El escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón. /Fotografía de Isabel Wagemann-Páginas de Espuma

Rodrigo Blanco Calderón: «Estamos en una época apocalíptica. El mundo se desploma y se revela otra dinámica»

El autor venezolano, una de las nuevas voces más interesantes de Latinoamérica, publica 'Los terneros'. Cuentos unidos por personajes que van a un sacrificio en un viaje protagonizado por la oscuridad real y simbólica

De la oscuridad que dice haber avanzado sobre Venezuela en los últimos años salieron estas historias. Esa penumbra que cubre su país se metió dentro de Rodrigo Blanco Calderón sin que él se percatara. Empezó a escribir para ver, retratar, entender, denunciar y compartir lo que allí ocurría. Lo que le dolía. Incluso, en medio de esos cuentos, porque Blanco Calderón es cuentista antes que otra cosa, escribió una novela aplaudida en la que fue al fondo: The Night, editada en español por Alfaguara y por Gallimard en francés, en 2016.

Pero antes, durante y después de aquella novela la noche siguió en sus escritos. Se instaló después de su último volumen de cuentos, Las rayas, de 2011. Solo la vio cuando los relatos estuvieron listos bajo un solo título: Los terneros (Páginas de Espuma). «Uno no escribe un libro de cuentos. Uno escribe cuentos y luego puede ver la unidad temática», asegura este narrador nacido en Caracas en 1981, y que desde hace un par de años vive en París.

Fue, precisamente, este último cuento el que escribió y le permitió ver la unidad del libro con historias como Petrarca, Agujeros negros, Biarritz, Los locos de París, Nuevo coloquio de los perros y Los hijos de la niebla. Retazos de oscuridades vividas y escritas en Caracas, México DF o París pero universales. Porque Los terneros nacen en Venezuela, pero están hechos de oscuridades del mundo contemporáneo.

Winston Manrique Sabogal. En Los terneros hay soledad, oscuridad y nocturnidad física, anímica y metafórica. Personajes que transmiten una gran sensación de abandono, más que de resignación, frente a ciertas situaciones y decisiones que deben afrontar.

Rodrigo Blanco Calderón. Sí. El libro en distintos niveles recoge eso que mencionas. Está la nocturnidad en muchas de estas historias, pero en este caso, de una u otra manera, todos los personajes se ven en alguna situación que les demanda una especie de sacrificio.

W. Manrique. Y camino de ese sacrificio hay una especie de abandono que sienten y viven antes de abandonarse a la decisión.

R. Blanco Calderón. No lo había pensado hasta ahora… Si uno piensa que el sacrificio es la noción que engloba muchos de los temas, efectivamente, hay un estadio por el que pasan estos personajes. Unos son abandonados, otros abandonan trabajos o personas y otros se abandonan a sí mismos…

Hasta que a mí, a veces, no me señalan cosas no me doy cuenta de lo escrito. Quien primero vio lo de la nocturnidad fue Juan Casamayor (su editor). Para mí no era tan evidente, y cuando él me lo señaló lo vi. Todavía parece que cargo el ambiente nocturno de mi anterior novela. No me había percatado de hasta qué punto son unos personajes que están muy solos…

W. Manrique. Se siente la orfandad.

R. Blanco. Calderón. Sí. En algunos personajes hay una profunda soledad, pero siempre terminan encontrándose con la coyuntura del sacrificio. A veces de manera consciente, otras de manera impuesta o involuntaria. Me di cuenta de esto cuando escribí el último cuento, Los terneros, y me permitió ver el conjunto del libro.

W. Manrique. La intuición del escritor, descubren que el cerebro sabe más que ustedes, porque tiene más información que aflora poco a poco.

R. Blanco Calderón. Lo que dices es algo que nunca me había pasado. Normalmente, cuando escribo tengo el comienzo y el final de la historia.

W. Manrique. ¿Usted parte de una imagen, de una frase en general, o de un poco de todo? ¿Cómo funciona en el momento de escribir?

R. Blanco Calderón. Varía mucho. Las veces más afortunadas es cuando alguien te cuenta una historia que está prácticamente hecha, pero eso no pasa todo el tiempo… La mayoría de las veces puede ser una imagen que veo en la calle, un fragmento de una historia que me cuenta alguien, o un detalle… En Caracas los taxistas son grandes echadores de cuentos. Muy pocas veces parto de un concepto o una idea que tenga sobre el mundo.

W. Manrique. ¿Literariamente, aparte de la historia, cuál fue el desafío para abordar los cuentos, qué se propuso en términos de voz, de la claridad o transparencia de los relatos?

R. Blanco Calderón. Fue a nivel del lenguaje, de la escritura. Los libros de cuentos para mí han sido un proceso de decantación, de ir afinando el instrumento. Desde un punto de vista más práctico, por ejemplo, evitar la sobreadjetivación. Evitar una serie de marcas donde sientes que el lenguaje se está distrayendo de su objetivo que es contar; y, en otro sentido, lograr momentos de condensación, no tratar de impactar o de que las cosas tengan un efecto por lo que narren en sí mismo sino transmitir cierta opacidad que hay en los actos humanos. Ese fue uno de los retos más conscientes del libro. No quería que todo se agotara en acciones violentas o en tendencias literarias muy elaboradas, sino tratar de captar con el lenguaje los momentos verdaderamente dramáticos, dramático en el sentido de donde se configura la imagen de un cuento. A nivel de la escritura es una de las alegrías que he tenido porque me reconozco más. Yo vengo del cuento.

Rodrigo Blanco Calderón. /Fotografía de Isabel Wagemann-Páginas de Espuma

Con 24 años Rodrigo Blanco Calderón publicó su primer volumen de relatos: Una larga fila de hombres (2005) y dos años después Los invencibles (2007). Esto le valió ser incluido en la lista de Bogotá 39-2007, la primera selección de autores latinoamericanos menores de 39 años más prometedores, según el Hay Festival.

W. Manrique. Los terneros está atravesado por el tema de la violencia, de diferentes violencias, sin necesidad de que aparezcan muertos. Hay tensión más que violencia. Hay verdugos, terneros y esclavos.

R. Blanco Calderón. Mis textos suelen tener mucha violencia. Mis temas están conectados con la realidad que vivo, que conozco. Hay, como tú dices, violencias que son muy sutiles. Incluso para mí hay textos con una violencia fuerte que yo no vi hasta que Juan me hizo el comentario. Y no la veía así porque es algo cotidiano para alguien que viene de Venezuela.

En el caso del cuento Los terneros fue distinto. Lo que escribo ocurrió. Yo era profesor de letras en esos momentos y pasaron muchas cosas en un mes. Fue una de las pocas ocasiones donde el material se me impuso y tuve consciencia de tratar un tema de violencia política particular. En mi caso, más allá de ese disparador, tiene que haber una justificación estética para eso.

W. Manrique. No hay rebuscamiento, pretende contarlo de manera sencilla y transparente, a la vez que interpela al lector.

R. Blanco Calderón. Sí. Es uno de los pocos textos donde de forma más abierta se plantea un dilema moral, de si a veces no puede ser “mejor” un sacrificio de ese tipo. Cuando hablaba de una justificación estética interna en ese texto me la da la figura y la obra de Miguel von Dangel que ha construido su obra alrededor de la noción del sacrificio. A través de la ficcionalización de Miguel von Dangel en ese cuento me permití plantear un dilema moral que en el fondo vino a mí como un problema estético…

W. Manrique. Los momentos difíciles de una región o país terminan siendo estimulantes para los creadores.

R. Blanco Calderón. Totalmente. Lo que pasa en Venezuela, y desde dos años para acá, es de unos niveles de horror muy altos. No solo te da material para escribir, sino que las situaciones son tan grotescas que parecen inverosímiles. Es como si el país también se defendiera o se protegiera contra la vulgarización. Pasan tantas cosas que si yo decidiera hacer cuentos con eso no me creerían. Lo que nos ha pasado en los últimos veinte años es una tragedia que ha marcado un antes y un después en la historia del país. Y yo voy a estar conectado a eso temáticamente por varios años más. Todo eso me ha llevado a releer mi país de otra forma, su literatura de otra forma y lo que estoy escribiendo termina siempre, de alguna manera, pasando por… Lo que pasa en Venezuela es como un hoyo negro y me atrae como escritor… Trato de bordearlo, pero… Creo que la mejor forma es entregarse y recorrer ese hoyo y salir cuando tenga que salir.

W. Manrique. Ya casi sale, le está ganado.

R. Blanco Calderón. Y algún día me soltará, y espero que también al país (sonrisas).

W. Manrique. De Venezuela llega a París justo una semana después de la tragedia del Bataclan, la sala de espectáculos, en noviembre de 2015.

R. Blanco Calderón. Esa es la contra parte. A veces con el tema de Venezuela nos reclaman, no sin cierta razón, que somos los únicos que estamos pasando por tragedias en el mundo. Yo llegué a París diez días después del ataque a Bataclan. Obviamente, Francia tiene las comodidades que todos conocemos, pero es una sociedad que está pasando por unas conmociones muy grandes. Y si decimos Francia, decimos Europa y Estados Unidos… Yo tengo la impresión, y lo dice un personaje, que, de alguna manera, estamos en una época apocalíptica, en el sentido de que se está desplomando un mundo y, a la vez, se está revelando otra dinámica que apenas estamos conociendo, esa es la etimología de apocalipsis, que significa revelación.

W. Manrique. En Europa es más palpable porque Europa es una excepción en el mundo por su estado de bienestar, de derechos y de paz, y sin embargo se está destruyendo lentamente.

R. Blanco Calderón. Esa es una cuestión que me intriga mucho. Y en el caso francés, que es donde estoy y un país sobre el que estoy leyendo mucho su historia, son impresionantes sus contradicciones que hasta cierto punto resumen la cultura europea. Un país que ha generado dentro de sí, como hijos de esa cultura, unos personajes que tienen una vocación secreta de destruir a Europa. No hay que olvidar a los surrealistas franceses que en sus momentos más radicales sus textos eran prototerroristas. Para ellos era un arrebato poético, pero ahí está. En Francia hay un fenómeno muy complejo con los llamados Revenants, los regresados, que son franceses que se unieron al ejército yihadista.

El torbellino de la vida persigue a Rodrigo Blanco Calderón o él lo busca. Sin dejar de escribir cuentos, su vida.  Aunque no deja de lado una novela desde hace un buen tiempo. Ahí sigue con sus preocupaciones como ciudadano que plantea y quiere resolver literaria y estéticamente. En medio de la noche, con ojos de nocturnidad.

  • Los terneros. Rodrigo Blanco Calderón. Editorial Páginas de Espuma.

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Winston Manrique Sabogal

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