Despedida al Maracaná de las ferias de libros y la lectura 2016, con Gabriela Alemán

FIL 2016 / La escritora ecuatoriana visita la feria mexicana durante sus últimos días. Esta es su visita como epílogo

Imaginen un estadio de fútbol, el Maracaná por ejemplo, y divídanlo en seis partes; en dos de ellas pongan quince auditorios para más de ochenta personas, en las otras imaginen libros como si fueran hinchas. Esa es la sensación al entrar a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, FIL. Todo es desproporcionado, enorme, espectacular. La gente nunca ha de llegar ni de llenar salones ni de comprar libros. No sé cuantos puestos hay −entre editoriales, distribuidoras, países y pabellones especiales−, pero son muchos. Hay sitios, como el de Random House, en los que una ni puede entrar porque la gente se apelotona en ellos como si Messi se encontrara allí. Y otros, pequeños, llenos de joyitas. Para no desaparecer en la multitud lo mejor es trazar un plan, poner metas y seguirlo. El mío, el dos de diciembre, fue llegar a la charla de George R.R. Martin; sentarme en el trono de Game of Thrones; conseguir La mano del pintor de María Luque; pasar por el stand de la Secretaría de Cultura de México; escuchar la charla de Mario Mendoza, Gabriela Cabezón, Horacio Castellanos Moya y Élmer Mendoza sobre el dolor en la literatura; pasar por el Encuentro internacional de cuentistas; participar en la mesa Narrar las urbes de América Latina junto a María Negroni, Pablo Montoya y Rafael Gumuncio y hacerme de El complot Mongol de Rafael Bernal. Mi amigo Gastón García fue mi Cicerón en el laberinto.

La charla de Martin fue espectacular, comenzando por el escenario. El público se encontraba bajo una lona donde cabían unas dos mil personas, a metros de la calle. Martin, sobre un escenario, respondía las preguntas que sus seguidores habían depositado en una caja verde fosforescente. Habló sobre todo: cómo crea personajes femeninos tan poderosos, “Pienso en ellas como personas, así de simple”; si su esposa le pidiera que no mate a alguien, ¿le haría caso?: “Mi esposa me dijo que me dejaba si mataba a su personaje favorito. No les voy a contar cuál es pero estoy pensando seriamente en que no muera”; en cuándo quisiera que los dragones se materializaran en este mundo, “Se los hubiera prestado a Hillary en las últimas elecciones” y para acabar con el tráfico endemoniado y los pitos y bocinas en la calle mientras se desarrollaba su charla. Luego fue perderse en el Pabellón Internacional para buscar la Editorial Sigilo que había publicado la novela gráfica de María Luque, dimos con el libro en el stand de El Ilustradero. Una de las joyitas que anda perdida por ahí: había libros de Powerpaola, Alberto Montt, Decapitado y Vinatería del Pacífico de las editoriales ecuatorianas Deidayvuelta y El Fakir y La mano del pintor. En la contratapa del libro de Luque dice: “Mi tatarabuelo Teodosio Luque cursaba el último año de medicina cuando fue enviado a la Guerra del Paraguay, en la batalla de Curupaytí tuvo que amputarle la mano a un soldado para salvarlo. Era Cándido López, el pintor, y la mano herida era su mano hábil. Durante los años siguientes Cándido entrenó su mano izquierda y logró pintar 52 de los 90 bocetos que había hecho sobre la guerra…”. Gastón luego confabuló en el stand de Planeta para encontrar, entre los cientos de libros exhibidos, el libro de Bernal y me lo regaló. Del puesto de la ex CONACULTA salí con la revista Tierra Adentro dedicado a Elena Garro, un homenaje a su relevancia para la literatura continental.

El jueves primero fue seguir una cascada de nombres por los salones de la FIL: Carmen Aristegui, Luisa Valenzuela, Alicia Dujovne Ortiz, Renato Cisneros, Rosa Montero, Ofelia Medina (la primera Frida para mí, protagonista de Frida, naturaleza muerta de Paul Leduc). Hoy sábado voy por la mesas de Ficciones reales o realidad ficticia, Literatura en gran formato y Escritores en busca de un lector. Y a ver si me animo a lanzarme a la cancha sin un plan para llevarme la maleta llena de esos libros argentinos, brasileños, chilenos, italianos y rumanos que solo se ven reunidos una vez al año bajo el techo de la FIL.

  • Gabriela Alemán (La muerte silba un blues, Random House, 2014; Humo, Random House, 2017).

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