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El escritor británico John Le Carré (19 de octubre de 1931-13 de diciembre de 2020),

Muere John Le Carré, un maestro de las novelas de espionaje de la Guerra Fría

El autor inglés falleció a los 89 años. Fue espía del MI6 en las décadas de los 50 y 60 y saltó a la fama con la publicación de 'El espía que surgió del frío', en 1963. Vendió casi 40 millones de libros como 'El topo', 'La casa Rusia' o 'El infiltrado'

John Le Carré murió a los 89 años en Cornualles (Reino Unido) el 12 de diciembre de 2020. Su verdadero nombre era David John Moore Cornwell (19 de octubre de 1931-13 de diciembre de 2020), pero nació como Le Carré en 1961 con la novela Llamada para el muerto, y fue en 1963 cuando todo el mundo supo de él con El espía que surgió del frío. Durante más de medio siglo ha sido un número uno en su género con casi treinta libros de espionaje. Pocos casos como el suyo, el de escritores siempre esperados, aplaudidos y vendedores. Un clásico contemporáneo de las novelas de espionaje.

Le Carré-Cornwell trabajó como espía en el Servicio de Inteligencia Británico, del MI5 y MI6, entre 1950 y 1964. Ese fue el motivo por el cual tuvo que buscar un seudónimo para presentar sus libros. Desde entonces ha vendió más de 35 millones de ejemplares, en 36 idiomas por libros como El topo, La casa Rusia, El espejo de los espías, El infiltrado, Un espía pefecto y Nuestro juego (Todos en Planeta). Su última novela fue Un hombre decente.

John Le Carré fue el creador de un personaje icónico en la literatura de la segunda mitad del siglo XX: George Smiley que protagonizó seis novelas: Llamada para el muerto (1961), Asesinato de calidad (1962), El topo (1974), El honorable colegial (1977), La gente de Smiley (1979) y El legado de los espías (2017). Como personaje secundario, Smiley está en El espía que surgió del frío, El espejo de los espías y El peregrino secreto.

Sobre el hecho de que retomara a George Smiley para protagonizar su novela de 2017, El legado de los espías, donde vuelve a hablar de la Guerra Fría, Le Carré dijo a The New York Times:

“Porque me parece, como dice Smiley al final del libro, que lo que sucedió resultó ser inútil. Los espías no ganaron la Guerra Fría. No hicieron absolutamente ninguna diferencia a largo plazo. Quería tomar los personajes y aplicar la experiencia de mi propia vida, y examinar lo que les sucedió desde una dimensión humana y humanitaria. Y luego colocar toda la historia en este vacío en el que vivimos en este momento, que está ocupado por fuerzas realmente amenazantes. Lo que marca el período de la Guerra Fría es que al menos teníamos una misión definitoria. Por el momento, nuestra misión es la supervivencia. Lo que une a Occidente es el miedo. Y todo lo demás está en juego”.

Caído el Muro de Berlín, el llamado Telón de acero, en 1989, con el resquebrajamiento de la URSS el tema central de Le Carré se acabó, pero el autor británico decidió escribir sobre ese mismo caos y miró otros temas cruciales en el mundo como la corrupsión de las grandes farmacéuticas como lo reflejó en El jardinero fiel; o entró en el mundo de los traficantes de armas.

Vida de abusos y espionaje

El escritor británico John Le Carré. /Fotografía de Nadav Kander-Planeta

Le Carré cuenta su autobiografía en Volar en círculos que empieza así:

«—¡Yo sé lo que eres tú! —exclama Denis Healey, exsecre-tario de Defensa británico, del Partido Laborista, en una fiesta privada a la que ambos hemos sido invitados, mientras viene hacia mí desde la puerta, tendiéndome la mano—. ¡Eres un espía comunista! ¡Es lo que eres, reconócelo!

Entonces, yo lo admito, porque los buenos amigos lo admiten todo en esos casos. Y todos estallan en carcajadas, incluido mi anfitrión, levemente sorprendido. Yo también me río, porque soy un buen tipo y sé aceptar una broma tanto como cualquiera, y porque Denis Healy podrá ser la ‘bestia grande’ del Partido Laborista y un bravucón en la escena política, pero también es un académico y un humanista de altura, y yo lo admiro y, además, me lleva un par de copas de ventaja.

—¡Eres un cabrón, Cornwell! —me grita desde la otra punta de la sala un oficial del MI6 de mediana edad, colega mío en el pasado, entre un puñado de gente de Washing-ton reunida para una recepción que ofrece el embajador británico—. ¡Un tremendo cabrón!

No esperaba encontrarme, pero ahora que me ha visto se alegra de tener la oportunidad de decirme a la cara lo que piensa de mí por haber manchado el honor del Servicio —¡nuestro puto Servicio, qué carajo!— y por dejar enridículo a hombres y mujeres que aman a su patria y no pueden defenderse. Lo tengo delante de mí, en posición de tomar impulso, como si fuera a levantar el vuelo. Si unas manos diplomáticas no lo hubieran sujetado, la prensa del día siguiente se habría puesto las botas con nosotros».

Volar en círculos fue un libro revelador que descubrió episodios dolorosos sobre su vida más personal como haber tenido un padre que abusó físicamente de él y maltrató a su esposa. Ella decidió huir con el niño cuando tenía cinco años.

Sus maestros de escritura

En la misma autobografía, John Le Carré desvela cómo en el propio MI5 (Servicio de Seguridad) lo prepararon para ser un buen escritor:

«Permitidme que reconozca, para concluir, una deuda de gratitud con el MI5 que jamás podré pagar suficientemente. La instrucción más rigurosa que he recibido como escritor no se la debo a un maestro, ni a un profesor de universidad, ni menos aún a una escuela de escritores. Me la proporcionaron los jefes de mayor nivel del cuartel general del MI5 en Curzon Street, en Mayfair, educados con los clásicos, que se abalanzaban sobre mis informes con jubilosa pedantería y monumental desprecio por mis frases inacabadas y mis adverbios inútiles, y garabateaban en los márgenes de mi prosa inmortal comentarios tales como ‘redundante’, ‘elimínelo’, ‘justifíquelo’, ‘poco elegante’ o ‘¿de verdad es esto lo que ha querido decir?’. Ninguno de los revisores que he tenido desde entonces ha sido tan exigente ni ha acertado tanto».

La deuda con sus jefes y con el desempeño del propio oficio de espía la deja clara:

«Espiar y escribir novelas están hechos el uno para el otro. Ambas cosas exigen una mirada atenta a la transgresión humana y a los numerosos caminos de la traición. Los que hemos estado dentro de la logia secreta no la abandonamos nunca del todo. Aunque no compartiéramos sus hábitos antes de ingresar, los compartiremos por siempre jamás. Como prueba, basta recordar a Graham Greene y la anécdota de su autoimpuesto juego del gato y el ratón con el FBI. Quizá haya recogido la historia alguno de sus biógrafos, pero es mejor no buscar».

«El espionaje no me hizo descubrir el ocultamiento. Las evasivas y el engaño fueron las armas necesarias de mi infancia. Durante la adolescencia, todos somos un poco espías, pero yo ya era veterano. Cuando el mundo secreto vino en mi busca, me sentí como en mi propia casa».

…Artículo en elaboración…

Santiago Vargas

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