El escritore y periodista español Gabi Martínez, autor de ‘Delta’, en una foto de su estancia en la isla de Buda en el Delta del Ebro donde vivió un año para escribir este libro de Liternatura /Foto cortesía del autor – WMagazín

Gabi Martínez: “Debemos ser conscientes de que dependemos de millones de seres y elementos y es capital desarrollar respeto”

El escritor español publica 'Delta', un libro sobre el Delta del Ebro que escenifica la crisis medio ambiental del planeta y una alternativa para contribuir a la solución. Vivió un año en uno de los primeros lugares que desaparecerán cuando suba el nivel del mar. Una obra que, como el espacio que retrata, es un ecosistema fronterizo y armónico de géneros literarios

Los seres humanos llevan el planeta hacia el abismo y Gabi Martínez corre hacia uno de sus bordes, de sus orillas. A uno de los primeros lugares que desaparecerán en España cuando las aguas del mar suban más por el calentamiento global. Se va a vivir un año a una pequeña isla del Delta del Ebro, una zona de confluencias de fronteras visibles e invisibles, donde el futuro trágico ya se asoma. Lo hace para contar la belleza del mundo con su naturaleza, advertir del peligro que corre el ser humano por sus acciones al no haber aprendido a convivir en armonía con el planeta e insistir en que aún podemos hacer algo, todos, cada uno.

Lo cuenta en el libro Delta (Seix Barral), una obra que es en sí misma, como el espacio que retrata, un ecosistema fronterizo y armónico de géneros literarios que se arremansan creando una historia coral necesaria, profunda, sensible y bella en fondo y forma. Gabi Martínez (Barcelona, 1971) da un salto en lo que él llama liternatura, narraciones que exploran la condición humana y de la naturaleza como una sola que funde lo científico y lo literario. Un heredero aventajado de grandes autores de la tradicionalmente llamada literatura de la naturaleza, aquí no solo para cantar el esplendor de la naturaleza o de la soledad del ser humano en el infinito universo, sino porque cree que libros como estos pueden contribuir a la armonía de la convivencia de especies en la Tierra.

En compañía de los sonidos, olores, texturas, sabores y vistas de aquel rincón del mundo que Gabi Martínez convierte en corazón del planeta, cuenta su vivencia de doce meses en una cabaña muy modesta en la isla de Buda (de febrero de 2021 a febrero de 2022), en la desembocadura del Ebro, uno de los ríos más intervenidos del mundo. En esas páginas no está solo, está acompañado por el coro de voces de los lugareños, los datos y la información rigurosa del lugar y medio ambiental del planeta, su conocimiento de tantos años viendo el rastro de la belleza de los lugares y atisbando en lo que podrán quedar; a la vez que comparte paisajes de su vida privada y sentimental de los que surge una liternatura de aire poético.

Desde esa isla rodeada de aguas dulces y marinas, Gabi Martínez otea la vida. Mira al horizonte, observa, detiene su mirada, ve algo, lo que todos ven y no hacen nada, analiza… y lanza el aviso para ponernos a salvo.

No clama por una confrontación entre la naturaleza, el desarrollo y lo urbano. El escritor y periodista ha recordado varias veces que no hay que ponerse por encima del paisaje. Invoca la empatía al comprender que la Tierra es un lugar compartido con otros seres y especies del reino vegetal, que son los que sí garantizan el equilibrio del planeta. Está en la línea de científicos contemporáneos como Carl Safina y Stefano Mancuso que en sus libros recientes recuerdan que muchísimo antes de la aparición del homo sapiens otras especies de animales y vegetales habitaban la Tierra.

Y Martínez cree que la literatura puede contribuir a vivir en armonía. La liternatura, ha dicho Martínez, es “buscar el punto de vista que te permita acercarte al mirlo no solo desde la ciencia. Se trata de fundir la mirada científica con la literaria. Se trata de dar una dimensión protagonista a los pájaros y demás seres de la naturaleza y hacer tan interesante el relato como para conquistar a un lector que quiera leer ese libro”.

Gabi Martínez en el Delta del Ebro. /Foto cortesía del autor – WMagazín

Gabi Martínez empezó a darse a conocer desde el periodismo y con libros de viajes como Los mares de WangEn la Barrera. Entre sus libros de investigación donde se encuentran la naturaleza y la vida humana están Solo para gigantes, Un cambio de verdad. Una vuelta al origen en tierra de pastores, donde fue tras los pasos de su madre y este Delta, donde hay una presencia e inspiración importante de su padre.

Hace unos días volvió a España desde Colombia, del Primer Festival de Liternatura en América Latina, celebrado en la población de Honda, uno de los puertos del río Magdalena, el más grande del país.

Winston Manrique Sabogal. ¿Qué opina de la manera como los medios de comunicación estamos reflejando esta problemática?

Gabi Martínez. La mayoría de medios de comunicación participan completamente de los ojos cerrados de los políticos y no toman la iniciativa, en muchos casos. Los medios de comunicación están jugando a lo que, digamos, los poderes principales, empresariales y políticos quieren que jueguen.

W. Manrique Sabogal. ¿Nos hemos olvidado de la función de contribuir a orientar y educar?

Gabi Martínez. El tema es hacia dónde orientas tú la narrativa, o sea, por que estamos dándole toda la importancia, como tú dices, a la corrupción, al enfrentamiento, al ocio y a otras cosas, y se transmite la idea de que este planeta ya no tiene futuro, y lo que hay que hacer es construir cohetes que nos lleven a vivir en otros planetas y que el futuro esta allá. Es un poco lo que defendía Stephen Hawking y ahora hace Elon Musk. Esa es la narrativa que se impone.

Pero tú puedes empezar a contar historias que te dicen que es posible repoblar espacios rurales, que es posible comunicar de una manera efectiva con seres que no son precisamente humanos, que es posible, de repente, darle importancia al agua, por ejemplo.

Hay debates de fondo potentísimos, en los que si pones a los interlocutores adecuados puedes llegar a interesar profundamente a una sociedad que está quemada, hastiada y desgastada por enfrentamientos constantes y por historias que solo fomentan el deseo de huida y de enfrentamiento. Creo que los medios de comunicación juegan un papel decisivo para crear opinión. Lo que sucede es que han pasado de ser voz de la ciudadanía a voz del poder, ese es el gran problema. Y, hasta que eso no cambie, va a ser difícil que la narrativa lo haga. Se necesitan estímulos en positivo, que se abran caminos y narrativas que demuestren que hay un futuro que permite creer en él. Hay mucha gente que no está dispuesta a resignarse.

Gabi Martínez en el Delta del Ebro (España). /Foto cortesía del autor – WMagazín

El valor de la comunidad y de la frontera

W. Manrique Sabogal. ¿Usted que ha viajado por lugares tan distintos de todo el planeta, con propósitos e intereses más que informativos, en la experiencia de un año en el Delta descubrió alguna sensación inédita?

Gabi Martínez. Aprendí mucho sobre aves. También hay un momento con insectos muy sintomático: en verano yo iba a la playa y tenía que pasar por un cañaveral donde había una pared de libélulas, aquello es una imagen que intimida, de entrada, pero digo, bueno, vamos allá, empiezo a cruzarla y las libélulas se abren, como si fueran las aguas bíblicas, y pasé por el medio. Ese recorrido era cotidiano y se repetía cuando regresaba, antes de que cayera el Sol. Pero un día me retrasé, y cuando volvía por ese camino ya no había libélulas, empiezo a pasar el cañaveral y me comienzan a comer los mosquitos. Entonces, la libélula pasa de ser un animal que, de entrada, intimida a ser un colaborador tuyo, a ser tu socio, alguien que te ayuda. Y lo mismo con las arañas, lo mismo con los lagartos…  Es la sensación de estar pudiendo convivir con animales que antes habrías temido.

También está la idea de la soledad, pero ya la tengo muy desmitificada, quizá porque he pasado por ella en otras experiencias. Yo tenía tres personas a las que podía no ver en todo el día, pero sabía que estaban ahí, y eso me tranquilizaba. Eso lo conectaría con esa idea tan perjudicial que es la de destacar de una manera exagerada el papel del individuo solitario. De esto se quejaba Wendell Berry, a propósito de cómo toda la narrativa estadounidense, que es la que hemos comprado, lo que ha hecho ha sido subrayar la épica del individuo solo que supera todo tipo de pruebas. Algo que está muy bien si lo acompañas, también, con una narrativa que subraye el valor de la comunidad. Pero ese valor no lo tenemos, prácticamente, asumido.

A lo que sí que voy acercándome es a entender el valor de todas las personas que me rodean. Sentir cerca a otras personas es bueno para mí como individuo, porque sé que me pueden ayudar, y yo las puedo ayudar a ellas y que, a fin de cuentas, estamos compartiendo un espacio que tenemos que cuidar un poco entre todos, eso para mí fue muy importante.

Una última reflexión es sobre cómo es que hay tan poca literatura donde el agua sea protagonista en un país que es una península que además tiene dos archipiélagos fenomenales. Eso te lleva a pensar qué hemos estado haciendo con nuestro entorno en España, en concreto; cómo la especulación ha devorado todas las costas y ha convertido el agua en un elemento meramente de consumo y no en algo que compartir, que vivir y que cuidar.

W. Manrique Sabogal. Y el agua en este libro es la del río más acosado y explotado de España, en todos los sentidos, hasta que llega al Delta y ya adquiere todo lo real de la situación y lo simbólico.

Gabi Martínez. Estos grandes debates pueden introducir temas que nos implican a todos. Es el elemento que nos hace vivir. Ese punto de frontera también me permitía hablar de otras fronteras, como es, por ejemplo, el encuentro de catalán y castellano, de la jota y la sardana, el rato a los toros, que no es como en Girona pero tampoco como en Valencia o Sevilla… y todo coincide en esa zona, que es una frontera, pero una frontera es un lugar de convivencia también.

Es un lugar muy de mezcla y, por eso, muy fértil. Ahí es donde aparecen siempre las novedades. Es donde se están generando sensibilidades, es un caldo de algo que será diferente. Y lo curioso es que nos estén haciendo creer que eso es periferia. Yo, por eso, le doy el protagonismo a las personas que viven ahí, porque ellos son centro. Con este libro quiero que veamos el centro, que son esas personas. Hay algo muy claro a nivel, incluso, del uso de las palabras, de la nomenclatura, que tiene que ver con tres nombres que me sirven para representar la importancia, en este caso, del relato, y de cómo nos contamos a nosotros, quiénes son, qué es importante para nosotros.

Está Tortosa, la capital del Delta, pero que no reconocía con un nombre a las comunidades que formaban la parte baja del Delta, porque las veían como una posible competencia económica, hasta que empiezan a producir arroz. Entonces, no tienes más remedio que identificarlos con un nombre. Destrehan está en Estados Unidos. Es un lugar prácticamente sin nombre al cual nadie menciona, porque llegaron las fábricas y quien no tuvo dinero para salirse de allí se tuvo que quedar, y hoy es el lugar con un índice 800 veces mayor de cáncer de las medias mundiales. Pero, luego, tienes Venecia. Venecia que no nos la toquen, ahí se va a mover todo lo que sea necesario para intentar que no se inunde, ¿por qué? Porque hay todo un relato construido, una narrativa que hace que dentro de nuestro imaginario ese lugar sea centro. Todos están igual de lejos de nosotros, pero Venecia es centro.

Es fundamental hacer una narrativa en la que no exista la periferia. Al final, eso es la literatura: hacer centro de lo que otros dicen que es margen. Ahí es a donde apunta Delta.

Gabi Martínez en la isla de Buda en el Delta del Ebro (España). /Foto cortesía del autor – WMagazín

Armonía de la naturaleza y armonía de la liternatura

W. Manrique Sabogal. Dentro de los elementos que ha utilizado están las voces de los lugareños, creó un coro de voces. También están los pasajes íntimos de su vida en lo personal, emocional e intelectual. Incluso recuerda la enfermedad de su padre y cómo en la clínica él quería ver a su esposa, a su madre, y dice que ella era el mar para él. ¿Cómo se fue armando esta mixtura?

Gabi Martínez. Esto es fundamental, es clave. Creo que es el resultado de toda una vida pensando en cómo esas vivencias pueden ser comunicadas de la forma más total posible. Y, en este caso, conecta de pleno con la palabra biodiversidad. Lo que me di cuenta es de que somos muchos, somos varias voces; esto con Pessoa ya lo tienes ahí muy explicado, pero también somos capaces de expresar varios registros, de abordar distintos géneros literarios… en una misma obra.

Para mí ha sido muy importante el periodismo, pero también la poesía, ¿cómo mezclas eso de una manera fructífera? El propio Delta, físicamente, te expresa que de la confluencia se crea un sedimento, un magma, que no es ni tierra, ni es agua, es un fango mixto en el cual tú puedes ir reconociendo distintas texturas, y el agua, de repente, es turbia y hay aves y hay peces que viven en un espacio, en ese espacio intermedio, ¿cómo se aplica eso a la literatura?

Un ensayo no deja de ser un experimento si nos vamos a la raíz de la propia palabra. Entonces coges el ensayo con sus citas de otros autores, con toda esa parte más de pensamiento, y eso se mezcla con lo que es la vivencia personal del individuo que está en ese territorio de citas y de estadísticas. Y sumas la convivencia con el coro. Entonces, el coro participa de ese juego. Hay un momento en el que yo ya, claro, llevo muchos años escribiendo en esta clave, pero hay un momento en el que eso fluye prácticamente solo. Para mí Foster Wallace es un referente total, es cómo consigues que eso que tú tienes dentro fluya de la manera más natural posible y que se perciba que es que eso está dentro de tu mirada del mundo. ¿Cómo consigues que la biodiversidad se exprese también como una mezcla de géneros? Y esto es lo fundamental: darle voz al coro de la manera más completa y que ese coro no sea solamente el humano, porque si estamos realmente conectados al momento actual y estamos realmente preocupados por cómo interactuamos con el medio ambiente y con el resto de seres que nos rodean, démosles voz en nuestras obras artísticas para poderlos ver representados. El nuevo coro tiene que ver con los seres no humanos, con darles protagonismo a ellos y que nosotros consigamos la verosimilitud suficiente como para pensar que es cierto que ellos forman parte de nuestro coro, llegar a las narrativas. Una apuesta de las narrativas debería ir por ahí.

W. Manrique Sabogal. Mezclas de géneros que están desde El Quijote, o antes, aquí en una narración comprometida con el planeta y con sus preocupaciones de su vida más personal. Como el propio delta. Creo que el libro reproduce esta convivencia de manera armónica con tu corazón y tu cabeza.

Gabi Martínez. Armónica es una palabra que me gusta, porque creo que, si no consigues escribir con música, difícilmente vas a conectar de verdad. La música lo que tiene que expresar es una verdad íntima, y la música, a la hora de escribir, la debes tener dentro, tiene que fluir, tienes que encontrarte dentro de una atmósfera que sea compacta, que sea armoniosa. Eso es la naturaleza, la naturaleza es armonía. Esa es la maravilla donde vivimos.

Y por eso, aunque sea un libro de 400 y pico páginas, está tensado por la poesía todo el tiempo, aunque, de repente, veas momentos estadísticos. La estadística tiene un sentido dentro de ese mensaje poético que hay de fondo, con la muerte siempre delante en cuanto que estamos hablando de, uff, del final de un territorio.

Es un libro que escribo cuando estoy a punto de cumplir 50 años. De hecho, los cumplo mientras estoy en el delta y, claro, es una reflexión que no paras de hacerte. Es fundamental porque creo que tal y como pensamos en la muerte, así vivimos. Creo que es algo que nos determina, vivimos ahora mismo tan alejados del pensamiento de que podemos morir y nos hemos olvidado tanto de ese final, que hemos llevado la vida a unos ritmos que son antinaturales y estamos pagando el precio.

Gabi Martínez en el lago Kyoga, en Uganda. /Foto cortesía del autor – WMagazín

El planeta no es solo de los humanos

Los minutos de la video entrevista terminan. Pero me quedan dos preguntas. Así es que le pido a Gabi Martínez que me las responda por correo electrónico.

W. Manrique Sabogal. ¿Por qué no terminamos de entender que el planeta no es solo del ser humano? ¿Tiene que ver con esa última idea que desarrolló en la video entrevista sobre la desconexión del ser humano con su mortalidad?

Gabi Martínez. La tecnología nos ha hecho creer que somos superiores al resto de seres vivos. Las máquinas son tan espectaculares, tan artificialmente humanas, que nos han hecho perder la perspectiva y hemos dejado de vernos como una especie más que forma parte de un todo mucho más inteligente que nosotros. Y por ahí empiezan muchos derrumbes: por la soberbia. El ombligo humano ha crecido tanto que nos tapa la visión. Incluso se especula con la inmortalidad. Si nos imaginamos tan antinaturales como para vivir eternamente, ¿cómo vamos a vivir? Antinaturalmente. La forma como te relacionas con la muerte determina tu forma de vivir. Siempre se ha dicho esa obviedad de que la muerte nos iguala a todos. La frase suele referirse a los humanos, a ricos y pobres, a guapos y feos, aunque lo cierto es que esa igualdad incumbe al total de los seres vivos. Ser conscientes de que vivimos juntos en un espacio común y que nuestras vidas, y por lo tanto nuestras muertes, dependen de millones de seres y elementos a menudo invisibles es capital para desarrollar respeto. Es la clave. Respetando entiendes mejor los límites, y reconoces tu lugar en el mundo. Aprendes a avanzar asociándote, a distinguir una agresión inasumible y, muy importante, a reaccionar ante ella. Es importante señalar que Henry David Thoreau, además de escribir ese clásico de la liternatura que es Walden, firmó un libro sobre la desobediencia civil. Hay una lógica elemental: todo lo que vive, muere; cuando respetas con convicción, quieres ser respetado del mismo modo. Si quieres llegar al final siendo digno de la vida que se te concedió, respeta.

W, Manrique Sabogal. Del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023 se celebra, en Dubai, la Cumbre sobre el Cambio Climático número 28. ¿Cuáles pueden ser las principales aportaciones de estos encuentros: desde Estocolmo 1972, primera Cumbre de la Tierra, y desde Berlín 1995, primera Cumbre del Cambio climático?

Gabi Martínez. En 1975, Miguel Delibes dedicó su discurso de ingreso a la Real Academia de la Lengua a hablar sobre el Crecimiento Cero. No le hicieron ni caso. Las alertas ya habían saltado, pero España se dedicó a saturar la costa -y mucho más- de hoteles, apartamentos. Durante la Transición y principios del siglo XXI la mayoría de intelectuales se olvidaron del medio ambiente, solo algunos filósofos fueron recordando que no se podía desatender ese espacio. Es un caso paradigmático de lo que en realidad ha ocurrido en gran parte del mundo: un puñado de individuos señalando que existe un problema fundamental mientras la mayoría se ríe sobre las ocurrencias de esos pringados y actúa en connivencia con quienes los animan a aumentar su tren de vida. Primera consecuencia: la crisis de 2008. De la que no hemos salido. Con pandemia incluida.

El lugar donde se celebra esta última Cumbre del Clima, los anfitriones que tiene, es muy sintomático. Quienes controlan el mercado de combustibles fósiles quieren seguir controlando el de energías renovables, y tienen tanto poder que incluso se traen las Cumbres a casa para simular que no solo están de acuerdo con cambiar el modelo, sino que ellos mismos van a promoverlo. Lo que los gobiernos más influyentes hacen es lo que han hecho estos años: perpetuar unas prácticas que enferman al planeta. Ahora se ven medio obligados a soltar discursos de buenas intenciones, a aprobar alguna medida cosmética, poco más. Nos tienen a todos mirando hacia dónde quieren, con la complicidad de unos medios de comunicación que, en general, lejos de mostrar independencia, actúan con un seguidismo pasmoso, incapaces de dar auténtico protagonismo a los proyectos y personas que están proponiendo alternativas. No hablo de noticias sueltas, hablo de dar portadas a esa gente, de cambiar las prioridades, de abrir debates públicos en horarios de máxima audiencia, de hacer interesantes realidades que se menosprecian porque se ignoran, de entronizar al ciudadano creativo, no al político. Hablo de ser coherentes.

Delta. Gabi Martínez (Seix Barral).

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