Andrés Rábago, El Roto. /Fotografía de Lisbeth Salas-WMagazín

El Roto: «Estamos superponiendo capas a la realidad y nos alejamos de una percepción inmediata y real» (y 2)

WMagazín continúa su homenaje a Andrés Rábago por los cincuenta años de su carrera en el arte y el periodismo. Habla de su relación con los pintores, de la autoría, de la sociedad del yoísmo, de los cambios en la percepción de la realidad y, claro, del humor

El Roto considera que la imagen está en un nivel superior al de la palabra, porque «tiene una mayor universalidad». Andrés Rábago continúa el recorrido por la manera como concibe el arte y su trabajo como dibujante y pintor. Como cristalizador del inconsciente colectivo. Lo hace en esta segunda entrega de la conversación con WMagazín con la cual esta revista le rinde homenaje en el cincuentenario de su carrera.

«Soy una persona de fragilísima memoria, o tengo una memoria selectiva para algunas cosas», empezaba diciendo El Roto, en la primera parte de la conversación. Y terminaba hablando de dos puntos esenciales en su obra y vida profesional: la simplificación y la gran poda en imagen y texto y la desaparición del ego porque, asegura, «tú no tienes que existir, de hecho, ni siquiera tu nombre figura, es un seudónimo o es un heterónimo, es un alguien que tú colocas para representar al que lo ha hecho, pero que no eres tú exactamente tampoco…”.

En esta segunda y última entrega de la conversación sigue en una especie de monólogo, donde El Roto, quien suele hablar a través de unos pocos trazos y frases contundentenes, cuenta de dónde viene su maestría:

Andrés Rábago, El Roto, en otoño de 2017. / Fotografía de Lisbeth Salas

Nadie hace nada de nuevas

«Probablemente hay muchas pinturas buenas que no me llegan y que no me interesan. Yo me muevo en un territorio de la figuración en la pintura. Entre las cosas que más me interesan es la pintura un poco primitiva, cuando no existía una presencia excesiva del ego. Un poco el prerrenacimiento o el gótico primitivo. Esos territorios donde todavía no estaba el artista excesivamente presente. Creo que hay un exceso de artisticidad. Hay demasiado ego también en el arte que dificulta la transmisión de la experiencia. Luego, por supuesto, la admiración hacia los grandes creadores de formas nuevas o de lenguajes que permiten a lo mejor no a ellos, pero sí a otros posteriormente, elaborar un discurso distinto, pero con un lenguaje que proviene de otros anteriores y eso es muy claro. Creo que nadie trabaja de nuevas, nadie pinta de nuevas, nadie dibuja de nuevas, ni siquiera nadie habla, ni ve de nuevas. Todos tenemos antecedentes, todos hemos ido asimilando cosas que vienen, que son de otros y que han desarrollado otros. Eso es un eslabón más en una larguísima cadena… Sí, y de la que tú formas parte.

«No hay ningún artista, en concreto, que me haya influido. Pero sí una nebulosa de presencias que están ahí; que de repente te recuerda a alguien, te recuerda algo que has visto, te recuerda algo que has leído, pero que no sabes… Tampoco sabes a lo mejor el nombre, a lo mejor no recuerdas el cuadro concreto… Muchas veces ese es uno de los mayores placeres. A veces estás pintando a ciegas y vas a buscar a alguien que te ilumine también y coges un libro de la librería donde intuyes que ese pintor concreto hizo algo que tenía algo que ver con lo que estás haciendo en ese momento. Muchas veces es la forma de una búsqueda, de unas tonalidades, de unos acordes de color, de una ciertas formas que has visto y que te parecieron que tenían una monumentalidad especial que tú estás buscando; esa monumentalidad que has visto en alguien y que tú ves de alguna manera también representar y son muchas veces esas referencias que no son inmediatas. No es aquello que estás viendo, pero que despiertan en ti esos arquetipos o esas formas que están ahí y que de alguna manera también los cristalizas dentro de ti».

«Es que tenemos que ir destruyendo cada día para construirnos de nuevo cada día, para no ir acumulando capas sobre capa de lo que hemos ido acumulando, sino que cada día hay que desprendernos de la capa para poder encontrar nuevamente algo asombroso en el mundo en el que estás».

Ocultación de la realidad

«No creo que haya una nueva percepción de las cosas. Más bien lo que creo es que hay una ocultación cada vez mayor de la realidad. Estamos superponiendo y superponiendo capas a la realidad y cada vez nos estamos alejando más de una percepción inmediata y real. Cuantas más imágenes tenemos, más las estamos banalizando. Hoy en día las imágenes, prácticamente, son casi todas bastante banales. Es muy difícil distinguir, en el caso de la fotografía una gran fotografía de una mediocre o media. Es como si todos estos fogonazos nos estuviesen haciendo más ciegos. Creo que somos más ciegos. Esas pantallas luminosas nos están cegando y la pupila está perdiendo su transparencia y va a ser más difícil ver… Creo que hay un interés porque eso sea así.

«Ya casi nadie aguanta frente a una imagen estática. El problema de la pintura es que nos hemos acostumbrado a la imagen en movimiento y el sostener la mirada a un cuadro nos resulta muy difícil. Es duro sostener esa mirada y requiere un esfuerzo. Lo que queremos es que el cuadro, inmediatamente, salte hacia ti y te empiece a decir cosas ¿no? Y no ser tú el que tienes que entrar ahí y dar un poco… Nos estamos volviendo más vagos y más cómodos en ese aspecto…».

«En cambio, hay una presencia exagerada del Yo. No sé si tendrá que ver con la sobreabundancia de casi todo. Para salir tienes que exagerar, tienes que hacerte visible de alguna manera. He observado, en algunas ocasiones, que quieren hacerse visibles muchos artistas a través de algo que les caracterice, por su sombrerito, o su chaleco, o el bigote, o su perilla, o el otro con el pelo amarillo… Es una manera de hacerse marca, de venderse y, en el fondo, convertirse en mercancía. Todo eso me parece bastante penoso. Son signos de los tiempos en los que considero que tiene que ver esa sobreabundancia de la que hablaba y donde buscas ser identificado»

Cerebro y humor

«Has comentado un hecho que me parece relevante, es el hecho de crear nuevos circuitos neuronales. Creo que una de las funciones de la sátira, del humor y, por supuesto, también de otras artes, es la de crear nuevos canales… Yo sostengo que la risa es una especie de descarga que se produce cuando de repente descubrimos algo que hace referencia a un punto, que resuene en un punto del cerebro, en realidad está hablando de algo que está en otro punto del cerebro. Ese nuevo circuito neuronal que tienes que crear para comprender esa síntesis que te están mostrando o esa extrañeza que se produce eso es lo que produce un nuevo circuito y hay una descarga que a veces es la de la risa que es una descarga de energía y que rompe ese vínculo que se había creado.

«Yo creo que es mejor que no se produzca la risa, porque si no se produce la risa, pero se produce la conexión entre esos dos elementos que estás uniendo en ese momento estás creando un circuito que va a quedarse estable. Si se produce la risa se rompe el circuito, esa es mi teoría…

«La gente que no tiene conexiones no tiene sentido del humor. Son muy lineales, pero no saben saltar de un punto a otro, no tienen esa flexibilidad mental. No entienden nada. Su cerebro es muy rígido. Y un poco la función del humor, de la sátira y de tantas otras cosas, es crear unos cerebros más flexibles que permitan comprender las cosas en una multidireccionalidad que normalmente no tienen… Son cerebros que se han quedado fríos…».

Al final, El Roto pide un favor: «Quita todo lo sobrante, que serán dos tercios, y a ver si de ahí sale algo». Tras un intercambio de palabras sobre el diálogo que establece con los lectores y la admiración que despierta su trabajo, sobre la que El Roto no parece ser consciente del todo, dice:

“Mi interés es crear vínculos afectivos, que el mundo tenga vínculos afectivos… que las almas se reúnan. No solo que se reúnan los intereses externos e internos y cualquier encuentro es un regalo que se te hace para producir ese encuentro de algo que no eres tú con algo que no es el otro, pero es común a ambos».

Y ese encuentro es lo que propicia Andrés Rábago con cada uno de sus trabajos. Mientras que el encuentro suyo con otros se produce, por ejemplo, cuando entra a museos como el Prado, de Madrid, donde no va a ver un cuadro concreto ni a un artista en particular, pero donde, de repente, descubre nuevas obras o que las han cambiado de sitio y la mirada cambia.

«Sales de una exposicion y te das cuenta que te ha enseñado una forma de mirar. Me pasa mucho cuando salgo del Museo del Prado y veo que los colores se refuerzan. Notas que tu mirada se ha pulido, se ha perfeccionado; con la mirada de los pintores la mirada se ha hecho más sutil, más sensible. Y cuando sales de ese lugar  tu mirada es muy distinta… Es asombroso, yo lo he experimentado, todo es más nítido, más rico, tiene más matices».

Winston Manrique Sabogal

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