Valeria Bergalli, editora y fundadora de editorial Minúscula. /Fotografía de WMagazín

Los libros capitales de editorial Minúscula en sus 20 años, según Valeria Bergalli

1999 fue el año que empezó la renovación editorial en España con el nacimiento de algunas editoriales que enriquecieron la oferta. Minúscula es una de ellas por su apuesta de calidad literaria y la presentación de nuevos autores

El aire está quieto. En un banco de madera, Valeria Bergalli está bajo los árboles entre los que se cuelan pequeñas figuras creadas por el sol. El murmullo de la gente empieza a crecer poco a poco en el Paseo de Coches del Parque del Retiro de Madrid donde un domingo de junio Bergalli (Buenos Aires, 1962) habla de los veinte años de su editorial, Minúscula. Un sello con sede en Barcelona, donde la editora vive desde finales de los años ochenta, para lectores especiales, para aquellos que buscan descubrir nuevos autores, explorar territorios literarios desconocidos donde la calidad de la escritura es esencial y se acercan a libros que dialogan con la contemporaneidad. Estudiante de Filosofía y letras y antropóloga cultural, Bergalli relata el origen y realización de su sueño:

“Minúscula nace en un momento de cambio de siglo cuando parecía haber una cierta uniformidad en el catálogo de las editoriales que no exploraban otros puntos de vista. Nace con la intención de publicar propuestas distintas y de aproximarse a la literatura como ámbito de reflexión y de poder soñarnos, pero sin desligar estas propuestas del mundo en que vivimos. Propuestas que nos permitían, a través de la identificación o del diálogo con el lector, que se planteara preguntas sobre el mundo en que vivimos.

Nació con dos títulos de la colección Paisajes narrados y hoy tiene seis colecciones. Una característica de estas es que no las agrupamos por géneros literarios sino más por temáticas muy amplias lo cual permite la convivencia de géneros.

Fue un proceso largo. El origen es bastante remoto… La curiosidad por la literatura siempre ha estado en mi vida. Mi abuelo materno, Athos Cozzi, era pintor e ilustrador de libros, así es que yo veía cómo ilustraba obras como La isla del tesoro o Mujercitas, lo acompañaba a correos a dejar esos materiales y luego veía que todo aquello volvía a casa en forma de libro. Fui consciente de esto sobre todo en Roma ya con 6 o 7 años, porque cuando vivíamos en Buenos Aires era muy chiquita. Él me explicaba cómo era posible todo aquello que se reproducía muchas veces y luego llegaba a manos de muchísima gente y lograba tener vida propia, eso es algo que aún hoy me sigue pareciendo mágico.

Mi familia fue muy viajera porque mi padre que era docente universitario viaja porque ganaba becas internacionales. Hubo una época en que vivíamos en un triángulo Buenos Aires, Roma y Alemania. Éramos una familia pequeña: mi padre Roberto que era porteño, de Buenos Aires, de origen italiano, mi madre Loredana era de Italia, de Triste, mis abuelos maternos y yo que era hija única.

Esos cambios de residencia continuos hicieron que me apoyara en los libros, primero porque en casa se consideraba que era importante leer y aprendiera otros idiomas, que leyera en otras lenguas, fue algo que interioricé.

Los libros eran una compañía, una brújula para tratar de orientarme en el nuevo contexto al que llegábamos de cada ciudad. Tenía que buscar, además, palabras nuevas de ese entorno. Los niños, en el fondo, quieren encajar siempre y yo buscaba una serie de elementos que no me hicieran sentir perdida en un contexto nuevo.

Todas esas cosas entraron en mi vida bastante pronto. Poco a poco fueron encontrando su sitio, hasta que todo cristalizó en un proyecto de editorial. Ese es el origen remoto de Minúscula.

Hice el bachillerato en Alemania, luego estudié Filosofía y Letras en Italia y orientación antropológica, soy antropóloga cultural. Me entretenía mirando libros que no habían sido traducidos al español y pensando en el interés que podrían tener si un día tuviera una editorial.

Valeria Bergalli en la caseta de Minúscula en la Feria del Libro de Madrid 2019. /Foto de WMagazín

En 1999 empezó a hacerse realidad ese sueño. Entre los cuatro o cinco libros clave de la editorial o que reflejan lo mejor de ella están:

Verde agua, de Marisa Madieri. Es un libro con el cual experimenté algo bonito al ser una autora desconocida en castellano y que acabó siendo incorporada al bagaje de mucha gente. Nos ha regalado una experiencia extraordinaria.

Llegué a ese libro por casualidad. El proyecto de Minúscula ya estaba en marcha y mi madre llevó el libro a casa y me dijo: ‘Mira esto’. El libro se desarrolla en una zona que conocemos mucho: Trieste e Istria. Es un relato diario que explica el éxodo de los italianos de la zona de Istria cuando pasó a manos yugoslavas. Ese es el hilo conductor. Pero lo que tiene es una manera maravillosa de trenzar pasado y presente que maneja el Tiempo y la memoria y el papel que juegan los demás en nuestras vidas. La escritura es extraordinaria. Cuando lo leí supe que Madieri había sido la mujer de Claudio Magris. A raíz de eso le pedí un texto que hizo bellísimo y cierra el libro.

Aunque es un libro que llega a mí por casualidad, es uno de los que mejor refleja el tipo de escritura que me gusta y que recomiendo cuando alguien quiere conocer la editorial. Cuando lo leí reconocí en él el espíritu que buscaba para Minúscula.

En 2001 publiqué en la colección Alexander Platz, sobre traducciones alemanas, LTI La lengua del Tercer Reich, de Victor Klemperer. Este libro sí lo había leído en Alemania muchos años antes. Era de los que yo todo el tiempo decía ‘El día que consiga tener una editorial lo tengo que tener’. Y lo pude hacer con un traductor fantástico, Adán Kovacsic. Es un longseller de la editorial, como Verde agua, una referencia ineludible sobe la manipulación de la lengua. Es un sueño cumplido.

Oro libro fundamental es Relatos de Kolimá, de Varlam Shalámov. Seis volúmenes en diez años. Se lo debo a Ricardo San Vicente que un día vino a verme y me dijo: ‘Mira, esto está por hacer’. Años atrás una editorial había publicado una selección de relatos, pero no estaba el proyecto completo. Es un proyecto de gran envergadura.

El otro libro es de otra autora con la que cumplí otro sueño: Shirley Jackson. Estaba descatalogada en España. Empezamos a publicarla en 2012 con la novela Siempre hemos vivido en el castillo, luego Cuentos escogidos. En otoño La maldición de Hill House y están previsto otros dos.

A Jackson la leía con 22 años, primero en una antología de cuentos norteamericanos con el relato La lotería, un cuento breve y devastador. Me pareció inolvidable porque en la retina se te quedan las imágenes. Después leí Siempre hemos vivido en el castillo que tiene una de las narradoras no fiables más extraordinarias. Ahí fue que comencé a leer todo lo suyo. Me pareció una autora que va ganando en modernidad con los años. En La lotería refleja toda la idiosincrasia del medio oeste de Estados Unidos tan de moda ahora con Donald Trump. Jackson narra en las novelas la claustrofobia de las mujeres en el periodo de los años cincuenta. Son las construcciones y las jaulas invisibles que rodean a las mujeres, ella refleja la angustia que eso genera con una prosa extraordinaria y diálogos muy ágiles.

De los títulos futuros destacaría los de la autora francesa Marie-Hélène Lafon de la que ya publicamos Los países. Próximamente aparecerá Nuestras vidas. Lafon es uno de los grandes hallazgos para nosotros y seguiremos trabajando con ella, es una autora de la que me siento muy orgullosa y que hemos dado a conocer en España.

En cuanto al diseño de Minúscula es una obsesión mía intentar crear una imagen no de postal porque lo que cuenta es la mirada del autor del libro y que ayude a dar una idea más clara de lo que se relata, y suele ser una mirada crítica a un lugar, en el caso de la colección Paisajes narrados. El trabajo es similar en las otras colecciones. Siempre trabajo con el mismo diseñador, Pepe Far. Era un amigo de antes y aunque al comienzo tuvimos que afinar cosas ahora nos conocemos tanto que es muy sencillo.

La imagen gráfica tiene que ver con mi abuelo, con esa experiencia inicial de la que hablaba al comienzo con una familia de artistas y a mí me interesaba la fotografía”.

Tras este desandar por la historia de Minúscula, Valeria Bergalli va a la caseta de la editorial en la Feria del Libro de Madrid donde posará delante de algunos de los libros de los que acaba de hablar.

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Winston Manrique Sabogal

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