Guadalupe Nettel: «La toma de conciencia del feminismo es de lo mejor que ha pasado en los últimos años»
La escritora mexicana indaga en 'La hija única' en la maternidad o los prejuicios contra quienes no desean ser madres, la crianza de un niño discapacitado, los amores de diferente naturaleza, la libertad, la mujer en el siglo XXI
Una cortina de rayos de sol de colores cae entre Guadalupe Nettel y la cámara de su computadora esta mañana en Ciudad de México. La escritora está en el jardín de su casa y no sabe de este efecto caprichoso de la grabación de esta videoentrevista. Ha ido ahí para huir de la algarabia de sus dos hijos pequeños en casa. Cree que en el jardín está sola, no es así. Mientras habla de La hija única (Anagrama), su reciente e iluminadora novela, su gato Rocco la ha seguido y se pasea por encima del muro que está detrás de ella… Es un gato gris, se sienta en el muro, mira a lo lejos a la escritora, y como ve que ella no se gira hacia él opta por pagarle con la misma moneda: le da la espalda.
Ajena a los llamados de Rocco, Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) cuenta detalles de una novela que aborda temas como la maternidad, la discapacidad infantil, los lazos de solidaridad, el amor, o mejor, las pruebas de diferentes clases de amor, el feminismo y, bajo todo esto, la libertad y la mujer en el siglo XXI. (Premio Librería Cálamo Otra mirada 2020)
Ha vuelto a la singularidad, su territorio, tanto de mundos interiores de sus personajes como de ellos y su relación con la sociedad, y viceversa. La hija única parte de un hecho real que se imbrica con la ficción: la historia de una mujer que decide ser madre y se encuentra con que al octavo mes de embarazo los médicos le dicen que su hija no nacerá viva por un problema en el cerebro. Pero nada está escrito, y la voluntad del bebé trastoca las fronteras de la vida y la muerte, de la ilusión y el dolor. Y el amor.
Esto le sucedió a una amiga de Guadalupe Nettel. La escritora quiso contar este episodio y su amiga, muy generosa, no solo la autorizó, sino que le pidió que hiciera con esa historia lo que considerara oportuno para no hacerla aburrida.
El resultado es una obra muy humana y actual contada con un lenguaje contenido y conmovedor y reflexivo sin hacer estridencias de la tragedia. Realidad y ficción hermanadas para hablar, reivindicar o denunciar asuntos sobre la maternidad deseada, la maternidad rechazada y la actitud de la sociedad ante esta decisión, la crianza de un hijo discapacitado, las nuevas familias, el dolor, el duelo, el derrumbe de la ilusión, el nacimiento de la fuerza del amor, al tiempo que se pregunta dónde queda la mujer en todo esto, dónde quedan sus sentimientos, su búsqueda de realización, sus sueños… Incomprendida y desamparada, por momentos, debe seguir adelante con más cargas.
Aunque no es una obra autorreferencial como las anteriores, Guadalupe Nettel conoce la carrera de obstáculos en que se puede convertir una vida cuando tienes algo diferente. Siempre le ha interesado explorar “la belleza del monstruo”, como dice ella. Sus novelas y cuentos muestran e indagan en lo que no se quiere ver.
Esa expedición literaria sobre ese lado humano la ha convertido en una de las voces latinoamericanas más interesantes del siglo XXI. Indagación en la intimidad de sus personajes como producto de una cultura histórica y social que crea comportamientos y políticas injustas.
Están desde hace quince años en su debut, en 2006, con El huésped (Finalista del Premio Herralde de Novela). Al año siguiente fue seleccionada en la lista de Bogotá 39, del Hay Festival, que señaló a los escritores latinoamericanos más prometedores menores de 40 años. Su volumen de cuentos Pétalos y otras historias lo publicó en 2008; en 2011 la novela El cuerpo en que nací; en 2013 obtuvo el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero con El matrimonio de los peces rojos; y en 2014 ganó el Herralde de Novela con Después del invierno. La literatura la alterna hoy como editora de Revista de la Universidad, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Guadalupe Nettel cuenta su experiencia de confinamiento en la pandemia. Detrás de ella Rocco sigue dándole la espalda. Hasta que se cansa de su propia estrategia desdeñosa y da un salto a tierra. Lo volverá a intentar.
Una frase en La hija única condensa parte de su historia: “Cuanto más queremos a una persona más frágiles e inseguros nos sentimos a causa de este”. Es el amor insospechado y de diferente naturaleza que se abre paso en los personajes. El amor como estratagema de la vida para garantizar la propia existencia como dijera Schopenhauer. En esta travesía del dolor late la pregunta sobre el amor que Nettel no duda en responder:
“El amor es como desear que otro esté bien. El amor se manifiesta cuidando al otro. Mi abuela decía: ‘Hechos son amores, no buenas razones’. También está el enamoramiento, el deslumbramiento que podemos sentir por otra persona, vemos su belleza, su fuerza y, a veces, nos avasalla. Como las polillas queremos ir a pegarnos a la luz, es algo más fuerte que nosotros; incluso, podemos saber que no es bueno y allá vamos. El amor pasa por diferentes facetas. El amor es querer que el otro esté bien, disfrutar de su compañía”.
En La hija única hay varios amores que viven metamorfosis. El de Alina por su marido y a su vez por el hijo que anhela, luego los médicos le dicen que morirá, pero al ver que el bebé se resiste al diagnóstico médico emerge un amor potente y renovador; también está el amor de una mujer por su hijo inquieto y endiablado; el de otra mujer que no quiere tener hijos, la narradora y amiga de Alina que también vive despertares amorosos.
“El amor se abre paso. Cuando sentimos algo por alguien el cuerpo crea unas sustancias que producen bienestar o dependencia. Eso hace que nos sintamos más fuertes, que tengamos esa voluntad de abrir caminos para encontrar ese bienestar. El amor no es una invención humana, se ve en otras especies, la manera como se cuidan entre ellos, como se dan calor, como se protegen unos a otros, en ese sentido el amor es biológico”.
La escritora mexicana es madre de dos hijos, dos varones, uno de 11 años y otro de 9. A diferencia de la experiencia de su amiga, la maternidad en Nettel ha sido y es buena.
“Creo que he sido afortunada. Lo difícil fue que justo después del segundo hijo me separé del padre, fue una etapa difícil, de adaptación. He disfrutado la maternidad, pero también me di cuenta de que el tiempo se redujo muchísimo. Había y hay dos prioridades antes que las mías. La maternidad también reduce la libertad. Es una experiencia muy fuerte porque siempre hay otra persona que pasa antes que tú, algo se abre en tu conciencia.
Mi elección fue consciente, pero hay madres que no toman esa decisión y los hijos se ven más atribulados. Eso les da otra experiencia y profundidad a su vida y su tiempo en la Tierra. Maternidades hay miles, diversas, y hay que contarlas”.
La escritora habla de cómo la sociedad no entiende a las mujeres que no desean ser madres. En La hija única hay varios tipos de maternidades y se aprecia su metamorfosis, y también cómo se puede convertir en una carga.
“En la historia que narro lo que más me llama la atención es cómo vamos adaptándonos a las circunstancias. Y en el caso de Alina a una vida llena de incertidumbre por un hijo anhelado, luego le dicen que morirá y luego le dicen que no se sabe cuánto tiempo vivirá. Poco a poco ella fue encontrando el equilibrio. Me interesaba muchísimo la incertidumbre ante la vida. Lo vi de cerca. Es la primera vez que hago eso. Hice muchas entrevistas a mi amiga antes de escribir”.
Esa amiga tuvo la posibilidad de elegir: seguir o echarse para atrás y acabar con todas las consecuencias. Decidió abrazar la posibilidad de seguir y responsabilizarse de su decisión. Es ahí donde entra la ilusión y una clase de amor, o varias.
“Hay varios momentos de amor por su hija: primero cuando la deseaba imaginando una vida con ella; luego sabe quién va a ser su hijo y el mundo se le cae; luego ve cómo la niña lucha y se aferra a la vida contra todo pronóstico. ¿Cuándo siente que hay una conciencia? ¿Qué es la conciencia? El cerebro de la niña no funcionaba, estaba poco desarrollado, pero había alguien ahí haciendo terapia, haciendo ejercicio. Sentir esa voluntad gigante dentro de ese cuerpo pequeñito la llevó a enamorarse de su hija. Se dijo: ‘Es un ser humano digno de todo mi amor y todo mi apoyo. Si ella se esfuerza por vivir yo también”.
Otro tipo de amor es el que vive Laura con el niño Nicolás, un hijo de su vecina Doris, que cree que los niños son molestos, ruidosos. La novela es una historia de encuentros y cruce de encuentros. Madres con sus hijos, hijos con sus madres, mujeres solteras con niños, relaciones de pareja…
Son viajes al interior de cada uno. Y allí está el duelo, un tema que interesa a Guadalupe Nettel. Cuando a Alina le dicen que su hija no sobrevivirá empieza a despedirse de ella…
“El duelo es como atravesar el infierno, es una de las etapas de más introspección que podemos tener. Estamos como aislados de la sociedad y de nosotros. Hasta que logras volver a sentir amor por alguien o que alguien te trae amor y empieza el camino hacia la superficie otra vez».
La poeta Chantal Maillard, en una entrevista en WMagazín, a propósito de su anterior libro, Medea, dice que “dejar de procrear es rebelarse contra la continuidad del círculo del hambre”, y que no somos responsables con tantos niños que nacen. Una especie de reflejo más del egoísmo del ser humano por satisfacer su propia necesidad y no pensar en la criatura que llega. Nettel piensa un segundo:
“La verdad es que sí. Si fuéramos realmente responsables y racionales con el planeta en este momento no tendríamos hijos. Son las ganas de conocer ese amor lo que te lleva, pero, a veces, me angustia lo que puede venir para ellos, sobre cómo va a ser el mundo, la desigualdad. Y me pregunto si les hice un bien trayendo a mis hijos. A mí sí, ¿pero a ellos?”.
Toda esta historia de dolor que se convierte en un canto a la vida en La hija única está escrita en párrafos cortos, en episodios que crean una montaña rusa de sueños, metamorfosis de amores y preguntas sobre la libertad personal de decidir como lo cuenta en el siguiente vídeo:
“No quería que la narradora fuera un alter ego mío y quería que las otras dos historias de ficción tuvieran tanta verosimilitud como la de Alina, inspirada en mi amiga. La realidad se metió poco a poco. También entraron manifestaciones feministas de esos años en México. Son los años más efervescentes que me ha tocado vivir respecto al feminismo. Iba y traía consignas de esas manifestaciones. El peligro era que entraran demasiado y desequilibraran la novela, tuve que cortar páginas. Pero quería que esa fuerza estuviera presente.
Lo difícil era que no entrara demasiado sentimentalismo y no se volcara a lo patético.
La escribí durante dos años y la terminé en mayo de 2020”.
En el jardín, la cortina de luz matinal desaparece. Guadalupe Nettel no se ha dado cuenta de esa luminosidad caprichosa que captó la cámara entre ella y su portátil.
Es una escritora que concibe la literatura como un reflejo de la realidad, y si no de denuncia sí de vehículo para contar y expresar lo que sucede. La actualidad y sus preocupaciones se filtran en sus obras.
“Esto del feminismo me dio esperanza. La toma de conciencia del feminismo es de lo mejor que ha estado pasando en los últimos años. No se pueden seguir tolerando los feminicidios, ni el maltrato a la mujer que en la pandemia creció. Esto tiene que cambiar. Tenemos que acabar con el machismo. Todas las mujeres, y algunos hombres, estamos decididos a que esto suceda.
Estos años, en México, también ha habido un debate fuerte sobre el racismo. Nos hemos puesto en cuestión. Los pueblos indígenas se han escuchado más en diferentes medios y las redes. Han surgido voces interesantes.
En México son décadas de violencia que no es fácil erradicar y que se ha diversificado con el narcotráfico reinando, por ejemplo.
Lo que pasó en Estados Unidos con el caso George Floyd fue el detonante aquí (un hombre negro que se manifestaba murió a manos de un policía). Que mal que tuviera que pasar allá para darnos cuenta, pero más vale tarde que nunca”.
Ese pulso del mundo también lo refleja Guadalupe Nettel como editora de Revista de la Universidad, de la UNAM.
La escritora lleva un largo periodo sin mucho movimiento físico en su vida que se caracteriza por haber vivido en varios lugares. Hasta los diez años su familia, padres y un hermano menor, vivió en Ciudad de México, luego estuvieron cinco años cerca de Marsella, en Francia, regresaron a México, después volvieron a marchar. En todos esos lugares vivió la singularidad, empezando por ella misma.
“Nací con problemas en el ojo derecho. Lo he contado en El cuerpo en que nací. La mitad del día usaba un parche en el ojo que ve bien, entonces mis días estaban como muy separados. La mitad era como una existencia con bruma, desdibujada, con colores, luces, siluetas, bultos; y en la otra mitad veía los detalles, las líneas delgadísimas de las hojas de los árboles, las huellas digitales, eso para mí era siempre sorprendente. Eso era en la tarde, a partir de las cinco que me quitaban ese parche y todo aparecía. Es lo que más recuerdo de mi infancia».
Fueron los años en México en un barrio de exiliados suramericanos durante las dictaduras. Cruce de caminos de múltiples historias complicadas, encuentro de culturas, descubrimiento de voces y acentos del español. hallazgo de la diversidad…
«Jugábamos con los niños en la calle donde se escuchaban diferentes españoles, historias terribles, padres que habían sido asesinados… Luego en París nos tocó ser migrantes. Mi mamá era estudiante. En el barrio había árabes y cuando nos veían pensaban que éramos ingleses porque mi hermano era rubio”.
A los 18 años Guadalupe Nettel volvió a México, hizo la carrera de Letras Hispánicas en la UNAM. Luego regresó a París a hacer un doctorado en Ciencias del Lenguaje en la École des Hautes en Sciences Sociales.
De todo esto procede su literatura intimista que indaga en el interior de sus personajes y enciende una cerilla en territorios desconocidos del propio lector.
- La hija única. Guadalupe Nettel (Anagrama).
- @winstonmanrique
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El libro «La hija única» de Guadalupe Nettel, es claramente una novela de corte feminista, que romantiza la soltería y el descarte de la maternidad y su consecuente comodidad personal en tiempo, dinero y emoción. Nettel presenta varios argumentos a favor de la abstención de la reproducción, no a manera de listado, sino como eventos durante la novela, con el fin de crear una narrativa que ella misma considera «un caso más».
Sus argumentos incluyen situaciones médicas (los médicos, particularmente los hombres, no tienen idea de como manejar un embarazo), financieras (los hospitales y especialistas que se mencionan, particularmente con una frecuencia exagerada) y personales, como lo es la pérdida de la figura y el distanciamiento de pareja.
La novela busca sembrar incertidumbre acerca de la maternidad.
En cuanto al desarrollo de la historia, no hay nada interesante, es una historia urbana común, sin crear momentos de suspenso o de invitación a la reflexión o a la imaginación.
Me recuerda a esa serie de televisión, una telenovela llamada «Lo que callamos las mujeres». La razón por la cual la novela de Nettel es considerada literatura premiada es un misterio para mí. Terminé de leer el libro solo para asegurarme de la realidad de mi evaluación.