El escritor español Álvaro Pombo. / Fotografía de Esteban Martín Pérez

Álvaro Pombo: “En el amor, las formas de la cobardía son infinitas”

El autor español reflexiona sobre los pilares de toda su obra que se condensa en ‘La casa del reloj’. Desvela en un vídeo el primer soplo de inspiración de la novela

Justo al lado del Sol de la tarde que entra por la ventana, Álvaro Pombo fuma un cigarrillo con la elegancia de los actores de las películas en blanco y negro. Está sentado en el sillón de un rincón de su biblioteca anexa a su piso-camarote de barco en Madrid. A sus 77 años está más delgado y habla con voz más serena, más pausada, pero, eso sí, sus palabras continúan impregnadas de reflexiones filosóficas que empiezan con una idea que se bifurca en otra, y esta a su vez en otras, hasta que de manera milagrosa vuelven a la idea matriz. Como si nada.

Y, en la ruta, como siempre, algunos versos recitados. De Rilke, por ejemplo.

Y su risa sonora y empatía, también, como siempre, siguen intactas.

De pronto, el escritor y académico de la RAE apoya una respuesta con la lectura de un texto suyo, como si tuviera un auditorio delante: “Juan Caller heredó una casa, con un pequeño jardín delante y otro trozo rectangular detrás”. Es la lectura que hace del comienzo de su nueva novela, La casa del reloj (Destino). Lee el fragmento al terminar la entrevista para un vídeo donde cuenta el instante en que se le ocurrió la novela, el primer soplo de inspiración. Es La casa del reloj cuyas páginas condensan los pilares temáticos de Pombo (Santander, España, 1939), aquellos asuntos sobre los que siempre ha escrito.

“Miguel Ángel Asturias decía que todo narrador hace una misma novela. Todo en su conjunto es la misma obra repartida en seis, nueve u once tomos; es decir, en cada libro que el autor publica”, dice Pombo entre risas mientras afirma con la cabeza.

Lo que hay menos esta vez es vida social, desvela el escritor. Pero los temas que siempre lo han acompañado están ahí en una suerte de antología, desde aquel debut con Relatos sobre la falta de sustancia (Anagrama), de 1977. Uno de esos temas principales es el amor. Un tema en apariencia ausente en La casa del reloj, porque no hay grandes amores que se vivan ahí, pero si está su sombra, de tal manera que el amor protagoniza esta obra porque narra las consecuencias y estragos que produjo un amor. Y esa sombra lo cubre y absorbe todo a su alrededor.

“Es una novela oscura en la cual no hay buenas personas, salvo Juan Caller. En todos los demás hay maldad, codicia, resentimiento, enemistades. Son vengativos. Solo Caller se mantiene al margen, pero al final se harta. Es una novela sobre la miserabilidad, con el tema de la venganza presente, por la crueldad que se satisface a sí misma”, cuenta Pombo con la vehemencia y el asombro de algo real. La novela es un fresco sobre los matices de la bondad y la maldad.

Llega el momento en que el autor de El héroe de las mansardas de Mansard, El metro de platino iridiado, Donde las mujeres, La cuadratura del círculo, Una ventana al norte o Contra natura reflexiona sobre algunos de sus temas clave donde pasión, amor y fidelidad forman su trinidad literaria, y que ayudan a comprender mejor su pensamiento y su obra. Antes da una calada al cigarrillo, se acomoda en el sillón de este rincón de libros, y entre serpentinas de humo empieza a hablar:

“La pasión está relacionada con el tiempo. Es un sentimiento vehemente, ardiente, ¡poderoso!. Se puede hablar de pasiones frías que son duraderas, porque la pasión ardiente se puede apagar. Los pitagóricos decían: que no te posea una alegría irreprimible. Y la pasión cuando está encendida es irreprimible. Tienes que poseerla tú, debes ser tú el controlador y no el controlado. De lo contrario el resultado no es tanto la frustración como que pierdes el conocimiento del objeto amado. Los filósofos han hecho, por eso, esa especie de tratado de las pasiones. Los afectos del alma son los que nos hacen ser, gracias a ellos percibimos el mundo lleno de riquezas y matices”…

“El amor es el gran tema en mis libros. El amor dura lo que dura cada cual. ‘Polvo seré, más polvo enamorado’ que decía Quevedo, que en unas cosas no es citable, pero en esta sí. No se apaga con los años. Yo que tengo ya los años que se pueden tener no veo que el amor se apague. El deseo de amor. Y la contemplación amorosa. Y me alegro. Aunque es doloroso. Rilke decía: ‘Las penalidades ni se pasan, ni se aprende el amor, solo el canto sobre la tierra proclama y celebra’. Yo estoy un poco de acuerdo con eso, no se aprende el amor, pero a la vez sí se aprende. Sin él estaríamos perdidos”.

Pombo echa su cuerpo hacia delante y se queda en silencio. Piensa en lo que acaba de decir, lo que ha dicho tantas veces. Está convencido. Habla un poco más del deseo y necesidad de amar, de ser amados, sobre todo, de sentirse amados, correspondidos. ¿Y que lugar ocupa la memoria en todo esto?

“La memoria está en todos mis libros y cada vez más en mi vida. La memoria está presente en todo. La memoria se retroalimenta. Gracias a ella reconocemos el mundo nuevo. ¡Estamos dentro de la memoria! San Agustín decía: la Ingente aula de la memoria. Nosotros estamos dentro de ella. Y esa aula nos enseña el mundo, la memoria, que es la inteligencia, porque la memoria y la inteligencia son la misma cosa”…

“Los recuerdos son parte de esa bulliciosa y productiva imaginación que tenemos. Se dice que al final son más importantes los recuerdos que lo que vives, pero yo no lo acabo de ver. Luego está el tema rilkiano: No basta tener recuerdos para escribir un poema, hay que dejarlos cuando son muchos ya, y tener la paciencia de esperar a que vuelvan. Hay que tener muchas experiencias”…

Y repite como un eco en voz baja: “dejar ir los recuerdos y tener paciencia, pero hay que tener experiencias, sí, experiencias…”. Y sus palabras siguen hasta volver al tema del amor, con un ingrediente adicional: la cobardía, presente en La casa del reloj.

“Me desagradan los personajes que se acobardan. Hay que ser valiente y prudente. La valentía es un vivere risolutamente. ¡Vive resueltamente! Y en el amor, las formas de la cobardía son infinitas. La valentía es menos multiforme, y una de ellas es la resolución. La cobardía está muy presente en el amor. La gente cree que no, pero se acobarda. La gente conoce a alguien y teme dejar la zona de confort, porque entra en la zona de la inquisitividad, de la vida nueva. Hay que ser valiente y resistente. Es una moral ética aristocrática, una ética de la ejercitación. Vamos hacia delante. El amor da miedo”.

Álvaro Pombo termina la frase y deja escapar una risa traviesa. Se levanta para quitar una pequeña planta sobre el escritorio a la que le da todo el sol de la tarde. Vuelve al sillón y pregunta entusiasta: “¿Cuento ya el origen de la novela?” Mira a la cámara de vídeo y empieza a recordar cuándo se le ocurrió la idea de esta novela. Fue en el salón de su casa. Un domingo su amigo José Antonio Marina le contó que había ido con su mujer a ver en el campo una casa abandonada a la que llamaban La casa del reloj. Marina le hablaba y en la cabeza de Pombo empezaba a aparecer un nuevo mundo en una frase: “Juan Caller heredó una casa, con un pequeño jardín y otro trozo rectangular de jardín detrás”. Luego llegó la segunda y crucial idea, definir al personaje. La voz de Pombo se acentúa al leer la oración de la novela: “No le quedaban a Caller temas pendientes, ni amores pendientes, ni odios pendientes. Solo una residual, y en parte benevolente, indiferencia: un deseo de estar solo”. La continuación de la historia ya llegaría, pero ahí, en ese primer soplo de inspiración, en esas dos frases, ya estaba, está, el universo Pombo.

Mira aquí el vídeo donde Álvaro Pombo cuenta en exclusiva para WMagazín cómo surgió la idea de esta novela:

  • La casa del reloj. Álvaro Pombo. Editorial Anagrama. 318 páginas.
Winston Manrique Sabogal

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