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El filósofo Walter Benjamin (Berlín, 15 de julio de 1892, Port Bu, España, 27 de septiembre de 1940).

Las últimas horas de Walter Benjamin

El 27 de septiembre de 1940, hace 80 años, murió en Port Bou (España) uno de los grandes pensadores del siglo XX. WMagazín avanza un pasaje de 'Una vida crítica' considerada su biografía definitiva

Presentación WMagazín Con motivo de los 80 años de Walter Benjamin se publicará Una vida crítica (Tres puntos) la que es considerada la biografía definitiva a cargo de los profesores Howard Eiland (MIT) y Michael Jennings (Princeton) sostenida en el análisis crítico y en abundante información. El pensamiento y la figura de Benjamín (Berlín, 15 de julio de 1892, Port Bou, España, 27 de septiembre de 1940) empezó a recuperarse a partir de los años sesenta y adquirió gran relevancia desde comienzos de los noventa. El filósofo, crítico literario y traductor alemán, de origen judío, es uno de los grandes teóricos de la modernidad y perteece a la llamada Escuela de Fráncfort. Está enterrado en el nicho 563 de la zona católica del cementerio de Port Bou.

Walter Benjamin intentaba cruzar la frontera de Francia con España en busca de ir hacia Estados Unidos, ante la presión del nazismo. Esa posibilidad se le negó a él y su grupo de amigos el 26 de septiembre. Fueron llevados al Hotel Francia donde Benjamin decide suicidarse, con una sobredosis de morfina, el 27 de septiembre de 1940. -Si quieres apoyar a tu librería puedes comprar tus títulos en Todostuslibros.com

WMagazín publica las últimas páginas de la biografía que llegará a las librerías el 5 de octubre.

'Walter Benjamin. Una vida crítica'

Howard Eiland y Michael Jennings

Pasaron más de dos meses antes de que Benjamin lograra unirse a sus amigos en Marsella. Finalmente, a comienzos de agosto, se enteró de que el instituto le había conseguido una visa fuera de cuota que le permitía ingresar a los Estados Unidos y que el consulado en Marsella había sido debidamente informado. Con el cumplimiento de este requisito, obtuvo un salvoconducto y partió hacia Marsella a mediados de agosto. Su hermana Dora permaneció en Lourdes; encontró un escondite en una granja en el campo y logró llegar a Suiza en 1941. Una vez en Marsella, Benjamin se encontró con una ciudad atestada de refugiados y dominada por una atmósfera de inquietud. En el consulado no solo le emitieron una visa para los Estados Unidos sino también visas de tránsito para España y Portugal. Lo que no pudo obtener fue un visado para salir de Francia. Ahora se publicaban listas de judíos alemanes y de opositores al régimen en los pasos portuarios y fronterizos; los militares de Vichy buscaban en los campos de internamiento, liberando a los partidarios nazi y entregando a los «enemigos del estado» a la Gestapo.

(…)

A fines de septiembre, Benjamin —acompañado por dos conocidos de Marsella, Henny Gurland, alemana de nacimiento, y Joseph, su hijo adolescente— tomó el tren desde Marsella en dirección al campo cerca de la frontera española. Las perspectivas de una salida legal de Francia parecían inexistentes, y Benjamin optó por un cruce ilegal hacia España; desde ahí, esperaba abrirse camino por España hasta un punto de embarque en Portugal, y de ahí a los Estados Unidos.

En Port Vendres se unieron a Lisa Fittko, una activista política de treinta y un años que había vivido en Viena, Berlín y Praga, y a cuyo marido, Hans, Benjamin había conocido en el campo de internamiento en Vernuche. Fittko no era en absoluto una guíaprofesional, pero había explorado las posibilidades de escape con verdadera meticulosidad. Podía orientarse en un sendero a través de los riscos de los Pirineos hasta el pueblo fronterizo de Port Bou, España, con la ayuda de una descripción que había obtenido del alcalde de Banyuls-sur-Mer, cerca de Port Vendres. Desde la cercana Cerbère había una ruta más directa a Port Bou que le había servido a muchos refugiados como vía para salir de Francia, pero las gardes mobiles de Vichy se habían enterado de este camino y lo vigilaban de cerca. Los refugiados se veían ahora forzados a moverse hacia el oeste, hacia lo alto de las montañas, por la «Route Lister» —llamada así porque el angosto desfiladero le había proporcionado la ruta de escape a Enrique Lister, un oficial militar de alto rango de la República, cuando huía de los fascistas españoles—. Lion Feuchtwanger, Heinrich y Golo Mann, Franz Werfel y Alma Mahler- Werfel habían escapado todos a través de este escarpado sendero. Fittko le preguntó a Benjamin si, considerando su frágil corazón, quería arriesgarse a hacer este esfuerzo excesivo. «El verdadero riesgo sería no ir», le respondió él.

En este punto, la historia de los últimos días de Walter Benjamin se torna opaca. Siguiendo el consejo del mayor Azéma de Banyuls, Fittko llevó al pequeño grupo en una caminata de reconocimiento de la primera parte del sendero por las montañas. Benjamin probablemente dejó Banyuls el 25 de septiembre. Fittko observó el paso cuidadosamente calculado de Benjamin —diez minutos de caminata seguidos por un minuto de descanso— y su negativa a dejar que cualquier otra persona cargara su pesado maletín negro, el que contenía, dijo él, un «nuevo manuscrito» que era «más importante que yo». Las especulaciones sobre la identidad del manuscrito se han desbandado.

Hay quienes han pensado que podría ser una versión acabada del libro de los pasajes o del libro sobre Baudelaire; ninguna de estas es en absoluto probable, dado el estado de salud de Benjamin y su capacidad de trabajar solo esporádicamente durante el último año de su vida. El manuscrito podría haber sido un último texto de «Sobre el concepto de historia», pero solo le habría atribuido tanta importancia a la versión que llevaba si esta difería significativamente de las versiones que había dejado al cuidado de Arendt, Gretel Adorno y Bataille. Este, no obstante, es solo el primero de los misterios de sus días finales.

(…)

La tarde del 26 de septiembre, cuando ya podían divisar Port Bou, Fittko dejó al pequeño grupo —que poco a poco se había ampliado al encontrarse con otros refugiados, incluyendo a Carina Birman y tres compañeros—. Lo primero que vio Birman al mirar a Benjamin le sugirió que, en ese día de septiembre «extremadamente caluroso», estaba a punto de sufrir un paro cardiaco —«corrimos en todas las direcciones en busca de algo de agua para ayudar al enfermo»—. Impresionada por su comportamiento y evidente intelectualidad, ella asumió que era profesor universitario. Port Bou había sido un tranquilo pueblo de pescadores hasta bien entrados los años veinte, pero su posición estratégica en la línea férrea entre España y Francia dio lugar a pesados bombardeos durante la Guerra Civil española. Benjamin y los Gurland se presentaron, junto con el grupo de Birman, en la pequeña oficina española de aduana con el fin de obtener el timbrado necesario de sus papeles para ingresar a España. Por razones que probablemente jamás serán descubiertas, el gobierno español había cerrado recientemente las fronteras a los refugiados ilegales de Francia; Benjamin y sus compañeros serían devueltos a suelo francés, donde enfrentarían un internamiento casi seguro y el traslado a un campo de concentración. El grupo entero fue escoltado a un pequeño hotel, Fonda de Francia, donde se los mantuvo bajo ligera vigilancia. Birman recuerda haber oído «un fuerte golpeteo proveniente de una de las habitaciones vecinas»; cuando fue a investigar, encontró a Benjamin en un «estado de ánimo desolador y en una condición física de total extenuación. Me dijo que no estaba en absoluto dispuesto a regresar a la frontera o a moverse de este hotel. Cuando le comenté que no había otra alternativa [más que] partir, declaró que para él había una. Insinuó que traía consigo unas píldoras muy venenosas. Estaba tendido medio desnudo en su cama y tenía su bellísimo y gran reloj de oro con la cubierta abierta sobre una pequeña tabla cerca de él, observando constantemente la hora». En el transcurso de la tarde y del comienzo de la noche fue visitado por uno de los dos médicos locales, sometido a una sangría e inyectado. En algún momento de la noche del 26 de septiembre compuso una nota para su compañera de fuga, Henny Gurland, y para Adorno, cuyo texto fue reconstruido de memoria por Henny Gurland, quien había sentido que era necesario destruir el original:

En una situación que no ofrece salida, no tengo más opción que la de ponerle fin. Es en un pequeño pueblo en los Pirineos, donde nadie me conoce, que mi vida concluirá [va s’achever]. Le pido a usted que le transmita mis pensamientos a mi amigo Adorno y le explique la situación en la que me encuentro. No queda tiempo suficiente para escribir todas las cartas que me gustaría escribir.

Más tarde esa noche tomó una enorme dosis de morfina; Arthur Koestler lo recordó más adelante dejando Marsella con suficiente morfina como «para matar a un caballo».

En este punto, el registro de las últimas horas de Walter Benjamin y el destino de su cuerpo se tornan efectivamente impenetrables para la investigación histórica. Henny Gurland recordó más adelante haber recibido un mensaje urgente de Benjamin temprano en la mañana del 27 de septiembre. Lo encontró en su habitación, donde él le pidió que describiera su condición como el resultado de una enfermedad, y le entregó la nota; entonces perdió el conocimiento. Gurland llamó a un médico, quien declaró que estaba más allá de cualquier ayuda posible. Según Gurland, Benjamin murió en algún momento el 27 de septiembre. Birman relata que la noticia de la muerte de Benjamin provocó un revuelo en el pequeño pueblo; se hicieron varias llamadas que fueron cobradas, tal vez al consulado americano en Barcelona, puesto que Benjamin llevaba consigo una visa de ingreso a los Estados Unidos. Mientras el grupo de Birman se sentaba a comer en el hotel el 27 de septiembre, un sacerdote condujo a un grupo de alrededor de veinte monjes portando cirios y cantando una misa a través del comedor. «Se nos dijo que habían venido de un monasterio vecino a decir un réquiem junto al lecho de muerte del profesor Benjamin y a enterrarlo». El certificado municipal de defunción confirma algunos aspectos de los recuerdos de Gurland pero no otros, y se ve desmentido en algunos puntos clave por el registro de la iglesia. Identificando al difunto como «Dr. Benjamin Walter», le atribuye su muerte a una hemorragia cerebral. El médico español que examinó a Benjamin puede haber accedido a su último deseo, esperando ocultar el suicidio —o puede haber sido sobornado por los demás refugiados, los que habrían querido evitar el tipo de lío que podría conducir a su envío de vuelta a Francia—. Pero señala la fecha de muerte como 26 de septiembre.

Al día siguiente la frontera volvió a abrirse.

Antes de dejar Port Bou, Henny Gurland respondió a los últimos deseos de Benjamin y destruyó una serie de cartas, y quizá, sin advertirlo, el manuscrito que él había cargado a través de los Pirineos. También dejó suficiente dinero para arrendar una tumba para él en el cementerio comunal por cinco años.

El certificado municipal de defunción registra el entierro el 27 de septiembre; el registro eclesiástico, sin embargo, el 28 de septiembre. Quizá porque el certificado de defunción invirtió sus nombres, Walter Benjamin fue enterrado en la sección católica del cementerio y no en el área reservada a los de otras creencias (por no mencionar a los suicidas). Los registros municipales y eclesiásticos de nuevo arrojan información contradictoria acerca del número exacto de la tumba alquilada, aunque un pequeño memorial se ha fijado sobre uno de los posibles lugares de descanso. Una lista de las pertenencias de Benjamin, si bien no las pertenencias mismas, fue descubierta muchos años más tarde en los registros municipales, también bajo el nombre «Benjamin Walter». Menciona un maletín de cuero (pero ningún manuscrito), un reloj de hombre, una pipa, seis fotografías, una radiografía, un par de anteojos, unas pocas cartas y periódicos junto con otros papeles, y algo de dinero.

Cuando venció el arriendo de cinco años, un nuevo cuerpo fue colocado en la tumba del cementerio en Port Bou. Los restos de Benjamin probablemente fueron trasladados a una fosa común. Un memorial del artista israelí Dani Karavan mira ahora desde el cementerio hacia la pequeña bahía de Port Bou, y más allá, hacia el Mediterráneo.

  • Walter Benjamin. Una vida crítica. Howard Eiland y Michael W. Jennings. Traducción de Elizabeth Collingwood-Selby (Tres Puntos Editores).
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