Galder Reguera: “Un problema es que los estados de ánimo se han puesto en el centro de todo”
'Vida y obra' es la novela donde el autor español vuelve sobre las relaciones paternofiliales, pero en los laberintos que llevan al sueño de la creación literaria sin tener en cuenta el daño que puede causar a su alrededor. “Dedicarse por completo a la literatura esconde un privilegio”
“Soy hijo de pintores, artistas y en mi casa siempre ha habido muchos libros y cómics. Cuando mis tres hermanos y una hermana más pequeña nos íbamos a la cama mi padre siempre decía: ‘Tintín, Espirú o Astérix’. Eran las tres opciones que teníamos. De niño leí muchas típicas novelas juveniles tipo el pequeño vampiro o Momo, la historia interminable. Cuando estaba estudiando bachiller, con 13 o 14 años, le cogí manía a la lectura, gracias a mis profesores de lengua y de literatura que se empeñaban en fomentar un determinado tipo de lectura. Tengo un recuerdo muy marcado de la primera vez que pensé que la lectura de adulto también podía ser divertida: fue cuando en segundo de BUP nos mandaron leer El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza; era una lectura obligatoria, y todas las lecturas obligatorias en bachiller las coges con mucha distancia y, sin embargo, esta era divertidísima. Empecé a recuperar la lectura”.
Es el momento en que, sin saberlo, la vida de Galder Reguera (Bilbao, España, 1975) cambiará para siempre no solo como lector que lo llevará a querer ser escritor, sino por su concepción de la vida misma y de estar en el mundo. Sobre todo desde la perspectiva de las relaciones paternofiliales y la creación artística. Lo deja claro en Vida y obra (Seix Barral), su reciente novela en la que Unai, un escritor que ajusta cuentas con su padre, un hombre que lo abandonó a él cuando tenía diez años y a su familia porque consideraba que se interponían en su sueño de ser un escritor. Luego lo logrará, pero cuando está hospitalizado, Unai le recuerda que había podido ejercer de padre y escritor.
Vida y obra se adentra, así, en los laberintos de la responsabilidad con los hijos y la familia, la paternidad, la creación, los sueños artísticos, el egoísmo y los privilegios que pueden tener algunos para desarrollar su obra a costa de los seres amados. Varias preguntas laten en esta novela, como: ¿puede un creador desarrollar su obra plena teniendo compromisos familiares? ¿Se justifica el precio de una obra a costa del amor o bienestar de los hijos y seres queridos? ¿Qué tanto de verdad, irresponsabilidad o cobardía hay en un autor que decide irse de casa por seguir su sueño creativo?
Galder Reguera es licenciado en Filosofía y gestor cultural, trabaja como responsable de actividades de la Fundación Athletic Club y con Vida y obra recuerda que hay novelas o cuentos con episodios como relámpagos que muestran que la vida, realmente, es literatura y la literatura es vida. En el caso de Galder Reguera esta conjunción estaría en sus años juveniles, como lo cuenta en esta video entrevista desde Bilbao:
“Empecé a escribir en el destierro irlandés, como fui muy mal estudiante, mis padres al ver que volvía a repetir curso me mandaron a estudiar a Irlanda un año, a un pueblo pequeño, Waterford, en el que se hacía de noche muy pronto, Me llevé un montón de libros, de esos que tienes que leer una vez en la vida, tipo Dostoievski y cosas así. Los devoré aquel invierno irlandés… Ahí fue cuando empecé a escribir a mano, tendría unos 18 o 19 años. Empecé a escribir muchas cartas no solo sobre mi rutina, sino con un poco más de reflexiones… Sufrí mucha soledad ese año y mi compañía fueron los libros, me pasaba el día entero leyendo y escribiendo. Luego escribí un manuscrito que mi madre leyó sin mi permiso y me recriminó algo y yo lo tiré a la chimenea… Supongo que era sobre mi vida; como estaba en esa etapa postadolescente o de adolescencia tardía sería un drama y mi madre no se enfadó, como todo padre que cree que su hijo monta un drama en torno a su vida”.
El primer libro de Galder Reguera es autobiográfico. Se trata de Hijos del fútbol, de 2017, “en el que hablo de cómo establezco una relación a través del fútbol con mi hijo mayor, que en ese momento tiene uno seis años, y los miedos de cuáles son los caminos que ese niño puede recorrer. Así, el fútbol era como un espacio en el que explorar la relación padre e hijo desde el padre. Antes había escrito un par de novelas juveniles en las que el padre tiene mucha presencia.
Luego escribí Libro de familia por una necesidad de un acercamiento a la figura de la paternidad desde el hijo. Coincidió con la pandemia, se me hizo muy duro porque estás toda la vida esperando la oportunidad de dar el salto a una editorial buena, se estaba hablando mucho del libro y, de repente, vino esta especie de tsunami emocional que fue la pandemia y arrasó con el libro. Aunque en aquel momento se leía más, era una literatura más evasiva. En las postrimerías de la pandemia intenté hacer una novela que no fructificó, básicamente, porque creo que estaba negándome a mí mismo, estaba escribiendo algo completamente distinto de lo que es mi tono. Empecé Vida y obra hacia finales de 2020 y principio de 2021, justo la postpandemia.
Winston Manrique Sabogal. En Libro de familia prima la figura del padre, cuatro años después publica esta novela. Ha hablado de las relaciones paterno-filiales desde una esquina distinta. En esta hay mucho afecto del padre hacia el hijo, afectos muy especiales, y hay una sensibilidad hacia el propio mundo exterior. ¿Por qué explorar ahora esta otra parte de la relación padre e hijo?
Galder Reguera. Hijos del fútbol era un libro de amor a mis hijos. Libro de familia es un libro de reconocimiento y amor a mis padres, porque con todas las dificultades del mundo y con todos los errores posibles me hicieron muy bien. Creo que somos una generación del reproche, siempre estamos reprochando a los que vienen de atrás, lo mal que lo hicimos. Y esto no me gustaba. Había muchos libros sobre la paternidad, sobre la maternidad en los que se generaba siempre como una especie de reproche del que yo quería huir. Vida y obra es todo lo contrario, es la idea de un niño que sufre un abandono por parte del padre. Una cosa que me fascina es ver cómo gente de nuestra generación que ha tenido niños pone a sus hijos como excusa para sus propios fracasos literarios. Cuando tienes 20 años y empiezas a escribir sueñas con ser un autor superventas, y encima muy reconocido, y, luego, cuando avanza el tiempo, pues el mercado y la historia de la literatura te ponen en una esquinita donde puedas estar cómodo o buscar razones por las cuales no has triunfado, estas razones muchas veces son difíciles de atribuir a uno mismo, todos escribimos la mejor novela del mundo. Entonces, es muy fácil atribuirla a la falta de tiempo por las obligaciones mundanas. A mí esto desde el punto de vista de la creación era algo que me fascinaba.
W. Manrique Sabogal. Dedicarse en exclusiva a la escritura o a la creación necesita de un cómplice, y/o sacrificar, por decirlo así, otros ámbitos.
Galder Reguera. Vargas Llosa cuando recibe el Nobel se acuerda de quién se ocupaba de las tareas mundanas mientras él estaba escribiendo y eso también me gustaba. Esa idea de que dentro del autor que dedica tiempo a la literatura se esconde un privilegio, porque vivimos en un tiempo donde, primero, prácticamente, es imposible vivir a full time de la literatura, pero, aunque así sea, siempre tiene que haber alguien que se está ocupando de esas otras tareas. Con estos dos ingredientes mezclados, me apetecía contar la historia de un escritor cuyo padre ha sido también escritor, pero tienen una relación distinta con la creación literaria en relación con la familia, con los cuidados de las personas que tenemos alrededor y la idea es que el padre ha sido un enorme escritor, pero el precio que ha pagado es muy alto, con el billete de otro, el de su hijo que padece una ausencia. Y, sin embargo, su hijo Unai es un escritor menor cuya literatura ha girado alrededor de su familia. Hay un personaje que me gusta mucho, el del tío, porque mientras que el padre niega la familia y huye, el tío en un acto de amor está leyendo a su sobrino. La literatura es un espacio para compartir.
W. Manrique Sabogal. No sé si ha leído la novela Lecciones, de Ian McEwan. Allí hay una pareja con un niño pequeño cuya madre se va porque cree que la crianza frustra su sueño de realizarse como una gran escritora. Se va a Berlín y consigue el reconocimiento. Hay dos cuestiones: la responsabilidad del padre frente a la crianza y amor por los hijos y la suya propia, porque, a veces deben aparcar o renunciar a sus sueños por esos hijos. ¿Dónde queda, también, la felicidad que busca cada individuo?
Galder Reguera. Me gusta la pregunta. Aquí hay dos cuestiones: primero, en la novela, hay un momento en el que el Unai cuenta que su madre era una enorme dibujante que tuvo que trabajar de delineante para poder mantener el sueño literario de su marido, porque siempre hay alguien que trabaja por nosotros, aunque no tengas hijos o seas rico. Ahora mismo la literatura está en manos de gente con dinero porque no se generan ingresos. Yo no podría vivir de la literatura sin tener hijos, tendría que estar haciendo siempre otra actividad. La supuesta renuncia a todo por la literatura, muchas veces, descansa sobre una posición económica privilegiada. Pero bueno, esto es otra cosa. Entonces, la madre es la que deja su carrera, su vocación de ser pintora para que el padre pueda escribir y luego en la novela yo lo que vengo a decir es que, en realidad, el padre abandona a la familia por puro egoísmo, la literatura es la excusa, lo que quiere es vivir su vida y no tener responsabilidades.
Hablando sobre la creación, a mí me interesa mucho cómo con las posibilidades materiales de tiempo que tenemos, el genio del escritor o la escritora o su habilidad, con esas posibilidades se tiene que hacer una buena obra. La paternidad cuando te llega y tú tienes una vocación creativa primero te hace tener más las raíces en la realidad, generas más empatía porque tienes unos niños pequeñitos a los que tienes que cuidar y, además, los ves sufrir cuando padecen enfermedades… No sé, creo que te hacen más inteligente si vives bien la paternidad o la maternidad. Desde el punto de vista creativo lo que te hace es pasar a un segundo plano, porque las urgencias de los niños pequeños son inaplazables. Te da menos tiempo, pero ese tiempo puede ser utilizado de manera más efectiva. Por ejemplo: los pintores de las zonas comunistas a los que el Estado de repente les proveía solo colores turquesas y azules, porque no tenían otros en ese momento, esos pintores tenían una época azul en la que pintaban con los materiales que en ese momento tenían que no era toda la gama de colores, sino solamente esta. Con el tema de la paternidad es exactamente igual, una persona que tiene dos niños pequeños, si los tiene con responsabilidad no puede escribir una novela de 1.500 páginas, porque no tiene tiempo efectivo o quizá el recurso que esté utilizando no sean capítulos muy largos, sino muy pequeños. Yo me di cuenta con Hijos del fútbol, había alguna persona que me decía que le gustaba mucho la estructura de capítulos muy breves que eran prácticamente autoconclusivos y se iba escribiendo en una estructura de capas. Yo pensaba es que es lo único que podía hacer en ese momento, no podía abordar un capítulo de 40 páginas seguidas desarrollando un tema como si fuera un ensayo cuando estoy escribiendo de manera intermitente. Tu maestría será conseguir con esas posibilidades que tienes hacer una buena obra o no, nadie tiene todas las posibilidades del mundo.
Yo vengo de una familia de artistas y he vivido las expectativas y los fracasos desde dentro ya tengo una cierta edad, tengo 50 años, y he crecido con amigos que soñábamos juntos con ser escritores con 22, 23, 24 años. Tengo la sensación de que la paternidad o la maternidad ha sido una excusa muy buena para muchos escritores y muchas escritoras para no llegar donde ellos creían que podían haber llegado y, probablemente, no hubieran llegado en ningún caso con hijos o sin hijos. Eso me interesa mucho.
W. Manrique Sabogal. Se dice que su generación expresa más afecto a los hijos, pero, a la vez, algunos estudios hablan de que esos hijos son más frágiles y los llaman Generación de cristal.
Galder Reguera. Tengo ahí dos cuestiones: Una, creo que toda generación reprocha la siguiente que es peor que ellos, esto pasa desde la Antigua Grecia, y esto es algo que yo suelo detectar como un síntoma de comienzos de la vejez. Cuando mis amigos me dicen que nosotros teníamos más valores que los que vienen ahora, digo, uy, qué mayores nos hemos hecho. Porque eso es lo que nos decían a nosotros, esto es universal. Y, luego, lo que ha pasado, pero yo no creo que sea una cuestión de los jóvenes, sino que es una cuestión en general, es que el estado de ánimo se ha puesto en el centro de la agenda. Yo a mis hijos cuando me dicen que están tristes o no sé qué, les digo dale, muy bien, asúmelo, el mundo no gira alrededor de tu estado de ánimo. Hay un problema, en general, los estados de ánimo se han puesto en el centro de absolutamente todo, pero eso te pasa en el trabajo, un lunes en la mañana te sientas en la mesa de trabajo y dices vamos a empezar y uno dice, bueno, es que yo hoy no me encuentro muy bien, digo, vale, tenemos que trabajar. De hecho, cuando tienes que rendir tienes que superar ese estado de ánimo. A mí me molesta mucho cuando vamos a comer fuera y hay que coger un menú especial para los niños porque los niños eligen lo que comen, ¿desde cuándo un niño tiene que elegir lo que come, si no tiene criterio? Yo me enorgullezco mucho de mis hijos, pero no se les da la opción, tú comes igual que los adultos, entre otras cosas porque es más sano y vas a descubrir los sabores.
W. Manrique Sabogal. Usted hablaba de que su tiempo lo adaptaba y así han salido capítulos cortos y autónomos. Son pequeñas historias dentro de la historia que suelen ser retratos de lo que van a ser algunos personajes.
Galder Reguera. Esto surgió porque a mí me suelen molestar mucho las digresiones que no vienen a cuento cuando estás leyendo algo, y luego me molesta más cuando comienzas una narración y, de repente, hay como un paréntesis en el que te cuentan algo completamente distinto y luego vuelven otra vez al principio, lo que a mí como lector me estresa mucho. Y, sin embargo, cuando estaba escribiendo decía, yo quiero contar algunas historias, quiero contar la sopa de pescado de mi mama; o los miedos de la paternidad o el capítulo de ETA, cuando Unai lee las cartas del impuesto revolucionario, que era algo que, forzándolo mucho, lo podía haber metido en un sitio o en otro, y entonces, me di cuenta de que contando la historia y habiendo presentado a los personajes, tú podías hacer pequeñas narraciones que pudieran existir de manera autónoma, sin necesidad de hacer introducción de los personajes.
- Vida y obra. Galder Reguera (Seix Barral).
***
Suscríbete gratis a la Newsletter de WMagazín en este enlace.
Te invitamos a ser mecenas de WMagazín y apoyar el periodismo cultural de calidad e independiente, es muy fácil, las indicaciones las puedes ver en este enlace.
Descubre aquí las secciones de WMagazín.
- Ramón Andrés: “La pérdida del humanismo es una puerta abierta a la ignorancia” - domingo 5, Ene 2025
- Galder Reguera: “Un problema es que los estados de ánimo se han puesto en el centro de todo” - sábado 14, Dic 2024
- Sergio Vila-Sanjuán: “En la cultura nos falta más sentido de trascendencia como antítesis a la banalidad y a la volatilidad del mundo digital” - sábado 30, Nov 2024