Fernanda Trías: «¿Acaso existe la libertad?»
La autora uruguaya publica en España 'La azotea', su éxito de hace 20 años con lo mejor de la narrativa desasosegante. La historia de Clara, su hija pequeña y su padre encerrados en una casa que explora sentimientos perturbadores y las fronteras de la cordura y el delirio
La amenaza no está fuera, está dentro de cada uno. Anida en silencio a la espera de brotar como una enredadera que va cubriendo todo, cogiendo toda la energía y el aire hasta, incluso, confundir los hilos de la cordura con los del delirio. Así florece un nuevo mundo. Tan real como el verdadero.
Fernanda Trías tenía 22 años cuando en su habitación de la casa de sus padres, en Montevideo, intuyó esa realidad que convertiría en la novela corta La azotea (Tránsito), publicada en 2001 en su primera edición. Veinte años después de aquel destello, el momento revive nítido en ella en una cascada de sensaciones:
Imagen
Sonido
Olor
Y así en sus propias palabras frente a la cámara:
Fernanda Trías en Madrid el otoño de 2018. /Fotografía de WMagazín
«La manera como yo escribo se ha conservado. Hay escritores que empiezan con una idea muy clara de lo que quieren y otros que empezamos a partir de algo pequeño con lo que investigamos y descubrimos a medida que escribimos. Yo arranco con una imagen y empiezo a explorarla durante la escritura y de a poco voy entendiendo qué es lo que esa imagen quiere. Creo que la imagen ya trae un germen… pero en el momento en que se me aparece no lo sé. Es en la escritura cuando lo voy descubriendo. Yo vengo de una escuela no formal de la intuición. A los 20 años conocí al escritor uruguayo Mario Levrero (1940-2004), que en mi país es de culto y era de muy difícil acceso. Pero logré investigar e investigar hasta conseguir su teléfono y acercarme a él».
Fernanda Trías (Montevideo, 1976) lo dice entre orgullosa y con cierto aire melancólico en medio del tintineo de cucharillas, vasos y la maraña de voces altas en el Café Comercial de Madrid. La voz de una uruguaya abriéndose paso entre las de una cincuentena de españoles, así empieza la entrevista que dura poco porque ella va camino de otra ciudad, pero se completará por email.
Aunque La azotea no es autobiográfica sí tiene resonancias de las sensaciones vividas por su autora que se debatía entre una joven introvertida y poco dada a socializar y el mundo adulto con sus máscaras y hostilidades que la esperaban. Es así como el lector entra en aquella habitación de la novela y queda atrapado junto a Clara, la narradora, a la vez que quiere saber más de un destino sobre el que se precipita. Así es la paisana de autores como Felisberto Hernández, Juan Carlos Onetti y Mario Levrero con quienes siente alguna afinidad:
«Narrar con imágenes, que es la razón por la que mucha gente me dice que ‘es como mirar una película’, la atención al detalle y la rarificación de la atmósfera. Yo creo que esas cosas son bastante uruguayas, aunque obviamente no exclusivas de nuestra tradición».
La azotea es la novela con la que desembarca definitivamente en España; y con la que debuta la editorial Tránsito que busca revelar o reforzar voces narrativas que deberían tener más lectores. Aunque Fernanda Trías es conocida en su país y por buenos lectores latinoamericanos. Estudió en la Universidad de Nueva York y ahora vive en Bogotá donde da clases de escritura creativa en la Universidad Nacional de Colombia. Un giro del destino, porque quién iba a pensar que aquella muchacha tímida terminaría hablando y dando recomendaciones sobre el arte de escribir frente a un grupo de personas. Trías estuvo el año pasado cuatro meses en Madrid (España) como ganadora de la primera edición del Premio Residencia SEGIB-EÑE-Casa de Velázquez donde empezó la escritura de Mugre rosa. Y antes, desde 2004 vivió en Francia tras ganar una beca de la Unesco.
Muchos interpretan La azotea como una historia de amor o sentimientos malsanos entre una hija y su padre. Pero La azotea es mucho más que eso: es el germen de los temas que habrían de interesar a la escritora en sus siguientes obras y múltiples manifestaciones: Miedo, violencia, pérdida y libertad.
«Sí, sin duda, los temas están identificados a la perfección. El miedo es un tema del que hablo abiertamente en La ciudad invencible, y fíjate que pasaron trece años entre la escritura de ambas novelas. Yo tengo una personalidad contrafóbica, es decir que en lugar de huir de lo que me causa miedo, me lanzo hacia ahí, lo busco de manera activa como mecanismo para aliviar la ansiedad que me produce. Eso me ha llevado a reflexionar mucho sobre esta emoción y cómo las distintas personas lidian con ella de distintas maneras».
La claustrofobia y el miedo se sienten en la novela. Las inseguridades de Clara junto a su padre y su pequeña hija. Y dentro de todos los miedos posibles, Trías ha reconocido al suyo:
«Lo que particularmente me obsesiona es el miedo a la pérdida, la incapacidad para digerirlas. En mi libro de cuentos No soñarás flores, el relato principal es una especie de club de dolientes en el que varias personas que son incapaces de procesar la pérdida de sus seres queridos se juntan, porque de algún modo quedan fuera del mundo, atrapados en un limbo que no es la vida y no es la muerte. En ese libro también hay varios cuentos que tratan sobre las distintas formas de la violencia, incluida la violencia de género, otra experiencia atroz y sumamente compleja, sutil, que me tocó vivir. Y la libertad, ¿acaso existe? En El discurso vacío, de Mario Levrero, hay una imagen que para mí lo resume todo, él dice que llega un punto de la vida en que nuestras decisiones se convierten en un bosque de espinas y que no nos queda más opción que abrirnos camino a golpe de machete. En La azotea pasa eso, ciertas decisiones van propiciando otras, porque cada vez hay menos espacio de escape, menos espacio de movimiento, y prácticamente ya no podemos actuar, sino reaccionar».
Es cuando las aguas de la cordura y el delirio se mezclan y crean un nuevo ecosistema. Pero no solo como en el caso extremo de Clara, sino también en la vida de todos porque la imaginación puede ser tan real como los sueños. Aunque Fernanda Trías no sabe cuál es la línea entre la locura y la cordura o sensatez.
«No lo sé, por eso escribo sobre eso. Me obsesiona transitar esa delgada línea entre uno y otro, para entenderla, para desentrañar el misterio».
Y el amor es un territorio fértil para todo esto. Sentir, pensar, soñar, especular, actuar. Esperar. El amor como ilusión laberíntica y como cielo e infierno está presente en La azotea. La novela muestra la manera como algo hermoso y alentador se enturbia y oscurece. ¿Acaso el amor puede ser una cárcel?
«Claro que sí, el amor codependiente se convierte en una cárcel desde que, para que el amor codependiente pueda existir, ninguno de los integrantes tiene derecho a cambiar. Nadie puede salirse de su rol, porque el amante no ama realmente a otro ser humano sino a la proyección que se hizo de él».
Veinte años después de aquella historia, Fernanda Trías vive ahora en Colombia. Este año va a dirigir el Taller de Novela de la ciudad de Bogotá, el taller distrital que organiza Idartes. Y veinte años después quiere terminar su nueva novela, Mugre rosa, que empezó en Madrid. Varios aspectos han cambiado en ella como escritora.
«Cada vez me interesa menos la estructura redonda, sin fallas, y más otras formas libres, experimentales y el cruce de géneros. No me interesa tanto que todos los hilos narrativos cierren. Pero, así y todo, me sorprende cómo siempre seguimos escribiendo lo mismo, una y otra vez, reeditándonos, desde ángulos distintos, buscándole la vuelta a las mismas obsesiones, buscándole la respuesta a las mismas preguntas. Y al final creo que es mejor abrazar eso, no luchar, porque ¿para qué? Al final los autores que yo más quiero, que más releo, son los que daban vueltas sobre lo mismo (¿sobre sí mismos?), no intentando ir cada vez más lejos, sino cada vez más profundo».
Y una prueba es que el comienzo original de La azotea no es el arranque conocido y definitivo, porque el primero que escribió quedó como cuarto párrafo que dice:
«Es increíble pensar que tuve una vida antes que esta, un trabajo, una casa, de los que sin embargo no recuerdo nada. Para mí la verdadera vida empezó con la muerte de Julia, estos cuatro años que terminan hoy».
Comienzo y final en cuatro líneas del libro que guardan toda la historia de manera casi circular. Pero después lo cambió para crear el círculo perfecto:
«Si llegaran en este momento me encontrarían sobre la cama boca arriba, en la misma posición en la que me dejé caer cerca de la medianoche. Once y treinta y ocho exactamente, la hora en que miré el reloj por última vez y la hora en que todo terminó. Le di un beso a Flor, le dije que soñara con los angelitos y ella cerró los ojos como si fuera una noche más».
- La azotea. Fernanda Trías (Editorial Tránsito).
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