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Escalera de caracol en un edificio de Barcelona.

Cómo afrontar la nostalgia, el superávit audiovisual y el Tiempo, según autores de Barcelona en la FIL de Buenos Aires

El desembarco bilingüe de la capital de Cataluña como Ciudad Invitada de Honor en la feria bonaerense ha empezado. WMagazín abrió un Diálogo en cadena, alrededor de la literatura, entre los escritores invitados

¿Cómo se pasa de una pregunta sobre el detective de ficción Pepe Carvalho en Buenos Aires a si un agujero negro incide en el trino de un mirlo? Muy fácil, surge de un Diálogo en cadena por correo electrónico entre doce de los 56 escritores que protagonizan la presencia de Barcelona como Ciudad Invitada de Honor en la 45ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, del 23 de abril al 13 de mayo. Lo hicieron por una iniciativa de WMagazín para situar esta presencia literaria en el mundo dual, analógico y digital, para que los lectores los conocieran un poco más o los descubrieran a través de sus inquietudes e intereses convertidos en preguntas, respuestas y reflexiones a sus colegas.

WMagazín eligió a uno de los 56 escritores de la delegación oficial para abrir este Diálogo en cadena entre ellos. El autor elegido para dar el pie dirigió su pregunta al escritor que quiso, y este, tras responder, lanzó una nueva pregunta a otro autor libremente, y así de manera sucesiva. Lo hicieron bajo tres coordenadas: solo autores de la lista oficial de Barcelona en Buenos Aires, solo leían la pregunta y respuesta de quien les enviaba la pregunta para que no fueran a ciegas del todo y cada respuesta-pregunta llegaba al correo electrónico de WMagazín que se encargaba de remitirlas a las personas respectivas. El resultado es un juego literario y de inquietudes, intereses y pensamiento un tanto azarozo.

Así es que la ruta que llevó de Carvalho al agujero negro y el trino del mirlo incluye paradas-reflexiones sobre cómo hacer una novela que no sea de tu ciudad, el amor-odio por tu lugar de origen y el de acogida, la nostalgia como herramienta de la filosofía, el despertar de los saberes en el imperio de la imagen, el destino de la poética en el superavit audiovisual, cómo soportar la potencia del dolor y la violencia, en qué medida se nutre la literatura de tiempo y si «la literatura es el resultado de expresar poéticamente la realidad a través de formas aparentes como el poema, el teatro o la narración».

Se trata de un Diálogo en cadena muy interesante, sorprendente y divertido por los derroteros que tomó una conversación en una especie de cadáver exquisito sobre temas alrededor de la creación literaria. La lista completa de los 56 escritores de la delegación oficial, organizada por el Instituto Ramón Llull, de donde surgen los autores que participan en este formato de WMagazín la puedes ver este enlace.

  • El periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán abrió este Diálogo en cadena con una pregunta a Carlos Zanón: En 1997 Pepe Carvalho se desplazó a Buenos Aires para buscar a un desaparecido. ¿Qué buscará Carvalho en la capital argentina esta primavera?

 

Carlos Zanón. Creo que perfectamente puede buscar recuerdos, amigos, lugares de cuando estuvo hace tanto tiempo ya o ir preguntando si alguien le recuerda, a Carvalho o a El Escritor, MVM. Creo que MVM con Quinteto de Buenos Aires, recuperó espíritu competitivo para Carvalho. Me gustaría creer que además de nostalgia, también pueda encontrar elementos para ir hacia adelante. Parece que sea en España ahora cuando los desaparecidos están más presentes que en 1997.

Mi pregunta es para Miqui Otero: Creo que Rayos es muy Barcelona, ¿te imaginas escribiendo desde otra ciudad como Buenos Aires, cómo crees que cambiaría tu forma de escribir otra ciudad?

 

Miqui Otero. Bueno, quizás nos preguntamos eso porque siempre se habla de escribir La Gran Novela de Barcelona, algo todavía más difícil de atrapar, para empezar por el tamaño de la ciudad, que La Gran Novela Americana. Y de esta última, Philip Roth ya encabezó uno de sus libros con la cita definitiva: “La Gran Novela Americana no es algo extinto como el dinosaurio, sino mítico como el hipogrifo”. Rayos es muy Barcelona (y de hecho la colocaron en esa tradición de Novela de Barcelona), pero porque me apetecía explicar los primeros síntomas antes de la gran crisis (y la crisis en paralelo del personaje), y conocía especialmente bien los de mi ciudad. Por otro lado, si yo fuera de otro sitio, no solo escribiría diferente, sino que sería otro. Seguro. No me preocuparía exactamente lo mismo si viviera en París en 1789 o en California en 1969. O quizás sí me preocuparían cosas similares, pero narraría esa preocupación con otros registros, personajes, tonos o escenarios. Aun así, ahora que vamos a Buenos Aires, no descarto que aparezca en futuras novelas. Solo necesito una anécdota con un punto legendario para arrancar, y recuerdo cuando en Galicia, de donde provenían mis padres, era habitual que llamara por teléfono un descendiente de los que allí emigraron en la primera mitad del XX para informarte que erais familia. Esas llamadas me parecían mágicas. Parientes míticos. Quizás allí me dé a mí por hacer esa llamada y de ahí surja una historia.

Mi pregunta es para Laura Fernández: Siempre he tenido la certeza de que tus novelas, fantásticas y fantasiosas, y muy aplaudidas por los terrícolas, eran directamente best-sellers en otros planetas de galaxias desconocidas. De hecho, esa idea aparece de algún modo en algunas de ellas, donde suelen salir siempre escritores y fans. Aunque este abril un grupo de autores no viajaremos a otro planeta, sí lo haremos a Buenos Aires, así que me gustaría pedirte un esbozo rápido de cómo imaginarías una novela protagonizada por ese grupo de autores invitados en el escenario que nos espera. Si quieres chivarnos la primera frase de la novela, perfecto. Me pido un personaje destacado, aviso, y otro para el escritor a quien mandes la siguiente pregunta de esta cadena.

 

Laura Fernández. Veamos, ellos no viajan a otro planeta, pero ¿y si una colección de pequeños, diminutos, escritores de bolsillos de, sí, OTRO PLANETA, aprovechasen la oportunidad para colarse en sus, claro, bolsillos, y viajar con ellos a Buenos Aires, que, para ellos, sí sería otro planeta, y donde se celebraría, por supuesto, una convención alternativa, una convención de otro planeta, en este, nuestro planeta? ¿Que qué harían ellos, los escritores terrícolas, es decir, nosotros? Nosotros no tendríamos más remedio que acompañarles, porque cada uno de estos escritores de otro planeta tendría que llevar consigo al escritor en cuyo bolsillo ha viajado, más o menos cómodamente, a cada una de sus charlas. A ti tocaría como compañero un, pongamos, engreído escritor de novelas costumbristas de ese otro planeta, un extraterrestre diminuto con sombrero, sombrero del cual saldría una fabulosa margarita, que te obligaría a vestir como él, y a convertir tu reputación en una pequeña cosa horrible. Te acompañaría en el sentimiento Llucia Ramis, a quien voy a dirigir mi siguiente pregunta, y a quien, en fortuna, le tocaría como compañera una escritora de distopías decididamente famosa en ese, su otro planeta, que la obligaría a leer todo lo que se le ocurriese escribir, y todo el mundo en ese otro planeta sabe que esa escritora escribe al menos una línea por minuto.

Mi pregunta es para Llucia Ramis: Como sé que conoces bien Buenos Aires, cuéntanos, ¿cómo es la vida literaria allí? ¿En qué se diferencia de la de Barcelona? ¿En qué se parece? ¿Qué crees que pensarán de nosotras? Y una más: ¿alguna vez escribirás de esa temporada que pasaste en Buenos Aires?

 

LluciRamis. En 2012 fui a Buenos Aires huyendo de una crisis que resultó ser más personal que otra cosa. Viví unos meses en Palermo Viejo, coincidiendo con la Feria del Libro. Frecuentaba librerías y asaditos en los que conocí a mucha gente del mundillo editorial. No estuve el tiempo suficiente como para sacar conclusiones, pero me pareció que los autores argentinos se leen más entre ellos, y también se critican más abiertamente que los de Barcelona. Esta ciudad es pequeña. Nos vemos a menudo en presentaciones, premios y saraos; nos conocemos todos, las rencillas serían incómodas. Además, el roce hace el cariño.

Me llamó la atención que hablaran de teatro con la misma naturalidad con la que aquí hablamos de las series de Netflix. Me pareció que, en general, son más cultos, están más al día. Además, sacan libros buenísimos para nosotros desconocidos. Estamos muy desconectados.

Supongo que pensarán que somos catalanas, que es una manera de vernos distantes. Allí son apasionados con el fútbol, la política o lo que sea. Bueno, al menos lo sentí así. Y sí, me gustaría escribir sobre aquellas impresiones que provoca una ciudad casi onírica. En los sueños, tu calle parece tu calle, pero no es exactamente la misma, los lugares están extrañamente desplazados o alterados. Eso ocurre con Buenos Aires: todo te resulta familiar, incluso la lengua. Pero en realidad es tan lejano como que allí es invierno cuando aquí es verano.

Mi pregunta es para Matías Néspolo: Nacido en Buenos Aires, llegaste a Barcelona en 2001. Como otros escritores porteños residentes aquí –pienso en Rodrigo Fresán, en Diego Gándara, en Martín Caparrós, o en Patricio Pron (aunque él sea de Rosario y esté en Madrid)– a veces parece que quieras odiar tanto la ciudad a la que viniste como la que dejaste. O incluso parece que quieras que creamos eso. De hecho, participaste en la antología Odio Barcelona. Sin embargo, sigues viviendo aquí y no paras de hablar de Argentina; aún mantienes el acento. ¿Argentina solo puede amarse a distancia, con distancia y desde la distancia? Es decir: ¿te has condenado voluntariamente a la nostalgia?

 

Matias Néspolo. Me resulta muy curioso que lo plantees así, porque la nostalgia nunca fue “una de mis tacitas de té”, para decirlo al estilo Aira. Que me cae gorda, vamos. Incluso después de tantos años todavía me encandilan aquellas palabras de Holden Caulfield: “No cuenten nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo”. Supongo que fascinan por la fantasía de poder conjurar algún día la añoranza y el echar de menos, cuando dejemos de contar… Y tu pregunta va de eso, de la nostalgia que nos concierne a todos los que nos dedicamos a esto. Poco importa si nos exiliamos voluntariamente en ella o no, porque de eso se trata narrar: de habitarla. Una casa o prisión que construye la distancia. Quizá no se pueda narrar otra cosa, vos lo sabés. Y por eso a mí la lejanía -temporal o geográfica, da igual- me viene al pelo. Porque no me gusta añorar, porque soy duro de contar…

Por lo demás, cercanía o distancia, amor y odio, son lo mismo. Y sí, puede que de lejos mi tierra se quiera mejor, de un modo más saludable al menos. Y claro que extraño a la Reina del Plata, con el mismo ardor con el que aún intento -soy tenaz- conquistar a la otra, a la Madama del Mediterráneo.

Mi pregunta es para Marina Garcés: Al hilo de lo que venía pensando, me gustaría preguntarte por el lugar de la nostalgia en tu reflexión filosófica. Porque uno estaría tentado a pensar que la nostalgia, siempre tan próxima a lo reaccionario, no tiene cabida en la pensadora de la insumisión y de los nuevos movimientos sociales. Sin embargo, algo de ella campea en esa crónica de aprendizajes intelectuales e ideológicos que trazas en Ciudad Princesa. Y en tu propuesta de una Nueva ilustración radical también viajas al pasado para recuperar la vieja actitud crítica. ¿Echas mano de ella en tu trabajo? ¿Te sirve para pensar esa nueva relación entre saber y emancipación que planteas?

 

Marina Garcés. No creo que mi relación con el pasado sea nostálgica, aunque personalmente sí tiendo a la añoranza y tengo muy presentes las historias vividas, mías y de mi entorno. Alimentan un tiempo más denso, más corpóreo, de dimensiones entretejidas y compartidas. Pero como categoría, la nostalgia me asusta tanto como el presentismo. Son dos formas de entrega a una sola dimensión temporal: la nostalgia ensalza un pasado idealizado y el presentismo no sabe despegarse de la inmediatez de lo actual. Activar el pasado es imprescindible para entender que lo que hay no es obvio y que lo que está por venir no es irreversible. Si miramos atrás, veremos que no sólo encontraremos las causas del presente, sino también todo lo olvidado, lo que puede volver a ser contado, lo que ha sido leído bajo determinados códigos que pueden ser transformados…  De hecho, la filosofía es esta práctica: releer para volver a pensar. Seguramente no dejo de estar haciendo esto todo el tiempo.

Mi pregunta es para Íngrid Guardiola: Cómo se puede aplicar esta idea al mundo de la imagen, que parece tan presentista. Nos dicen que la actualidad es una sucesión de imágenes, pero la imagen tiene una historia, unos códigos, un poso de saberes activos y olvidados. ¿Cómo podemos hacer para despertarlos? ¿Cómo lo haces tú?

 

Ingrid Guardiola. La imagen siempre apunta hacia adelante (es una herramienta de visiones, visionaria) y hacia atrás (es nostálgica, circunscribe lo que ya no es, especialmente la imagen fotográfica). Las imágenes actuales, que se utilizan como parte de un nuevo alfabeto, a veces son más interjecciones que células de significado, expresan emociones, estados de ánimo, más que una idea, un concepto o un fenómeno. Son evanescentes y no han sido hechas para quedarse entre nosotros. A mí me interesa congelar, por un lado, aquellas imágenes que han sido usadas para explicar el relato oficial, desde la figura del Pantocrátor, hasta la imagen en vídeo de la caída de las Torres Gemelas o el último fenómeno de la industria del entretenimiento. Todas ellas hablan de la imagen socializada, nos explican cómo nos dirigen la mirada, qué relación se establece entre lo que aparece, el saber y el poder. Luego estarían las imágenes residuales, las olvidadas, las domésticas… las que forman parte de la micro-historia. El solo gesto de pararnos sobre ellas las convierte en «imágenes supervivientes» (Didi-Huberman); la dialéctica que establecemos es lo que nos permite no dar nada por perdido de todo aquello que nos precede, rehacer en un diálogo inconcluso la historia.

Mi pregunta es para Josep Pedrals: En un mundo de superávit audiovisual, ¿qué lugar le queda a la palabra poética? Tanto Franco Berardi como Buyng Chul-Han, en sus textos, hablan de la poesía como un frente de resistencia ante el enjambre audiovisual, pero ¿qué piensa de ello el poeta JOSEP PEDRALS?

 

Josep Pedrals. La palabra poética tiene la gracia que propone una «imagen» para la sensibilidad lingüística, para uso de una imaginación no solamente visual, sino que trasciende la iconografía para llenar un espacio de fábula mental: el «decir» es una fuerza expresiva que añade musicalidad y discurso a la corriente cinética del «ver», provoca una visualización interior y, por lo tanto, mucho más abstracta. Más que un «frente de resistencia» es, si acaso, el fuerte inexpugnable de la intimidad espiritual, aquella profundidad impenetrable que sólo se puede alcanzar a través del discurrimiento de expresividad estética.

Mi pregunta es para Josep Lluis Badal: En el espacio sensible del secreto interior, en la impresionabilidad afectiva, ¿cómo podemos soportar la potencia del dolor y la violencia? ¿Cómo podemos entender el mal sin caer en su vórtice de envilecimiento o de desasosiego?

 

 Josep Lluis Badal. No es posible entender el mal. O se comparten sus coartadas y apriorismos o se sufre. No es posible comprender el dolor que nace de una antigua, fundamental violencia humana reencarnada. Si acaso, podemos evitar un estúpido asentimiento automático a su negación continua. Nuestro corazón posee dos lexemas como dos ventrículos, “dolor” y “mal”. Se excitan con imágenes simples y con algunas hormonas básicas. A su lado, dos ventrículos, lexemas algo más imprecisos: “alegría”, quizá, y algo parecido a “amor”, o “compasión”.

Es la palabra meditada, encarnada en sensibilidad y cuerpo, es decir la palabra poética, la que dará forma al torrente arrollador del tiempo y eliminará los corpúsculos grasos del ego. La palabra erige los morfemas que finalmente otorgarán sentido (o nominalizarán el sinsentido) del dolor, del mal sufrido.

El ritmo de la palabra-verso acompasa estos cuatro ventrículos, les otorga su lugar, pasado o futuro, en la pulsación del presente. Abre caminos, conjunciones como arterias y venas que dirigirán a través de nuestro cuerpo breve (¡y tan luminoso!) el riachuelo del día, el petirrojo de la alegría, el instante del dolor y el tiempo detenido del mal. El poeta, el lector que desbroza una rima automática, un ritmo canino de viejo discurso autoritario o un significado fósil están aprendiendo el arte lento de soportar el dolor, de sufrir violencia sin conceder al tirano de turno el trofeo del pavor o de nuestros cuatro ventrículos disecados. El arte doloroso de asumir que el mal existe en el corazón de nuestra tiniebla, el mal. Y a la vez de convencer a nuestro corazón de que palpite un no. No. No.

Mi pregunta es para Antoni Vidal Ferrando: Parece que, mientras que el tiempo universal (en caso de que exista) prosigue su curso, el tiempo humano se acelera. ¿Puede la palabra poética algo contra esto? ¿En qué medida se nutre la literatura de tiempo, o lo encarna, o lo pauta, o lo retiene, o le da sentido…?

 

Antoni Vidal Ferrando. El tiempo es nada. O, en todo caso, es una percepción humana derivada de la experiencia y condicionada por los angostos límites de nuestros sentidos y por la conciencia de irnos deslizando hacia la extinción. Puede que, asimismo, todo ello obedezca en parte a agentes externos, planetarios o extra planetarios, que sin duda sobrepasan mi capacidad de conocer.

Pero es verdad que al hablar del tiempo, incluso los legos en la materia, sabemos de alguna manera a qué nos referimos. Como también lo es que, por lo menos en Occidente, existe una percepción generalizada, según la cual lo que la mayoría de los humanos coincidimos en llamar tiempo se va acelerando; y lo es que esto último nos supone más de un problema. No niego que esta realidad pueda tener un origen cósmico o metafísico; pero igualmente tiene un origen histórico, que procede de los nuevos dogmas, tanto o más dañinos que los religiosos, y de los contundentes instrumentos de manipulación que tienen a su alcance los que gobiernan el mundo.

Ellos tienen este poder, nosotros el de la poesía, que nace y que crece a golpes de emancipación y de libertad; que se llena de tiempo y lo sobrevive, ya que nunca entra en contradicción con la que la ha precedido ni con la que vendrá después. La poesía, que es perpetuación y que contiene todas las posibilidades.

Mi pregunta es para Sebastià Alzamora: ¿Podrías suscribir la teoría según la cual toda literatura es el resultado de expresar poéticamente la realidad a través de formas aparentes como el poema, el teatro o la narración?

 

Sebastià Alzamora. Cada vez soy menos amigo de teorías, pero sí que puedo suscribir esta, y de hecho lo hago con gusto. A diferencia de otras, tiene la humildad de partir de la certeza que el poeta, el escritor, no es al fin y al cabo otra cosa que alguien que debe asumir su responsabilidad sobre la realidad de la que forma parte. Es decir, lo mismo que cada hijo de vecino. Ahora bien, lo que me desborda es la realidad. La realidad es infinita: contiene todo lo que está vivo, y eso, precisamente por ser infinito, es inexpresable, incluso a veces me parece inconcebible. De modo que nos resignamos a escoger algunas de las realidades que forman la realidad y a nombrarlas. El resultado (el poema, el relato, la obra de teatro) tiene tanta importancia, o tan poca, como el trino de un mirlo desde las ramas de un algarrobo en relación a un agujero negro que se halla a miles de años luz de nosotros, y que conseguimos retratar sin comprenderlo. ¿Incide el mirlo en ese agujero negro? O al revés: el agujero negro, ¿tiene alguna relevancia en la vida del mirlo? ¿Y en la del algarrobo? Ramon Llull hubiera contestado que sí, y que lo que relaciona a esos seres es lo que llamamos Dios. Yo no tengo ni idea. Pero me gustaría (como me gusta en los poemas o en los relatos) que todo tuviera sentido.

Mi pregunta es para Josep Piera: ¿El gozo es un deber para el poeta?
…este diálogo continuará…
 

Barcelona en la FIL de Buenos Aires

Barcelona, ciudad literaria, como Invitada de honor a la 45ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires potenciará su presente bilingüe en español y catalán para sumar a su capitalidad editorial el de una verdadera ciudad polifónica de la creación literaria y la convivencia de culturas. Barcelona representa más del 50% de la producción y la facturación de la industria editorial en España donde tienen sede casi trescientas editoriales. Una muestra de ese universo viajará a Argentina para encontrarse con los lectores en un pabellón de 200 metros cuadrados y 130 actividades allí y en otros espacios de la feria a través de 75 invitados (56 autores e ilustradores, 8 especialistas del mundo de la literatura y 14 artistas), tres exposiciones y un concierto de Silvia Pérez Cruz el día que se inaugura el estand, 25 de abril. A ellos se suman los autores y actividades que llevarán las editoriales por su cuenta.

La presencia de Barcelona en la feria de Buenos Aires la organizan el Ayuntamiento de Barcelona, el Instituto Ramon Llull, la Generalitat de Cataluña y la Fundación El Libro con el apoyo de entidades como el Gremio de Editores de Cataluña y Acción Cultural Española (AC/E). Puedes ver la programación de Barcelona en Buenos Aires en este enlace.

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