El escritor argentino Eduardo Berti. /Foto de Dorothée Billard – cortesía Páginas de Espuma

Eduardo Berti: «La lectura ha sido un remanso en este confinamiento al sacar los ojos de la pantalla»

El escritor argentino habla de su homenaje al lector, la lectura y la literatura en el ingenioso volumen de historias reunidas en 'Círculo de lectores'

Desde pequeño a Eduardo Berti lo ha perseguido un juego de espejos con la lectura y la literatura. Desde sus años infantiles hasta estos días de confinamiento por el Covid-19. Todo empezó en las bibliotecas mellizas de dos de sus tías que vivían en la misma casa en Buenos Aires. Cada una tenía su propia biblioteca y muchos títulos iguales. Allí, con sus tías, lo dejaban sus padres cuando se iban al cine, a ver una película o tenían cualquier otro plan fuera de casa.

En aquella casa y en ese juego literario, Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) descubrió el alcance de la imaginación y el poder del juego de las palabras. Una experiencia que ha reflejado en sus libros, sobre todo en el más reciente: Círculo de lectores (Páginas de Espuma).

Su vida sigue girando bajo esa premisa de los dobles y la lectura. Incluso en días de la Covid-19 cuando la realidad se ha desdoblado en el mundo habitual y en el de la pandemia que tienden a fundirse en uno solo. «Al comienzo del confinamiento no podía leer ficción, quizás por la convivencia de esos dos mundos reales y no tenía cabeza para un tercero creado en la novela. Luego sí pude leer ficción», cuenta por teléfono desde su confinamiento en Bordeaux (Francia) el escritor argentino.

Círculo de lectores es un atlas o cartografía de historias sobre el universo de la lectura y los lectores. Un homenaje a escritores y lectores al estar poblado de referencias y ecos metaliterarios muy amenos e ingeniosos. Una reivindicación de la recreación, palabra que le encanta a Berti, y que representa parte de su filosofía porque todo en la vida más que crear se trata de recrear. Uno de los primeros recuerdos de Eduardo Berti sobre cuándo tuvo conciencia del acto de leer lleva implícito eso: un juego, una recreación, como lo evocó en febrero en el sofá de su editorial madrileña Páginas de Espuma.

“Los recuerdos muchas veces se construyen a partir de los relatos de los padres. Hay momentos en que uno no sabe si está recordando el recuerdo anterior o si es una espiral de recuerdos y no sabe cuánto de los relatos de los padres armaron esos recuerdos. Pero sobre la primera vez que tuve conciencia de leer creo que son imágenes propias: recuerdo haber tomado un libro que después supe que había sido el libro con el que mi madre había aprendido a leer que se llaman Upa. Recuerdo haber cogido ese libro y haber jugado a que leía. Veía las palabras, pero al principio no era tanto leer como representar la lectura, escenificar el rito… Luego con dos años empecé a reconocer algunas letras, no a leer palabras, pero sí a leer letras”.

Luego el acto de lectura como tal, del placer de querer buscar un libro, abrirlo y dejarse llevar por lo allí escrito se fortaleció en casa de unas tías. El mundo se enriqueció para quien luego escribiría cuentos como Los pájaros, La vida imposible y Lo inolvidable, o novelas como Agua, L amujer de Wakefield, Un padre extranjero y Faster; o libros sin etiquetas tipo Los pequeños espejos, La máquina de escribir  caracteres chinos o Inventario de inventos. De aquella casa viene casi todo.

“Tenía dos tías que eran maestras de literatura. Enseñaban o trataban de contagiar su pasión por los libros a chicos de 13 o 15 años. Las dos eran solteras, vivían juntas, y cada una tenía su propia biblioteca; incluso con libros repetidos. Pero cada una tenía el suyo. Ahí descubrí todo. Mis padres, cuando querían tomarse pequeñas vacaciones de mí o irse al cine tranquilos, me dejaban con mis tías que me recibían encantadas y me malcriaban. Estaban las dos bibliotecas y creo que muchas cosas en mí vienen de esas bibliotecas. No solo la pasión por los libros, sino cierto juego con las duplicaciones, los dobles, de eso me doy cuenta mucho más tarde. El primer cuento mío, titulado La vida imposible que habla de un hombre que tiene una doble vida, pero con hogares idénticos, repetidos, viene de esa biblioteca. Uno siempre cree que inventa de cero y no es así. Otra vez una de mis tías me presto su máquina de escribir Olivetti y ahí, por primera vez, me puse a copiar líneas sueltas de esos libros. Yo descubrí todo en esa biblioteca. La primera vez que vi el nombre Kafka o Borges fue ahí”.

Es el origen de Eduardo Berti lector, escritor y soñador, y traductor de escritores como Henry James y Marguerite Yourcenar. De donde procede el impulso de fundir realidad y ficción como una dimensión tan real como cualquier otra. Siempre ha rendido homenaje a la lectura pero, quizás, más en este Círculo de Lectores:

“Es un homenaje al acto de leer, a la creatividad del lector; a la singularidad del acto de leer. A la singularidad de cada lector y a los efectos que tiene la lectura en cada uno. A cómo leer nos cambia, nos transforma. Nuestra biografía está en lo que hemos leído. En el libro juego un poco con la idea de la lectura como depósito de la imaginación. Uno de los textos más híbridos es el que relata el seguimiento a una serie de noticias en los periódicos y cómo desaparecen. O de otro donde unos lectores que leen una traducción concreta de La metamorfosis, de Kafka, se transforman en el insecto que imaginan leyendo el libro. Ahí juego con la idea de que el lector completa el libro, y eso es parte del círculo de la lectura».

Y así como está presente Kafka también lo están Julio Cortázar o el cuento Funes el memorioso, de Borges, y más referencias encantadoras. Todo como representación de una palabra que le gusta a Eduardo Berti al funcionar como una especie de puerta de vaivén entre el mundo real y el de la ficción.

“Estas ideas con autores o sus libros y argumentos aparecen en medio de la escritura. No es premeditado. El proceso de escritura incluye estos descubrimientos, estos momentos de conciencia. Llega la edición y uno se pregunta qué hacer con esta conciencia para no matar el libro. Hay una palabra que adoro: Recreación. Me parece que todo está en la recreación que contiene el juego. Es una palabra útil para el libro. El juego hace que la experimentación no sea tan hermética. El juego ayuda a que la experimentación no se agote en sí misma e invita a sumar a otra gente”.

Eduardo Berti juega con la autoría: la recreación de la propiedad de ideas, al fin y al cabo el concepto de autoría es nuevo en la historia de la humanidad y la creación y atribución a las obras de arte y las cosas en general. Un concepto que en las artes condiciona la opinión de la gente, a favor o en contra cuando alguien se aproxima a un texto o a una obra cualquiera.

“Hay muchas historias que encuentras en distintos escritores. Estamos muy condicionados por muchos prejuicios. Hay un par de ejemplos fascinantes: el caso de Boris Vian que firmó sus primeros policiales como Vernon Sullivan y presentándolos como traducciones. La broma duró un momento y eso generó una acogida distinta. Y está el caso magistral de Romain Gary que parece una novela. Es una historia fascinante porque Gary se reinventa como escritor cuando inventa a Émile Ajar. Es fascinante no solo por los efectos que tiene en su obra y cómo hace cosas que no habría hecho por condicionamiento propio y de la industria. Pero también pone el dedo en los prejuicios que tenemos todos. Él gana dos veces el premio Goncourt porque usa dos nombres (primero el de Gary en 1956 y luego el de Ajar en 1975), sino no lo hubiera ganado nunca, y hasta se permite la broma que el otro autor lo critique en sus páginas”.

Edición francesa de ‘ON N’Y échappe pas’, de Boris Vian y OuLiPo.

El doble en su vida. Otra vez. Eduardo Berti forma parte del grupo de experimentación OuLiPo. Ahora él y ese grupo literario han terminado la novela policial inconclusa de Boris Vian por encargo de su familia: On n’y échappe pas. Berti asumiendo una de las múltiples facetas de Vian, continuando algo de Vian justo en el centenario del nacimiento del escritor, músico, traductor, ingeniero, y más cosas, francés.

“Fue una sorpresa para todos. Estaban los herederos y albaceas de Boris Vian que vinieron a ver sobre todo a Marcel Bénabou, uno de los decanos del OuLiPo, y preguntaron si podían terminar el libro de Vian. En realidad, Vian muere un año antes de la fundación de OuLiPo en el 59, porque cumple este año sesenta años. No hay duda de que Vian hubiera formado parte del grupo porque era amiguísimo de todos ellos y todos terminaron escribiendo prólogos a su obra. Este libro que terminamos Vian lo abandonó en 1950. Dejó cuatro capítulos muy bien escritos y una sinopsis de cinco páginas. Continuarlo fue todo un desafío y una cierta legitimidad de OuLiPo para hacerlo porque era un problema casi oulipiano, de trabajar contra o a pesar de todos los condicionamientos que ya había».

On n’y échappe pas, firmado como Boris Vian et L’OuLiPo (Ediciones Fayard), negocia su traducción al español y catalán, cuentaba Berti el pasado febrero en la antesala de que la vida y la normaldiad se empezara a desdoblar en Europa por culpa de la emergencia sanitaria del coronavirus Covid-19, tras su nacimiento en China. Nueve semanas después el escritor argentino confinado en Bordeaux (Francia) cuenta por teléfono que la experiencia de estas semanas de confinamiento ha servido para recordar que la lectura en papel ha sido un momento de remanso, de ajustar los mundos.

“Todo lo que he querido hacer ha pasado por una pantalla: enviar un email, hablar con un amigo, ver series, informarme, escuchar música… No podía sacar los ojos de la pantalla. Pero la lectura ha sido un remanso en este confinamiento al sacar los ojos de la pantalla.

Al principio me costó leer ficción, leía más ensayo, poesía, diarios, pero me costó leer novela. Tal vez porque se habían instalado dos mundos: el habitual y el nuevo de la pandemia y un tercer mundo, quizás, era demasiado para mí. Después pude volver a la novela”. A la vida sincronizada, con uno o varios mundos.

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Winston Manrique Sabogal

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