Leila Sucari: “La identidad y el yo no es más que una ficción que se arma y se desarma”
La escritora argentina relata en 'Casi perra' el viaje de una mujer desde lo más humano, como es el amor, hasta "deshumanizarse" para fundirse con el origen, la naturaleza y la tierra. Pasión, deseo, búsquedas y exploración más allá de las categorías previsibles con un lenguaje destilado que crea imágenes potentes
“Desde muy chica tengo fascinación por la palabra. Apenas empecé a aprender a leer y a escribir era un deseo de devorar todo el universo escrito. Me acuerdo de leer los carteles, todo, las etiquetas, todo… Todo el mundo de la palabra me generaba atracción, incluso desde antes de aprender a leer y a escribir. Mi abuela me contaba historias de su infancia en el campo y de su vida con sus cinco hermanos y los animales, en un ámbito de mucha precariedad económica, muy humilde y a la vez con un montón de riqueza de experiencia y de contacto con el misterio y lo maravilloso de alguna manera. Estas narraciones orales las recuerdo como una apertura hacia el mundo de crear historias y de imaginar y de transformar la experiencia en un relato, en lenguaje poético, de alguna manera. Recuerdo que a los siete años terminé de leer mi primer libro sola, de guardarlo en la mesita de luz y de llorar porque se había acabado y ya no iba a compartir las noches. Es ese enamoramiento y amistad que se crea con los personajes de un libro cuando uno está muy adentro del libro. ¿Qué voy a hacer con este vacío? Me acuerdo que me pregunté con una angustia tremenda”.
Han pasado treinta años de aquella sensación entre la compañía, la magia y el asombro que vivió Leila Sucari (Buenos Aires, Argentina, 1987) y que hace unos cuantos años quiere recuperar y no perder a través de la escritura de sus propios libros. La novela Casi perra (Tusquets) es la más reciente, editada en España, donde, en menos de cien páginas, condensa sus principales motivaciones literarias, sensoriales e intelectuales. Es una novela muy sensorial sobre una mujer que, desde lo más humano, como es el amor-desamor, emprende un viaje de vuelta al origen, al deshumanizarse hasta fundirse con la tierra, en cuyo trayecto vive una metamorfosis y explora todos los sentidos mientras se abre a los deseos sin prejuicios. Es una obra corta cuya potencia narrativa está en el poder de sus pensamientos, aproximaciones al amor, al deseo, a los impulsos de cambio y a la exploración de traspasar las fronteras de lo sensorial que crean escenas e imágenes que hacen reflexioanr al lector. Ello con palabras y lenguaje muy destilado con ecos poéticos.
Es una narradora y poeta que estudió artes visuales, periodismo y filosofía, y eso se nota en esta novela, la tercera. La primera fue Adentro tampoco hay luz (2017), Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes; y y Fugaz (2019). Luego vino su inmersión en la poesía con Baldío (2020) y Caballos de Mar (2022). Dicta talleres de narrativa en Espacio Enjambre, también ejerce como editora freelance y escribe para La Agenda y otros medios. Con Fugaz, su anterior novela, Leila Sucari sorprendió con una obra en la que cada acontecimiento se vive con frases iluminadoras.
Leila Sucari, tiene 37 años, pero su cara conserva la lozanía de una joven. Y eso que tiene una bebita de cinco meses y un niño de diez años. Maternidad, crianza, convivencia y robos de tiempos que le generan “un montón de asombro, de preguntas y de potencia en la escritura que me parece genial y me nutre un montón”. Lo dice al otro lado de la pantalla del computador. Está en su casa de Buenos Aires, donde se filtra toda la luz de un falso verano de octubre. La acompaña su gata Greta, o mejor, trata de llamar su atención saltando de un lado a otro.
Winston Manrique Sabogal. ¿Recuerda el título de aquel libro que leyó sola, por primer vez, cuando tenía siete años?
Leila Sucari. Se llamaba Clara, el hermano y los ladrones, no recuerdo ni de quién era. Era una novelita infantil. A partir de ese momento, de ese desarraigo al terminar un libro, empecé a escribir también una suerte de novela con personajes de animales en la selva. Otro momento que también recuerdo, un poco más grande, como a los 12, es leyendo un libro de filosofía de la biblioteca de mi papá del que no entendí nada, un ensayo para la revolución. Pero ese no entender me generaba una atracción enorme, Pensaba: ¡Ah, con las palabras, se puede hacer esto! Era un mundo, una extrañeza. Y pensé: Yo quiero esto, quiero bucear este mundo de palabras. Fueron momentos que me marcaron y que, también, me hicieron tener áreas de espacio e inquietud.
W. Manrique Sabogal. ¿De dónde son tus abuelos y tus padres?
Leila Sucari. Tengo familia que vino de Siria, de Damasco, y familia de franceses y españoles. Hay una mezcla. Mis padres nacieron acá, en Buenos Aires; mi abuela era del campo y, después, mi papá vivió mucho tiempo en el campo también. Mi infancia estuvo muy ligada a ese mundo de árboles, lagartos, un poco de lo salvaje.
W. Manrique Sabogal. Y así llegamos a la naturaleza que es clave en esta novela, Casi perra, tanto en lo físico como en lo espiritual y metafórico, junto al lenguaje. Pero antes, me gustaría hablar de uno de los detonantes clave de la historia: ese amor-desamor. Hay una frase donde la narradora dice que “el amor no es más que una manera de sobrevivir”. Es una idea que conecta con algunos filósofos y otros autores. ¿Qué piensa Leila Sucari de esta idea?
Leila Sucari. Lo que me permite la ficción es jugar con los extremos. Poder tensar la realidad y mis propias emociones y pensamientos hasta un punto límite, exagerar, y en esa exageración descubrir una especie de verdad…
W. Manrique Sabogal. ¿Y, como escritora, cree que el amor sí es una manera de sobrevivir?
Leila Sucari. Sí, el amor es una manera de ir sobreviviendo de alguna forma, y sobrevivir y morir y sobrevivir y morir continuamente…
Creo que es mi motor, mi deseo. Un motor muy fuerte de todo. Después esta la tensión que vos marcás entre el amor y el desamor… Estoy pensando el amor como una transformación y una metamorfosis, como un riesgo, también.
W. Manrique Sabogal. ¿Qué es el deseo? La novela habla del amor-desamor y del deseo, casi como Freud, de que es algo sin fondo en todos los sentidos, pero aquí se habla del sentimiento y del deseo sexual y de la piel, en el sentido más amplio y mejor. ¿Qué es el deseo?
Leila Sucari. Si pudiera definir el deseo no escribiría. Una de las razones por las cuales escribo es para intentar, todo el tiempo, llegar a entender o a descubrir qué es el amor, qué es el deseo. Y creo que nunca se llega a una respuesta. Con la palabra, también, es todo el tiempo acercarse, casi tocar, pero no llegar. Eso me parece interesante, la imposibilidad de obtener una respuesta porque es algo que se está moviendo todo el tiempo. Como dice Anne Carson: el amor es una pregunta que no sé cómo hacer. ¿Cómo se hacen las preguntas sobre el amor, sobre el deseo? ¿Qué preguntas? Y, bueno, la respuesta me parece que no existe tampoco… Es un movimiento, por eso es, justamente, indefinible.
W. Manrique Sabogal. En esa tensión que menciona entre amor, desamor, deseo, ¿cree que esa triangulación es la que más nos lleva a conocernos a nosotros mismos sin que seamos conscientes de ello? ¿Es algo que nos lleva a ese reencuentro de nuestro propio ser que es, al final, la identidad?
Leila Sucari. Sí. El encuentro con un otro es todo el tiempo el que genera la pregunta y el descubrimiento de uno mismo. Por eso sí me interesaba, en la novela, cuestionar estas ideas del amor, cómo se dice, este estéril cuidado sin dolor, sin el dolor que implica una transformación profunda, un bucear. Y, a la vez, el amor como una suerte de caleidoscopio de espejos, donde uno se empieza a ver y la propia identidad también se pone en duda y se resquebraja. ¿Qué es el yo? Bueno, también es una de las preguntas de la novela y, creo, de todo lo que escribo, en general, como la identidad. Y ese yo que nunca es más que una ficción que se arma y se desarma. Está la idea del caleidoscopio de cómo mirar a un otro es mirarse a uno mismo y a la vez mutar. Me interesa esta cuestión de la pregunta y también la idea de yo es un otro, de yo es el otro. No somos aislados.
W. Manrique Sabogal. Con la ruta que la protagonista emprende se va mostrando la vulnerabilidad y fragilidad del ser humano frente al amor, a la vez que deja ver momentos luminosos de uno y en otros, pues cada uno va a hacer su búsqueda.
Leila Sucari. Hay algo de cierta intriga y del riesgo que implica entregarse y abrirse que es lo que genera una suerte de estar en carne viva. El encuentro con el otro implica un cambio de la propia identidad, un estado de fragilidad y de vulnerabilidad enormes. Al mismo tiempo lo entiendo como una fuerza, como una potencia, como esa suerte de contradicción entre el estado más vulnerable y a la vez el de mayor fortaleza. También cómo pueden convivir la belleza y el horror… Cómo hacer que se toquen dos puntos que parecen distantes y opuestos y en realidad están ahí nomás.
W. Manrique Sabogal. A parte de lo sensorial de la novela, hay una parte más intelectual que nos recuerda que somos palabras, somos lenguaje y que nos descubrimos en las relaciones sentimentales. Empezando esta entrevista recordaba a la niña que sentía cierta extrañeza frente a un libro de filosofía que no entendía, pero la hipnotizaba. ¿Cómo es ese proceso de palabra, lenguaje, sentidos y sentimientos?
Leila Sucari. Es la búsqueda de llevar la experiencia sensorial al lenguaje. Todo el tiempo la novela está, tanto en su búsqueda de forma como en su trama, jugando con la idea de lo indecible. Eso a lo que la palabra no llega, que no puede decir; la imposibilidad de la palabra y la necesidad de poner en palabras. Es la paradoja en la que vivimos los seres humanos. Lo que encontré fue ir por un lenguaje más poético y menos narrativo, pensando que la poesía es una suerte de ventana, de destello, que permite llegar a profundidades y a emociones y a la transmisión de experiencias para mí de manera mucho más directa y tajante y cruda. Siento, cada vez más, que las tramas, en la literatura son una excusa, son un adorno, y en realidad lo que importa es eso, lo que queda ahí. Como dice Clarice Lispector, lo que está entre la palabra, eso que se fuga, y siento que la poesía es el lenguaje donde está esa verdad. Aunque yo escribo en prosa, el lenguaje poético está todo el tiempo como una búsqueda.
W. Manrique Sabogal. Y en esa búsqueda y transformación de palabras va mostrando la metamorfosis de esta mujer que de lo humano pasa a animalizarse justo a través de una de las cuestiones que creemos más humanas que es el amor, hasta fundirse con la naturaleza, el origen, con la misma tierra; el reino animal y el vegetal como uno solo.
Leila Sucari. Sí, sí… El amor está planteado como una pulsión, como una fuerza, como una catástrofe, un impulso que no viene de lo intelectual. Por eso se dice que el amor es una cuestión de olfato, que atraviesa desde un lugar más inexplicable y más intuitivo y que tiene que ver con la percepción y no tanto con el mundo de las ideas. Por eso estoy de acuerdo con lo que decías de que es una novela muy sensorial. Contar lo que sucede a la protagonista no desde un plano abstracto sino desde su cuerpo. Siempre que escribo trato de llevar la experiencia a través de un cuerpo que siente, que huele, que percibe, que duele, que siente placer y no a través de conceptos, ideas.
Yo escribí este libro en plena pandemia y encierro. Era una suerte de contrafuerza de volver al cuerpo. Casi un grito desesperado de volvamos al cuerpo, a la experiencia, al contacto directo, a mirar al otro, a dejarse contaminar por ese otro.
W. Manrique Sabogal. Hay un despojamiento del yo y del cuerpo que, a su vez, habitan muchos lugares. ¿Cómo surge esa situación?
Leila Sucari. Sobre todo, al comienzo. Creo que cuanto más humana es ella, más tiene esta cuestión medio de tentáculos, de pulpo, de estar dividida entre ese pasado y ese presente y a dónde va y de dónde viene. Después se va a animalizando y entra a habitar un presente cada vez más presente. Luego vino la simultaneidad.
Lo más extraño del universo y más lejos está también acá, al lado, cuando se te cae un vaso de agua y se rompe. No sé, como algo de poder habitarlo, hacer estallar de alguna manera la linealidad, que me parece que es algo difícil de lograr en la escritura, porque la escritura te ata a un devenir. Lo que no sucede con la música o con la pintura. Me interesa ver cómo lograrlo a través de la palabra.
W. Manrique Sabogal. En este viaje y vuelta al origen hay, también, una exploración sentimental, sexual y de deseo más instintiva y natural, sin prejuicios. ¿Qué opina de los debates y polémicas respecto a todo esto, sobre todo en el caso de las mujeres que históricamente han estado más avasalladas por el género?
Leila Sucari. Me parece una búsqueda interesante cuando escribo poder hablar desde voces de mujeres, del deseo, del sexo, de la maternidad y sin escindir unas de otras. Como con toda la fuerza y la potencia y qué significa cuando una mujer sea deseante y no objeto de deseo, que la mirada activa esté en ella. Es torcer un poco y desviar los roles que históricamente fueron los más fuertes.
Greta sigue por ahí buscando atención. Leila Sucari cuenta que acaba de terminar una novela que saldrá en Argentina en 2025. Está trabajando con un libro de diario y autobiografía. Todo ellos mientras cría a sus dos hijos, da talleres de escritura y escribe una columna mensual en La agenda, una revista online. Mientras llega su su cuarta novela, Casi perra empieza así:
«El cielo se pone azul eléctrico cuando te pienso. Francia, decías vos, pero Francia es solo un lugar en el mapa y que a mí nadie me discuta el color de mi cielo. Eléctrico y punto.
Desde que arrancó el tren, hay un olor que me descompone. El azúcar de las frutas abrillantadas me da náuseas. Cierro los ojos, aspiro el juguito de la mandarina. Quiero olvidarme del mundo, concentrarme en el cítrico. Ser toda yo un silencio ácido. Pero una gota va a parar al fondo de mi ojo y me obliga al afuera. No le devuelvo el gesto a la mujer que está sentada frente a mí. Yo solo quiero mi recorte de cielo. Que nadie me hable, que nadie me venga a decir lo que tengo que mirar. Que me dejen sola y tranquila con este cielo que es mío».
- Casi perra. Leila Sucari (Tusquets).
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