El escritor argentino Ariel Magnus, autor de la novela ‘El desafortunado’. /Foto de Maximiliano Luna-cortesía Seix Barral

Ariel Magnus: «Eichmann era un monstruo del mal, no un extraterrestre, verlo así tal vez evite otras masacres»

El escritor argentino recrea los años del genocida nazi en Buenos Aires en 'El desafortunado'. Magnus se mete en la cabeza del "arquitecto del Holocausto" y trata de saber cómo actua, cómo opera el mal. Una obra perturbadora sobre las tinieblas de la condición humana

La maldad anida, se mimetiza y se viste de mil formas, incluso del amor. Adolf Eichmann, uno de los criminales más terribles de la humanidad, uno de los arquitectos del Holocausto, es una prueba de que no existe un arquetipo de las personas donde reside el mal. ¿Pero, cómo vive alguien así su día a día?

Ariel Magnus (Buenos Aires, 1975) ha recreado en El desafortunado (Seix Barral) la vida de los últimos diez años, de 1950 a 1960, de Eichmann (Alemania, 1906-Israel, 1962) escondido en Buenos Aires. Lo hizo bajo el nombre de Ricardo Klement con su mujer y sus dos hijos en el barrio de Vicente López en un avispero de nazis fugados pasando por inocentes personas. Magnus, nieto de una sobreviviente del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial, ha creado un documento valioso sobre cómo actúa la maldad en una persona y un asomo perturbador a las zonas oscuras de la condición humana.

El desafortunado no busca definir el mal sino mostrar cómo actúa, sus movimientos, sus pensamientos, sus emociones y sus sentimientos en alguien que cree ser uno más. Una novela inquietante no tanto por lo que cuenta de Eichmann como por ponernos delante de la gama en penumbra que puede envolver a las personas. Cuando Ariel Magnus, en Berlín, escucha por teléfono si tras esta inmersión en la vida de Eichmann tiene alguna idea sobre qué es el mal guarda silencio unos segundos antes de decir:

«La idea no es enfocar la gran pregunta, sino ir al subsuelo. Vamos a tomar a este hombre que ha sido objeto de libros sobre el mal, como han hecho Hannah Arendt o Bettina Stangneth. Su arma es la mentira. Mi hipótesis es que el mal es un contexto, son momentos y son concatenaciones de actos de los cuales uno no puede o no quiere zafarse, y es, también, consecuencia de un principio falso. Desde el momento en que Eichmann se aferra al axioma de que existen dos o más razas que no pueden convivir y que una es superior a la otra, se deriva el resto y así logra justificar prácticamente todo. No quiero responder qué es el mal porque no hay respuesta y porque creo que lo que sirve es saber como actúa el mal, cómo opera en el razonamiento, que es donde se vuelve tan peligroso. Por eso Eichmann naturaliza y confunde todo. Lo que hace no lo ve como mal, y si lo dejas hablar dos o tres horas quizá algo te llegue a convencer, porque olvidás que partió de premisas falsas».

El desafortunado es un asomo al mal, un viaje a la vida de Adolf Eichmann, y cómo se adentra en el mal en plena Segunda Guerra Mundial tratando se mostrar que es un buen funcionario y trata de complacer a Hitler:

«Modernizó y agilizó el proceso para que los judíos pudieran emigrar al principio y después hacerlos llegar más rápido a los campos de concentración; esa idea de que en vez de ir a buscar a los judíos con el tren fueran las víctimas las que se acercaran al tren. No se sabe si no se inventó otros  éxitos, en todo caso aprovechó lo que salía bien para decir que había sido idea de él. Tenía algo de mitómano y de saber aprovechar las situaciones para atribuirse los méritos».

Pero Ariel Magnus no solo se detiene en el Eichmann de Buenos Aires, sino que con frecuencia va a su pasado para mostrar piezas del puzle de su vida:

«Se muestra de dónde vino y cómo el contexto lo fue llevando. Hay una cierta deformidad en su cabeza, las orejas salidas, sufrió algún bulling, todas cosas que quizá explican un poco tanto resentimiento y odio. No sé si el ser humano es malo por naturaleza, probablemente sea competitivo, pero no necesariamente malo».

Surge otra pregunta que resuena siempre en bucle a través de los tiempos: ¿El ser humano es más bueno por naturaleza o malo? Magnus lo tiene claro:

«Lo que importa es el contexto, su historia, el desarrollo y no buscar un gen que decide si somos buenos o malos. Eichmann nació en una familia de clase media, sin problemas, y tiene algo que casi no se menciona en sus biografías: su madre murió cuando él era muy joven. Datos que marcan la formación de su personalidad. En definitiva, es una concatenación de cosas que tienen que ver con una cierta rigidez en no poder ver el mal, y no lo ves porque razonas mal«.

Sin ser exculpatorias estas palabras alguien podría interpretarlas diciendo que Eichmann razonaba mal y, por lo tanto… Pero Ariel Magnus zanja:

«No lo exculpa, solo intenta explicarlo. Se trata de entender cómo puede un criminal de este calibre, responsable directo del holocausto de un pueblo entero, cómo puede creer que con decir que no sabía lo que pasaba o que no tenía culpa directa alcanza para soñar con que no lo castiguen. De hecho hacerse el razonador le juega en contra, porque si uno no puede apartarse de su propio razonamiento y ver que está al servicio del horror entonces tu capacidad de razonamiento es en realidad muy acotada. Cualquiera que no tenga el odio racial tan inculcado se da cuenta de que hay un problema grave en el axioma de una raza superior a la otra con la que no puede convivir y por tanto debe exterminar. Claro que eran ideas muy afianzadas, no las inventó él. Es un fanático que sabía manejar las armas de esas teorías raciales. Un genocida del razonamiento, digamos«.

No fue el único de los grandes criminales nazis que obró así. Olivier Guez abordó hace pocos años la historia de otro genocida clave en La desaparición de Josef Mengele (Tusquets). Una novela que Ariel Magnus leyó y con la que dialoga, sobre todo, en una escena:

«Es cuando Mengele se encuentra con Eichmann en el restaurante porque reproduce el otro lado de la misma escena en el libro de Guez. Ahí Mengele tiene una imagen de Eichmann que no coincide con la que yo tengo. Mengele lo desprecia y le parece un hombre irascible, cosa que yo no percibí. El desafío de la novela fue explicar por qué Mengele lo ve así, como si ese encuentro ficticio, que realmente ocurrió, se hubiese desarrollado tal como lo describe Guez en su novela. Una clave está en que Mengele es rico y Eichmann tiene complejo de inferioridad, de ahí su resentimiento con Mengele. A Eichmann no le interesaba el dinero, lo cual lo hace un criminal casi peor aún, porque ni siquiera tiene esa justificación. Su maldad es la de un «idealista», como le gustaba pensarse a él mismo. Muy escalofriante«.

En El desafortunado se aprecia a una persona en la oscuridad de sus acciones criminales y, a la vez, con destellos de humanidad. Aparece un Eichmann inquietante en su hogar, con su mujer y sus hijos, como uno más. Incluso yendo a comprar un ramo de rosas para recibir a su mujer después de varios años en el exilio. La parte de cómo somos los seres humanos donde el aprecio o el amor por algo o alguien tiene un hueco.

«Eichman quiere a su mujer, a sus hijos, disfruta de la naturaleza, toca el violín… Son lugares comunes del malo sensible pero son reales, por eso también aparecen. De todo modos me esforcé por evitar los clichés: ni el malo malísimo, aunque haya hecho tanto mal, ni tampoco pintarlo como un idiota, siguiendo la visión que propone Arendt o Harry Mulisch. Eichmann está en el medio. Por eso es un personaje muy incómodo de escribir y de leer».

Ariel Magnus ilumina la gama de la condición humana donde prima la maldad.

«Lo importante para mí era, sin buscar exculparlo ni minimizar sus actos, poner en su punto justo nuestro desprecio por él, enfocar mejor el asco eterno por este hombre y lo que representa. Al presentarlo como un semejante, el rechazo sirve para reflexionar sobre la condición humana. Eichmann era un monstruo del mal, pero no un extraterrestre, y solo si lo vemos así, como un igual, podremos reconocerlo en el futuro y tal vez evitar otras masacres».

Al final de la novela, Magnus va a la casa 2755 en la calle Libertad de Buenos Aires donde estuvo Eichmann. ¿Cómo fue entrar en la cabeza de Eichmann y le hace decir y pensar todo eso?

«Tardé mucho tiempo en sentirme seguro. Pasé meses leyendo todos sus escritos, documentos, biografías… Fue un proceso espantoso y muchas veces pensé en abandonarlo. Como nieto de sobreviviente de Auschwitz el tema ya estaba en mi casa, en mi familia y por eso nunca me preocupé por estudiarlo de veras. Suponía que sabía de eso por las cosas que había escuchado de mi abuela, pero es mentira, la verdad es que no sabes mucho si no estudias en profundidad. Esto fue una buena oportunidad de adentrarme un poquito en ese mundo tremendo. Ahora bien, en el momento en que sentí que ya estaba preparado, tenía la primera escena y sabía cómo pensaba Eichmann, la escritura fluyó con naturalidad y escribí el libro en pocos meses. Lo que vuelve a ser bastante tenebroso».

Un primer gran acercamiento, aunque diferente a este tema fue cuando escribió La abuela y entrevistó a su abuela sobreviviente del Holocausto:

«En ese libro me burlo de mi poco profesionalismo. Empecé a grabar las entrevistas y mi abuela se enojaba porque no entendía lo que le preguntaba; es la crónica de un fracaso. Ahí perdí la oportunidad de saber entrevistar a mi abuela, aunque el libro quedó bien en tanto descripción de nuestra relación. En El desafortunado fue distinto: leí cosas que si no fuera por esto no hubiera leido. A mí me gusta leer ficción, no me gusta tanto la historia, el tema del nazismo no me atrae mucho, me angustia, lo esquivo. Tenía que dominar la narración, encontrar respuestas a preguntas, pensar, ponerme en un lugar distinto».

Hay dos escenas representativas de la belleza y el mal intenta humanizarse con formas inesperadas y aquí Magnus las conecta: una es el comienzo de la novela cuando Eichmann intenta comprar un ramo de rosas para su esposa que llega a Buenos Aires, dos días después de la muerte de Eva Perón:

«La mujer de Eichmann realmente llegó cuando velaban a Eva Perón y lo que describo de la ciudad fue así y hasta es real que Buenos Aires se quedó sin flores. La otra escena de flores es cuando Eichmann va a comprarle rosas por el aniversario de bodas. Se supone que fue una de las razones por las que cayó, ya que pudieron deducir que era él porque sabían cuándo se había casado».

La otra escena está al final. Cuando el escritor va a la casa 2755 y habla con una mujer llamada Gertrudis. Magnus le dice que su padre quería saber qué vino había tomado Eichmann antes de morir ahorcado tras el jucio en Jerusalem en 1962 y ella le pregunta si lo averiguó. Entonces a Gertrudis le surge otra pregunta que va más allá ¿quién se tomó el resto de la botella?

«Necesitaba limpiar el libro de la presencia de Eichmann y para mí no había ninguna presencia más fuerte que la de mi abuela. Ese epílogo está construido igual que el libro. La historia que cuento de mi abuela, que fue a Auschwitz por acompañar a su madre y al final ella sobrevive, es cierta, pero claro que yo nunca hablé con esa Gertrudis. Hay otro homenaje escondido a mi abuela, en el encuentro entre Eichmann y Mengele. Mi abuela decía que se salvó en Auschwitz porque alguien la apartó de una patada de la fila que iba al horno y juraba que ese alguien había sido Mengele. Según me dijo Bettina Stangneth, son muchos los sobrevivientes que cuentan cosas parecidas, como una forma de reivindicar la importancia de su sufrimiento por el renombre de quien lo infligió. En la novela me di el gusto de que Mengele diga que le molesta acordarse aún de esa petisa a la que tuvo que darle una patada para separarla de su madre. Es una venganza poética en memoria de mi abuela».

¿Pero por qué titular una novela sobre Adolf Eichmann El desafortunado? La clave está en que Magnus no se olvida de mostrar a Eichmann como un  hombre pusilánime y valiente cuando tiene el poder. Una de esas personas que buscan solo complacer o congraciarse con el jefe, muy buenos subordinados:

«En la novela traté de demostrar que había algo de eso, como en cualquier funcionario, pero que aspiraba a más y llegó a más. Es el funcionario que quiere cumplir, pero también tenía ambiciones y el proyecto de gobierno era dominar el mundo. O sea que pasó de un puesto elevado con miras a la conquista del mundo a criar conejos en el culo del mundo. Quería mostrar cómo reacciona frente a eso. Después está la victimización constante, del tipo: yo soy un buen funcionario, pero tuve la mala suerte de que me tocó un mal jefe. Por eso la novela se titula El desafortunado. La ficción nos da la oportunidad de meternos en la cabeza de Eichmann con las herramientas de la verosimilitud, que me parece de las más legítimas para explorar la psique y el accionar de una persona. Esto quiere decir que todo lo inventado se basa en lo que él escribió, los documentos, el juicio, las biografías, su modo de pensar. No es un invento sino una proyección. La empatía que puede generar la ficción es algo que otros géneros no permiten».

Al final, la misma forma de amor que habría intentado el mal normalizarse en Adolf Eichmann a través de la búsqueda de unas rosas de bienvenida a su esposa lo llevaría después a su captura por el Mossad. Pero antes otra forma de amor, la de su hijo por una chica, sería la pista que sacaría del escondite a uno de los criminales más terribles de la humanidad.

Winston Manrique Sabogal

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