Isabel Zapata: “Nuestra relación con la naturaleza es el tema más urgente, se trata de la continuación de la vida”
La poeta y editora mexicana publica su primera novela: 'Troika', una obra sobre los claroscuros de la memoria, los recuerdos, el duelo, la verdad y los fantasmas que creamos a lo largo de la vida. A partir de la historia de una niña con su perra, la escritora invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza
¿Usted prefiere saber la verdad o quedarse con el recuerdo que le ayuda a seguir adelante? ¿Usted cree que la felicidad no es un tema muy literario porque a la gente le interesa más la tragedia? Son dos de los temas con los que la mexicana Isabel Zapata (Ciudad de México, 1984) desafía y desmitifica en su primera novela: Troika (Almadía). Y hay más preguntas y reivindicaciones que nos interpelan en esta novela corta que tiene dos partes, como dos caras de una misma moneda, donde la razón y los hechos y la imaginación y los recuerdos juegan un papel crucial para recordar de qué está hecha la vida. Mientras confronta algunos prejuicios y exhorta a pensar que nuestra relación con la naturaleza “es el tema más urgente hoy en día, es el tema de la continuación de la vida y de cómo sostener la vida en este planeta, la vida nuestra y la vida de otras criaturas”.
¿Usted se cuida o teme que la gente piense que es alguien tierno o cursi? ¿Usted cree que los perros, por ejemplo, son personas? ¿Usted cree que las personas o las cosas que se van de nuestro lado se fueron y no nos acompañan? ¿Usted se ha olvidado que el ser humano es una criatura más de la naturaleza, y de las últimas en llegar al planeta, y de que nuestro futuro depende de nuestra relación con todo lo que la habita?
Troika narra la relación de una niña con su perra, en la primera parte habla la niña y en la segunda la mujer adulta desde la ficción. A partir de ahí se recrea la historia familiar de padres, hermanos y personas que ayudan en la casa con sus propias líneas de vida que nacen de lo que los vincula a la perra desplegando una cartografía de emociones, ideas y percepciones, reales e imaginadas.
Isabel Zapata es una poeta, editora y traductora que ha vivido toda su vida en Ciudad de México, excepto por unos seis o siete años cuando fue a Nueva York a hacer la maestría y a trabajar un tiempo. Desde su casa en México lo contó en esta video entrevista:
“Estudié ciencia política y filosofía. No tengo una formación en letras o en literatura formalmente, pero desde hace varios años me dedico casi solo a escribir y a asuntos que tienen que ver con libros. Tengo, además, una pequeña editorial que se llama Ediciones Antílope con tres amigas y un amigo, todos mexicanos, aunque viven por todo el mundo, uno de ellos en España. Son Jazmina Barrera, Marina Álamo, Astrid López y César Tejeda. Esa editorial, en 2025, cumplirá diez años. También hago traducciones, trabajos de edición. Me gustan mucho los perros, tengo una niña de cuatro años que se llama Aurelia, y tengo una pareja. Tengo dos libros de poesía, dos libros de ensayo y la novela, y están publicados en diferentes lugares del mundo, además de México, como Argentina, Colombia, Chile, Noruega, Estados Unidos. Ahora estoy trabajando en mi tercer poemario que espero terminar este año. Le he entrado un poco a todos los géneros.
Lo que a mí me gusta mucho de la literatura es que permite imaginar varias dimensiones de la misma historia. La literatura sí que es una oportunidad constante de reinventarnos y de pensar desde otro sitio y de entender las cosas desde otro punto de vista, es una gran oportunidad para la empatía. No es que leer nos haga mejores personas, porque no lo creo para nada, pero sí creo que nos permite pensar en más libertad y eso es lo que yo le agradezco mucho a los libros, la oportunidad de salirme un poco de mí misma, que luego es cansado ser uno mismo, te hartas de estar en tu cabeza y esto te puede sacar un poco y es lo que yo quería con Troika; hacer a la persona lectora sentir una cosa y luego hacerla sentir algo completamente distinto porque esa es la dificultad del ser humano y la complejidad”.
Winston Manrique Sabogal. ¿Qué son los recuerdos?
Isabel Zapata. … Son algo como el tejido de la realidad, como el tejido de la verdad, como la materia de la cual estamos hechos realmente, porque creo que los recuerdos combinan dos formas: la de la realidad o de la verdad que son la imaginación y los hechos. Recordamos hechos, pero también imaginamos los recuerdos y también inventamos los recuerdos y vamos construyéndolos. Lo son todo, realmente, los recuerdos son la materia de la cual estamos hechos.
W. Manrique Sabogal. Su importancia es tal que la narradora de su novela dice que hay recuerdos que tenemos que inventarlos.
Isabel Zapata. Es una manera que tenemos de acomodar nuestra historia o de fundamentarla o de ir construyéndonos como individuos, alimentar esa narrativa de quiénes somos. Es decir: tu idea de quién eres y mi idea de quién soy y así con cada quien. Entonces, eso, a veces, exige rellenar huecos. Hay cosas muy dolorosas o muy felices de la infancia, o muy importantes en nuestra historia familiar a las que no tenemos acceso. No podemos acceder a los niños que fuimos. Son seres que están, en mi opinión, completamente fuera de nuestro alcance, y hay que reconstruirlos, formarlos de nuevo para ir entendiendo quiénes somos como adultos. A eso se refiere a Andrea, quien lo dice en la novela, que, de pronto, para ir sanando ciertas cosas hace falta inventarnos ciertos recuerdos. A veces, lo hacemos de manera muy intencional y otras sin ni siquiera darnos cuenta, hasta que alguien te dice: No, tú no estabas ahí, o no te puedes acordar de esto. Y te das cuenta de que lo has confeccionado, es la imaginación.
W. Manrique Sabogal. Es esa construcción del yo o de lo que creemos que queremos ser, tal vez ayudan a eso.
Isabel Zapata. Exacto, y de lo que podemos tolerar. Porque también hay ciertas verdades o cosas que pasan en nuestra familia o en nuestro entorno que no son tolerables y que, al final, creo que es sano poder reconstituir y reformular esas partes. Es parte de un proceso de sanación de algún trauma, por ejemplo.
W. Manrique Sabogal. Hay un momento en que la novela plantea que no son tanto los motivos de algo como conocer la verdad. ¿Usted prefiere la reelaboración del recuerdo o la verdad, una especie de cicatrización para poder avanzar?
Isabel Zapata. Nuestra identidad y nuestra historia son una mezcla bastante indistinguible. Hay un verso de Claudia Masin, la poeta argentina, que dice algo como que los recuerdos son como el agua dentro del agua, indiscernible o indistinguibles. No creo que ni siquiera podamos realmente desmenuzar eso ni elegir eso. En la escena a la que te refieres, tiene que ver con esta idea de adolescentes de querer saber por qué pasan las cosas, la verdad enaltecida por encima de todo o de la verdad como un valor máximo cuando realmente, quién sabe. Justo hoy leía a César Aira en su nuevo libro, Ideas diversas, donde dice que buscar la verdad le parece un gesto soberbio, es como querer ganarle a alguien. En mi novela Eduardo, el hermano de Andrea, intenta hacer eso por su hermana porque sabe que esos secretos de la infancia acaban siendo muy dolorosos. Por eso, en la segunda parte de la novela, Andrea, ya adulta, se inventa una verdad.
W. Manrique Sabogal. En esas edades de la infancia y la preadolescencia los niños quieren saber la verdad. Luego, con los años, ocurre lo que dice César Aira de que, al final, la verdad puede estar sobrevalorada.
Isabel Zapata. Sí, sí, tienes razón. Es una cosa muy de entre amigos, también, cuando te peleas con una amiga de chiquita y dices dime la verdad. También, de niña, los papás y los adultos te dicen mucho que mentir es malo, que hay que decir la verdad y eso es lo que dices. Además, los seres humanos somos criaturas muy contradictorias. Hay veces que muchas cosas son verdad al mismo tiempo y puedes sentir muchas cosas al mismo tiempo.
W. Manrique Sabogal. En la infancia es donde aparecen los primeros fantasmas, situaciones, personas, emociones, animales que, a veces, nos acompañan para bien o para mal. Es lo que sucede en Troika. ¿Cómo lidiar con estos fantasmas de la infancia?
Isabel Zapata. Para mí Troika es una historia de fantasmas reales, fantasmas en el sentido más tradicional de la palabra, espíritus que habitan en la casa, pero, también, hay fantasmas en el sentido metafórico o figurativo como de los recuerdos…
W. Manrique Sabogal. Y fantasmas filosóficos.
Isabel Zapata. Sí, incluso la duda puede ser un fantasma, el duelo puede ser un fantasma…
W. Manrique Sabogal. El no conocer la verdad.
Isabel Zapata. Exacto. Algo que te acecha, algo que te persigue. Intenté construir una atmósfera muy amorosa, de mucha ternura…
Es una historia de fantasmas y es una historia en la cual hay miedos, criaturas que acechan y que vuelven y que no dejan en paz. Pero, como dices tú, no todo el tiempo es algo malo necesariamente. Todas las personas vivimos con esos fantasmas, no creo que se pueda llegar a adultos sin ellos, porque además nos constituyen y nos dan textura y nos dan también identidad, y forman nuestro carácter. No creo que haya que huir de presencias; hay que tomarlas como parte de quienes somos, aunque, a veces, resultan dolorosas, pero también a veces nos acompañan.
W. Manrique Sabogal. Habló de la ternura, un tema que no ha sido muy tratado en la literatura del siglo XXI, y en la propia vida en lo público, la ternura parece ser mirada de soslayo, pero en lo privado todos la deseamos. ¿Usted cree que la ternura está mal vista hoy en día?
Isabel Zapata. No sé si mal vista, pero, definitivamente, en la literatura hay esta aversión a narrar la felicidad, la ternura; incluso el amor es muy difícil de narrar de manera verosímil o eficazmente. Porque es fácil caer en lo cursi. No hay que tenerle tanto miedo a lo cursi, a la dicha ni a los vínculos afectivos, por ejemplo, con un animal. Para mí fue un reto intentar retratar esta historia o este vínculo entre una niña y su perra que es un vínculo naturalmente tierno. Son dos seres salvajes, dos seres indefensos, fuertes y sólidos, pero, al final, indefensos en el mundo. Y hacerlo de manera que la gente pudiera relacionarse con ese vínculo y que pudiera conmoverse, pero al mismo tiempo que no cayera en lo cursi, que no resultara una caricatura de la ternura, porque eso es lo que pasa fácilmente.
W. Manrique Sabogal. Usted habla del temor a lo cursi. ¿Qué es lo cursi? Cuando en la vida diaria la gente, por muy moderna que se considere, puede ser cursi de manera natural en las relaciones y momentos felices de un noviazgo o del trato con un animal o con lo que sea. ¿El temor no es a lo cursi sino a que nos vean cursis porque mostramos ahí nuestra fragilidad?
Isabel Zapata. Tiene que ver con eso de no mostrarnos frágiles y con esta frase e idea famosa de que las historias felices se parecen. Y de que, realmente, no hay complejidad en lo feliz. Como si lo feliz fuera algo más llano o más parecido cuando la felicidad es tan compleja como la tragedia. La felicidad puede tomar muchas formas y puede adoptar un montón de matices. Hay ciertas cosas que son difíciles de poner en la literatura como hacer reír a alguien con un libro… Pero la tragedia, el drama y la tristeza, incluso, puede que sea lo más fácil de narrar. Una historia de amor que, realmente, te llegue o alguien que te haga reír a carcajadas complicadísimo. La literatura tendría que aspirar a cubrir todas las emociones, porque como humanos somos todo eso.
Si ahorita hiciéramos una lista, tú y yo, de autores contemporáneos que usen el humor o la comedia de manera consistente nos saldrían cinco o seis. Y lo mismo los autores que pueden causar terror porque no puedes seguir leyendo porque te da miedo. En cambio, por ejemplo, con la violencia o la tragedia nos saldría una lista más larga.
W. Manrique Sabogal. Su novela, en la primera parte, es un espiral hacia la felicidad. Del amor que se va desplegando, toda esa complicidad de la niña y la mascota y demás personas. ¿Cómo trabajó esa parte?
Isabel Zapata. Quería hacer un giro muy radical. Quería lograr que la persona que leyera Troika pensara que era un tipo de libro y luego se diera cuenta de que es otro tipo de libro. Porque cuando te cuentan de qué se trata quizá puedes decir, ah, la historia de una niña y su perra, una historia, eso, tierna de infancia de… y digo sí, es eso, en parte, pero también es otra cosa. Tiene que ver con la complejidad de lo humano en su faceta más cruel y más aparentemente incomprensible y aparentemente injustificable. Quería exponer un dilema ético, si tú quieres, o una situación humana compleja que no tiene una respuesta fácil sobre la mesa como para conflictuar a quien leyera, involucrarlo en el conflicto consigo mismo con ideas como el perdón o la compasión…
W. Manrique Sabogal. La culpa.
Isabel Zapata. La culpa, exacto.
W. Manrique Sabogal. La novela tiene varias voces: ¿Qué voz escribió primero, qué pasajes, la primera parte o la segunda?
Isabel Zapata. Fue complejo porque es una novela que tomó muchas formas. En un principio, yo quería escribir tres voces, la de Andrea, la de Francisca y la de Troika, una novela a tres voces. Luego quise escribir todo en primera persona, pero eso era un problema porque necesitaba contar cosas que mi primera persona no pudo haber presenciado. Entonces, con la ayuda de Juan Pablo Villalobos, el tutor con el que trabajé esta novela durante un año, me ayudó mucho a pensar cómo poder darle la vuelta a esto. Así, la primera voz que escribí fue la de Andrea. Sin embargo, tenía conciencia de que necesitaba, de que no podía ser una novela en primera persona porque necesitaba viajar a otros espacios donde esa niña no pudo haber estado. Al final decidí que ambas fueran la voz de Andrea, pero una es la voz de Andrea haciendo ficción y la otra es la voz de Andrea recordando, que ambas son ficción, porque Andrea no existe.
W. Manrique Sabogal. Otro tema es el duelo, y las diferentes causas de este, no solo referido a la muerte de alguien.
Isabel Zapata. Sí, sí. Otra cosa que quería hacer era justo crear una especie de catálogo del duelo, de las diferentes maneras en que podemos perder algo, porque no solo perdemos a alguien que amamos, sino que también perdemos una casa de la infancia, perdemos a alguien cuando ese alguien empieza a olvidarnos, perdemos partes de nosotros mismos a lo largo del tiempo. El duelo es un tema que, si bien se ha tratado mucho en la literatura y que, en general, está muy presente en la sociedad porque todo el tiempo estamos perdiendo cosas, sentía que sufre un manejo muy superficial. Se habla de que tiene unas fases y que al final se supera.
Obviamente el duelo se va transformando y se va acomodando, igual va dejando de estorbar un poco, pero yo no creo en superar un duelo, yo no creo que eso suceda nunca. Cuando es un duelo de verdad y cuando perdemos algo de verdad, es un poco lo que decíamos de los fantasmas, al final eso que perdemos se vuelve parte de nosotros, cambia de lugar, no desaparece. Hay una exhortación, de mi parte, a no tener prisa, porque dejar atrás a alguien que amamos, una pareja, una persona que muere, una idea, una casa, una ciudad cuando nos mudamos, son cosas que permanecen con nosotros. Quería mostrar eso, cómo manejamos el duelo de varias maneras, y mostrarlo en toda su complejidad y no como esta cosa de una sola vía.
W. Manrique Sabogal. Los animales y la naturaleza y nosotros con la naturaleza son piezas clave en su novela, ¿cómo ve estas corrientes de todo tipo, animalistas, ambientalistas, cambio climático. Qué nos está pasando?
Isabel Zapata. Es un tema muy amplio, y el tema de nuestra relación con el mundo natural como si nosotros no fuéramos parte del mundo natural, es el tema más urgente hoy en día, es el tema de la continuación de la vida y de cómo sostener la vida en este planeta, la vida nuestra y la vida de otras criaturas.
W. Manrique Sabogal. Que estuvieron antes que nosotros.
Isabel Zapata. En su mayoría. Hay un llamado, pero no al estilo panfletario. Me interesa mucho poner sobre la mesa quiénes son estas otras criaturas, qué es un perro, por qué un perro… sin humanizarlos. Al final terminé poniéndole Troika al libro porque quería que todo girara alrededor de este ser, y decidí no ponerle voz, pero sí que fuera la gran protagonista de la historia, es la que mueve la historia. Era, también, dignificar estos vínculos entre una persona y sus perros. Supongo que con los gatos sucede algo parecido. Para mí mucho de lo que yo he aprendido sobre ser persona lo he aprendido de los perros que también son personas. Y lo he aprendido desde niña y ha sido muy formativo, son mis compañeros equiparables a mi hija o a mis hermanos o a mi pareja, en el sentido de que no es un vínculo menor, no es un vínculo que jerárquicamente esté por debajo de otros, en su importancia, en su complejidad y en su acompañamiento. Esta es una cosa que quería también dejar en el libro, como enaltecer esa figura sin volverla un ser humano porque justo creo que nuestra consideración no debería pasar por el hecho de que sean o no sean seres humanos, no son seres humanos, pero son personas y merecen esa consideración; y además la tienen, tienen ese papel en nuestra vida, y en la de muchos de nosotros.
- Troika. Isabel Zapata (Almadía).
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