Santiago Muñoz Machado (derecha) y Luis García Montero durante la sesión de fotos para El País Semanal. /Fotografía de WMagazín

«Tenemos que normativizar la lengua de las máquinas y la inteligencia artificial»

VIII CILE en Córdoba (Argentina) / Los directores de la RAE, Santiago Muñoz Machado, y del Instituto Cervantes, Luis García Montero, dialogan para 'El País Semanal' sobre cómo viven y sienten el idioma y miran los desafíos. Te contamos cómo fue este diálogo y minicongreso con voces de Argentina, Bolivia, México y Colombia

Wasapear lo hacen como cualquier hijo de internet hasta los directores de las dos principales instituciones al cuidado y promoción del idioma español o castellano: Santiago Muñoz Machado, de la Real Academia Española, y Luis García Montero, del Instituto Cervantes. Los dos contaron esto y más temas sobre cómo han vivido, viven, sienten y piensan el idioma con su historia, presente y retos que tienen como fuente principal la diversidad de sus hablantes y el futuro del ciberespacio. Fue durante el diálogo que les propuse para la revista El País Semanal, del diario español El País, con motivo del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, en Córdoba (Argentina), del 27 al 30 de marzo de 2019. (Puedes leer el diálogo en este enlace)

Hablaron de los desafíos que ya afronta el idioma ante los avatares de la tecnología digital. Ese fue uno de los puntos de la conversación y que empieza a protagonizar este Congreso. «Estamos en la mayor revolución de la historia de la humanidad: hablan español y hablarán más millones de máquinas que de hombres. Aprenden nuestra lengua y son capaces de crear variables semánticas. La lengua de la inteligencia artificial tiende a diversificarse y hay que tomar medidas«, sentenció Muñoz Machado en la inauguración del CILE. García Montero recordó en Córdoba: «Que la palabra pierda su profundidad poética es tan peligroso como que la tecnología caiga en la tentación de separar sus progresos de la dignidad humana».

Muñoz Machado y García Montero durante la sesión de fotos para El País Semanal con James Rajotte. /Fotografía de WMagazín

Tres semanas antes de este VIII Congreso, los dos directores de la RAE y del Instituto Cervantes aceptaron conversar en Madrid de estos temas desde el primer momento. A falta de ajustar sus agendas y abrir un hueco en ellas, porque al ser las vísperas del Congreso sus compromisos eran múltiples y hacerlos coincidir no fue fácil.

Finalmente el diálogo se produjo en el despacho del director del Cervantes en Madrid con una sorpresa: el formato sería una especie de minicongreso de la lengua española acorde a este mundo dual, analógico y digital, con presencia de voces de diferentes nacionalidades hispanohablantes con intervenciones digitales. Muñoz Machado y García Montero como españoles, mientras que yo, colombiano, serví de intermediario a comentarios de José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de las Letras; Giovanna Rivero, escritora y editora boliviana y profesora asistente en la Universidad de Ithaca, en Nueva York; y Gabriela Jáuregui, escritora mexicana. Días antes había hablado con el académico y con tres escritoras invitándolos a participar con las preguntas que quisieran. Pero, al final, no llegó la pregunta de una tercera escritora porque al enviarla no se percató de que se quedó en la bandeja de borradores de su correo electrónico.

Muñoz Machado (de pie) y García Montero durante la sesión de fotos para El País Semanal. /Fotografías de WMagazín

El diálogo fue un día especial: poco antes de la una de la tarde, cuando afuera Madrid comenzaba a vivir otra jornada histórica del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, un tema sensible al idioma. La conversación la empezó Moure desde Buenos Aires con un mensaje de voz por wasap tras haber hablado con él en caso de que me fallara el wifi y no se pudiera establecer la comunicación telefónica, como así ocurrió. Así es que la solución fue el plan B: wasap con su mensaje de voz. En el caso de Giovanna Rivero, ella envió su pregunta por mensaje de texto en el celular, mientras que Gabriela Jaúregui lo hizo por correo electrónico.

Luis García Montero (Izquierda) y Santiago Muñoz Machado durante la sesión de fotos en el despacho del director del Instituto Cervantes, en Madrid. /Fotografía de WMagazín

Tras las fotografías al jurista y académico y al poeta y narrador, en el despacho del director del Cervantes, sentados alrededor de la mesa de trabajo empezó el diálogo. Celular al centro, búsqueda de wasap, contacto de Moure y play. Tan pronto se escuchó la voz de Moure, los dos directores se inclinaron un poco hacia el teléfono para escuchar mejor el relato que contaba el académico y anfitrión, desde Buenos Aires, sobre las anécdotas del singular acento argentino:

“Borges decía que, siendo bilingüe desde pequeño, no tenía entonces conciencia de hablar dos lenguas; solo sabía que a su abuela inglesa había que hablarle de determinada manera y al resto, de otra.

Me crié en un barrio de Buenos Aires, en un hogar de inmigrantes gallegos. De manera ligeramente similar a la de Borges, yo sabía que en mi casa el español se pronunciaba de determinada manera, pero de otra una vez que traspasaba la puerta de la calle. Para mis padres y mis tíos, el voseo -pronombre unánime para prácticamente todos los argentinos- no existía.

Todos ellos diferenciaban con escrúpulo ‘eses’ y ‘ces’-‘zetas’, las eses eran más bien pastosas o algo silbantes (‘ápico-alveolares’ decimos los lingüistas) y se conservaban delante de consonante y en el final de los plurales. Mis usos, por el contrario, eran los de un argentino (porteño) pleno, aunque alguna vez algún compañero me dijo que mis “eses” eran un poco más marcadas.

A ello se sumaba el hecho de que por aquellos años, muchos maestros argentinos, acobardados por una infundada y desesperanzadora convicción de que el español solo se habla bien en otra parte, no sabían que decir ‘las moscas’ con cuidada pronunciación de cada ‘s’, como seguramente lo hacen Winston o don Santiago Muñoz Machado, era tan exótico en Buenos Aires como esfumar la consonante en Valladolid, Madrid, México o Bolivia. Y aplaudían a quien, como yo, podía hacerlo sin mucho esfuerzo, porque era la manera en que se hablaba en casa. Y lo mismo sucedía con la pronunciación de ‘elles’ y ‘yes’, que mis padres no confundían y que jamás sustituían por nuestro unánime ‘yeísmo’ (hoy casi sheísmo…), con una ‘y’ semejante a la j francesa de journal.

No de otra manera hablaron Borges, Cortázar y Sábato. Moraleja: en la escuela argentina de entonces se instaba a leer los textos en voz alta conservando cada elemento pronunciable de la ortografía, lo que implicaba expresarse en una lengua artificial, despojada de historia, de patria y, lo que es peor, de realidad. Éramos argentinos en todo, salvo cuando leíamos… Tengo la sospecha de que mi querido y andaluz colega Luis García Montero podrá entender esto muy bien».

Después de esta historia de José Luis Moure siguieron las palabras de Muñoz Machado y García Montero. Hablan de cómo algunos los países latinoamericanos tras las independencias quisieron crear un español derivado del de la península, de sus anécdotas frente al idioma, de las lenguas indígenas, del vaor de la diversidad de la lengua española y del futuro en internet. Muñoz Machado, por ejemplo, advirtió:

«Estamos en un momento crucial en el que tenemos que hacer algo que hicieron nuestros antecesores del siglo XVIII: normativizar la lengua de las máquinas y la inteligencia artificial creando un diccionario, una gramática y una ortografía porque si no lo va a hacer Google, Amazon, IBM o las grandes empresas. De lo contrario esa lengua de una máquina no se va a poder entender con la de otra máquina y creará un lenguaje nuevo. Además, usan parcialmente y mal el español».

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Winston Manrique Sabogal

3 comentarios

  1. Muy bien,sin querer tener un castellano-peruano castizo,es necesario reglamentar los nuevos vocablos que por decensd aparecen en las computadoras. Y evitar que se pierdan los versos con poesía como vosotros (ustedes) escriben. Aquí en Lima con la música chicha,su letra es si no de espanto,de suma ignorancia. Y los «versos» del reggeton los recita cualquier muchacho que sube a un bus a pedir propina,a punta de pareados infantiles.

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