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Por qué gusta ‘Star Wars’ con su ideología pop y promesas socio-políticas y de felicidad

Un ensayo analiza los resortes ideológicos, filosóficos y éticos de la serie de películas creada por George Lucas. De la política pura con sus luchas de poder y del duelo entre el bien y el mal a las necesidades de felicidad del ser humano

Prólogo WMagazín. Hace cuarenta y dos ños se estrenó La guerra de las galaxias (Star Wars), de George Lucas, la primera entrega de una serie de películas míticas para un buen número de cinéfilos y fenómeno de cultura popular. Este diciembre se ha estrenado la novena y última entrega, y coincidiendo con ella recordamos a Fernando Ángel Moreno en La ideología de Star Wars (Guillermo Escolar Editor). El libro, publicado en 2017, analiza y trata de responder a las múltiples preguntas que suscita esta saga cinematográfica, desde por qué gusta Star Wars, hasta cuál es la ideología de la misma.

Según el autor,  el libro anticipa la respuesta: «nos gusta Star Wars porque, sin que seamos del todo conscientes de ello, nos invita a hacernos preguntas sobre ética, política, religión, historia, relaciones personales…». Y este ensayo rastrea las diferentes ideologías de la serie y va más allá de las meras historias de intrigas y luchas de poder.

El siguiente es un pasaje de las conclusiones del libro:

Las promesas socio-políticas en el Star Wars crepuscular y su ideología pop

Por Fernando Ángel Moreno

Luke Skywalker arroja su sable de luz a un lado y ya nada puede ser igual. Nada entre lo criticado sobre el salvajismo de la frontera, los dualismos, el capitalismo, el individualismo… puede sostenerse como «definitorio» de Star Wars. Ese acto de Luke demuestra que la saga es demasiado compleja como para acusarla o defenderla desde un único punto de vista ideológico y, con él, inicia el proceso que se desarrollará durante el Star Wars crepuscular.

Ahora bien, ese acto de Luke –realizado como poco hace más de treinta años e incluso hace mucho, mucho tiempo– ya no puede ser leído desde el presente, sino desde el futuro. La nostalgia es ahora el gran motor mítico de la saga. Siempre lo fue, pero con el Star Wars crepuscular la nostalgia se ha vuelto más melancólica. Si la Trilogía del Héroe era una saga construida desde una nostalgia post-Vietnam, post-cuentos de hadas, lejos de los triunfalismos de la Segunda Guerra Mundial y plena de la amargura de la postmodernidad… el Star Wars crepuscular es una nostalgia de la nostalgia, quizás incluso más aún esa hambre de mito que siempre reivindicó George Lucas. Por eso me apena tanto que no haya sintonizado con las nuevas películas.

La Trilogía del Sabio equivale quizás, por el contrario, a la era Nixon, la nuestra propia Guerra Civil, a la crisis de los Balcanes… desde luego, a Bush, al New Right de Reagan y Thatcher… a nuestra época actual con los Macron, Le Pen, Trump, Merkel, Putin, Rajoy y demás, con el Banco de Santander, el FMI, Golden Sachs y el Premio Nobel de la Paz a Obama y a la UE. Jooooder. A los momentos en que el ciudadano occidental no ha tenido tiempo ni fuerzas para ser nostálgico, pues los horrores de la guerra, de los totalitarismos o de la insolidaridad han caído sobre él.

¿Debemos entonces arrojar a un lado el sable de luz siempre, en cada ocasión?

Sí, pero no ante el dictador, sino ante la persona concreta, ante ese efecto sobre el que podemos influir. Si debemos librar o no una «guerra justa» contra desconocidos, es difícil de saber. Ahora bien, frente a quien está cerca de nosotros… el sable de luz no funcionará jamás. Ahí se encuentra el equilibrio en la Fuerza y lo traerá quien lo comprenda y actúe en consecuencia, no el mesías patriarcal y perfecto de la tradición clásica.

Fotograma de ‘La guerra de las galaxias’, primera entrega de la serie en 1977, pero cuarta en la cronología de la historia. En la imagen, de izquierda a derecha: Harrison Ford, como Han Solo; Carrie Fischer como la Princesa Leia; y Mark Hamill como Luke skywalker.

¿Es transgresor el Star Wars crepuscular? Me atrevo a afirmar que, dentro de los parámetros de la saga, especialmente respecto a la Trilogía del Héroe, rompe multitud de promesas de felicidad a favor del compromiso personal y de la realidad melancólica del mundo, que es transgresor en cuanto a que el mundo actual es transgresor respecto a la imagen nostálgica que tenemos de los dualismos y de las promesas de felicidad del pasado. Dicho de otro modo: si los espectadores de 1984 pudieran mirarnos con una máquina del tiempo, seguramente nos verían como muy transgresores, para bien y para mal. Ante todo, el Star Wars crepuscular nos muestra la vinculación de la felicidad con ciertos objetos-fetiche donde el mayor de todos ellos es la propia Trilogía del Héroe en su conjunto. Como el sable de luz o la máscara de Vader, también la propia ideología del pasado es un objeto-fetiche, si bien no material, sin duda omnipresente. También parte de la gran ruptura que supuso el golpe de realidad lírica y sublime de la Trilogía del Héroe: saber que es imposible tener guardianes de la galaxia religiosos sin separación entre Iglesia y Estado, con decisiones tomadas desde el mesianismo. Espero que el análisis de la ideología Jedi haya mostrado que aquella construcción de los Jedi en la Trilogía del Héroe carecía de sentido si de verdad quiere uno ser «guardián de la galaxia» y no revolucionario. Si los Jedi salieron malparados, si hemos visto que se equivocan y que no representan el ideal del héroe ni siquiera para Lucas, los rebeldes tampoco se mantienen puros ante la vida revolucionaria y sus consecuencias sobre las promesas de felicidad.

Queda quizás, como nos explican en el Star Wars crepuscular, la amistad, el amor sin la institución del matrimonio, el amor sin presupuestos, el Estado como algo a lo que se aspira, pero sobre lo que hay luchar desde la Fuerza, es decir, desde la comprensión de la simpatía entre todos los seres vivos

También ciertos apegos hacia hijos, padres y pareja sentimental conllevan promesas de felicidad que rara vez se cumplen. Por consiguiente, tanto la familia como el compromiso político –especialmente el dualista– llevan a la muerte, ambos desde una reformulación de las promesas realizadas por la saga o por la propia trayectoria personal de los personajes. Queda quizás, como nos explican en el Star Wars crepuscular, la amistad, el amor sin la institución del matrimonio, el amor sin presupuestos, el Estado como algo a lo que se aspira, pero sobre lo que hay luchar desde la Fuerza, es decir, desde la comprensión de la simpatía entre todos los seres vivos. O, mejor dicho, el amor quizás con la ayuda de la institución, pero jamás con su esclavitud de la institución. Tarde lo descubren Jyn y Cassian. A tiempo, Rey y Finn. Su amor es un amor desde la amistad, en un tiempo en el que el amor romántico ya no resulta tan infalible como antaño.

Esta ideología y estos apegos como fetiches, como instrumentos para la felicidad que finalmente se racionaliza como finalidad en sí misma, pueden leerse a partir de las emociones –o la ausencia de las mismas– en los personajes de las diferentes películas, pero también a partir del hibridismo de numerosas filosofías y religiones que se entrecruzan desde una mirada popular hasta crear una filosofía propia, una filosofía pop. Es decir, la ideología de la saga se construye desde multitud de elementos culturales de todo tipo, de procedencia más erudita o más popular, ecléctica, enriquecedora. Por eso la denomino «filosofía pop».

La principal promesa de felicidad que sostenía aquella ideología pop era VI, puesto que culminaba con supuesto éxito la Trilogía del Héroe, respecto a una ideología simplista, ensoñadora, propia de los cuentos de hadas y del cine hollywoodiense, pero también desde una productiva superación de los dualismos. Precisamente las mayores críticas contra Star Wars han tenido que ver con su mayor defensa: la lucha desde el dualismo. Sin embargo, Luke Skywalker destruye dicha lucha, Han Solo acaricia la mejilla del fratricida, Galen Erso se sacrifica como un mártir ético.

La promesa de felicidad implícita en VI queda rota en VII desde las siguientes vías:

1. Divorcio.
2. Fracaso del proyecto político.
3. Desinterés por el camino heroico.
4. Camino heroico vinculado con los villanos.

5. Infelicidad de los luchadores políticos que siguen el camino heroico.

6. Sentido de la lucha política por sí misma, más allá de sus promesas de felicidad.

7. Desaparición de los personajes-fetiche transmisores del mito.
8. Desencuentro con el mito por parte de los espectadores.
En VII se nos dice que, pese a lo que creíamos, VI no tuvo final feliz porque tras la victoria, el mito del héroe no trae necesariamente la felicidad. No depende solo de querer y de haber establecido lazos. Falta algo más.

Falta que todos continúen con la lucha, en una revolución permanente de uno mismo, de la amistad-ciudadanía y de las instituciones, pero jamás esclavizado por ninguno de estos factores.

Da la sensación de que –en el trabajo de deconstrucción del mito emprendido por Kasdan y Abrams para VII– se buscaba quizás una llamada a las nuevas generaciones y a quienes disfrutaron la Trilogía del Héroe a recuperar el mito perdido durante estos años. No obstante, con esa concentración de argumento y conflictos internos de los personajes quedó muy poca promesa de felicidad en el mito heroico. Han dejado un universo como lugar triste, desolado, sucio… Sin mitos, pero con esperanza. Solo el villano –Kylo Ren– cree en los mitos, pero no está a la altura de otros héroes ambiguos como el Rorschach de Watchmen.

Esto ya se encontraba presente en la propia Trilogía del Sabio, con sus ambiguos Jedi y sus héroes imperfectos: Anakin, Amidala, Mace Windu, Obi Wan.

De un modo similar, la coherencia narrativa buscada entre RO y IV también obligó a una muerte triste de los protagonistas, más relacionada con otro cine crepuscular: cierto cine bélico a partir de los años sesenta y setenta –con ejemplos como Los cañones de Navarone (Thompson 1961), Doce del patíbulo (Aldrich 1967), La cruz de hierro (Peckinpah 1977) o El submarino (Petersen 1981)– con el que RO guarda no pocas similitudes. Estas muertes no dejan clara la vida del luchador político que sacrifica la felicidad personal.

Si la Trilogía del Héroe se centraba en el camino del héroe y solo había Estado y Verdad en la Trilogía del Sabio… por el contrario, VII y RO se centran en la construcción de la comunidad, sin lazos incondicionales, desde la fuerte deconstrucción del mito del héroe y desde las dudas sobre el concepto de felicidad personal a partir de tradiciones apriorísticas como la familia o el Estado si no se cimientan en el concepto de «empatía», es decir, en la Fuerza. Tanto VII como RO marcan nuestra relación personal con el concepto de mito y con nuestro concepto de comunidad, propiciando así la proyección de inquietudes y emociones básicas que invitan a la amistad en la que tanto insisto.

Es como si la única conclusión de la filosofía pop-Jedi fuera el camino ético individual, la búsqueda de la propia identidad y la propia ética –en comunión con personas afines sobre los que construir una amistad– ante una modernidad más que fracasada.

Por todo ello, Star Wars puede ser leída desde tantos puntos de vista y, según se quiera poner el centro, tan pronto puede ser racista como anti-racista, pro-belicista como anti-belicista, pro-religiosa como anti-religiosa, individualista como solidaria. La verdad es que es hija de esta postmodernidad donde somos conscientes de que sabemos tanto de tantas cosas y tan poco de otras. Antes ocurría igual, pero no éramos conscientes de ello. Deberíamos ser conscientes de que esta ideología pop de Star Wars es fruto no solo de las contradicciones de George Lucas o de la sociedad o de «esos ignorantes que no son yo y que son todos los otros», sino de nuestra propia mezcolanza ideológica, tan necesaria para superar los rígidos y fallidos totalitarismos a los que conducía inevitablemente la modernidad. A quienes necesiten totalizar un texto estético con un juicio definitivo de su ideología –como exigen a toda la sociedad cuando toman el término «postmoderno» como un insulto– les invitaría a mirar a las personas y los textos estéticos como personas y como textos estéticos y no como clichés o como reducciones a «aliados» y «adversarios». Que considere que las políticas de Donald Trump o de Mariano Rajoy me parezcan particularmente horrendas y anti-humanas, que debamos luchar contra ellas, no implica que los problemas sociales, ideológicos, políticos, psicológicos… no sean enormemente complejos y a menudo contradictorios. Lo importante son los pasos que se han de dar para prevenir la llegada de los totalitarismos, y en esto la Trilogía del Sabio aporta una mirada interesante.

Así, en mi opinión, existe una fuerte vinculación entre toda la saga, los momentos históricos en los que se ha ido desarrollando y nuestras propias dudas personales ante un futuro incierto y desesperanzador por el aumento de las políticas neoliberales, de los discursos segregacionistas y de la defensa del orden y la gobernanza implacable a cualquier precio por parte de los propios votantes. El sueño de la modernidad ha caído y, con él, los dualismos de los cuentos de hadas, del comunismo y del capitalismo. La búsqueda de oxígeno en esta asfixiante situación se realiza a menudo en instituciones fallidas como la familia, cuya extrema dependencia lleva al maltrato y a la alienación, como presenciamos en el caso de Anakin y Amidala. La búsqueda de un orden férreo nos lleva a los totalitarismos, más o menos encubiertos bajo excusas pretendidamente democráticas. Es necesario, por consiguiente, ser conscientes de la realidad de la chatarrera, del stormtrooper que se arriesga a quitarse el casco y colaborar con el luchador político para construir amistades, que viene a ser lo mismo que «ciudadanías». Es decir, queda la construcción de una nueva ética solidaria y en constante movimiento.

Fernando Ángel Moreno
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