia para lograr una mejor visión de ese despedazado mapa. Puede ser verdad, como dice el naturalista filósofo, que los cangrejos huyan de la inmortalidad dibujando figuras en la arena. Pero ¿qué figuras hacen?, me pregunto. Las examino durante horas y hallo un círculo, una línea, una espiral. Y luego una torre, un laberinto, una columna. Y enseguida veo una hidra, un navío y una espada. Y más allá un velo, una mano y otra mano. Y después una playa despejada, un hombre que observa, cangrejos que corren y se detienen para continuar corriendo. Acaso todos los secretos del cosmos estén definidos en esta escritura diseminada en la arena. El misterio del tiempo y el espacio, el de la muerte y el amor, el de esta ausencia mía de Roma que anula y fortalece a la vez. Todo quizás esté dicho en lo que miles de crustáceos hacen con sus patas en la arena.

***

  • Carlos García Gual escribió sobre Lejos de Roma, de Pablo Montoya, lo siguiente en Babelia: «Sobre el poeta Ovidio desterrado en el Ponto recuerdo haber leído ya otras novelas —como Dios ha nacido en el exilio (1960), de Vintila Horia, o la muy elogiada de Hans Ransmayr El último mundo (1989)—, pero esta breve narración de Pablo Montoya, que ahora releo al editarse en España, me resulta singularmente atractiva y emotiva. Aquí es el poeta de las Tristes vartas del Ponto quien relata su amarga estancia entre los bárbaros a orillas del mar Negro. Montoya evoca en un lenguaje muy poético —como corresponde a la lejana voz del desterrado— las vivencias de la soledad, la incomunicación, sus terrores, sus fríos y sus sueños, y un idilio apasionado y tardío, y de fondo la desesperada añoranza de Roma».

 

  • Pablo Montoya (Colombia, 1963). Es autor de Lejos de Roma (Igitur). La próxima semana publicará la novela Derrotados (Sílaba-Punto de vista Editores), sobre la la violencia y su relación con las artes y la ciencia, y los ensayos Español, lengua mía (Sílaba-Punto de vista Editores).
Estatua de Ovidio.

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