Ginés Sánchez: “Me interesa el mal que habita dentro de cada uno de nosotros”
El escritor español retoma en 'De tigres y gacelas' el submundo de corrupción y claroscuros del ser de su novela 'Los gatos pardos'. La vitalidad y riqueza de la oralidad del lenguaje se mantienen. "Escribo para leer en voz alta. Una novela debería poder leerse en voz alta, y debería sonar bien"
En la colisión de las vorágines de sus mundos interiores y exteriores viven los personajes literarios de Ginés Sánchez (Murcia, España, 1967). Empujados al borde del acantilado por el mal, el amor, la belleza y la muerte. No lo puede evitar, es la naturaleza creativa de este narrador que reafirma los colores de su mundo en De tigres y gacelas (Tusquets) con un ingrediente más: es un spin-off de la novela que lo dio a conocer hace diez años, en 2013: Los gatos pardos, (Premio Tusquets de Novela), pero son autónomas.
Ginés Sánchez era un abogado que, tras diez años de ejercer el derecho, en 2003 se fue de trotamundos por medio planeta. Hasta que se reencontró con lo que siempre quiso hacer: escribir. En 2012 publicó Lobisón. Al año siguiente ganó el Tusquets con esa historia en la que se adentra en el mundo de la corrupción, el crimen, el vértigo y personajes que van por el borde del abismo. Le siguieron otras novelas: Entre los vivos (2015), Dos mil noventa y seis (2017), Mujeres en la oscuridad (2018), Las alegres (2020), hasta que no se resistió más y regresó a aquel submundo que muestra profundidades del ser humano de donde salió De tigres y gacelas.
En todo ello hay algo del abogado que fue, además de la labia y la pirotecnia del lenguaje: “No he usado en general mis conocimientos del mundillo para hacer personajes ni situaciones. Pero es indudable que la formación como jurista me ha dado una base, crítica si se quiere, sobre muchas cuestiones. Algo así como un lenguaje cifrado o un conocimiento secreto o una visión de conjunto de determinadas cosas. Ello sí que ha sido muy útil”.
La fuerza del argumento se sustenta en el vigor del lenguaje oral que resuena en todas las páginas y marca el ritmo. La novela tiene tres actos: el de Rocío Martínez, la chica que ha perdido la belleza de medio rostro y dos amigos preparan un atraco y con ese botín devolverle lo que es de ella; el segundo se centra en don Jorge, el hombre que se ha hecho rico con el lavado de dinero de la mafia y que invierte en obras de arte; y, el último, es sobre la búsqueda del mafioso. Entonces, los tres actos empiezan a trenzarse aupados por la vertiginosidad del argumento y la oralidad de los personajes.
Un submundo que descifra Ginés Sánchez en esta video entrevista donde él aparece entre las tinieblas de un fondo de pantalla interestelar.
Winston Manrique Sabogal. Usted ha retomado varios personajes de Los gatos pardos y les ha dado una línea argumental autónoma diez años después en De tigres y gacelas. Miguel de Cervantes abrió a lo grande esa continuación de personajes y situaciones, lo que hoy se llama un spin-off. ¿Qué personajes de la literatura universal le han despertado la curiosidad por saber qué fue de ellos?
Ginés Sánchez. La verdad es que ahora mismo me vienen a la cabeza más spin-offs sobre situaciones que sobre personajes concretos. Por ejemplo, un spin-off sobre el cuento de Monterroso y el dinosaurio. Aunque es indudable que se perdería el efecto que el cuento consigue. O, por ejemplo, de aquel cuento que Bolaño le atribuía a uno de sus poetas en el que a una mujer le van brotando sexos por todo el cuerpo y termina en un burdel de carretera, hasta que una mañana los mata a todos y se pierde en el desierto. Bolaño era bueno creando personajes y dejándolos en un párrafo para siempre.
W. Manrique Sabogal. ¿Cuándo pensó que quería retomar la historia de Rocío, uno de los personajes de Los gatos pardos, y por quien se desencadena esta nueva novela? ¿Cuántas veces tuvo que leer, de nuevo, esa novela para recuperar su espíritu, la voz y su potencia?
Ginés Sánchez. De alguna manera esa idea siempre se había quedado en el tintero. En Los gatos pardos se había generado un universo, un poco faulkneriano, salvando las diferencias. Pero era el concepto de fauna en ese microcosmos dentro de su submundo aparte aplicándole las normas de la realidad, pero recreado desde la ficción. Y dije: Hemos encontrado algo parecido, todo este concepto de Murcia y las cosas que se pueden hacer por los pasillos interiores. Lo sabía desde el principio. Cuando escribía Los gatos pardos me di cuenta. La cuestión primordial aquí fue Rocío. La gran pregunta que se quedó en Los gatos pardos fue: ¿Cómo está Rocío? Como si ella existiera. Igual que hay esta novela hay para otras.
W. Manrique Sabogal. ¿Y para retomar el tono, la voz y la intensidad de Los gatos pardos qué hizo?
Ginés Sánchez. El problema que tienes es que el libro tiene que sonar a Los gatos pardos. No puedes decepcionar a tu público con ese concepto bizarro y descarnado. Fue fácil encontrarlo. Tuve que leer de nuevo la novela y tomar referencias de dónde dejé a los personajes. No podía contradecirme. Fue como volver a encontrarme esos personajes en la calle.
W. Manrique Sabogal. ¿Qué cambio notó a la hora de escribir De tigres y gacelas respecto a Los gatos pardos? Se mantiene la fuerza y verosimilitud de la oralidad y las vidas de los personajes, pero, ¿en la carpintería de la escritura cambió algo?
Gines Sánchez. Se nota mucho. Piensa que cuando escribí Los gatos pardos escribía mucho a mano, y ahora más en ordenador. Aunque mantengo mucho la escritura a mano en determinados momentos, porque la mano y la pluma contienen una fluidez en la línea de pensamiento que no te da el ordenador. El PC está constriñéndote y poniéndote citas y te distrae. Con las cosas más rutinarias de la escritura no pasa nada, pero cuando estás en momentos complicados prefiero la pluma, la fluidez es distinta, se ve todo mucho más claro.
Yo soy escritor porque se podía usar pluma, sino sería otras cosas.
La carpintería de Los gatos pardos me costó un trabajo tremendo, hasta que supe lo que quería hacer, era inexperto. Ahora, de alguna forma, hemos avanzado en el oficio y, realmente, hubo momentos en los que tuve que pensar, pero salió rápido. Los personajes y la visión de conjunto estaban claras. Quería escribir y no pensar. Pero escribir, al final, es mucho más pensar, primero hay que pensar mucho y luego sí te pones a escribir.
W. Manrique Sabogal. La novela mantiene dos vorágines, que, al final, son una gran vorágine: las de las vidas interiores de los personajes y las de las situaciones a las que se enfrentan generadas por ellos mismos o que les impone el mundo exterior. Y la fuerza de la novela parece radicar más en los que sucede en el mundo interior de esos seres.
Ginés Sánchez. Siempre he tenido la teoría de que es necesario que haya dos historias en toda historia. Ricardo Piglia decía que se cuenta una historia, pero en realidad cuentas otra, la que le da sentido
Me fastidia cuando lees una novela y el acontecimiento de la novela, prácticamente, no tiene trascendencia. Me decepciona. Yo tenderé a varias historias. Mis personajes vienen al mundo a sufrir, los pongo en un acantilado e independiente de eso hay un acantilado interior. No soy capaz de concebirlos de otra manera.
W. Manrique Sabogal. ¿De dónde viene el vigor de la oralidad, la naturalidad de las voces y esa manera vertiginosa?
Ginés Sánchez. Soy muy fan de Juan Rulfo. Cuando empiezo a escribir, de alguna manera, estoy imitando, copiando a las personas que admiras, pero yo entiendo que me despego más de Rulfo, pero soy muy fan. En mis primeros intentos serios estoy mirando a Rulfo y a McCarthy. Pero McCarthy es demasiado metafísico para mí, es muy buen pensador.
Me gusta el concepto de la oralidad latina, porque los españoles somos más sosos a la hora de hablar. Los latinos son más alegres y tiene una capacidad expresiva tremenda.
Escribo para leer en voz alta. Una novela debería poder leerse en voz alta, y debería sonar bien. Eso me lo pido a mí mismo. Debo ser la única persona que cuando escribo estoy pronunciando en voz alta porque exijo, siempre, ese concepto de la belleza sonora, y tiene que sonarme muy bien en la cabeza.
W. Manrique Sabogal. Acaba de mencionar uno de los conceptos clave de sus novelas y que aquí es el detonante de De tigres y gacelas, la belleza, porque es lo que perdió Rocío y dos amigos intentan devolverla a su esplendor en un acto que desencadena la historia. Los otros conceptos son el mal o la maldad, y aquí incluyo la violencia y el sufrimiento, y el amor, pero el amor en tensión, como aspiración, en duda.
Ginés Sánchez. En cuanto a la belleza, siempre me acuerdo que en Los gatos pardos hay un momento en que uno de los persoanjes canta una canción de Leonard Cohen, Chelsea Hotel, donde dice: “Y cerrando el puño por los que como nosotros/ están oprimidos por los cánones de belleza, / te arreglaste un poco y dijiste: ‘No importa, somos feos,/ pero tenemos la música”.
El amor es lo que dices. Cuando hablo de este concepto, más que hablar de amor hablo de lealtad. Hay dos personas y está unidas por un vínculo que no terminan de comprender, pero sigue estando allí. Están Tania y don Jorge que están atrapados y, de alguna forma, quieren deshacerse pero no pueden. Entre Rocío y El Mono sucede, más o menos, lo mismo. Está claro ese concepto de amor romántico o es un conjunto de sus múltiples viajes, atrapamientos.
Si nos pusiéramos muy pesados con la palabra amor, estaríamos eligiendo blanco y negro. Y esto no es ni blanco ni negro, es una amalgama de grises, de cosas que no se entienden. ¿Si no lo entendemos nosotros mismos, cómo vamos a entender al otro?
Respecto al mal, es la historia del hombre. El mal es la historia de la humanidad. Un tipo de quiere cosas y querrá más. Lo que ha hecho Putin, se ha hecho muchas veces a lo largo de la Historia. Lo hicimos los españoles a los demás. Es la historia del mundo. Ahora está la conciencia de que no se puede hacer, y hace cuarenta años se hacía y no pasaba nada.
A mí me interesa, sobre todo, el mal que habita dentro de cada uno de nosotros como individuos. El concepto de que hay un monstruo dentro de cada uno de nosotros, es un lobo escondido que tal vez no salga nunca, o sí. Tal vez lo que sucede es que ha salido y no hemos puesto la cámara, porque si la pusiéramos veríamos el bicho. Eso está ahí. A lo mejor hay que redefinir los conceptos, así como el amor lo descomponemos en muchas cosas hay que coger el concepto mal y darle facetas y ver qué pasa.
Sí, de alguna forma este concepto de la belleza, el mal y el amor, y si le añadimos la muerte, son mis temas.
W. Manrique Sabogal. Pero todo esto, de alguna manera, está pasando por el filtro de la corrección política. ¿Qué opina de esa tendencia?
Ginés Sánchez. Son movimientos pendulares. Se pasa de una época de tremenda libertad a una de restricciones. Daría un paso más: lo grave es que esté virando a la sociedad, ese es un problema gordo. Vienen años un poco oscuros en el sentido de que vamos a volver a las iglesias de alguna forma. Cuando uno empieza censurando cositas importantes, luego vienen cosas más grandes y viene la doble moral. Me parece preocupante.
En la literatura creo que el escritor siempre tiene la habilidad de decir o no decir lo que quiere. Yo voy a intentar no ceder. Me parece un signo de los tiempos, pero cada uno tendrá la posibilidad de decidir. Uno escribe lo que uno quiere no lo que esperan que escriba. Es cierto que el sistema puede estar pidiendo eso, pero los escritores tendremos que decidir.
- De tigres y gacelas. Ginés Sánchez (Tusquets)
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