Marcos Giralt Torrente: 'Mudar de piel' (Anagrama)

Traición

Nuestras necesidades eran tan modestas que vivíamos con nada. En un sentido laxo, éramos felices. Mi madre había acomodado sus ambiciones a la seguridad de un trabajo que, aunque por debajo de sus capacidades, le devolvía una imagen de sí misma que no rechazaba. Le bastaba con ser quien era: hablar como hablaba, vestirse como se vestía; nada más que su distinción se requería para cumplir con los clientes del anticuario de pintura donde había acabado de dependienta gracias a las gestiones de una conocida de los propietarios. Pero contábamos el dinero, cómo no. Su sueldo resultaba escaso, vivíamos de alquiler, arrastrábamos las deudas de su última aventura empresarial y yo aún estudiaba. Y teníamos preocupaciones. La principal de las cuales, la precariedad de nuestros cimientos: un miedo vago pero persistente, que no nos confesábamos, a que aquel frágil equilibrio se desmoronase.

Luego, estaba todo lo demás: la alegría de mi madre, sus ganas de vivir, su moderada excentricidad, su empatía con quienes lo pasaban mal, su fidelidad, su sentimentalismo, su tendencia a atender las reverberaciones del pasado antes que la concreción del presente y su generosidad inusitada, que incluía un don admirable para perdonar sin alimentar rencores. De todo ello se benefició un gran número de gente, ya que otra de sus características, y esta bien extraña, era su costumbre de elegir sus amistades entre personas con una notable incompetencia para organizarse la vida conforme a parámetros convencionales. Nuestra casa permanecía abierta para ellos, tanto en las épocas buenas como en las malas. Por ahí pasaron mi padre, que buscó refugio incontables veces, antiguos novios, amigas a quienes un mal paso o una viudedad repentina dejaron sin recursos, y el favorito de los protegidos: su único hermano.

En verdad, a mi tío no le faltaban razones para merecer una preferencia que en mi madre estaba teñida de cierto sentimiento protector de carácter maternal. Siete años menor, y, como ella, huérfano de madre, apenas obtuvo la mayoría de edad había sido expulsado al mundo después de casarse mi abuelo por segunda vez. Como consecuencia de ello, se había entregado a una vida nómada que pocas veces le dio sosiego. Había abandonado sus estudios para cumplir el servicio militar; había sobrevivido con trabajos variopintos en Estados Unidos y en Francia; había frecuentado círculos artísticos y aprendido a explotar su resbaladiza belleza; había publicado una novela y probado suerte en el cine, de actor secundario en un par de producciones olvidables y de ayudante de dirección…

• Mudar de piel. Marcos Giralt Torrente. Editorial Anagrama publicará este volumen de cuentos en octubre.

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