Eugenio Fuentes: «El futuro de la novela negra está en la estética, no en la actualidad ni en lo ideológico»
El escritor español, que lleva dos décadas en el género policial con el detective Ricardo Cupido, publica 'Perros mirando al cielo'. La historia ahonda en la condición humana, las motivaciones de sus personajes y confronta al lector con dilemas éticos y morales en un escenario de pueblos semiabandonados y la pandemia
La novela negra y policiaca corre el riesgo de morir de éxito ante la sobreoferta, la carga de haber asumido el registro de las problemáticas del presente y la espiral de historias cada vez más violentas de sus libros. La alternativa estaría “en el camino de la estética, no en el camino de la actualidad, no por el camino del compromiso ideológico”. Lo afirma Eugenio Fuentes, uno de los autores españoles de este género más literarios que acaba de publicar Perros mirando al cielo (Tusquets). El escritor recuerda que Manuel Vásquez Montalbán decía que el destino de la novela negra es dejar de ser negra y ser una novela a secas.
En esas anda Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, España, 1958) desde 1999 cuando publicó El interior del bosque protagonizada por el detective privado Ricardo Cupido. Veintitrés años después ya van ocho novelas que buscan difuminar las fronteras y etiquetas del género para incorporarse a la “novela a secas” con historias donde priman los personajes y la indagación de la condición humana, las motivaciones de los criminales, su confrontación a dilemas éticos y morales con los que interpela al lector y el manejo del tiempo más allá de descubrir quién es el asesino o la maquinaria del delito.
De todo esto habla Eugenio Fuentes en esta videoentrevista a través de la plataforma zoom. Lo hace desde Perbes, una parroquia del municipio de Miño, en Galicia, hasta donde ha ido el escritor y filólogo a descansar del mes largo de promoción de Perros mirando al cielo y, de paso, huir del calor imprevisto de la meseta española en el invierno recién pasado:
“La novela negra antes preguntaba por el misterio. Pero, qué es la literatura sino eso; un género que pregunta… Estaba infrautilizado porque la literatura no tiene que dar respuestas, las respuestas están en los libros de autoayuda. Un género que pregunta por decisiones éticas, por el bien, por el mal, por la muerte, por el amor, por el engaño, por la impostura, ¿cómo va a ser un género malo? Lo que pasa es que estaba fuera de la gran casa de la literatura porque llegó tarde a la historia de los géneros literarios y ahora se ha incorporado”.
Perros mirando al cielo es un compendio de varios elementos esenciales en la narrativa de Eugenio Fuentes: por un lado la hondura de Ricardo Cupido, un personaje muy diferente a los otros colegas literarios por su emotividad y humanidad, quien más que resolver enigmas y misterios trata de comprender las motivaciones de quienes cometen los delitos; y esta última novela está llena de preguntas al lector sobre las decisiones que deben tomar sus personajes completamente humanizados y con episodios que la gente reconoce. La historia, además, tiene como escenario una parte de la España que es abandonada por sus pobladores y por el drama de la pandemia, los médicos y demás personal sanitario al que tanto debemos. Lo humano mezclado con preguntas y situaciones del presente en el ya reconocido territorio de Breda, creado por Fuentes.
Una parte del pasado infantil de Eugenio Fuentes afloró en su nueva novela. Para empezar, le dio el título: Perros mirando al cielo. En el primer confinamiento de la covid-19, en la primavera de 2020, el escritor salía a pasear con su perro que al darse cuenta que no había personas en la calle levantó la cabeza y descubrió que la vida estaba en los balcones y ventanas.
Años atrás, el animal debió llamarse Conde de Montecristo, en homenaje al autor de este personaje literario, pero era muy largo y Fuentes optó por ponerle Dumas, por el escritor y por el padre de este que fue el primer general negro europeo que ascendió a ese nivel.
Hay más: Dumas es un perro que Eugenio Fuentes encontró abandonado: lo recogió y lo único que quería era escapar de la caja donde estaba. Como el Conde de Montecristo quería huir de aquella prisión en medio del mar. Al igual que aquel primer libro que le regalaron de niño: “El chisquero mágico, la historia de un soldado encarcelado por un delito que no había cometido. Misteriosamente, en la celda recibía un chisquero y al encenderlo aparecía una especie de mago que le concedía tres deseos, lo que permitía huir de una realidad ingrata. También lo recuerdo porque su formato no se reducía a páginas impresas; al abrirse, aparecían volúmenes, pliegues, figuras deslizantes cuyos movimientos acompañaban al relato con una especie de magia en tres dimensiones”.
Cuando la novela negra empezó a ponerse de moda hace una década, Eugenio Fuentes ya estaba ahí. Y se ve en sus palabras a través de la pantalla del ordenador:
Winston Manrique Sabogal. ¿Cree que hemos aprendido algo de los animales en la pandemia, de mirar un poco hacia arriba y tener una mirada más larga?
Eugenio Fuentes. La naturaleza humana no va a cambiar sustancialmente, pero yo creo que sí. Soy optimista, incluso ahora con toda la atrocidad de la guerra que está sucediendo en Ucrania por la falta de visión de las dos partes.
W. Manrique Sabogal. ¿Qué opina de la guerra y la cancelación a los artistas rusos?
E. Fuentes. No he seguido mucho la guerra. Pero tengo la sensación de que solo escuchamos a una parte. Antes de juzgar me gustaría que también los medios de comunicación dieran voz a la parte rusa. No tengo duda de que un conflicto no se resuelve invadiendo otro país, esa no es la manera de resolver las cosas, pero la solución tampoco es acallando al otro. Entonces, me resulta muy difícil pronunciarme sobre algo sobre lo que no tengo toda la información.
W. Manrique Sabogal. Perros mirando al cielo es una novela de decisiones morales, éticas, filosóficas, de toda naturaleza. Es algo que plantea de manera insistente, desde las decisiones que toma un médico para salvar una vida y no otra y las acciones tomadas por cualquiera en la que se hace daño sin saberlo.
E. Fuentes. Para contestar a esta pregunta escribí la novela. Esta es la historia de la novela. La historia de la novela son las decisiones que tiene que tomar alguien. Y es tan difícil condenar a quien toma una decisión muy dura, es decir, si a un hombre le quitan… si a una persona le quitan su dinero, le quitan su vida, le quitan la pareja, le quitan hasta la dignidad, el honor, o como queramos llamar a ese contexto, podríamos comprender que en su cabeza apareciera la decisión de cometer un crimen, pero por lo menos podríamos comprender.
Lo bueno es que una novela policiaca o negra no se limite solo a cómo funciona el arsénico, o cuál era la coartada, sino que penetre en estos dilemas que parecía que no eran el atributo de la novela negra. Parecía que la novela negra era un enigma de señores y mujeres muy listos; o era un conflicto que se resolvía sin enigma, como la novela negra estadounidense que en muchas ocasiones no hay enigma, pero hay daño.
Creo que una novela negra tiene dos ingredientes: el enigma y el daño. Uno de los dos tiene que aparecer y esta historia es lo que ha quedado atrás. En el siglo XXI la novela negra está pegando un salto sustancial, no significa que antes no hubiera buenos escritores, pero ahora es que los hay más y mejores. Ya no nos limitamos a hablar de coartadas y a hablar de daños, sino que estamos penetrando en estos conceptos que eran las novelas blancas, eran las de alta literatura. En todo caso no se tomaba en serio. Aquí estamos para escribir, con gestos que parecían atributos ajenos.
W. Manrique Sabogal. Esto me recuerda lo que dijo recientemente Pierre Lemaitre en su libro Diccionario apasionado de la novela negra (Salamandra) de que le interesan más los personajes que la historia.
E. Fuentes. Estoy de acuerdo. Pero querría ir un poquito más lejos. Da la casualidad que estoy leyendo ese libro, y hay cosas con las que no estoy de acuerdo. Por ejemplo, hace una valoración de la violencia que no comparto. Estos autores del psicópata sin ningún interés ético ni moral. Lo del personaje sí, y voy más lejos. Si yo tuviera que hacer un ránking de lo que me interesa escribir, diría que la intriga me interesa más que la acción, que los personajes me interesan más que la intriga; y no me quedaría donde se queda Lemaitre, añadiría que la emoción me importa más que los personajes.
Yo quiero que mis novelas, que los personajes, no se limiten a la definición ni a la coherencia de sus comportamientos, sino que también provoquen una conmoción en el entorno. Además, como espectador, ahora que estoy aquí por las noches, cuando ya cansado me pongo a ver una película o una serie, lo que busco, tanto en los libros como en las imágenes, es que las historias me emocionen, me conmuevan. Ya no quiero el tipo muy listo que me suelta un discurso subido desde un púlpito. Tengo la sensación que el siglo XX fue un siglo frío, intelectualmente frío… La música había roto el sistema dodecafónico, dejó atrás la melodía, está el cubismo, las grandes vanguardias son frías… Emocionalmente es verdad que había que acabar con la escombrera sentimental del XIX en que derivó todo el naturalismo. Pero fue un siglo frío y yo echo de menos esas historias…
W. Manrique Sabogal. Ricardo Cupido, su detective, es más emocional, más humano. Veintitrés años ya de un personaje con esas características. Es una de sus diferencias frente a otros personajes de la literatura de género.
E. Fuentes. Sí. Voy a acudir a dos conceptos ópticos visuales: los seres humanos tenemos en los ojos dos tipos de fotorreceptores: los conos y los bastones. Los conos son células que captan la luz y captan la precisión, la nitidez de los detalles. Los bastones no distinguen los colores, pero ven en las sombras, ven en la oscuridad; lógicamente los gatos, las lechuzas, los búhos tienen de estos fotorreceptores mucho más que nosotros. Quizás los escritores podrían también clasificarse en estos dos tipos: los conos son los escritores muy luminosos, Brines (Francisco, el poeta), ahora que acaba de morir, escritores que son capaces de ver la luz, de ver los detalles y un discurso muy claro. Y hay otros escritores que son oscuros, más sombríos y hablan de parte de la noche porque sus ojos están llenos de bastones. A los escritores de novela policiaca siempre nos han incluido entre los bastones como si fuéramos calamares que sueltan tinta negra…
Cupido desde el primer momento nació así. Antes que todos estos conceptos se me vinieran a la cabeza, fue intuitivo, hay una parte policial, una parte sombría de bastones, pero siempre ha tenido también una parte luminosa de los conos.
En Perros mirando al cielo hay esa parte emocional y luminosa de personajes positivos que se ven en el primer capítulo. Son personajes que emiten luz. Siempre he intentado que hubiera una parte emocional positiva que tocara la fibra.
Varios personajes toman decisiones importantes. Mi idea es que el lector pueda preguntarse qué haría yo en el caso de sentirme dañado de una manera tan brutal, cómo reaccionaría… Esos planteamientos de hechos que me hieren o me obligarían a tomar una decisión moral o es lo más interesante de estas novelas.
W. Manrique Sabogal. Moira, la viuda del médico, es un personaje clave y con una profesión especial cuyas opiniones, conceptos o decisiones sobre los empleados determinan sus destinos.
E. Fuentes. Muchísimas veces la profesión en las novelas se salta por encima, parece que el personaje es el mismo siendo profesor, siendo médico, siendo periodista, siendo escritor o siendo campesino. De las tres decisiones que podemos tomar en la vida una de las que más influye sobre nuestra felicidad o nuestra desdicha es la elección de la profesión; las otras son la pareja y, quizás, el lugar donde vivimos. Pero la profesión marca nuestro futuro, acertar con ella es sustancial, no ir cada día amargado al trabajo.
W. Manrique Sabogal. La novela la escribió en el primer confinamiento de 2020, pero ¿cuándo surgió la idea?
E. Fuentes. Vivo en Extremadura y había conocido la historia de un percance automovilístico. Entonces lo que fue un percance automovilístico de una familia normal lo convertí en un elemento dramático con una muerte, a partir de ahí me llegaron otras resonancias que ya tenía como la España vacía, porque en el lugar donde vivo pesaba mucho el abandono de la tierra y se abandonan pueblos. Ya en mi primera novela de 1999, El interior del bosque, hablaba de aquello. Recuerdo que cuando llegué a Barcelona Paco Camarasa me presentó, hace 20 años, a otro de los asistentes diciendo: “Eugenio Fuentes que escribe novela negra rural”; como si fuera una cosa muy exótica. Ahora parece que todo el mundo está escribiendo novela negra rural.
Eso quería introducirlo en la novela, pero no como discurso sino como personaje, que el lector sacara su conclusión no porque se lo contaran los personajes. A partir de esa anécdota se desarrollaba todo esto, quién es el responsable… La naturaleza es verdad que siente horror vacui, siente el vacío y allí es donde los seres humanos están abandonando la naturaleza para que los animales estén más libres y… Sí, la aparición de un animal provoca una muerte: ¿quién es el responsable de lo que está ocurriendo? Esto da pie a mucho y aquí empezó la novela, empecé a escribir y se coló la pandemia.
W. Manrique Sabogal. Hay una gran diversificación del género y mucha oferta de títulos, ¿no teme que haya una sobre exposición de la novela o una sobreoferta de la novela negra?
E. Fuentes. Sí… a lo mejor hay demasiada novela negra, y a lo mejor también mis títulos contribuyen y estorban. Es un fenómeno de Occidente, y hasta de Oriente. No lo critico, me da miedo que la sobreabundancia termine estallando, pero eso se lleva diciendo diez años.
Hay algo en la novela negra que ha contactado con el público, que toca la fibra de las inquietudes del mundo actual. Algo hay porque en veinte años la novela histórica pasó, pero la novela negra no termina de pasar, alguna virtud tiene. Yo creo que la virtud no es en los contenidos, la virtud es la estética, el estilo de los escritores, los grandes escritores que se han acercado a la novela negra, que salen, que entran, que vuelven, que descubren.
Un matiz más: la novela negra antes preguntaba por el misterio y que es la literatura sino… o sea un género que pregunta… que hace preguntas… Estaba infrautilizado porque la literatura no tiene que dar respuestas, las respuestas están en los libros de autoayuda. Un género que pregunta por decisiones éticas, por el bien, por el mal, por la muerte, por el amor, por el engaño, por la impostura ¿cómo va a ser un género malo? Lo que pasa es que estaba fuera de la gran casa de la literatura porque llegó tarde a la historia de los géneros literarios y ahora se ha incorporado. El problema está en que la sobreabundancia lo mate.
La otra alternativa es que con este éxito de tantas novelas sepamos entender que es el momento de consolidarla, de dejarla incorporar definitivamente entre los demás géneros. Eso solo se puede hacer por un camino, por el camino de la estética, no el camino de la actualidad, no por el camino del compromiso ideológico. ¿Por qué tiene que ser la novela negra la que cargue con la mochila de la denuncia? Es como si nos pusiéramos alzas para estar a la misma altura. Algunos autores buscamos batirnos el cobre con la estética y luego ya el lector tiene que decidir si lo convencimos o no… Ese es el gran riesgo que tiene la novela negra y el camino por el que puede eludir, el peligro al que tú te referías…
John Banville es uno de los escritores que Eugenio Fuentes incluye en este apartado de la estética: “Es fantástico, para mí es de lo mejor. Es un ejemplo de lo que hablaba de esos escritores ajenos a la novela negra que llegan al género y han contribuido a elevarlo, es un modelo”.
La estética o el primer acercamiento consciente de Eugenio Fuentes a la belleza se remonta a cuando tenía unos 8 años. Entonces en la evocación de aquel niño y el recuerdo vívido que conserva se entiende parte del escritor cuidadoso que es:
“Ocurrió cuando convirtieron las tierras familiares de encinas y pastos en cultivos de regadíos, gracias al pantano que nos traía el agua de Gredos. Un atardecer, terminadas las faenas, mi padre y un grupo de hombres se reunieron alrededor de una enorme y vieja encina que había que quitar, porque estorbaba para la mecanización de las tareas. El árbol ya ardía por la base cuando de lo alto del tronco, hueco, salió de pronto una ardilla o una comadreja, o tal vez una garduña, con esa belleza indomable de la naturaleza salvaje. Desconcertado y con miedo ante y el fuego y ante nuestros gritos de sorpresa, el animalillo recorrió una rama, saltó desde lo alto y huyó corriendo junto a mí, antes de perderse por el campo.
Nunca he olvidado aquella imagen de la rapidez, la energía, la perfección y la gracia del pequeño animal, si es que la gracia es la belleza en movimiento. Pero hoy también pervive la idea de que la belleza es algo frágil, fugaz, esquivo, asociado a la sorpresa y a la emoción, que se te aparece cuando no lo esperas y corre peligro mortal a manos del fuego y de las masas”.
- Perros mirando al cielo. Eugenio Fuentes (Tusquets).
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