El escritor colombiano Fernando Vallejo (Medellín, 1942) durante la entrevista con WMagazín en la FILBo 2023. /Foto WMagazín

Fernando Vallejo: “Toda la novela se puede borrar y no se pierde nada”

El escritor colombiano publica 'La conjura contra Porky', una diatriba en la que levanta acta notarial sobre su país a las puertas del apocalipsis, empujado por la clase política y la corrupción, y extensiva al resto del mundo. En esta entrevista habla de todo eso y del Tiempo, el Espacio y la muerte

¿Por qué me habrá dado por la escritura si desde que vi El corsario negro en un cine oscuro, a los cinco años, quería ser pirata? Un pirata de cinco años con mosquete y cimitarra al abordaje. ¿Y a herir y a decapitar y a dejar mancos? Mas ¡ay! el destino no lo quiso”.

Cierto o no, Fernando Vallejo (Medellín, 1942) optó por convertirse en una especie de ahijado retorcido del arcángel San Miguel, pero armado solo de su palabra afilada, que tiene como asuntos a combatir las sombras de Dios, de la religión, de la política convertida en una “zanganocracia”, de la corrupción, de la literatura, de la sociedad y sus fracturas, de la reproducción humana, del machismo, de las acciones contra el medio ambiente y la lucha a favor de la defensa de los animales.

El escritor colombiano es un hombre de poca fe en la especie humana, como vuelve a dejar constancia en su reciente libro La conjura contra Porky (Alfaguara). Una diatriba audaz en la que levanta acta notarial sobre su país a las puertas del apocalipsis, empujado por la clase política y la corrupción.

Ese escenario lo describe con una sátira narrada desde su propia muerte en la que señala las plagas de la sociedad creadas y alimentadas por ella misma, en un relato que trasciende las fronteras colombianas. Y como enemigo de la corrección política y la censura, lo hace con ideas y palabras que son como granadas, cuyas esquirlas llegan a todos lados:

“¡De la novela como la hemos entendido no quedará nada! La prensa también va para fuera toda. La internet también. La televisión para fuera, el cine para fuera. La política. La vida”, sentencia Fernando Vallejo en esta entrevista a WMagazín.

Desde esa aparente autoficción que funde realidad e imaginación, el autor de obras como La virgen de los sicarios y El desbarrancadero, utiliza múltiples recursos literarios con una voz fuerte y clara sembrada de verdades, sarcasmo, ironía, blasfemia, prejuicios, burlas e improperios que no dejan títere con cabeza. Un acta en la que asoma la risa, y la carcajada si no fuera verdad lo contado.

Y para que no quedaran dudas de lo que escribió, Fernando Vallejo dio una charla-monólogo en la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2023, en abril. Dos horas antes, el escritor y cineasta está sentado solo en uno de los sofás del hotel que está pegado a la FILBo. Es una tarde luminosa que inunda el salón a través de sus ventanales-paredes. Al fondo, la hilera de cerros verdes de la ciudad se ve nítida bajo un cielo lapislázuli.

Vallejo es un hombre de voz baja, y con menos decibelios hoy por un amague de afonía. “Tengo que cuidar mucho la voz para poder decir todo lo que quiero decir ahora. Tengo que hijueputiar a muchos”, advierte.

Su mirada es la de un gran lector, una persona atenta al discurrir de la vida y su ruido, la de un niño curioso que estudió Filosofía y Letras, Biología y cine en la Escuela Experimental de Cinematografía de Roma, Cinecittá. En 1972 se fue a vivir a México donde ha escrito casi toda su obra. En 2018, 47 años después, regresó a Colombia, tras la muerte de su pareja, el escenógrafo David Antón.

La conjura contra Porky habla de la vida y de la muerte, y de las pulsiones autodestructivas del ser humano como gran muñidor de su catástrofe individual y colectiva.

Y también se detiene en el Tiempo y en el Espacio: “Lo que somos ya pasó. Lo que vemos ya fue”. Una verbalización de lo que escribe en el libro: “El tiempo de los relojes no es el Tiempo. El Tiempo es inasible, no se deja apresar, se nos escapa. Pero por donde pasa hace estragos”.

No en vano, su Fernando Vallejo difunto de La conjura contra Porky tiene una Libreta de muertos. De ella, de su libro y de su vida habla, casi sin voz, de manera intermitente, que queda en esta entrevista como un anticipo al monólogo que expondrá ante sus lectores en la FILBo:

Fernando Vallejo durante la entrevista con WMagazín en la FILBo 2023. /WMagazín

“Mi libro es un híbrido de géneros, de impulsos. Mucho mejor que las etiquetas.

La etiqueta novela la usaban para indicar que era un género prestigioso, eso desapareció. Pero, ¿cuál es la novela que se hace ahora? Es la continuación de la novela omnisciente de los siglos XVIII y XIX, cuando triunfó con el folletín.

La novela es un género muerto. La omnisciencia está muerta. Nunca tuvo razón de ser. Toda la novela se puede borrar y no se pierde nada. Y todo lo que se llama poesía, la que se hizo en versos rimados y contadas las sílabas, continuó el atropello al idioma. Todos, Bécquer, San Juan de la Cruz, Garcilaso, Rubén Darío, Barba Jacob, cuya vida he escrito, es una desilusión. De esa literatura del pasado no queda ni una.

Y de la de ahora no va a quedar tampoco, si es que queda el planeta. Esa es otra historia que no están teniendo presente los que están aquí. Con la pandemia quedó claro que nosotros somos el virus de la creación.

De la novela como la hemos entendido no quedará nada, para fuera. Solo va a haber novelas excepcionales que abran un camino y lo cierren en ellas mismas. Con la novela omnisciente en tercera persona, no nos fue bien. Cada escritor debería ser, realmente, un creador de caminos.

Los géneros son despreciables. La novela negra es tan aburrida, sus procedimientos iguales. En realidad, no sabemos si gusta tanto como dicen. No sabemos qué gusta y qué no. La novela negra es banal. Es un género muy manido, lleno de lugares comunes. Escribiré un tratado solo para burlarme de la novela negra, de todo el género.

También entraría la poesía. El atropello continuo al idioma. Por ejemplo, Bécquer:

‘Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

¿Que cuelguen a su nido, cómo?

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
ésas… ¡no volverán!’.

¿En qué quedamos? Son aquellas o son esas en realidad.

Ahora uno de Rubén Darío:

‘Lo fatal

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente’
.

Y ese es de los menos malos, porque dice ser y no saber.

¿Cómo que sensitivo? ¿Sensitivo qué? ¿Cómo sabe?

Y la piedra que es para rellenar la sílaba que necesita.

Y “mayor pesadumbre”, ¿no será más bien desgracia?

Basura todo. Y es, dizque, el más grande de la poesía hispanoamericana.

Atropello del idioma, ¡todos!

La prensa también va para fuera toda. La internet también. La televisión para fuera, el cine para fuera. La política. La vida.

Tengo conciencia de la muerte y la mortalidad desde hace mucho. Esa palabra debe estar en los libros míos infinidad de veces. Es fácil de ver la palabra muerte y la palabra Dios. Siempre para insultar o para burlarme de él. ¡Y naciendo cada día más gente!

Esto no tiene solución. El planeta va hacia el desbarrancadero, si no es por la superpoblación será por una guerra nuclear.

(En La conjura contra Porky escribe: “El hombre y la mujer tienen la inteligencia y la información suficientes para separar el sexo de la reproducción. Los animales no, son inocentes. La especie nuestra perdió la inocencia hace incontables generaciones. La reproducción humana es monstruosa. Nadie tiene el derecho de imponerle a quien no le ha hecho mal ninguno el horror de la vida y el horror de la muerte. El alma atropelladora de Colombia, la paridora se respira día a día, calle a calle. La vida tiene la culpa. Empieza en unos bebés berrinchudos y cagados y termina en las pichurrias de que este libro trata: falsos, dobles, atropelladores, simuladores, traicioneros, traidores, la Horda. Mi camino al Todo lleva a la Nada. Todo lo dejo atrás. Todo, todo, todo. ¡Pobre de mí que cargo con la desventura de mis hermanos los animales, con el horror de las carnicerías y los mataderos, con todo el dolor del mundo!”.).

El Tiempo es una realidad mental, no exterior. Por eso es una enmarihuanada de Einstein eso del Espacio Tiempo mezclarlo en uno solo. La farsa de la física es gigantesca. Es una seudociencia peor que las religiones.

Yo llevo mucho tiempo empantanado en qué es el Tiempo. Para empezar, con la edad, el Tiempo corre a una velocidad asombrosa. Con los años corre más para todos. Yo regresé a Colombia hace cinco años de México, donde viví 47. Estos cinco años se fueron así (y emite un sonido de avión). Llevo en Medellín cinco años que se fueron en un día.

(En su libro escribe: “Cósmicamente hablando solo podemos ver el pasado. El presente es el del astrónomo, un chorro fugitivo, y como el del común mortal, inapresable; y el futuro está en veremos. De las tres dimensiones que le atribuyen al Tiempo solo existe pues el pasado cuando lo vemos en la fugacidad del presente, reinventándolo en la memoria o bien a través del engaño de los telescopios: las cosas ya no son como se ven en ellos, dejaron de serlo hace mucho. Mi infancia, por ejemplo, la revivo brumosamente en mis vagos recuerdos; y la galaxia de Andrómeda la ven los astrónomos como era hace dos millones y medio de años, pero sin que puedan saber cómo era hace tres, o cuatro, o cinco millones. Más aún: no pueden saber si todavía existe”.)

Colombia no es sino exilio, desplazamiento, desempleo, mezquindad, miseria, corrupción, y eso en todo el mundo…

Yo ya no viajo casi. Es muy traumático venir a los hoteles, a los cuartos que no conozco”.

Y Fernando Vallejo pregunta la hora: las cuatro y veintidós.

“Vamos ya, quiero ver que todo esté listo”.

Fernando Vallejo y sus lectores den la FILBo 2023. /WMagazín

Se levanta del sofá y busca el ascensor. Llega al hall del hotel, lo saludan aquí y allá. Entra en la Feria. Algunos lo reconocen y cuchichean al verlo. Cerca del auditorio donde dará la conferencia, José Asunción Silva, hay una cola enorme de personas a la espera de que abran las puertas. Un muchacho lo reconoce. Sale de la fila, y le pregunta si se puede tomar con él una foto con el celular. Vallejo sonríe, “¡Claro, claro”. Tras él otro lector, y luego otro, y otro, hasta quedar rodeado de sus lectores. Apenas avanza entre personas que estiran y recogen sus brazos mientras toman fotos con los celulares.

Dentro del Auditorio comprueba que todo está como quiere. Hace las pruebas de voz detrás del atril. Se ve feliz.

Lo llevan a un salón detrás del auditorio. Allí lo espera Sebastián Estrada, Director editorial de Penguin Random House Colombia. Charlan. Llega el rumor de la gente que empieza ocupar su sitio en el auditorio. Cada vez más. Vallejo se asoma, pregunta: “¿Se llenará?”. Sí, responde una mujer encargada de la logística. A los diez o doce minutos le piden que salga al escenario. Mientras avanza aumentan los aplausos. Llega al atril y el micrófono potencia su voz débil. Cuarenta minutos largos de lectura con paisajes como los siguientes:

Genes presidenciales

“Los genes de la aspiración presidencial se están difundiendo entre la población colombiana con velocidad de vértigo. Cada día este país produce más aspirantes a la presidencia. De esto trata la genética de poblaciones, una rama de las ciencias biológicas de las que no me voy a ocupar aquí ahora porque a lo que vine a esta Feria no fue a hablar de biología sino a desenmascarar hampones. Hampones públicos. Parásitos públicos que con sus leguleyismos y burocracias, con sus trabas y sus impuestos nos atracan y nos están asfixiando, no nos dejan respirar”.

Estado / Gobierno / Partidos políticos

“Conclusión: donde el Estado se mete la caga.

¿Y el Estado qué es? Una entelequia de leguleyos que no significa más que los sucesivos gobiernos que lo encarnan.

¿Y el gobierno, qué es? Una tracamanada de parásitos ineptos, indolentes y corruptos que se llaman a sí mismos servidores públicos, puestos en sus puestos por los partidos políticos.

¿Y los partidos políticos qué son? Unas asociaciones de mafiosos que se amafian para ganar unas elecciones y acceder al botín del poder.

¿Y el poder qué es? Es la sangre que se bebe Uribe de sustento cotidiano al desayuno para poder sobrevivir en el día y en la noche como el conde Drácula”.

Porkys

“¿Y Uribe quién es? Uno de los Porkys.

¿Y ellos quiénes son? Los presidentes que dejaron de serlo y que hoy cobran pensión.

¿Y cuántos son? Seis, a saber: Porky Gaviria, Porky Samper, Porky Pastrana, Porky Uribe, Porky Santos y Porky Porky, el Porky por antonomasia, el más hipócrita, el más parásito, el más dañino, el pestífero, el que trajo el COVID a Colombia y que es el que les da sus nombres de pila a sus predecesores: el culicagadito malo de la presidencia ya crecido y vuelto peor”.

Democracia

“La democracia es el sistema electoral que les permite a los ciudadanos escoger entre el malo y el peor. Por congénita tara de la raza, Colombia siempre escoge al peor. En prueba los Porkys [a los que ustedes se pusieron a insultar sin mi permiso]. ¿No han leído las Memorias de un hache pe? Buenísimas. Las están vendiendo en esta FILBO. Vienen en un combito con La prepago de Babilonia, en la que el autor le saca al sol los trapitos sucios a la Iglesia de Roma. ¡Eh avi María, qué manera de despedazar papas la de este escritor colombiano! No deja papa en pie”.

La espada de Bolívar

“Ha de saber el rutilante presidente que la espada que sacó a desfilar no la cruzó su dueño con nadie jamás, pues veía las batallas desde algún montecito con un catalejo. Y cuando la pudo cruzar contra los conjurados que irrumpieron en su Palacio de San Carlos decididos a colgarlo de una viga en la que la Historia patria llama “la nefanda noche septembrina”, se les voló por un balconcito en la oscuridad. Cuando no dormía llevaba, eso sí, adonde iba la espada al cinto, digamos a los bailes, a los te deums, a los congresos admirables… Pero sin usarla nunca. Con ella salía pues como el que sale a caminar o a bailar con el pene caído.

Pues entiende, Petro, que de todos modos una espada, cruenta o incruenta, cruzada o no, no puede servir como símbolo de la paz, y menos de tu Paz Total, pues una espada es un símbolo de la guerra. Ponte de acuerdo contigo mismo y con los símbolos, tómate un tinto, enfría la cabeza y deja descansar tu lengua que mientras menos trabaje menos mal haces. Vete a tu casa tranquilo a vivir sabroso como tu Francia Márquez”.

Gustavo Petro

“En la miserable maraña leguleya de Colombia, Petro es un enredador nato que no se queda quieto para que mientras más enreda y más se mueve menos lo agarren. ¡Qué son esos cuentos tuyos de la Paz Total! Si desde hace años y años estás gozando de ella: desde que dejaste el bandolerismo del M-19 y te convertiste en parásito público”.

Fernando Vallejo durante su conferencia en la FILBo 2023. /WMagazín

Y pronto, el hombre que soñó en su infancia con ser pirata termina su conferencia que deja la realidad frente a un espejo vuelto añicos y que recibe como respuesta varios minutos de aplausos. Una reacción, también, a lo que escribe en La conjura contra Porky:

“Semanas después estalló la guerra nuclear. Cuco: de noche no sale el sol, estás en lo cierto. Pero entérate de que nunca más saldrá de día. Lo apagaron, se apagó. Dejó de alumbrarnos y de propulsar la fotosíntesis de las plantas, que convertían los átomos de la atmósfera en materia orgánica de la que vivíamos todos, hombres y animales. Con sus negros nubarrones el Armagedón bloqueó los rayos del sol, y del calentamiento planetario de que tanto nos quejábamos pasamos al enfriamiento total y a la oscuridad. Cuando se consumieron las velas en las primeras noches y se agotaron las pilas de las linternas entramos en la nada negra. Falso que fueran a sobrevivir las cucarachas. Las que no había aplastado el hombre con sus puercas patas metidas en chanclas y zapatos sucumbieron a las radiaciones nucleares. La caparazón de esos animalitos no resultó tan protectora como decían. La Evolución tendrá que reempezar su obra constructora a partir de cero. Borrón y cuenta nueva en el planeta. Tal vez de ese chisporroteo de partículas elementales que hierven en el corazón del átomo surja un nuevo ser capaz de alimentarse a sí mismo de su propia energía sin atropellar al prójimo. No sé cuánto pueda tardar el experimento. ¿Otros dos mil quinientos millones de años? ¡Que se gasten, que Tiempo es lo que le sobra a la Eternidad!”.

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Winston Manrique Sabogal

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