
El escritor español Daniel Jiménez (Madrid, 1981), autor de ‘El incidente’, en una cafetería madrileña en marzo de 2025. /WMagazín
Daniel Jiménez: “Las redes sociales imponen la necesidad de aparentar la felicidad y eso afecta a la salud mental”
El escritor español publica 'El incidente', una novela sobre la realidad de personas con problemas mentales, su familia y los profesionales que los atienden. Una obra polifónica con cuarenta voces que reconstruyen un hecho real que invita a la sociedad a reflexionar
En el bar donde siempre es un atardecer, por el tono de sus luces y las vidrieras que atenúan la luz del día, Daniel Jiménez (Madrid, 1981) se adentra en el territorio que funde la realidad del autor, del narrador y del personaje en su reciente novela: El incidente (Seix Barral). Un espacio literario que ilumina zonas de la salud mental que tienen que ver con el paciente, la familia, los profesionales, los centros especializados y la sociedad. Una historia coral basada en hechos reales a través de cuarenta personas afectadas o que dan su testimonio sobre un caso que Daniel Jiménez conoció e investigó y que refuerza al compartir su experiencia, lo cual lo convierte en una especie de auctoritas.
El incidente son tres relatos en uno: el caso de Manuel Alejandro bifurcado entre su propio diario y lo que recuerdan y opinan las cuarenta personas sobre lo ocurrido, el de la vida del autor-narrador mientras investiga el incidente y el de la sociedad, porque esta historia muestra que cada caso de salud mental compete a cada uno de nosotros, aunque no seamos conscientes de ello y sin saber lo mucho que se puede hacer.
“Lo que quería era dignificar a los pacientes, resaltar el valor de los profesionales y de las personas que se quitan de en medio”, confiesa Daniel Jiménez que en su tercera novela su yo vuelve a ocupar un lugar clave, pero no como eje central, como lo hizo en Cocaína (sobre el túnel que vivió) y El plagio (sobre un robo intelectual-creativo que vivió su familia), sino para compartir su vida y ayudar a los demás: lo ocurrido a un paciente, ingresado por tercera vez, en un hospital psiquiátrico con el médico responsable de la planta que todos vieron como algo habitual y sin mayor importancia, hasta que “la versión oficial se empieza a desmoronar cuando un escritor en crisis, que estuvo ingresado hace veinte años en ese mismo lugar, se decide a investigar el caso y confronta los testimonios de todos los implicados”. Sus otros dos libros de ensayo son Las dos muertes de Ray Loriga (2019), y la colección de cuentos La vida privada de los héroes, (2020).
El origen de El incidente surge de una mezcla entre la pareja de Daniel Jiménez que trabaja en salud mental, un tema, explica el autor, que le ha preocupado mucho, sobre todo a raíz de la pandemia: “Pensábamos que íbamos a salir mejores y parece que no ha sido así. Luego me enteré del incidente, que no es el único que sucede porque en las plantas de psiquiatría hay gente maravillosa que atiende y hay otros que, por los motivos que sean, y que en el libro intentamos entender, generan casos de violencia, y este caso es uno muy particular”. El escritor aclara que, aunque no es un hecho muy grave como podría ser una violación, sí es delicado y lo corriente o habitual es eso lo que lo convierte en importante. A ello suma su experiencia: “A lo que había hablado y reflexionado con mi pareja y sintiendo y revisando mi propia historia psiquiátrica y la de mi familia, la de mi hermana en este caso, me pareció que era un punto de partida ideal para armar un relato que se abriera desde lo personal a los testimonios, que aquí son cuarenta, e investigando y leyendo muchos libros. Una novela polifónica intentando contrastar información y opiniones sobre lo que pasaba y pasa con la salud mental. Los que defienden una postura u otra. Lo importante que son los diferentes puntos de vista y que estén todos integrados”
Y así, El incidente es un rompecabezas oral sobre una persona afectada en su salud mental, el trato que recibe en todos los ámbitos, las posibles causas, el aumento de este malestar y “la necesidad de acabar con el estigma que la rodea sin caer en el exhibicionismo al que conduce su permanente visibilización”, explica la editorial. Y, sobre todo, un retrato respetuoso, delicado, riguroso y muy humano con sus diversos matices que sirven para que el lector reflexione. Siguiendo esta intención del autor, lo primero que le pregunto es lo obvio:
Winston Manrique Sabogal. ¿Qué es la cordura?
Daniel Jiménez. No sé si lo puedo explicar, ni siquiera sé si la atravieso… Es la estabilidad, mantener el equilibrio entre un extremo y otro. Y en este libro y en mi vida, la cordura me acerca al equilibrio.

W. Manrique Sabogal. Hay varios conceptos muy presentes en la novela que concentro en tres: los afectos y su importancia para sostener la vida de cualquiera, en especial la de personas con problemas de salud mental; la soledad y sus acechanzas que pueden traer sombras a las vidas; y la felicidad como el horizonte buscado, pero que puede convertirse en una condena.
Daniel Jiménez. Los afectos son tan importantes que una de las imágenes del libro es cuando a Manuel Alejandro le queda claro que lo que necesita es una expresión de afecto con un profesional porque siempre ha recibido de ellos una relación jerárquica de distancia y él, de alguna forma, lo que más agradece es un abrazo de una persona que le reconozca, que la trate bien, que intente quererle, cuidarle, sostenerle sin paternalismo, de igual a igual. Con el narrador que soy yo, lo único que sabemos es que tiene una relación distanciada con su esposa y su hijo. Afecto en la familia, trato humano entre pacientes y profesionales y, obviamente, de los profesionales entre ellos mismos. Una de las psiquiatras que entrevisté reconoce que hay diferencias por cómo se llevan entre ellos. Porque con las cosas que ven y viven necesitan llevarse bien entre ellos. Es casi más importante una expresión de afecto que una distinción jerárquica.
W. Manrique Sabogal. Y por lo que cuenta la novela mucho más para los pacientes de salud mental. Pero también deja claro que para los profesionales, por el entorno en que trabajan y la presión que reciben.
Daniel Jiménez. En el libro un auxiliar comenta que Montesinos, el psiquiatra, el personaje basado en una persona real, no quería o les prohibía darles abrazos a los pacientes. Porque decía: “Ellos son pacientes, no somos sus padres, no somos sus amigos”. Era una defensa suya para no contagiarse, no de la locura, sino que no le afectase tanto. Esos pacientes son personas que están en el momento más difícil de sus vidas y, muchas veces, los encierran en un sitio con gente que no conocen y que también está perdida de la vida. Donde tu único vínculo con el exterior es una llamada, ahora hay más libertad en plantas, y alguno puede tener un móvil, pero antes no podías ni llamar al exterior o era una llamada al día y en el televisor no ponen las noticias. Es un aislamiento muy grande y si los propios profesionales te ven a ti como un engranaje de un sistema en lugar de como a una persona, te afecta más.
Otro psiquiatra dice que hay un beneficio enorme cuando los pacientes mejoran porque ellos también mejoran como profesionales; pero que cuando los pacientes empeoran ellos también empeoran. Estás expuesto a fluctuaciones de ánimo, de carácter, de la vida de personas que están al borde de quebrarse. Hay profesionales que se implican y hay otros que hacen todo lo contrario porque es muy duro, porque si te implicas, realmente, si quieres exponerte a ayudar a una persona, y eso implica involucrarte y vincularte con ella, eso te expone a más riesgos.
W. Manrique Sabogal. Tras los afectos, el segundo tema en El incidente es la soledad. Y más ahora donde, aparentemente, debería haber menos soledad por la red de comunicaciones de las tecnologías emergentes, pero parece lo contrario.
Daniel Jiménez. Es la paradoja. Estamos híper conectados, pero solos en casa con una pantalla. Es un fenómeno curioso. Me manejo muy poco en redes, me comunico por teléfono o mensajes de texto o audio largos. Lo veo como algo preocupante, intento moverme, mantener esos vínculos y afectos porque la escritura es un oficio muy solitario. Te afecta y te condiciona el que estemos ahora tan solos. Es un empobrecimiento de lo que nos hace humanos que es la comunicación, la interacción y las relaciones.
W. Manrique Sabogal. Y, el tercer concepto clave en la novela, es la felicidad, que es el deseo que recibe mas presión en el siglo XXI.
Daniel Jiménez. Se ha vuelto una exigencia, una imposición y se habla de la industria de la felicidad. Viene mucho al hilo de la soledad porque nos imponen una necesidad de aparentar la felicidad constantemente, sobre todo en las redes y el mundo digital, y eso afecta a la salud mental. Nos configuramos con nuestros deseos y aspiraciones, en base a unas exigencias externas y no propias. La felicidad es un estado transitorio por el que se pasa o alcanza en algún momento. Alguien dice en el libro que es mejor la alegría en lugar de la felicidad. La alegría es un estado más modesto y, al mismo tiempo, más generoso porque se comparte más. La felicidad es más individualista, mientras que la alegría siempre la estás compartiendo con la gente.
W. Manrique Sabogal. Hay una escena en la que confluyen los tres conceptos que ha comentado: cuando Manuel Alejandro se siente lleno de afecto, no se siente solo y se siente feliz. Es una escena que tiene que ver con el amor y la sexualidad. ¿Qué opina de que en el mundo actual algunas identidades y libertades sexuales vivan un momento de señalamiento o involución?
Daniel Jiménez. Estamos en un momento regresivo y retrógrado. Ha habido un atisbo de gente que ha podido sacar el cuello porque los tenían ahogados por su sexualidad o religión, por ejemplo. En España es muy claro, porque la derecha cree que el gobierno y la nación son de ellos, que los valores son suyos y creen que alguien los usurpa si no siguen sus normas. A nivel de sexualidad los condiciona. Sigue habiendo gente que te quiere arrinconar. A esas personas les da miedo la libertad que, supuestamente, quieren defender. Hay personas que quieren controlar la libertad, pero lo que ellos piensan y defienden no es la libertad. Es muy sintomático que los chavales de hoy sean abiertamente franquistas u homófobos y hace poco estaban educados sexualmente en más libertad, ahora han vuelto las agresiones y las censuras.
W. Manrique Sabogal. La identidad sexual es clave en esta novela, vivirla con normalidad.
Daniel Jiménez. No es gratuito que la madre del protagonista sea católica, que él se enamore de un profesor que tiene la edad de su padre y que le hace caso, lo que no hizo su padre. Y los padres hacen como si nada. Es una negación absoluta sobre la realidad de Manuel Alejandro. Hay una incapacidad de aceptar cómo es su hijo y lo achacan a un problema mental.
W. Manrique Sabogal. Incapacidad ya no solo para comprender a otra persona, sino reconocer y comprender las diferencias. Hay un momento en la novela que dice: “Convierten nuestras diferencias en dificultades”.
Daniel Jiménez. Son las categorizaciones, aquí los psiquiatras o la Iglesia. Por eso se hace la comparación entre ellas. Los que ostentan el poder de definir las cosas al final son los que nos construyen. A veces, la identidad la construimos contra alguien, porque nos imponen cosas, lo mismo con la felicidad. No nos dejan espacio, nos dicen cómo tenemos que ser y quién es normal y qué es ser raro, qué es aceptable y qué no es aceptable, qué es lo moral, lo correcto. El problema es que la psiquiatría, muchas veces, se ha asociado con el poder y con el control, y más con la contención que con el cuidado. Está en su ADN, por desgracia. Aunque hay mucha corriente en psiquiatría y profesionales que están en contra y son proactivos con los derechos de los pacientes. Pueden declarar a alguien incapaz en un juicio, a lo que hay que sumar el lenguaje que utilizan…
W. Manrique Sabogal. Ese es un aspecto importante en El incidente, lenguaje y palabras como arquitectos de personas y mundos.
Daniel Jiménez. Claro. Llamar a una cosa sujeción mecánica no es lo mismo que decir “te voy a atar de pies y manos a la cama y no te vas a mover”. Si a la gente le haces creer que libertad es lo que estás defendiendo, pues a los jóvenes los engañas. Utilizas una palabra para pervertirla y darle un significado que te conviene, pero el valor de las palabras y lo que expresan las cosas no se deberían perder.
W. Manrique Sabogal. Tiene tanta importancia el lenguaje en la novela como constructor de la realidad que hay testimonios de cuarenta personas que relatan el caso de Manuel Alejandro y sus voces crean una especie de rompecabezas o caleidoscopio sobre dicha realidad.
Daniel Jiménez. Si solo hubiera hecho la novela con mi caso habría caído en lo que critico: el exhibicionismo de ciertos libros y de las redes que no profundizan en los temas. En este caso, mi experiencia compartida y enriquecida con la de otras personas, que día tras día viven esto, que conocieron el caso real del incidente completan y complementan el caso.

W. Manrique Sabogal. ¿Cómo manejó tantos testimonios en la novela?
Daniel Jiménez. Muchos de ellos son tan buenos oradores y narradores que no he modificado nada. Lo único que he hecho es introducir el narrador, que soy yo, que no estaba en la primera versión. Recurrí a él para vehicular la información y que funcionara como espejo con esta historia para mostrar cómo le iba afectando lo que investigaba y escribía. Como toda ficción que se precie, debe haber algún tipo de cambio, una transformación. Entre medias está la voz de Manuel Alejandro, ese ejercicio introspectivo que le encarga el profesor donde resuenan algunas cosas que me pasaban a mí a los veinte años. Ahí hay más ficción basada en la experiencia del paciente.
W. Manrique Sabogal. Es su quinto libro, pero la tercera novela donde la presencia de su yo es protagonista.
Daniel Jiménez. Es algo a lo que me vi abocado. Con Cocaína (2016) me convierto en el caso del autor que se identifica con el personaje y creo un poco ese bucle de identificación e inconscientemente escribo de manera natural: autor, narrador, personaje. En El plagio (2022) intento desmarcarme de esa romantización del autor atormentado que escribe de noche con sustancias y lo hago sin artificios narrativos; y en El incidente (2025) me quise alejar y lo centré en los cuarenta testimonios, pero cuando leyeron la primera versión me dijeron que faltaba mi voz. Estoy intentando siempre entrar y salir de mi propia vida como autor y personaje y este libro reclamaba mis vivencias.
W. Manrique Sabogal. Manuel Alejando dice que “El futuro siempre llega tarde, o llega cuando habías dejado de esperarlo”. ¿Qué opina Daniel Jiménez?
Daniel Jiménez. Me siento identificado bastante con lo que piensa el personaje. Siento mucha empatía por lo que le sucede a Manuel Alejandro y aunque el psiquiatra no es el modelo a seguir, como dice alguien, cómo no iba a actuar así en el estado en que estaba. Lo que quería era dignificar a los pacientes, resaltar el valor de los profesionales y de las personas que se quitan de en medio.
Una obra donde la música tiene unos momentos importantes. Igual que para Daniel Jiménez que el año pasado resultó ser, según Spotify, uno de sus usuarios que más escuchó música en 2024, pues lo hace, incluso, cuando escribe, cuando se hace acompañar de melodías clásicas o instrumentales o de cantantes, pero no tanto en español porque lo tienden a desconcentrar.
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