Estas son las bazas de los trece libros de cuentos que aspiran al Premio García Márquez
Hay autores conocidos como Restrepo, Puértolas, Mesa y Paz Soldán y emergentes como Enriquez, Correa Fiz, Colanzi, Trías, Falco, Zúñiga... En 4 de octubre se conocerán los cinco finalistas y en noviembre el ganador
«Escribir cuentos es como vaciar en concreto; si el concreto no fragua, se jodió y tienes que empezar otra vez. En cambio, escribir novelas es como pegar ladrillos; si este muro no te salió, tiras el muro y lo rehaces, corres la puerta para allá». Estas palabras de Gabriel García Márquez dan cuenta de la importancia que el Nobel colombiano daba al cuencto. Un género que practicó desde el comienzo de su vida literaria cuando en septiembre de 1947, hace 70 años, publió en la edición dominical del El Espectador el relato La tercera resignación. Desde entonces nunca abandonó este género que tanto quería.
Su práctica y pasión está garantizada con muchos autores hispanohablantes. Trece de ellos han sido seleccionados al IV Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. Trece libros de autores consagrados como Soledad Puértolas, Laura Restrepo o Edmundo Paz Soldán, o reconocidos y emergentes como Valeria Correa Fiz, Liliana Colanzi, Fernanda Trías, Rubén Ariel Urquiza, Federico Falco, Mariana Enriquez, Diego Eduardo Zúñiga, Daniel Salinas, Alejandro Morellón o Sara Mesa.
Trece libros de un total de 91 postulaciones. Cuatro escritores argentinos, tres españoles, dos bolivianos, un mexicano, un chileno, una colombiana y una uruguaya conforman la lista de participantes que aspiran a este galardón convocado por el Ministerio de Cultura de Colombia y la Biblioteca Nacional de Colombia. De allí saldrán cinco finalistas, que se conocerán en octubre, y un ganador a quien se otorgará el premio el primero de noviembre en Bogotá.
Son historias de madres que vigilan a sus hijas, estudiantes que se arrancan las uñas y las pestañas, niños que crecen solos, hombres que se prestan a perder una parte de su cuerpo a cambio de dinero, jueces que tienen visiones de los hombres que han condenado a la cárcel y bateristas veteranos que se aferran a salvar los tatuajes de sus piernas amputadas son algunas de las experiencias de la existencia humana, en ocasiones luminosas y otras veces profundamente oscuras presentes en esta selección.
Siete escritoras y seis escritores. Posiblemente uno de los pocos certámenes literarios donde hay mayoría de voces femeninas. Un reflejo de la época dorada de la literatura escrita por mujeres oculta o semioculta toda la vida. Es un momento vital para una nueva oleada de autoras latinoamericanas, y especialmente cuentistas. Este año, Samanta Schweblin, quien la edición anterior del premio estuvo entre las finalistas, estuvo nominada al Booker Man Internacional, donde no es habitual que compita un libro en español y escrito por una latinoamericana. Mariana Enriquez, finalista este año del premio, ganó el Ciutat de Barcelona y su nombre aparece en las páginas de The New York Times. Liliana Colanzi, también seleccionada, fue incluida en Bogotá 39, la lista del el Hay Festival con los escritores de ficción de Latinoamérica menores de 40 años más prometedores.
WMagazín celebra la fiesta del cuento y da algunas claves o bazas que tiene cada uno de los trece libros para llevarse este año el Premio. El siguiente es un recorrido veloz por esos trece universos literarios:
Nuestro mundo muerto (El Cuervo Editorial). Liliana Colanzi (Bolivia, 1981)
En los bordes de lo terrenal, lo sobrenatural, lo fantástico y la ciencia ficción, estos ocho cuentos exploran las supersticiones indígenas, las creencias populares y las leyendas ancestrales. Una mujer en una misión de colonización en Marte, otra esperando a su amante en un hotel de París, un joven poseído por el impulso asesino de un indio mataco, un chico que dice comunicarse con gente del espacio, una nana ayorea que asegura que los muertos nunca se van. Colanzi ofrece una prosa eficaz y poética, y a veces violenta, con variedad de tonos.
La condición animal (Página de Espuma). Valeria Correa Fiz (Argentina)
¿Qué es lo que hace a los seres humanos tan diferentes del resto de las especies? Estos doce cuentos abordan el ángulo más oscuro del ser humano: la locura y la muerte, el amor y la enfermedad, la obsesión y la violencia. La crítica habla de una prosa visceral, física y cargada de turbiedades, para conducir al lector hasta sus propios miedos, inseguridades y temblores. Una apuesta seria y apasionante que no deja indiferente a nadie.
Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama). Mariana Enriquez (Argentina, 1973)
Once cuentos en los que el lector se ve obligado a olvidarse de sí mismo para seguir las peripecias e investigaciones de cuerpos que desaparecen o bien reaparecen en el momento menos esperado. Ya sea una trabajadora social, una policía o un guía turístico, los protagonistas luchan por apadrinar a seres socialmente invisibles, indagando así en el peso de la culpa, la compasión, la crueldad, las dificultades de la convivencia y en un terror tan hondo como verosímil. Según la crítica, Enriquez es una de las narradoras más valientes y sorprendentes de la actualidad, que transforma géneros literarios en recursos narrativos, desde la novela negra hasta el realismo, pasando por el terror, la crónica y el humor.
Un cementerio perfecto (Eterna Cadencia). Federico Falco (Argentina, 1977)
En la montaña, el bosque o en medio de la siesta sus personajes se descubren, en más de un sentido, a la intemperie. Una señora cree entender qué le quiso decir su marido en un sueño extraño, un diseñador de cementerios encuentra el lugar ideal para su obra maestra, un padre y una hija abandonan su casa porque las motosierras arrasarán con ellos. Una colección de cuentos que, según la crítica, encuentra su máxima potencia en la calma de su ritmo que envuelve al lector con un efecto más allá después de ser leído.
Mala letra (Anagrama). Sara Mesa Villalba (España, 1976)
La autora de este libro coge mal el lápiz. Esta es una de las cuestiones que toca este conjunto de cuentos: la de la escritura indócil, libre y que escarba los recuerdos. Sus historias abordan temas como la culpa y la redención, la falta de libertad y esos pequeños instantes que hacen que todo cambie para siempre. De niños que se resisten a obedecer a seres atormentados, el desconcierto de vidas en apariencia normales que a veces encierran crímenes y otras únicamente el deseo de cometerlos. Sara Mesa ha construido unos relatos con su estilo sencillo, tensado y sin artificios.
El estado natural de las cosas (Caballo de Troya). Alejandro Morellón Mariano (España, 1985)
La llamada normalidad o el buen gusto convencional queda fuera de estos siete relatos. Una mujer se ríe en medio de los disturbios sociales que arrasan la ciudad, un pueblo espera con devoción la llegada de un huracán, alguien entierra un testículo en el cementerio, un marido acaba viviendo en el techo de la casa. Con un tono oscuro y provocador, Morellón propone un mundo en el que no hay lugar para la esperanza.
Las visiones (Páginas de Espuma). Edmundo Paz Soldán (Bolivia, 1967)
Cada relato de este libro sugiere que en tiempos de guerra la batalla principal está en mantener, pese a todo, la humanidad. En escenarios urbanos y en espacios alejados de la civilización, a través de una mezcla amplia y original de registros realistas, fantásticos y de ciencia ficción, los seres que pueblan Iris deambulan en busca de esperanza. Un doctor experimenta con armas químicas, un soldado tiene un ataque psicótico, una niña es capaz de predecir el futuro. «Su narrativa ha ofrecido una nueva serie de imágenes que sirven para pensar el presente con todas sus paradojas», escribió en J. Andrew Brown, en Estados Unidos.
Chicos y chicas (Anagrama). Soledad Puértolas (España, 1947)
El gran tema de este libro es las relaciones interpersonales. Los pliegues y resquicios del amor, la ruptura, la infidelidad, la soledad y la ausencia entre parejas, madres e hijas y hermanas. Contados en tercera persona, la escritura de Soledad Puértolas, dice la crítica, cobra tono de narraciones clásicas, con serenidad y un humor inteligente.
Pecado (Alfaguara). Laura Restrepo (Colombia, 1950)
Como sacados de un cuadro de El Bosco, los protagonistas de este libro son Arcángel, el adolescente asesino; Luis B. Campocé, el ejecutivo adúltero; Emma, la descuartizadora; una pareja incestuosa; un verdugo apodado La Viuda; las Susanas, tres hermanas indiferentes o vanidosas, y el Siríaco, profeta soberbio. Con la fuerza y la sensibilidad que caracterizan su literatura, Laura Restrepo indaga en la complejidad ética de la transgresión en historias que oscilan entre el terror y lo dulce.
Días de whisky malo (U. Autónoma de Nuevo León). Daniel Salinas Basave (México, 1974)
Atrapados en una tragicómica espiral impregnada de negrísimo humor, los personajes de estos relatos pelean desde la trinchera del absurdo. Un pastor kazajo busca degollar una oveja, un juez municipal recibe una corona fúnebre, un roquero se consume entre la nostalgia y el amor. Daniel Salinas impone finales ambiguos y reales en una narración caracterizada por los modismos de su país.
No soñarás flores (Laguna Libros). Fernanda Trías (Uruguay, 1976)
Ocho relatos que tocan lo profundo de las relaciones humanas, la proximidad de la muerte, la soledad y la vida en diferentes ciudades del mundo. La prosa de Fernanda Trías, asegura la crítica, descubre el carácter errante de su mirada y el interés por estructuras abiertas. Es señalada como una de las voces importantes de la narrativa latinoamericana actual.
No hay risas en el cielo (Corregidor). Rubén Ariel Urquiza (Argentina, 1972)
El mundo del narcotráfico, narrado desde la ficción con duros golpes de realismo, revela un sinnúmero de experiencias violentas en las que las consecuencias últimas de los actos y la búsqueda de la identidad cobran resonancias inesperadas. Entre México y Buenos Aires, en una lucha violenta entre la lealtad y la traición, los destinos de los personajes se entrecruzan en todos los relatos. La crítica mexicana ha dicho de este libro que “la tensión de los textos ronda el thriller, el drama y el suspense, y la fuerza de las imágenes hace que el pasaje de cuento a cuento funcione como el paso entre capítulos de una serie”.
Niños Héroes (Literatura Random House). Diego Eduardo Zúñiga Henríquez (Chile, 1987)
Los relatos que componen Niños héroes muestran facetas y claroscuros de la infancia y la juventud distantes de las promesas y sueños de sus protagonistas. Caminatas por la ciudad, la toma de un colegio, la vida cotidiana en un hospital público, el fracaso de una promesa futbolística, la promesa frustrada de la literatura chilena. Con un estilo económico en descripciones, Diego Zúñiga se desprende del norte chileno e incursiona en la ciudad.
El ganador del IV Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez recibirá una dotación de cien mil dólares y los cinco finalistas de dos mil dólares cada uno. »Siempre he sostenido que hay novelas que serían buenísimos cuentos; así es que el hecho de premiar libros de cuentos con una cantidad de dinero lo suficientemente significativa como para reconocer su importancia, sin duda servirá como estímulo para que se publiquen más cuentos», aseguró el escritor argentino Ricardo Piglia, en 2014, autor de libros de cuentos como La invasión y Nombre falso. Este año los jurados son los escritores Vicente Molina Foix (España), Anne McLean (Canadá), Roberto Burgos Cantor (Colombia), Vlady Kociancich (Argentina) y Alberto Manguel (Argentina). Para optar a este premio, el libro debe estar publicado originalmente en español, por un solo autor y editado el año anterior a la apertura de la convocatoria.
El año pasado ganó el colombiano Luis Noriega por Razones para desconfiar de sus vecinos (Penguin Random House); en 2015 fue la boliviana Magela Baudoin con La composición de la sal (Plural Editores); y en la primera edición, en 2014, lo obtuvo el argentino Guillermo Martínez, con Una felicidad repulsiva (Destino). Como una iniciativa del Plan Nacional de Lectura y Escritura “Leer es mi cuento”, que promueve el Gobierno Nacional de Colombia, el premio nació con la intención de aumentar los índices de lectura en el país, así como de respaldar y promover la calidad literaria de este género y ampliar el espectro de concursos literarios dentro y fuera de Colombia.
Aunque el cuento es un género muy practicado en Colombia, en los años cincuenta tuvo un renacer fuerte. Entre los autores que ayudaron a su impulso estaba García Márquez desde 1947 cuando publicó La tercera resignación. Siguieron más relatos que luego se agruparían en el volumen Ojos de perro azul. En los años sesenta llegarían Los funerales de la Mamá Grande. Y más y más. Por esto, el premio rinde homenaje a la memoria del nobel colombiano, para quien el cuento era “el espejo de lo que somos”.
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