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‘Dragón rojo y mujer vestida de sol’, de William Blake.

Monstruos, bestias y ogros literarios como reflejo de los miedos y la realidad

Una treintena de escritores, editores y catedráticos reflexiona en las Conversaciones literarias de Formentor sobre las criaturas nacidas de los terrores de la mente. Varios de esos autores cuentan a WMagazín su primer encuentro con algunos de estos seres y su vigencia en esta época

La mente no deja de alimentar antiguos monstruos, ogros, bestias y alienígenas o de parir a otras criaturas terroríficas como reflejo, metáfora o alegoría de cada época. Son los hijos de los miedos, las incertidumbres, los misterios, las dudas y la desazón como fantasmas agazapados al otro lado de la razón o de sus lindes o en predios de la misma razón. La literatura está poblada de esos seres nacidos de la realidad o de lo que avista el escritor en el futuro con tal fuerza que incluso se pueden convertir en mitos, arquetipos o estereotipos.

Polifemo en la Odisea, de Homero, es uno de estos primeros seres que colonizan el imaginario universal. El monstruo de siete cabezas y diez cuernos del Apocalipsis, de la Biblia, es otro que no deja dormir a los católicos. Los últimos siglos han dado vida a mitos como Drácula y Frankenstein, o incluso Franz Kafka dio vida a su escarabajo en La transformación. Entre los artistas, William Blake supo reflejar muy bien algunos miedos abisales.

«Los monstruos pueden adoptar el aspecto de las criaturas terroríficas que habitan las foscas quimeras de la ilusión, encarnarse en las estrafalarias fantasías de la ciencia ficción o anidar en la trastornada deformación del propio ser humano», señalan los organizadores de las Conversaciones literarias de Formentor que este año se titulan Monstruos, bestias y alienígenas. Las foscas quimeras de la ilusión, del 20 al 22 de septiembre en Formentor, Mallorca (España). Durante las Conversaciones se entregará el Premio Formentor de las Letras a la escritora francesa Annie Ernaux por un “implacable ejercicio de veracidad que penetra los más íntimos recovecos de la conciencia”. El premio se entregará durante las Conversaciones Literarias de Formentor, organizadas por la Fundación Santillana con el mecenazgo de las familias Barceló, actual propietaria del hotel Barceló, y Buadas, antiguos propietarios y quienes dieron origen a estas jornadas y premios literarios en los años sesenta.

Una treintena de escritores, catedráticos y editores cuentan, debaten y reflexionan alrededor de seis mesas cada una de ellas especializada en una de estas criaturas literarias. Cinco de estos autores, de mesas diferentes, comparten con WMagazín cuándo y cómo fue el primer encuentro o descubrimiento de ese ser  sobre la que hablarán y que está recogido en un libro. Es su acercamiento a monstruos particulares, algunos de los cuales proyectan su sombra hasta ahora y ofrecen una vigencia inquietante.

Monstruos

Inma Monsó: La migala, de Juan José Arreola.

¿Qué cuando leí por primera vez La Migala? Descubrí a Juan José en la biblioteca de Rogelio Moreno, que es donde lo descubrí casi todo. De los cuentos de Confabulario, El miligramo prodigioso me llamó la atención, pero La Migala se fijó en mi memoria, tal vez porque llegó a mi vida en un momento en que acababa de vivir una extraña historia con un gusano. Este cuento responde de forma esencialmente literaria a una pregunta sobre una noción de la que los filósofos se han ocupado poco: “¿Qué es la perversidad?”. Quizá los pensadores se han ocupado poco de la perversidad porque sólo la narrativa de ficción puede dar cuenta de ella adecuadamente. Poe, por ejemplo. En El demonio de la perversidad la define como ese impulso primordial que nos lleva a actuar sin que nos importen las consecuencias, por devastadoras que puedan ser. Pero lo específico del acto perverso es que carece totalmente de finalidad. Esa falta de objetivo está en muchos cuentos de Poe, pero en La Migala (esa historia en que el narrador decide comprar una araña venenosa, soltarla en casa y convivir con ella a la espera del acontecimiento fatal) está excelentemente descrita. La Migala escenifica una perversidad potencialmente infinita, una perversidad que se autoabastece y se regenera sin cesar. Conseguir eso en un relato tan breve es todo un logro.

Fieras

Sara Mesa: Matadero cinco, de Kurt Vonnegut.

Dado que Matadero cinco es un libro tan psicodélico, me gusta creer que llegué a él de rebote, hace ya muchos años, gracias a la lectura de mi escritor favorito de aquel entonces, Kilgore Trout. Obviamente, quedé maravillada por la manera de escribir de Vonnegut. En Matadero cinco se habla de la guerra -él participó en la Segunda Guerra Mundial y fue testigo del bombardeo de Dresde-, pero no es un libro antibélico al uso. En él, a través del periplo del soldado Billy Pilgrim, un alma cándida que se ve inmersa en el absurdo de vivir, asistimos a una sucesión de hechos terribles, que tal como nos son narrados parecen más propios de una opereta que de la realidad. La verdad me asombra, dijo Vonnegut, que tenía la sensación de que el Creador del Universo nos estaba gastando una broma pesada cada día. Presente, pasado y futuro no son más que una rueda continua, tal como lo ven los trafalmadorianos, seres extraterrestres que miran nuestro mundo con la extrañeza que tal vez deberíamos mirarlo nosotros. Hoy, al releer este libro, descubro que encaja como pocos con este ciclo centrado en Monstruos, Bestias y Alienígenas.

  • La novela más reciente de Sara Mesa es Cara de pan Anagrama).

Bestias

Ana Merino: Novela de Andrés Choz, de José María Merino

Esta es la primera novela de mi padre, yo tenía cinco años cuando la publicó. La leí por primera vez con 11 años y tuve que usar un pequeño diccionario, y todavía tengo las anotaciones de esa primera lectura. Al releerla he vuelto a sentir la misma fascinación que cuando era niña, pero consciente, esta vez, de todas las dimensiones que esconde.

Es una novela con bifurcaciones donde lo misterioso se expresa a través de una presencia extraterrestre que contempla la realidad. Esta obra se construye en torno a la historia de Andrés Choz, un hombre maduro, que trata de escribir un libro que titula Novela del Hermano Ons mientras afronta una enfermedad terminal. En ese esfuerzo por concluir su proyecto de novela, se mezcla la trama vital que medita sobre la creación literaria, y un complejo relato de ficción científica que va creciendo hasta convertirse en la novela misma.  Andrés Choz se obsesiona con la idea de un fabuloso extraterrestre que patrulla por el espacio sideral recogiendo datos sobre la vida en los planetas. El tiempo humano apenas existe y esta criatura, llamada el Hermano Ons (en el lenguaje de estos extraterrestres los congéneres se llaman entre ellos Hermanos), se compone de una sustancia física más parecida a la de los dioses que a la de los mortales.  Tras una segunda visita de este ser a la tierra, su nave naufraga y sufre un accidente, lo que le lleva a convivir con los humanos bajo la apariencia de un perro. Mientras espera que los Hermanos le rescaten va quedándose absorto en la contemplación de los humanos y sus emociones. La novela de Andrés Choz se metamorfosea  en la del Hermano Ons, y ambas resultan ser la misma esencia.

  • El poemario más reciente de Ana Merino es Los buenos propósitos (Visor).

 Alienígenas

José Enrique Ruiz-Domènec: Las gárgolas de Notre-Dame, de Michael Camille

Supe de la existencia del libro sobre “las gárgolas de Notre Dame” de una conversación ocasional que mantuve con su autor en el otoño de 1997 en París, mientras él preparaba los materiales, tras haber obtenido una beca de estudio que lo llevó a trabajar en la École des hautes études. Conocía bien a Michael Camille de haber leído alguno de sus excelentes libros y de haberle escuchado en el Palazzo Ancaiani de Spoleto en el marco de la famosa Settima di Studi sull’Alto Medioevo. Me interesé vivamente por la suerte de su trabajo que se publicó en 2009, varios años después de la muerte de su autor. Desde el primer momento vi que se trataba de una lectura original e ingeniosa de los monstruos en forma de gárgolas que se situaron en las terrazas de Notre Dame de París a raíz de la restauración realizada por Viollet-le-Duc a mediados del siglo XIX. Era una forma nueva de entender ese imaginario, alejada de las ideas del gótico fantástico, una forma que se interesa sobre todo por el efecto cultural de estas figuras en piedra en la sociedad parisina antes e inmediatamente después del desarrollo de las vanguardias artísticas. Con la traducción francesa de 2011 en la editorial Alma, con un estimulante prólogo de Roland Recht, el libro de Michael Camille ha ganado la partida en la interpretación de las gárgolas de Notre Dame de forma definitiva, es decir, para un siglo o más.

  • José Enrique Ruiz-Domenec es catedrático y director del Instituto de Estudios Medievales de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es Académico de número de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona

Quimeras

Félix de Azúa: Noventa y tres, de Victor Hugo

El origen de mi interés por esta poco leída novela de Hugo fue el gran estudio sobre la Revolución Francesa de Simon Schama en el que contradice la leyenda tradicional de una revolución democrática y benéfica. Schama da mucha importancia a la guerra de La Vendée, una auténtica guerra civil dentro de la revolución, que produjo severas matanzas en la región del noroeste francés y fue de una crueldad insensata.

Los historiadores tradicionales la han disimulado para no estropear el cromo progresista de la burguesía romántica (Michelet, para entendernos), pero los historiadores actuales la han desvelado y documentado.

Curiosamente, tanto Victor Hugo como Balzac tienen sendas novelas sobre la guerra de La Vendée. La de Balzac es de muy escaso interés, pero la de Hugo es un documento excepcional porque lo que relata se lo contó su padre, que fue capitán de las tropas republicanas en el conflicto.

Su relevancia en nuestro tiempo debe mucho, a mi entender, a una figura esencial en el texto, el comisario político de Danton, Robespierre y Marat, muy similar a los comisarios estalinistas de la guerra civil española. Este personaje, un monstruo ideológico, es un carácter muy común en nuestros días y hay partidos que son, el partido entero, un enorme comisario político monstruoso con miles de tentáculos informáticos. La novela, por lo tanto, es de perfecta actualidad.

  • Félix de Azúa es miembro de la Real Academia Española. Su libro más reciente es Volver la mirada, ensayos sobre arte (Debate).

Ogros

Frankenstein y Drácula

Dos de los personajes más populares y arraigados en el imaginario popular son Frankenstein, de Mary Shelley, y Drácula, de Bram Stocker. El primero será tratado en las Conversaciones literarias de Formentor. Para ello es oportuno recuperar una reflexión del filósofo Jose Luis Pardo con una mirada que lo trae hasta el presente:

«La criatura del doctor Frankenstein es un mito que tiene que ver con algo que estuvo muy vigente: la confianza infinita en el progreso técnico. Qué sucedería si la ciencia llegase a dominar totalmente la naturaleza hasta producir la vida, pues, entonces naturalmente, se produciría una forma de vida que ya no sería humana. Sería el fin de la especie, de una vida natural y sería una artificial o de otra naturaleza nueva. Porque la criatura de Frankenstein no ha nacido de una madre ni de un padre, ni tampoco procede de la evolución. El drama de Frankenstein es que como solo es uno, no se ha producido en serie, pues es un hombre o un súper hombre sin sociedad, sin semejantes. Por tanto, es rechazado por diferente. Él está dispuesto a socializarse, pero es expulsado fuera de la sociedad, es así cuando se vuelve “malo”. Pero se vuelve malo un poco como en aquella canción de Jeanette: “Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así”. Él no era malo por naturaleza. Tiene que ver con eso de Rousseau de que el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que le malea. Es un dilema característico de la modernidad ilustrada».

Sobre Drácula, José Luis Pardo dice lo siguiente:

«Drácula es la historia de alguien que sobrevive a la muerte, pero pierde la vida humana, pierde la humanidad, porque en el fondo el modo en que Drácula sobrevive a la muerte es convirtiéndose en una fiera que tiene que matar a sus semejantes para sobrevivir. ¿En el fondo no es esto lo que hacemos todos? Es decir, ¿no se basa nuestra supervivencia en la muerte de otros?… Sí, pero hay una pequeña diferencia: tenemos escrúpulos morales, nos da no sé qué matar personas… los animales tampoco es que nos preocupen. Vamos a decirlo de otra manera: podemos matar muchas personas pero tenemos que buscar justificaciones muy elaboradas.

Sin embargo, Drácula lo encuentra natural. Drácula nos recrimina nuestros prejuicios a la hora de vivir como fieras. Eso le impide formar parte de la comunidad humana por medio de la comunidad humana diurna. Es un mal socio si no no puede asociarse, no puede firmar un contrato social con alguien que no le puede garantizar la paz porque en cualquier momento puede tener una necesidad. Por tanto, Drácula es un ser solitario, condenado a vivir una no vida humana; y ese mismo carácter solitario, condenado, suscita una cierta compasión.

Pertenece el mito de Drácula a una época en la cual la frontera entre lo humano y lo inhumano, en el bien entendido eso que llamamos lo inhumano, es una cosa que está en nosotros. Digamos que la frontera, incluso en nuestro interior, entre lo humano y lo inhumano era una frontera muy vívida y muy vivida en el sentido de que la posibilidad de vivir sin escrúpulos morales es una posibilidad que reconocemos en nosotros. Podemos hacer cosas prescindiendo de los escrúpulos morales como vemos. Una de las fantasías favoritas de la cultura popular son los asesinos en serie. Pero en este momento histórico en el que sucede esta leyenda de Drácula transgredir esa frontera es sentido como una profanación».

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Winston Manrique Sabogal

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