El escritor estadounidense David Foster Wallace (1962-2008).

Foster Wallace, Bolaño, Houllebecq o Vila-Matas y el club de los escritores de la mitificación exprés

Hace diez años se suicidió el autor de 'La broma infinita'. Escritores y críticos literarios analizan para WMagazín por qué ciertos autores son considerados iconos o representantes de su tiempo, aupados por sus propios colegas o creadores de corrientes literarias

«Tienen el poder para resumir su tiempo».

«Saben crear un personaje».

«Dan al lector algo de lo que están necesitados».

«Suscitan una conversación entre los lectores».

«Ejercen fascinación por la muerte prematura del héroe».

«El escritor vive un proceso de reinvención en la esfera pública tras la crisis de la figura del gran intelectual».

Bienvenidos al intento de resolución del misterio de la mitificación exprés de algunos escritores en el siglo XXI. Pertenecen al club de los poquísimos autores que son aupados por sus propios colegas, abren puertas a la literatura, crean corrientes o escuelas literarias y tras algunos años eclipsados su reputación entre los propios autores pasa a un público y logran una presencia notable en los medios de comunicación.

Son los hilos modernos de los que están hechos la leyenda o el mito literario que ha existido toda la vida pero que revive ahora por los diez años del suicidio de David Foster Wallace, 12 de septiembre, con 46 años; y los quince de la muerte de Roberto Bolaño, 15 de julio de 2003, con 50 años. Son la base de un primer círculo al que se podría sumar Stieg Larsson, muerto a los 50 años en 2004, un autor diferente pero cuya trilogía Millenium es una inflexión en la novela negra. Y los tres conectados con otro hilo esencial del mito: la muerte joven del héroe.

Un segundo círculo lo conforman autores vivos contemporáneos como los franceses Michel Houllebecq y Enmanuel Carrère, la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, el noruego Karl Ove Knausgard o la italiana Elena Ferrante (seudónimo de un o una desconocida), el español Enrique Vila-Matas y el argentino César Aira. Constituyen una versión del autor de culto popular, ¿o acaso son hijos del actual tiempo vertiginoso y líquido?

Roberto Bolaño fotografiado por Daniel Mordzinski.

Silencio y personaje

Este fenómeno literario revive la pregunta de por qué la necesidad de crear mitos literarios. Vila-Matas, uno de ellos, cree que en el caso de Foster Wallace (autor de La broma infinita), Bolaño (Los detectives salvajes y 2666) y Larsson (Millenium) se debe a su muerte prematura. En cambio, añade, el caso de Carrère es diferente porque «escribe hace 40 años y tiene un proyecto importante que merece los seguidores que tiene, pero ha estado 40 años sin que fuera el mito literario que ahora es. En el caso de Knausgard ha sido una maniobra bien calculada de la agencia de Andrew Wylie. En el caso de Houellebecq es porque se ha sabido crear un personaje (el pitillo y el perro han colaborado) y lo que escribe tiene a veces interés, aunque los mejores escritores franceses se llaman Michon, Echenoz y Modiano».

En el halo de prestigio y misterio que da la llamada muerte prematura del héroe también coinciden Pilar Reyes, editora de Alfaguara y de Bolaño, y Eduardo Lago, escritor y crítico literario. «Con sus muertes jóvenes la conversación literaria con sus lectores queda interrumpida y activa la fantasía al preguntarnos qué hubiera sido de ellos en caso de seguir viviendo», reflexiona Reyes.

Resumieron su tiempo

Más que esa fascinación de la muerte joven, la editora asegura que los casos de Bolaño y Wallace son un ejemplo paradigmático de los «autores que logran conectar con su tiempo y eso es lo que, de algún modo, se sublima. Los dos tuvieron el poder de resumir su tiempo y elevarse a la categoría de íconos. Convivieron con sus clásicos. En el caso de Bolaño, él sirvió como bisagra entre el boom latinoamericano y una generación de autores menores de 40 años iluminando nuevos caminos. Logró una conversación entre las dos orillas».

El prestigio rápido de estos escritores es excepcional porque las obras suelen valorarse con el paso de los años y Wallace y Bolaño alcanzaron a ser conscientes de su influencia. «Como ocurrió con los autores del boom», recuerda Reyes. Lo interesante, agrega, es que continúe esa conversación, ya sea para seguirlos o para abrir caminos o para generar un parricidio.

Wallace, recuerda Eduardo Lago, es uno de los escritores que más ha influido en la joven literatura latinoamericana y española. Y Bolaño «es uno de los pocos autores hispánicos que ha logrado despertar un interés gigantesco en el mundo literario anglosajón, tan impermeable a las influencias externas«. El escritor y crítico publicará el 18 de septiembre una entrevista inédita con Foster Wallace en el volumen Walt Whitman ya no vive aquí. Ensayos sobre literatura norteamericana (Sexto Piso).

Stieg Larsson.

El caso de Larsson y la novela negra, matiza Lago, lleva por otros derroteros, muy interesantes, “pero no aporta nada a la alta literatura, es un fenómeno altamente misterioso, en cuanto que logra conectar con la sensibilidad de centenares de miles de lectores”. Y de autores.

Conexión  y experiencia individual

Esa conversación con los lectores y la sensibilidad que los conecta, según Valerie Miles, «reverbera como un tambor que incita a un lector a hablar de lo que ha leído y a querer compartir esta experiencia con otras personas. Esa conversación aúpa la obra porque ha podido conmover de una forma original. Ha tocado algo en el subconsciente colectivo que ha actuado como una antena de una verdad trascendente que describe la experiencia humana en el tiempo que está viviendo. Suele ser una obra que toca, muchas veces a través de lo local, algo cósmico; a través de la experiencia individual, lo colectivo».

Algo poco claro, escurridizo y casi inexplicable que contribuye a esa mitificación que ha existido siempre. «Es algo relacionado con lo religioso», aventura Vila-Matas, «cuando a un autor le salen de pronto ‘adoradores’, lectores que no quieren perderse ni un folio suelto suyo, lectores que le siguen en todo lo que hace. Ser seguidor –lo digo por propia experiencia- es apasionante».

¿Y ser seguido? ¿Qué se siente al ser seguido por otros autores y lectores?: «Ser seguido –también tengo la experiencia- no lo es tanto, porque a muchos adoradores sólo les interesa lo que un día leyeron de ti y quieren encontrar siempre eso que haces. O bien esperan de ti que seas tan inteligente y simpático como ellos y te exigen mucho. Pueden llegar a impedir al autor ser libre a nivel creativo y machacarle su capacidad de sorprender continuamente, de hacer con sus escritos lo que le dé la gana en todo momento. Nada admiro tanto como ese día en la vida de Bob Dylan, en Newport, en 1965, cuando todo el mundo le consideraba un cantante de folk y se presentó con una ruidosa banda eléctrica que ninguno de sus adoradores comprendió. Comenzaron a insultarle. ‘Creo que estás leyendo el periódico de ayer’, les dijo Dylan. Es una frase que cada vez que la recuerdo me divierte más».

¿Adelantados a su tiempo?

Las razones por las que la mayoría de estos autores han tenido que esperar un buen tiempo antes de ser reconocidos se debe a que, quizás, estaban adelantados a su tiempo, afirma Valerie Miles: «Cuando un escritor trasciende la localidad de una industria editorial que no le presta atención o por motivos extraliterarios no le dejan entrar –cosa que pasa mucho más de lo que nos imaginamos– suele tener el efecto de una boya que ha sido agarrada por debajo del agua: por efectos de la física pura y dura, termina subiendo a la superficie del agua a la fuerza».

En algunos casos tiene que ver con la imagen, como decía Vila-Matas. Gustavo Guerrero (escritor y editor de Gallimard) dijo en una entrevista a WMagazín, por su ensayo Paisajes en movimiento, que ahora los autores no solo experimentan una nueva manera de escribir sino de ser escritores: “Hay una transformación de la imagen del escritor después de la crisis de la figura del letrado o la figura del gran intelectual que hoy nos está llevando a que el escritor viva un proceso de reinvención en la esfera pública, invente una nueva postura para su presencia a nivel social”.

Cada caso es cada caso. Eduardo Lago se detiene en los dos fenómenos indiscutibles de esta década para escritores y lectores: Knausgard y Elena Ferrante: «Hay un elemento misterioso irreductible, una sustancia que poseen ciertos productos literarios, como ocurre también con Donna Tartt, autores que no necesitan el apoyo de la industria para ser grandes éxitos de ventas y de público, le dan al lector algo de lo que están necesitados. En ese sentido no son productos de ninguna maniobra publicitaria, sino que reflejan el espíritu de los tiempos, que pueden tener que ver como dices tú con lo inmediato o lo líquido«.

Búsqueda de rupturas

Aunque Lago reconoce que la imagen del gran letrado o intelectual ha cambiado, asegura que el público sigue atento a lo que tengan que decir ciertos nombres que han consagrado su vida a la literatura, como Harold Bloom. «Necesitan alguien que los guíe y oriente, alguien que les ayude a separar lo que es válido de lo que no lo es. Siempre, desde cualquier ángulo del devenir histórico, se tiene la sensación de que se vive un momento crítico de cambio, pero en realidad, la literatura, como todo el arte, es una presencia constante. Ahora mismo se siguen buscando formas de ruptura que lleven la literatura hacia nuevas maneras expresivas».

Es un misterio saber en qué radica el éxito de un escritor entre sus lectores y menos aún saber qué conquista a los propios escritores de sus colegas para convertir a algunos de ellos camino de la leyenda. Valerie Miles recuerda a Jorge Luis Borges en su Nota sobre (hacia) Bernard Shaw: «El libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria».

¿Qué hace diferentes a esos autores respecto a sus colegas para que destellen de esa manera? Vila-Matas, admirado y admirador, dice que «a veces es porque son geniales escribiendo y, en otras, por la leyenda que se ha creado en torno a ellos, o por las dos cosas a la vez, o por ninguna de ellas, simplemente porque les confunden con un cantante de rock».

@WinstonManrique

 

 

Winston Manrique Sabogal

10 comentarios

  1. Estaría buenísimo y necesario que su página tenga responsive, he tenido que venirme al computador para ver la nota, porque en el teléfono no se ve.

  2. Hola Gianfranco. Gracias por el comentario, pero es raro porque se supone que es Responsive. En mi Movil se ve bien y la tablet. En cualquier caso voy a consultar con los diseñadores. Un saludo, Winston Manrique

  3. Muchas gracias por esas reflexiones sobre la autoría mítica. Es un gran aporte para quiene vivimos en países pequeños y medio desolados de la cultura, donde ese tipo de debates no se produce en la gran prensa y tampoco en las redes sociales. Yo comparto la tesis de que muchos de esos mitos literario son flor de un día que no se alimenta de los valores artísticos auténticos.

  4. Gracias por el artículo. Interesante conexión entre autores tan dispares y que nos dan las pistas para saber que no existe receta ni piedra filosofal para entrar en supuesto «Club de selectos».

  5. Hola, Miguel. Me alegro de que te guste el magazín. Te puedes suscribir a nuestra newsletter en el siguiente enlace: https://goo.gl/FzdNEq

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