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Joan Miró.

Cuando Joan Miró quedó atrapado entre el franquismo y el bombardeo de Hitler

Una biografía exhaustiva sobre uno de los máximos artistas del surrealismo rompe los clichés y el hermetismo sobre su vida y obra. WMagazín publica un pasaje sobre uno de los momentos más dramáticos, creativos y desconocidos de Miró

Presentación WMagazín. El hermetismo y los clichés sobre la vida de Joan Miró han terminado. Acaba de publicarse una biografía exhaustiva sobre el artista catalán que aborda las diferentes etapas del creador y su camino vital marcado por su empeño de superación, sus relaciones artísticas y personales, un mapa de sus afectos, sentimientos y obsesiones y su exilio. Joan Miró. El niño que hablaba con los árboles (Galaxia Gutenberg)  son más de 800 páginas escritas por Josep Massot tras la investigación de un sin número de documentos, archivos, cartas, fotografías, entrevistas y testimonios, muchos de ellos inéditos. Una obra necesaria sobre uno de los artistas más populares y máximos representates del surrealismo.

A los 17 o 18 años, Massot, periodista del diario La Vanguardia, conoció a Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983). Lo recuerda como «una persona divertidísima. Me comentó que lo que más le gustaba era mirar cine mudo», según dijo en la presentación que se hizo de la biografía en Miró Mallorca Fundació, de Palma de Mallorca. Massot recordó esta faceta porque considera, añadió, que «no se ha estudiado demasiado el sentido humorístico de sus obras, en realidad era un gamberro».

WMagazín publica, en primicia, un pasaje sobre uno de los momentos más desconocidos y dramáticos de Miró y a la vez creativos: primavera-verano de 1939. Miró está en francia, al sur de Normandía, atrapado entre el fin de la Guerra Civil española con un país que entra en el túnel de la dictadura de Franco y la Segunda Guerra Mundial precipitándose con el asedio del nazismo y su lluvia de bombas.

 

Joan Miró. El niño que hablaba con los árboles

(El verano de 1939, la familia Miró se instala en Varengeville-sur-mer (Normandía), cerca de la casa de Braque y del arquitecto Paul Nelson. En abril de 1939, la Guerra Civil española había concluido con la victoria de Franco, aliado de Hitler y de Mussolini. Miró está entre dos fuegos, los alemanes amenazan con invadir los Países Bajos, en la España franquista ha empezado la represión contra los republicanos y los refugiados españoles en Francia pugnan por huir hacia América, Gran Bretaña o los países del Este)

Por Josep Massot

Los alemanes se habían tomado un respiro tras la conquista de Polonia en septiembre, mientras los rusos, en virtud del pacto Molotov-Ribbentrop, invadían el este polaco y entraban en Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania. Miró, febril, completa en enero Le Lever du soleil y L’Échelle de l’évasion. En febrero, Personnages dans la nuit guidés par les traces phosphorescentes des escargots y Femmes sur la plage. En marzo, Femme à la blonde aisselle coiffant sa chevelure à la lueur des étoiles, L’Étoile matinale y Personnage blessé. El 9 de abril Alemania lanza la operación Weserübung contra Dinamarca y Noruega. Las tropas franco-británicas desembarcan en Noruega para frenar la invasión en una operación que se salda con un fiasco humillante. Miró completa Femme et oiseaux y escribe, el 14 de abril, a Matisse: «Sigo trabajando en las pequeñas pinturas que son cada vez más elaboradas y concentradas. Espero estar en forma y ser capaz de mantener esta tensión espiritual hasta que acabe la serie, que espero que sea muy hermosa. Al mismo tiempo estoy preparando otras cosas… Esta larga estancia en el campo me ha hecho mucho bien, esta soledad me ha enriquecido enormemente. Quiero tener suficientes años de vida por delante para realizar la parte más importante de mi proyecto». El 27 de abril acaba Femme dans la nuit.

El 2 de mayo escribe de nuevo a Matisse: «He recibido carta de Sweeney diciendo que va a hacer una monografía sobre mí… El campo es maravilloso aquí. Ahora el manzano está empezando a florecer y la luz es muy suave». Los Miró creían que estaban a salvo de bombardeos por la cercanía de un hospital de sangre que – creían – los alemanes no se atreverían a atacar.

El 10 de mayo la guerra deja de ser una broma. Los alemanes comienzan la invasión de los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, y entran incontenibles en Francia. Cuatro días más tarde Miró firma sus Danseuses acrobates. Por entonces ya han comenzado a sonar las alarmas aéreas de la vecina Dieppe (a tan sólo ocho kilómetros al oeste). El 11, 12, 13 y 14 el cielo se inunda con los alaridos de las sirenas, preludio del sábado 18 de mayo, primer bombardeo de la Luftwaffe, sin ninguna oposición aérea aliada: las bombas alcanzan una fábrica de gas, un pequeño puerto donde está amarrado un barco hospital británico, y dos navíos son hundidos. El 19 de mayo, un nuevo bombardeo. El 21 es el más mortífero: trece muertos, los refugios están llenos y la población duerme al aire libre. Dieppe y toda su área están ya en zona de guerra. No hay lluvia de liras, vuelos de pájaros sobre la campiña, sino, de nuevo como en Guernica, lluvia de fuego y furia; en lugar de cuervos, Henckels y Stukas cruzan el cielo con la cruz gamada pintada en sus lomos. El 24 de mayo son tocados dos buques hospital (Maid of Kent y Brighton) y los trenes sanitarios. El 25, en varias oleadas, las bombas caen sobre la ciudad, mientras se desata el rumor de que se han visto paracaidistas alemanes. Las carreteras de la zona están desbordadas por refugiados belgas, holandeses, del norte de Francia que huyen de los nazis por medio de coches, camiones, bicicletas, a pie, carretas, bajo la metralla de los Stukas alemanes, que no hacen distinción entre civiles y soldados. «No se ve un metro cuadrado libre», describe un testigo en su diario. La guerra de broma es ahora el Gran Miedo. Del 4 al 8 de junio, el éxodo es masivo. El 9, los alemanes toman Ruán; Hitler, sorprendentemente, deja escapar el grueso de las fuerzas británicas rodeadas en Dunquerke –entre los soldados asediados estaba Louis Aragon– para entrar triunfal en París. El día 23 el Führer puede fotografiarse ante la torre Eiffel con el arquitecto Albert Speer y el escultor Arno Breker. Un día antes, Pétain había firmado el armisticio e iniciaba el régimen colaboracionista de Vichy.

Los Miró emprendieron la fuga antes del colapso, probablemente tras el primer bombardeo de Dieppe. El crítico de arte catalán Sebastià Gasch, que vivía un doliente exilio, sitúa a Miró en el éxodo de junio en París. Describe una ciudad desierta, las tiendas cerradas, los últimos fugitivos rezagados. Entra en la tienda de pinturas-galería Castelucho de Montparnasse, que creó el catalán Antonio Castelucho, hermano de Claudio, el artista y profesor de las academias Grand-Chaumière y de la vecina Colarossi. La tienda era frecuentada por artistas catalanes; allí Picasso había encargado el lienzo del Guernica y allí escribe Gasch que se topó por sorpresa con Miró. «Pálido, desencajado, con las facciones desfiguradas por el miedo, iba murmurando como una letanía: ‘¡Han bombardeado Varengeville! ¡Han bombardeado Varengeville!’. Levantó la cabeza y me miró, pero no me pidió ninguna explicación sobre mi insólita presencia allí.»

Pilar Juncosa dio un relato detallado de su huida de Varengeville en un escrito que se conserva en la Successió Miró y que ha permanecido inédito. Pilar Juncosa dice que tras la drôle de guerre, el bombardeo de Dieppe los convenció de que tenían que huir. Empaquetaron (¿el 20 de mayo?) lo imprescindible en siete maletas, cogieron las carpetas con las Constellations y las hojas en blanco, metieron las joyas en un maletín y reunieron el poco dinero que tenían. Consiguieron llegar a Ruán, pero los trenes estaban abarrotados de la gente que huía de los bombardeos y de soldados heridos, y eran inútiles las llamadas de socorro que Miró hacía por teléfono. Tras unos días de espera inútil en el andén de la estación, se sentaron extenuados en un banco de la catedral ante la imagen de san Antonio y pensaron que iban a morir los tres allí. Cuando pudieron recuperar fuerzas y regresar al hotel Rouen, se encontraron en el portal a dos enfermeras que los habían oído hablar en catalán. Al saber sus nombres, dijeron en broma que eran parientes, pues ellas se llamaban Smiro. Los invitaron a acompañarlos a la estación de tren y allí consiguieron subirlos a un vagón. Pilar Juncosa no duda de que fueron unos ángeles enviados para salvarlos. Durante el viaje, que tuvieron que hacer de pie –la niña, Maria Dolors, tuvo que hacer sus necesidades en el vagón–, las enfermeras se mostraron cariñosas y alegres. Al llegar a París, ya en el andén, con la confusión de la estación, las perdieron de vista, y con ellas, el maletín con las joyas que les habían dejado en custodia mientras buscaban el equipaje. Fueron al hotel Royal y después a la dirección de la casa donde las enfermeras dijeron que iban a alojarse. Pero allí no las conocían. Pilar Juncosa repite, sin rencor, que fueron dos ángeles. También perdieron el equipaje facturado. Entre ellos, los cuadernos con apuntes. Miró en todo el viaje no se desprendió de sus Constellations.

Según Pilar Juncosa, fue ella quien convenció a Miró de que tenían que regresar a España. Las opciones eran varias. Matisse ya le había ofrecido el 10 de agosto de 1938 el exilio a México, para el que contaba con el apoyo del Gobierno mexicano. El arquitecto Josep Lluís Sert insistía en que se fueran con él a Estados Unidos. Miró, según dijo después, consultó a las navieras y vio que no había plazas en los barcos para América. (…)

  • Joan Miró. El niño que hablaba con los árboles. Josep Massot. (Editorial Galaxia Gutenberg)
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Josep Massot
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    2 comentarios

    1. Muchas gracias por compartir este artículo. Es fabuloso! Por supuesto lo comparto y ojalá y en México pudiera encontrar esa biografía…..

    2. Gracias María por tus palabras. Es una muy buena biografía. Seguro que en México la podrás conseguir. Y gracias por ayudarnos a difundir por redes sociales WMagazin.com para que más gente nos conozca y lea. Un saludo

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