Frédéric Boyer: «Nos decimos señores de nuestros deseos, pero el deseo es nuestro señor»
El escritor y editor francés publica una novela sobre el nacimiento del amor y del deseo en un niño: 'Ojos negros'. En esta entrevista reflexiona sobre esos sentimientos y su evocación como medida del Tiempo. Cree que "la vida es esa tensión, la de buscar a ese niño que nunca encontraremos"
La exploración por la búsqueda del amor, los extravíos en los laberintos del deseo, la sensación de orfandad sentimental y el afán por recuperar el tiempo dichoso de la infancia y la adolescencia corren por las venas de los escritores franceses sin timidez. Temas que miran de frente y cuya naturaleza tratan de desentrañar como si fueran un niño llamado Cupido que desbaratara un reloj para ver cómo funciona.
“El tema no es tanto protegerse del amor o hacerse preguntas sobre el amor, sino que el tema es como en las novelas de caballería: Hay que ir al combate, hay que pelear”, afirma con una media sonrisa que anima a buscar la victoria Frédéric Boyer (Cannes, 1961). Su última novela aborda esta cuestión desde su génesis y que acompañarán al protagonista toda la vida en una prosa confesional y poética: Ojos negros (Sexto Piso).
Detrás de una gran mesa de madera que deja ver todas sus vetas y los tiempos que vivió, Fréderic Boyer habla de esta bella historia que conjuga Tiempo y Amor, del amor como medida del tiempo y la memoria como medida del amor y del deseo.
Vestido con una chaqueta safari color caqui, este narrador, poeta, dramaturgo, ensayista, traductor y director editorial de P.O.L. en París está en Madrid donde explora los temas de Ojos negros: el nacimiento del amor y del deseo, la reconstrucción que hace un hombre sobre su infancia en los días que un niño creyó amar a la mujer que lo cuidada y le despertó las sensaciones divinas de la vida.
Winston Manrique Sabogal. Su poemario En mi pradera me recordó a Walt Whitman en el sentido del canto a la tierra, a la naturaleza, a un territorio real y a un pasado y futuro donde quien habla es un YO potente. Estamos, además, en el bicentenario del natalicio de Whitman.
Frédéric Boyer. Whitman me gusta mucho, al igual que la poesía estadounidense. Me ha inspirado. Lo que me importa es crear en un poema la relación a un espacio natural que se vuelva al mismo tiempo un espacio que sea el lugar de la infancia. La relación de todo lo que nos abre a un imaginario que pasa por la palabra. Convocar a eso nos llama Whitman: convocar sentimiento, lugares, espacios, árboles, naturaleza…
W. Manrique Sabogal. Y este territorio íntimo de su poemario parece prolongarse en la novela Ojos negros.
F. Boyer. Es verdad. Es una focalización sobre uno o dos recuerdos que me han servido para intentar hacer hablar a la infancia misma; para tratar de reencontrar al niño pequeño que finalmente solo existe en la elaboración del poema o la literatura. La literatura tiene una utilidad, y su utilidad es permitirnos crear para atravesar la vida, vivir, poblar una vida interior.
W. Manrique Sabogal. Se convocan muchas compañías y fantasmas que parecen envueltos en la melancolía.
F. Boyer. Si hay fantasmas la melancolía nunca está lejos de ellos. Los fantasmas son la fuerza del recuerdo. El recuerdo es un invento. Cuando uno recuerda algo uno lo inventa. La parte imaginaria de invención, la parte fantasmal de un recuerdo es lo que le interesa a la literatura.
Si no somos capaces de inventar nuestra propia memoria y vida en el pasado, nuestra propia infancia, entonces nos falta algo de humanidad. El humano es el que inventa su vida, el animal no tiene necesidad de eso.
W. Manrique Sabogal. “¿Qué hay más allá cuando la infancia ya no existe?”, escribe el narrador de Ojos negros. Y le pregunto esto mismo al escritor, a Frédéric Boyer.
F. Boyer. Más allá de la infancia no hay nada. Toda la vida no la pasamos intentando relacionarnos con la infancia. La infancia siempre está frente a nosotros; el pasado está delante de nosotros. Hay grandes obras literarias construidas sobre eso, como En busca del tiempo perdido. En la vida de una persona su infancia está ahí para siempre y con la intención de recuperar una parte de ella. La vida es esa tensión, la de buscar a ese niño que nunca encontraremos. No es muy alegre lo que digo, pero es así.
W. Manrique Sabogal. ¿Cree que estamos hechos más de nuestro pasado que de nuestro futuro, de nuestros sueños?
F. Boyer. …No es contradictorio… Cuando nos proyectamos y soñamos hacer algo, cuando esperamos algo no sabemos si lo lograremos. Luego lo hacemos con nuestra parte de infancia. Los sueños más locos vienen de la infancia.
W. Manrique Sabogal. Queremos repetir momentos felices.
F. Boyer. Pero como decía Gilles Deleuze, la repetición crea algo, la repetición no repite nada, crea siempre algo nuevo. Siempre estamos en esa tensión repetitiva, en un pasado que no existe o que solo existe porque lo proyectamos ante nosotros.
W. Manrique Sabogal. Como lo expresa, veo el pasado como un eco donde cada vibración, cada onda de ese eco, es nueva, nunca es la misma.
F. Boyer. Es una imagen muy bonita, es verdad.
W. Manrique Sabogal. El amor y el deseo vertebran Ojos negros. Hay una reconstrucción y reelaboración del nacimiento del amor y del deseo a los ojos del niño evocados por el adulto, lo que pudo ser. ¿Son el amor y el deseo más ilusión que realidad?
F. Boyer. El deseo no es una ilusión, somos seres de deseo. El deseo estructura a los seres vivos. Lo que produce el deseo pueden ser ilusiones. Sobre el deseo y el amor recuerdo una cita del Cantar de los cantares:
“Hijas de Jerusalén, no despierten al amor antes que al deseo”.
Tenemos tendencia a ir hacia el amor sin pasar por el deseo. Forzosamente acallando su deseo, su parte animal. Con todas las pulsiones que tiene el deseo y que no controlamos, e idealizamos el amor. Es peligroso despertar al amor antes que al deseo; hay que atravesar el deseo antes que al amor.
W. Manrique Sabogal. Lo dice como si pudiéramos controlar que hacer primero.
F. Boyer. No, no podemos controlar. Estamos atravesados por el deseo. Somos y sufrimos el deseo. Nos decimos señores de nuestros deseos pero es el deseo nuestro señor.
W. Manrique Sabogal. ¿Acaso es el amor esa búsqueda, la búsqueda ante una orfandad o una ausencia imaginaria que no sabemos qué es pero que buscamos a ciegas?
F. Boyer. En este libro, precisamente, hay una figura existencial que es la figura de la orfandad. Somos, estamos huérfanos del objeto de nuestro deseo. La búsqueda del amor puede ser una banalidad pero es la búsqueda de lo imposible. Aceptamos la parte imposible de todo amor y eso es lo que hace de nuestra vida y existencia una búsqueda que no terminará nunca. Y si negamos eso amputamos la vida.
La historia de esa búsqueda es algo muy bueno que vive en la literatura, desde sus orígenes. El nacimiento de la novela es esa búsqueda imposible.
W. Manrique Sabogal. Y esa búsqueda o reencuentro en el recuerdo en su novela muestra ráfagas de eternidad.
F. Boyer. Hay microcosmos de instantes de eternidad que tratamos de repetir y esta repetición construye una vida.
W. Manrique Sabogal. Como el poema de Wordsworth Esplendor en la hierba…. “porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo».
F. Boyer. La belleza es el recuerdo. Lo que decíamos al inicio del proceso de la memoria como proceso de creación, esa es la belleza. Esa es la emoción de una vida. Una vida produce memoria.
W. Manrique Sabogal. En la novela hay poco miedo, hay mucha ilusión.
F. Boyer. No me había dado cuenta. El tema no es tanto protegerse del amor o hacerse preguntas sobre el amor, sino que el tema es como las novelas de caballería: Hay que ir al combate, hay que pelear. Hay un verso del Cantar de Roldán que me gusta mucho: “Pelear nos vuelve felices, aun si la derrota es total”. Es un poco Don Quijote.
Pero hemos perdido en la literatura contemporánea esta imagen de la batalla, cuando es una imagen fundadora de la literatura occidental.
W. Manrique Sabogal. Hacia el final de Ojos negros hay un frase clarificadora y que habla de la nobleza del amor: “Aquellos ojos negros no me decían más que una cosa, no formulaban más que uno solo deseo: Te deseo que ames y que te amen”.
F. Boyer. Es prometer al otro que amar y ser amado es la cosa más bella. Es una promesa ética porque es muy difícil amar sin ser amado. Hay una forma de armonía para lograr ambas cosas y esa es la verdadera imposibilidad del amor, una especie de comunidad en el deseo.
W. Manrique Sabogal. Como una prueba del milagro.
F. Boyer. ¡Cierto!
W. Manrique Sabogal. Y las promesas de esos milagros se venden hoy por todo Internet. ¿Qué opina de este momento en el que la gente parece más independiente, pero sola y ansiosa de buscar pareja?
F. Boyer. Es una inmensa proyección imaginaria de la relación. Hay que decir dos cosas: primero hablo como editor, cada vez hay más manuscritos de historias de amor en internet. Y lo que siempre cuentan es que todos esos sitios de encuentros no facilitan el amor. Es extraño porque estamos en una sociedad en la que todo se acelera en la comunicación. Pero la vida esencial se resiste.
W. Manrique Sabogal. Hace unos tres años en su editorial hizo una adaptación especial de la Biblia, ¿cree que la Biblia debería leerse más como objeto literario?
F. Boyer. Es una pregunta difícil de responder, depende de la cultura de los países. Desde el punto de vista de lo que ocurre en Francia deberíamos enseñar la Biblia como literatura, pero no se enseña y, al mismo tiempo, nos quejamos cuando hacemos estudios literarios y la referencia bíblica está en todas partes. La Biblia podía ser leída más para comprender mucho mejor nuestra cultura y eso ayudaría a deshacer todos los fundamentalismos religiosos y sus interpretaciones.
- Ojos negros. Frédéric Boyer. Traducción de Vanesa García Cazorla (Sexto Piso).
- En mi pradera. Frédéric Boyer. Traducción de Ernesto Kavi (Sexto Piso).
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