A la izquierda: Dulce María Cardoso (arriba) y Lidia Jorge; a la derecha: Afonso Cruz (arriba) y Gonzalo M. Tavares.

La memoria y la literatura de Portugal en cuatro escritores de La Mar de Músicas 2019

Los escritores Dulce Maria Cardoso, Afonso Cruz, Lidia Jorge y Gonçalo M. Tavares trazan un retrato literario de su país en el apartado La mar de letras en el festival musical de Cartagena (España), del 22 al 26 de julio

Pasado, memoria, recuerdos y sueños que conviven como uno solo vertebran buena parte de la literatura portuguesa contemporánea. Lo ido que no termina de irse mientras el porvenir irrumpe en la vida de las personas y del país. Portugal colonial en África y Asia; y África y Asia en Portugal y en la vida de los portugueses. Una literatura que trasciende la memoria para descubrir los claroscuros de la condición humana en estructuras narrativas arriesgadas. Pero siempre en un viaje a lo íntimo, a lo privado y a la sensibilidad de los autores actuales como dignos herederos de compratriotas como Fernando Pessoa, Eça de Queiros, José Saramago y António Lobo Antunes.

Una parte de esa nueva literatura portuguesa se aprecia en Cartagena (España) en La Mar de Letras del festival La Mar de Músicas, del 22 al 26 de julio, donde Portugal es el país invitado. El festival ha traído a cuatro de los escritores más relevantes del momento: Dulce Maria Cardoso, Afonso Cruz, Lidia Jorge y Gonçalo M. Tavares. Con un breve retrato literario de cada uno de ellos, WMagazín comparte con ustedes este encuentro de escritores a ritmo de música portuguesa:

Dulce Maria Cardoso

Dulce Maria Cardoso.

«Nos quedamos mudos, en un silencio tan ceremonioso que el ruido del ventilador se hizo más audible. Mamá cogió la bandeja de la carne y se sirvió un poco, repitiendo los gestos contenidos que solía usar con las visitas. Al posar la bandeja en la mesa, pasó lentamente la mano sobre el mantel de las dalias. Ahora ya no hay nadie que quiera visitarnos, pero incluso antes de que esto comenzara era raro que alguien lo hiciera».

Es uno de los pasajes de El retorno (La Umbría y La Solana), la novela más exitosa de Dulce Maria Cardoso (1964). La escritora evoca y reflexiona aquí en la voz de un niño, Rui, el adiós de Portugal en Angola a través de la vida de este menor que llega con su familia a Portugal. El derrumbe de una época política e histórica reflejada en las vidas de las personas, en la cotidianidad.

Otros de sus libros son Campo de sangre, Mis sentimientos (Premio Europeo de Literatura) y La tierra de los gorriones. Dulce Maria Cardoso recibió en 2012 la condecoración de Caballera de la Orden de las Artes y las Letras concedida por el estado francés.

Afonso Cruz

Afonso Cruz.

«Rosa tenía casi cinco años cuando su abuelo, con aliento de aguardiente, le dijo que enseguida volvía, que no tardaba nada. Entonces se dirigió al pozo cojeando y se dejó caer de cabeza. El cuerpo se golpeó contra las paredes de piedra, pues era verano y había poca agua. Rosa se quedó parada, sin saber qué hacer, pero después de unos minutos con el cuerpo temblando bajo el sol, fue hasta el brocal y lo llamó. Cuando la abuela la encontró, aún lo estaba llamando. El viejo flotaba en el fondo, con un brazo torcido sobre la cabeza y parte de la camisa arrancada, tras quedar enganchada en las paredes del pozo. Al parecer, la muerte siempre aflora a la superficie».

Es uno de los primeros párrafos de Afonso Cruz (Figueira da Foz, 1971) en la novela Jesucristo bebia cerveza (Alfaguara), una de las obras portuguesas más originales en su temática y estructura, en su propuesta literaria en general. Con ella obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea al narrar la historia de una aldea del Alentejo que se transforma en una Jerusalén. Todo parte del amor de una joven por su abuela que quiere conocer Tierra Santa. A partir de ahí, en una arquitectura literaria muy fragmentada, Cruz hace visible una serie de personajes y situaciones entre lo conmovedor e irónico.

Otras obras de Afonso Cruz son El pintor debajo del lavaplatos (Tragaluz) y La muñeca de Kokoschka (Rayo Verde).

Lidia Jorge

Lidia Jorge.

«Sí, como si fuéramos hijos indistintos del primer hombre del mundo, formábamos una bandada de hermanos en plena competición por nada, añadió el profesor. En esa especie de demanda de velocidad, la causa que nos movía era más fuerte que el objetivo. Mejor dicho, entre nosotros la causa se confundía con el objetivo y una y otro se realizaban en conjunto y en un único lance. En conjunto tomábamos posesión, en conjunto nos preparábamos. Como si la carrera fuera un acto oficial y definitivo, en el momento de la salida estábamos tensos, ajustando con desvelo milimétrico los talones desnudos a la línea dibujada en el suelo. Concentrados, serios, contenidos, en cuanto oíamos la señal de salida nos lanzábamos a una carrera loca, viendo cómo las piernas de los mayores desaparecían delante nuestro».

Lidia Jorge (Boliqueime, 1946) plasma en este pasaje del cuento El amor en Lobito Bay líneas importantes de su literatura: la infancia, el aprendizaje, el anhelo, el asomo al mundo adulto con todo lo que ello significa de pérdida de inocencia. El amor en Lobito Bay está incluido en el volumen de cuentos Los tiempos del esplendor (La Umbría y La Solana) que es un prisma de luces y sombras de la condición humana cuyos primeros destellos surgen en la infancia.

Ortos libros de Lidia Jorge son El día de los prodigios, El muelle de las meriendas, Noticia de la ciudad silvestre, El jardín sin límites, La costa de los murmullos y El fugitivo que dibujaba pájaros.

Gonçalo M. Tavares

Gonzalo M. Tavares.

«Hay demasiado asfalto en este país. Los hombres valerosos ya no tienen bosque suficiente para esconderse.

Un tercio de los hombres de la ciudad estaba escondido. A los tanques no les gustaban los hombres que estaban escondidos. Pero seguía habiendo cierta inestabilidad entre los vencedores. Se paseaban por la calle y a veces sonreían, otras veces eran crueles.

La víspera habían amenazado con romperle las gafas a Klaus. Klaus se arrodilló: besó las botas de un hombre.

Klaus recordó su infancia: se sentía avergonzado cuando no sabía resolver un problema de álgebra. Ruborizado, mirando fijamente los números a la izquierda de un signo y los números a la derecha del mismo signo. A esa edad, quienes lograban resolver las ecuaciones eran héroes para él. Son buenos los tiempos en los que admiramos a los matemáticos».

Es la historia que cuenta Gonçalo M. Tavares (Luanda, Angola, 1970) en Un hombre: Klaus Klump, la primera de las cuatro novelas cortas que conforman El Reino (Seix Barral) que se acaban de editar en un solo volumen. La completan La máquina de Joseph Walser, Jerusalén y Aprender a rezar en la era de la técnica, escritas entre 2003 y 2007. Tavares es muy político en estas obras, reflexiona sobre el pasado de su país y las consecuencias de aquello. Un fresco de Portugal hoy en manos de un narrador, poeta y dramaturgo.

Otras obras de Tavares son El señor Valéry, Un viaje a la India y Una niña está perdida en el siglo XX.

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Santiago Vargas

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