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Ilustración de Ana Juan para su libro ‘ Amantes’ (Edelvives).

Libros de amor donde la espera es el corazón de la historia

De 'El amor en los tiempos del cólera' a 'Brokeback Mountain', pasando por 'El gran Gatsby', aguardar a ser correspondido por el ser amado es uno de los elementos cruciales en la literatura amorosa. WMagazín selecciona varias novelas y cuentos con esta temática en san Valentín

La literatura está poblada de historias de amor, de amores que se realizan, de amores no correspondidos, de amores fracasados o de amores platónicos. Cuentos y novelas con toda clase de finales como espejos de la vida, y todos con un punto en común: la espera. Momentos más cortos o más largos, más ansiosos o menos ansiosos, más felices o menos felices, pero todos enaltecidos con episodios de imaginación y ensueño que alimentan el mito del amor alrededor de la persona amada.

Son los instantes que convierten al amor en eterno.

WMagazín, con motivo del día de san Valentín, hace una pequeña selección de siete obras literarias cuyo eje principal es la espera con desenlaces muy diferentes y con parejas de todas las edades. Tres de ellas son clásicos de la literatura que narran todo el arco de vida de sus protagonistas:

La edad de la inocencia, de Edith Wharton (Tusquets).

El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald (Alianza).

El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez (Literatura Random Housse).

El cuarto libro es una novela biográfica o memorias de Elizabeth Smarth y su relación con el poeta George Barker, o su rosario de esperas o de una sola espera eterna en diferentes etapas en su empeño en tratar de estar al lado del hombre que ama:

En Grand Central Station me senté y lloré, de Elizabeth Smart. Traducción de Laura Freixas (Periférica).

El quinto libro es una novela de una espera para vengar un amor y/o una situación amorosa con reflexiones entorno al amor y la pasión:

El último encuentro, de Sándor Márai (Salamandra).

La sexta historia es el relato entre dos vaqueros y su vida llena de esperas, encuentros y desencuentros y el final de una larga espera eterna para uno de ellos que solo tiene en su memoria las esperas que hizo el otro por él:

Brokeback Mountain, de Annie Proulx. Traducción de María Corniero Fernández (Siglo XXI).

Y el último es un cuento de Truman Capote que salió a la luz hace cuatro años y que él escribió cuando todavía era casi un niño. Un relato sencillo sobre una adolescente con un final muy conmovedor con el sentimiento que empieza donde las anteriores cuatro obras continúan:

Si te olvidara, de Truman Capote, incluido en el volumen Relatos tempranos (Anagrama).

Nuestra propuesta es también sencilla y muy literaria: el título y un pasaje del libro muy representativo de la espera amorosa y del ser amado que seguro los enamorará.

 

'La edad de la inocencia', de Edith Wharton

«Sabía que algo había perdido: la flor de la vida. Pero ahora pensaba en ella como algo tan inalcanzable e improbable que afligirse por ello habría sido como desesperarse por no haber obtenido el premio gordo de la lotería. Cuando pensaba en Ellen Olenska, lo hacía en abstracto, serenamente, como puede pensarse en la amada imaginaria de un libro o de un cuadro; se había convertido en la visión acumulada de todo cuanto le había faltado. (…)

-¡Vamos, papá, no seas prehistórico! ¿No fue ella… antiguamnete… tu Fanny?

-¿Mi Fanny…?

-Bueno , la mujer por la que lo habrías dejado todo: solo que no lo hiciste -continúo su sorprendente hijo.

-No lo hice -repitió Archer con cierta solemnidad.

-No, tú eres discreto, viejo. Pero madre dijo…

-¿Tu madre?

-Sí, el día antes de morir. Fue cuando me mandó llamar a solas… ¿recuerdas? Me dijo que sabía que estábamos seguros contigo y siempre lo estaríamos, porque, una vez, cuando te lo pidió renunciaste a lo que más querías.

Archer recibió en silencio la extraña noticia. Finalmente dijo en voz alta:

-Nunca me lo pidió»

 

'El gran Gatsby', de Francis Scott Fitzgerald

«-Si no lo impidiera la niebla, se vería tu casa al otro lado de la bahía -dijo Gatsby-. Siempre tienes una luz verde ardiendo toda la noche al final del embarcadero.

Daisy se colgó inopinadamente de su brazo, pero él parecía absorto en lo que acababa de decir. Quizá se le hubiera ocurrido que el colosal significado de aquella luz acababa de desvanecerse para siempre. Comparada con la gran distancia que lo separaba de Daisy, la luz le daba la sensación de tenerla muy cerca, casi tocándola. Le había parecido tan cerca como una estrella de la luna. Ahora volvía a ser una luz verde en un embarcadero. Su cómputo de objetos encantados había bajado en uno».

  • El gran Gatsby. Francis Scott Fitzgerald. Traducción de Ramón Buenaventura (Alianza).

'El amor en los tiempos del cólera', de Gabriel García Márquez

«Había gastado mucho dinero, mucho ingenio y mucha fuerza de voluntad para que no se le notaran los setenta y seis años  que había cumplido el último marzo, y estaba convencido en la soledad de su alma de haber amado en silencio mucho más que nadie jamás en este mundo. (…)

-Sigamos derecho, derecho, derecho hasta La Dorada.

Fermina Daza se estremeció, porque reconoció la antigua voz iluminada por la gracia del Espíritu Santo, y miró al capitán: él era el destino. Pero el capitán no lo vio, porque estaba anonadado por el tremento poder de inspiración de Florentino Ariza-

-¿Lo dice en serio? -le preguntó.

-Desde que nací -dijo Florentino Ariza, no he dicho una sola cosa que no sea en serio.

El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.

-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -le preguntó.

Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.

-Toda la vida -dijo».

'En Grand Central Station me senté y lloré', de Elizabeth Smart

«Pero mis ojos, como el crepúsculo sangriento, atisba entre los velos y las brumas que se alzan de la tristeza, en busca de ese encuentro que moriré si no consigo. Y como un muelle roto, mi voluntad, que esforzadamente trepaba peña arriba, cae rodando con frenético estrépito. Me han expulsado del prado de la paz, en el que ya nada, nunca, nada me hará creer.

Mi pasión no puede atajarla la generación que viene. Nadie puede echarme un salvavidas. Debo retroceder sobre mis pasos y aceptar mi sentencia con los brazos abiertos. No puedo seguir cerrando los oídos a mi destino con la esperanza de salvar algo de entre esta inundación de sangre. No puedo rescatar ni la Memoria ni el Niño. El amor es mi única carta: lo apuesto todo a ella».

'El último encuentro', de Sándor Márai

«¿Crees tú también que el sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día colma nuestro corazón, nuestra alma, nuestro cuerpo, y que después arde para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase? ¿Y que si hemos vivido esa pasión quizás no hayamos vivido en vano? ¿Qué así de profunda, así de malvada, así de grandilocuente, así de inhumana es una pasión?… ¿y que quizás no se concrete en una persona en concreto, sino en el deseo mismo?».

'Brokeback Mountain', de Annie Proulx

«-¿Has estado en México, Jack? -como México no había nada. Eso había oído decir. Con esto Ennis estaba cortando la alambrada y arriegándose a que le pegaran un tiro por traspasar el límite establecido.

-Pues sí, qué coño. ¿Algún problema joder? -tantos años preparado para esto y ahora llegaba así, tarde e inesperado.

-Tenía que decírtelo alguna vez, Jack, y va en serio. Lo que no sé -dijo Ennis-, todas las cosas que no sé, podrían costarte la vida si llegara a enterarme de ellas.

-¿Qué te parece esta? -replicó Jack-, y soy yo el que sólo te lo va a decir una vez. Para que te enteres, podríamos haber estado muy bien juntos, cojonudamente bien. Pero tú no quisiste, Ennis, así que ahora nos queda Brokeback Mountain. Todo se basa en eso. Es todo lo que tenemos, tío, esa es la puta verdad, y espero que te enteres de una vez por todas aunque nunca te enteres de lo demás. Cuenta las pocas veces que nos hemos visto en estos malditos veinte años. Mide la correa con la que me tienes atado en corto, y después pregúntame sobre México, y luego dime que me vas a matar porque necesito algo que casi nunca recibo. No me bastan un par de polvos de alta montaña una o dos veces al año. Me tienes destrozado, Ennis, hijo de la gran puta. Ojalá supiera cómo dejarte».

  • Brokeback Mountain, de Annie Proulx. Traducción de María Corniero Fernández (Siglo XXI).

'Si te olvidara', de Truman Capote

«Grace levaba esperándole de pie en el porche casi una hora. Él no le había dicho hasta el día anterior que se marchaba.(…)

-Ahí viene madre -mintío-. Esta viniendo por el camino; voy corriendo a recibirle.

-No vas a hacer nada de eso, Grace Lee -dijo su madre con voz sonora.

-¡Sí, madre, sí! Y vuelvo en cuanto le diga adiós. Se apresuró hacia el camino antes de que su madre pudiera añadir nada. (…)

Seguramente le habrá dado un poco de miedo decírmelo, pensó; y ahora soy yo la que está asustada. (…)

Se acercaba a la cima de la colina, y de pronto supo que él estaba subiendo por la ladera opuesta y que iban a encontrarse arriba.

Ahora que estaba casi en la cima, no quiso seguir. Mientras no le dijera adiós lo tendría para ella. Se sentó a esperarle en la suave hierba de la noche, a un lado del camino.

—Mi esperanza— se dijo, con la mirada fija en el cielo oscuro lleno de luna— es que no me olvide. Supongo que es lo único que tengo derecho a esperar».

***

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Santiago Vargas

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