El ratón de biblioteca" (1850), de Carl Spitzweg.

El ratón de biblioteca» (1850), de Carl Spitzweg.

500 años de Utopía, de Moro. ¿Es utópico pensar que un libro ayuda a mejorar el mundo?

FESTIVAL DE LA PALABRA/ En Puerto Rico varios autores debaten sobre si es posible que la lectura ayude a cambiar

Muy cerca de donde hace cinco siglos Tomás Moro situara su isla de Utopía, entre las aguas del Atlántico y del Caribe, con la publicación de ese mítico libro, seis escritores de ambas orillas la buscan. Lo hacen en San Juan de Puerto Rico. Y la buscan a través de la reflexión de ese concepto de alcanzar una sociedad ideal que acompaña a todo el mundo, pero respondiendo a la pregunta utópica de la literatura: ¿Puede un libro con su lectura contribuir a mejorar el mundo?

Es como deshojar la margarita de los sueños.

Aunque aquí, en Puerto Rico, más que margarita, por el clima y por el tamaño de la pregunta, sería como deshojar un girasol. Y lo hacen en el VII Festival de la Palabra que reúne este año a medio centenar de escritores iberoamericanos, donde se rinde homenaje a Moro y a su libro que parece escrito para hoy mismo. “Puso en evidencia el difícil equilibrio entre libertad e igualdad, entre el derecho a ser feliz y los medios que se utilizan para conseguirlo”, recuerda José Manuel Fajardo, director de programación del Festival.

Ilustración de la isla Utopía, de Tomás Moro.
Ilustración de la isla Utopía, de Tomás Moro.

Sí… Dice Fajardo al ser el primero en deshojar el girasol de si un libro puede contribuir a cambiar el mundo. “Por supuesto que puede. El propio libro Utopía, de Moro, es la prueba”, afirma Fajardo. “Después de él, cambiar el mundo para construir otro mejor se convirtió en una tarea colectiva y nuestra historia está marcada por ese esfuerzo”. Y luego aparece el envés: “Por desgracia, un libro también puede cambiar el mundo para mal, ahí está el ejemplo de Mein Kampf (Mi lucha), de Hitler. Los libros tienen un extraño poder. Pueden perder prestigio social, como sucede ahora, pero estamos hechos de palabras y las que ellos proponen nos penetran y modifican más profundamente de lo que se piensa”.

No… El siguiente en deshojar el girasol es el salvadoreño Horacio Castellanos Moya: “Los libros que han cambiado el mundo pertenecen al ámbito de lo religioso (los textos sagrados de las religiones), y también de lo político, no siempre para bien (El manifiesto comunista, con su utopía sin clases, por ejemplo, o Mi lucha, con su utopía aria, que los fascistas de ahora tratan de reciclar)”. Por eso Castellanos hace una confesión más escéptica: “Me cuesta pensar en un libro de literatura que pueda revolver el mundo de esa manera. Y qué bien. No es función de la literatura cambiar el mundo, sino contarlo”.

Sí… es la respuesta nítida de Margarita Pintado, una poeta puertorriqueña que vive en Estados Unidos. Para ella, “un libro, una página, un verso, o una sola palabra que alcance a un hombre o a una mujer en el momento indicado puede cambiar el mundo, puesto que cada ser humano es una fuente inagotable de sentidos, de significados, y de actos que siempre, por más pequeños que parezcan, afectan a toda la humanidad”.

No… contundente, en cambio, es la opinión de la cubana Mayra Montes: “Un libro no ayuda a cambiar el mundo. Nunca lo hizo, y no creo que sean tantos los autores que se tomen tan en serio como para creer eso. Tomás Moro era un jodedor que no quiso cambiar el mundo, sino la manera de ver el futuro. Esa es la gran conquista que hay que atribuirle”.

Sí… “Claro que sí”, dice Ernesto Pérez Zúñiga: “El gran poder de un libro está en que conecta con la intimidad de las personas. Es allí donde se produce el cruce del pensamiento contenido en el libro con la mente del lector, y en ese cruce se crea algo nuevo, muchas veces una acción. La transformación del lector ha ocurrido en numerosas ocasiones. El alcance de esta transformación puede ser de mayor o menor alcance según el libro de que se trate. Puede cambiar una sensibilidad o una manera de ver el mundo”.

No… Sí… es la respuesta de Ariadna Castellarnau, ganadora este año del VI Premio de Las Américas de Narrativa con una novela distópica, Quema. Su respuesta la aclara al decir: “No creo que la literatura cambie el mundo, pero sí que puede cambiar la vida de una persona. Hay libros que a mí me han cambiado la vida. Esta frase es un lugar común, pero no se me ocurre otra para expresar lo que ciertos libros han hecho por mí: han cambiado la forma en la que yo veía el mundo, o me han hecho disfrutar más que cualquier cosa en la vida o me han hecho ver todo lo que se puede hacer con la palabra escrita, los mundos infinitos que abre”.

Eso y más cosas sugiere Tomás Moro en su libro, como si lo hubiera escrito ayer para analizar el mundo contemporáneo. “Curiosamente apenas se ha hablado de esa efeméride”, dice Fajardo del Festival de la Palabra. Por eso en estos tres días se ha intentado recuperar la idea utópica, para, agrega Fajardo, “buscar nuevos horizontes y para hacer balance también de los errores y los horrores a que ha conducido a veces a la búsqueda del paraíso en la tierra. Para poner las palabras más poderosas, las literarias, al servicio de la reflexión y el debate sobre nuestro tiempo”.

Winston Manrique Sabogal

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