Andrés Rábago, El Roto, medio siglo del arte de cristalizar en sátira el inconsciente colectivo (1)
Uno de los dibujantes y viñetistas españoles más importantes de las últimas décadas cumple 50 años convertido en uno de los intelectuales y voces más esperadas cada día en la prensa. En una charla con WMagazín da las claves de su maestría, del arte de su sátira y muestra parte de su imaginario
En medio del barullo y la insensatez cada día hay una voz que todos escuchan en España, que todos están atentos a ver qué dice y que muchos comparten y reproducen por las redes sociales porque logra cristalizar en unos pocos trazos y un par de frases lo que todos piensan, sienten o anhelan.
Son pocos los elegidos de dar en la diana de esta opinión enselvada y del inconsciente colectivo. Y el caso de Andrés Rábago, más conocido como El Roto y Ops, es especial. Lleva medio siglo afinando su arte y la pintura. Desde que en 1968, con 21 años, publicara sus primeros dibujos y viñetas en revistas como Hermano Lobo. Eran los años del tardofranquismo.
Hasta la década de los ochenta firmó como Ops, pero con la llegada de la democracia, en 1976, se fue silenciando para dar origen a El Roto, «cuya sátira social trataba de romper la condición del individuo-masa y despertar a las conciencias de una información anestesiante”.
Nacido en Madrid en 1947, y criado en la misma ciudad, poco a poco se convirtió en una de las voces más importantes de la opinión pública española, y en este siglo XXI se le puede considerar como uno de los intelectuales esperados cada día en el diario El País.
“Mi interés es crear vínculos afectivos, que el mundo tenga vínculos afectivos, que las almas se reúnan. No solo que se reúnan los intereses externos sino los intereses internos. Y cualquier encuentro es un regalo que se te hace para producir ese encuentro de algo que no eres tú, con algo que no es el otro pero es común a ambos”, es el autorretrato de Andrés Rábago en una charla con WMagazín en los jardines del Hotel Formentor, de Mallorca, el otoño pasado durante las Conversaciones de Formentor.
Lo que El Roto piensa de España, la política, la sociedad, la condición humana y la vida en general ya lo expresa en el periódico. Pone orden, centra la discusión, crea una especie de vacío en medio de la vorágine de opiniones. Y, de vez en cuando, reúne en libros sus trabajos. El más reciente es Contra muros y banderas (Reservoir Books), sobre nacionalistas y patriotas, sobre España y Cataluña (En este enlace puedes ver algunas viñetas).
La pregunta es: ¿De dónde viene y cómo se logra esa maestría?, ¿cómo un hombre tímido, muy educado, de voz redonda y pausada y que se puede confundir en cualquier grupo de gente logra en unos pocos centímetros cuadrados resumir indignaciones, reflexiones o sentimientos comunes?, ¿cómo alguien logra entrar en comunión con tantas personas y hacer que todos asientan con la cabeza o liberen alguna frase cada vez que ven una viñeta suya?
Él mismo lo cuenta de viva voz a WMagazín a orillas del Mediterráneo. Hoy no es día de dibujar ni de escribir. Hoy El Roto recorre sus propias estancias creativas e inspiradoras. Si él está atento al imaginario colectivo, hoy deja asomar a sus seguidores a su propio imaginario:
Como una linterna
“Vayamos por partes. Soy una persona de fragilísima memoria, o tengo una memoria selectiva para algunas cosas. Por lo tanto, puedo decir que cada día olvido prácticamente lo que ha sido el día y empiezo de nuevo al día siguiente, como si fuese un día totalmente nuevo…
«Aunque es verdad que he sido un buen lector, no lo he sido de manera sistemática, ni recuerdo libros que hayan dejado una huella profunda.
«A mí lo que más huella me ha dejado, generalmente, ha sido la visión de la obra de los pintores de cuadros. De eso sí tengo vivencias más ciertas. De la lectura, e incluso de las películas, rara vez recuerdo lo que he leído con posterioridad. Generalmente tengo un gran entusiasmo con lo que leo, se lo recomiendo a mis amigos inmediatamente, y a mi mujer, pero luego lo olvido. Incluso ha habido ocasiones en las que he comprado un libro que tenía ya…. (y sonríe)
«Fui bastante lector en mi juventud. Ahora tiendo a leer menos. Leo cosas que, realmente, me interesan más en este momento vital. Lo que más me interesa ahora mismo es un poco el territorio de la literatura mística y la filosofía oriental. Eso no significa que sea un experto en ello, simplemente me nutre, yo lo leo como alimento. Yo no lo leo para nada especial. Es solo que todos los días necesito una cierta dosis de pensamiento o de ayuda que me mantenga en el camino que he emprendido; y esa ayuda ya no me viene de los libros que antes leía.
«Ahora me viene de libros de otros que, a lo mejor, han recorrido ese territorio que intento recorrer yo y que van como una linterna que llevo por delante en esos caminos que ellos han recorrido. Sobre todo teniendo en cuenta que soy lector de prensa y ya tengo una dosis diaria de hora u hora y media de lectura intensa de la prensa. Así que una dosis de lectura ya viene dada. Si luego está el tiempo que dedico a la pintura y al dibujo, así ya suman de seis a siete horas, el tiempo restante, normalmente, lo quieres dedicar a la familia o a pasear… Y un poquito antes de dormir, siempre, hay un tiempo para la lectura. Pero es una lectura que te sitúa, o al menos así es como yo lo intento usar, que te sitúe el sueño en un terreno que piensas que a lo mejor los sueños puedan ser de enseñanza o de aprendizaje…”.
El camino actual
“El camino que sigo ahora es más un camino de descubrimiento de aquello que considero que debe ser lo real. Un poco el problema que yo he sufrido, a lo largo del tiempo, es que he creído que la realidad era una cosa; pues he descubierto que probablemente no era así. Entonces todo el proceso posterior es intentar averiguar qué hay más allá de las imágenes que estoy de alguna manera proyectando y que son la realidad visible… Esa es un poco una tarea difícil porque no hay señales, hay que recorrerlo personalmente.
«Y para mí la pintura es mucho más clara en ese sentido. En la pintura puedo ver cómo ha pensado el pintor, mientras que en la literatura desconozco los mecanismos. En cualquier caso, más allá de ese trabajo que hacen tanto los pintores como los escritores, es la indagación personal lo que me mueve en esa lectura o en esa visita a los museos o a las salas de exposiciones. Me mueve ese intento de saber, de entender mejor, qué es eso. Es la pregunta inevitable que tenemos en algún momento, pero sospecho que dejamos de lado porque creemos que lo que estamos viendo es la pura realidad.
«Hay que tener en cuenta que la realidad de la que hablamos, es decir la realidad del dibujante de prensa trabaja con una realidad que es común al lector o a los lectores. A mí me parece una realidad de un cierto nivel, pero no es la única que hay. Lo que pasa es que con esa es con la que trabaja la sátira y con la que nos movemos en el mundo del periodismo, en el mundo de la información, de la noticia.
«Pero eso no es todo. Hay algo que está mucho más allá de eso o está más acá, no sé dónde, pero de alguna manera lo completa. El trabajo satírico es una realidad parcial, limitada, incompleta, por supuesto. Me gustaría, en algún momento, en algún dibujo intentar ir un poco más allá de esos límites estrechos que los medios nos van imponiendo. Así nos ahorramos ser convertidos en mercancía; como intenta salirse el autor de la mecánica de producción cultural. Tratar de salir de ese terreno hacia el que nos llevan como el ganado, hacia ese lugar estrecho donde posteriormente será sacrificado…».
Cristalizar el pensamiento colectivo
“La función que asumo es un poco la de cristalizar lo nebuloso que está ahí… Concentrar todo. Creo que el lector lo que agradece es, justamente, esa clarificación, esa cristalización. Porque es la cristalización de su propio pensamiento. Sobre todo, hay que tener en cuenta que no todos los temas que trato son personales o me afectan o me interesan completamente. Pero son temas que están ahí y tú tienes que ser, de alguna manera, un poco partero de todo ello…
«Realmente no soy un dibujante barroco, ni me interesa mucho ese terreno. La simplificación es difícil, pero es absolutamente necesaria. Es trabajo de poda, eliminar todo lo sobrante, tanto en el texto, que quizás muchas veces es lo más complicado, y luego en el propio dibujo. Un punto, también muy importante, es la ausencia de tu propia persona: la ausencia completa de todo ego, o al menos todo lo que puedas evitar. Eso es absolutamente esencial, tú no tienes que existir, de hecho, ni siquiera tu nombre figura, es un seudónimo o es un heterónimo, es un alguien que tú colocas para representar al que lo ha hecho, pero que no eres tú exactamente tampoco…».
Andrés Rábago huye de la estridencia, del palabrerío alrededor de un tema. Tiene una mirada cósmica y la capacidad de ver los hilos que conectan con más fuerza y sensibilidad a la gente para ilustrarlo de manera clara, sencilla y luminosa como la idea en un ámbar.
El Roto está en un descanso de las Conversaciones de Formentor 2017. Ahora sus palabras se encaminan hacia desvelar su relación con los pintores; sobre la autoría, algo relativamente nuevo dentro de las artes; sobre la sociedad del «yoísmo»; sobre cómo el mundo digital puede estar afectando la percepción de la realidad; sobre el sentido del humor, claro; para terminar con un autorretrato que empieza: “Mi interés es crear vínculos afectivos, que el mundo tenga vínculos afectivos, que las almas se reúnan…».
- Puedes leer la segunda entrega en el siguiente enlace: «Estamos superponiendo capas a la realidad y nos estamos alejando de una percepción inmediata y real».
- Contra muros y banderas. El Roto (Reservoir Books).
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Me encanta el articulo y lo enviaré a mis hijos
Hola, Antonio. Nos alegra de que te guste la entrevsita a El Roto. Y gracias por compartirla con tus hijos. Un saludo!