James Salter y el misterio del estilo en la literatura

Lo que pensaba y sabía el escritor estadounidense sobre literatura queda recogido en 'El arte de la ficción' que reúne las tres conferencias que dio en una universidad, poco antes de morir. Una clase magistral sobre los secretos de la escritura

El estilo es el santo grial de la literatura. Todos los autores lo buscan pero solo unos pocos lo encuentran y son bendecidos de verdad. «El estilo es el escritor en su totalidad», afirmó James Salter, uno de los escritores más admirados en las últimas décadas. Una frase misteriosa que se abre al leerla o escucharla y al instante se cierra sobre sí misma, porque lo dice todo y lo deja todo en el misterio.

Sobre cómo acercarse al misterio y dotar de un alma única e irrepetible a esa hoja en blanco James Salter (Nueva York, 1925-2015) arrojó luz en sus conferencias unos meses antes de morir a los 89 años, en 2015. Tres momentos inolvidables de charlas magistrales en la Universidad de Virginia que se acaban de reunir en el volumen El arte de la ficción (Salamandra). Un regalo para los escritores o aspirantes a serlo, y para los lectores que gustan de conocer la carpintería que hay detrás del arte de la escritura. El libro, muy breve, y en el que parece escucharse la voz de Salter de manera muy amena, sencilla y clarificadora, es una muestra de su pasión por la literatura y que revela su amor por la lectura y su mirada con lupa para tratar de descifrar el enigma de sus autores más admirados: Gustave Flaubert, Isaak Bábel, Honoré de Balzac, Marguerite Duras, Louis-Ferdinad Céline Junichiro Tanizaki, Hermann Broch, Guy de Maupassant, Vladimir Nabokov, William Faulkner, Saul Bellow… Y el agradecimiento a Robert Phelps que «refinó» sus gustos iniciándolo en nuevos escritores y «resituando a muchos conocidos».

Y todo ellos tienen en común un estilo y es sobre lo que giran las palabras de Salter, una y otra vez. Habla de cómo escribir, de la hisotira, de los personajes, del punto de vista, de todo, pero todo ello pasa por el estilo. Ahora dejemos hablar al autor de novelas como Juego y distracción, Años luz, En solitario y, 34 años después de silencio novelístico: Todo lo que hay, en 2013. Y Quemar los días, unas memorias para no perderse (todos en Salamandra). Pero escuchémoslo en su exploración por tratar de definir y atrapar y compartir de qué está hecho el santo grial de la literatura:

«El estilo es el escritor en su totalidad. Puede hablarse de estilo cuando un lector, tras leer varias líneas o parte de una página, es capaz de reconocer quién escribe. Flaubert deseaba borrarse por completo de su libro, lograr que exisiera al margen de sí mismo, ajeno a sus actitudes, su sentido de la ironía, su gusto. Pero el autor no puede suprimirse del libro… «.

Y tras estas palabras Salter advierte las trampas que puede tener esta búsqueda:

«Me resisto a la palabra ‘estilo’, porque también puede sugerir algo supérfluo, como ‘adorno’ o ‘moda’. A veces me inclino más bien por la palabra ‘voz’, No son exactamente lo mismo. El estilo es una preferencia, la voz es casi genética, absolutamente distintiva».

El escritor estadounidense James Salter (Nueva York, 1925-2015).

El maestro, entonces, da ejemplos de esa voz, de esos estilos reconocibles que apuntalan la idea de la ficción como un organismo vivo, con palabras que suenan y que los lectores escuchan y reconocen, como cuando alguien te llama y tú sabes quién es sin necesidad de verle la cara:

«Ningún otro escritor suena como Isak Dinesen. Nadie suena como Raymond Carver o Faulkner. Reescriben sin cesar: Bábel, Flaubert, Tólstoi, Virginia Woolf. Ser escritor es estar condenado a escribir. O sí, pero estaba mal enfocado, o podía ser mejor; era demasiado largo, era anodino; no acertaba a expresar lo más importante, algo no encajaba. Pero siempre suena a ellos. Está en su estilo. Esta en su voz».

Así se acerca a descifrar su frase misteriosa: «El estilo es el escritor en su totalidad». ¿Pero cómo se logra eso?:

«Al principio, cuando empiezas como escritor, no sueles tener una voz propia. Suelen afectarte la influencia o la atracción de un escritor consolidado, alguien cuyos libros y aura te deslumbran. Intentas seguir sus pasos. Adoptas su forma de ver las cosas. Poco a poco, sin embargo, el vínculo se debilita y te sientes atraído hacia otros escritores, aunque no tan intensamente, y tu propia escritura, a fuerza de práctica, cambia, hasta que llega un momento en que cuando escribes eres tú mismo, del todo, sin mediación, y suenas tal como eres».

Ahí está otra parte del misterio resuelto: leer, escribir, corregir, leer; leer, escribir, corregir, leer… Y luego Salter recuerda las palabras de otro grande, con una frase tan enigmática como la suya, que lo dice todo y no dice nada: «El estilo es sustancia», decía Nabokov. Y Salter da pistas sobre la sustancia del mundo salteriano:

«Todo está en los detalles. Mis objetivos al escribir no se alejan tanto de los de Flaubert: realismo, objetividad y estilo. Frases que encajan como si ésa fuese su única razón de ser, pero no están ahí por sí solas. Hubo un tiempo en que sentía que quería escribir un libro de páginas perfectas, pero acabé por darme cuenta de que era demasiado restrictivo. Todavía concedo mucha importancia al estilo. Me parece que el estilo es lo que perdura».

Y hay un autor por el que Salter expresa gran admiración en todo esto: Isaak Bábel. Y para referirse a su estilo cita lo que dijo de él otro grande:

«Borges dijo que su estilo alcanzaba una gloria que se supone reservada a la poesía y rara vez logra la prosa. Bábel te entrega todo eso. Es como un puñado de radio, un fulgor que nunca habrías imaginado».

Y así unas cuantas páginas sobre el arte de la ficción escritas como un relato. Circular, porque estas conferencias las cierra con el epígrafe de su último libro Todo lo que hay, donde está todo:

«Llega un día en que adviertes que todo es un sueño, que solo las cosas conservadas por escrito tienen alguna posibilidad de ser reales».

El estilo es como la belleza, nadie puede definirla con exactitud porque hay tantas definiciones como seres que lo intenten hacer, pero todos la reconocen.

 

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Santiago Vargas

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