El escritor mexicano Luis Jorge Boone, en la sede de su editorial Siruela en Madrid. Es autor de ‘Cámaras secretas’ (Siruela) y ‘Todo el dolor del centro de la tierra (Alfaguara). /Foto WMagazín

Luis Jorge Boone: «El dolor nos hace preguntarnos más quiénes somos»

El escritor mexicano publica 'Cámara secretas. Sobre la enfermedad, el dolor y el cuerpo en la literatura' y enriquece la tradición de autores que han abordado este tema. Boone es uno de los invitados a la FIL de Monterrey que tiene a su estado, Coahuila, como Invitado de Honor

Lovecraft acompaña esta mañana a Luis Jorge Boone. Lo lleva en su camiseta negra, asomado entre sombras, sobre la frase Providence Gentleman. Difícil convocar a un mejor testigo para hablar de una presencia agazapada de la que nadie escapa: “La enfermedad como espejo y relato. El dolor como vehículo de transformaciones. El cuerpo como infierno e impensado paraíso. El amor y su ambigua naturaleza de gozoso tormento”.

Así lo ve Luis Jorge Boone (Coahuila, México, 1977) en su libro Cámaras secretas. Sobre la enfermedad, el dolor y el cuerpo en la literatura (Siruela) que tardó en escribir diez años. Es un viaje por la geografía de la enfermedad y sus aguijones de diversa índole, del reconocimiento y relación del ser humano con ella a través de las vivencias de los escritores. Una obra con la cual este poeta, narrador y ensayista enriquece y continúa el diálogo de una tradición literaria de la que forman parte autoras como Susan Sontag, Joan Didion o Joyce Carol Oates.

La luz del medio día, que entra por la puerta ventana de la biblioteca de su editorial en Madrid, destella sobre las gafas oscuras de Luis Jorge Boone sentado en un sofá negro. Desde allí habla de su libro que recuerda que el dolor acecha, la salud se busca, el bienestar está en medio. Dice que hay que hablar de ello sin prejuicios porque el dolor físico y emocional forman parte de la vida y suelen determinar el destino de las personas. Boone convierte esas sombras, que lo han aquejado a él mismo, en un libro que se lee como un rosario de relatos que encadena vidas, historias, reflexiones y literatura a través de vivencias de muchos autores como Sylvia Plath o su amigo Lovecraft.

Las historias de Cámaras secretas son la vida misma: se levanta sobre ideas capitales que recuerdan al lector la mortalidad, la soledad, el azar, la vulnerabilidad y la compañía agazapada e indeseada, pero inevitable, del dolor en alguna de sus múltiples versiones. Incluido el amor.

El poeta que es Boone se nota en estas páginas por la sensibilidad, delicadeza, ángulo de visión y, a la vez, fuerza con que aborda el tema. La manera como embauca al lector al convertir el dolor en lectura placentera, al recordar su realidad haciéndola olvidar al mismo tiempo a través de sus palabras.

Winston Manrique Sabogal. Uno de los temas de Cámaras secretas es que recuerda la mortalidad y sus diferentes rostros.

Luis Jorge Boone. Y en realidad es una de las últimas cosas que aprendemos… que nos vamos a morir. Nadie nos lo dice al principio… Los padres nos lo ocultan; creo que hacen bien, pero, en algún momento, uno lo tiene que descubrir por sí mismo. Creo que este libro nace de ese momento, de ese descubrimiento cuando tenía unos 30 años.

W. Manrique Sabogal. Es propio de la juventud vivir, explorar la vida, disfrutar, no pensar en el dolor ni la enfermedad. La inmortalidad de la juventud.

Luis Jorge Boone. Sí… Incluso creemos que podemos llegar a ser la excepción y pensar qué tal que a mí no me pase, qué tal si es otro, yo nunca me enfermo, qué tal si yo nunca padezco, qué tal si yo me enamoro y soy feliz para siempre. Qué tal si el sufrimiento nunca llega. Creo que esa es una de las ilusiones que, de alguna manera, tenemos con la juventud, soñar con encontrar el modo, el acomodo de la vida para que el sufrimiento no llegue a mí nunca.

W. Manrique Sabogal. Otro aspecto ante la acechanza del dolor, físico o emocional, y la enfermedad es el descubrimiento de la soledad, la manera como confronta a las personas de manera inusitada.

Luis Jorge Boone. La soledad es la realidad última en la experiencia humana. Es la conciencia sintiendo el universo que somos. Todo eso nos configura a actuar de cierta manera, pero somos una conciencia que ve el universo un poco como el budismo dice y como otras teorías que dicen el universo está para ser sentido, sentido por una conciencia, si no existiera una conciencia no existiría el universo.

La soledad es una de las cosas que también aprendemos a lo último. Siempre nos dicen cómo socializar, cómo sonreír siempre, cómo pasar el rato en familia, que las fiestas se pasan en familia, que las grandes penas se pasan en familia, los problemas se comparten en familia, los amigos, el ambiente, el desmadre, etc… Pero hay muy poca preparación para afrontar la soledad.

Hay un verso que a mí me gusta mucho de un poeta mexicano Vicente Aguilar que dice: “Entre la soledad y estar solo, prefiero lo segundo”. A mí me gusta por qué, ¿por qué intentar siempre estar comunicando, intentar siempre socializar? También tenemos que aprender a pasar el dolor, a vivirlo, a contarlo, como muchos escritores. Es de lo que trata el libro. Muchos escritores lo que hicieron fue trabajar con esto que es lo que tenían, es el material al que hay que buscarle una forma literaria. Entonces también es una forma de ser a través de eso. Creo que eso se logra en la soledad, la creación se logra en soledad…

W. Manrique Sabogal. Dice que hay que conocer la soledad y la pérdida como condiciones primordiales de la naturaleza humana. Es un retorno a la pregunta primigenia: ¿qué hacemos aquí? Y desde la soledad y/o el dolor afloran preguntas de ese tipo.

Luis Jorge Boone. Sí, sí, sí… Creo que cada uno trabaja desde su trinchera. Hay quien nos dice que nos olvidemos de que existe un mañana, que nos olvidemos de las consecuencias y eso está bien, por un lado, es como embriagarse con la vida. De hecho, a un poco de eso venimos. La felicidad se compone de muchas cosas, o los momentos de dicha. Para ser seres humanos un poco más integrales, un poco más compactos, también hay que evitar la dispersión de lo igual o la dispersión de lo que no tiene estructura. Está ese otro aprendizaje.

Yo también necesito aprender a estar solo, necesito aprender a que esto es incomunicable, o sea, voy a hacer mi mejor esfuerzo para comunicarlo, mi mejor esfuerzo para colectivizarlo. Lo hace Joan Didion con su libro al confrontar a tantas personas con decir esta historia de amor que tienes que puede ser bellísima, o puede ser desastrosa… Pues va a acabar, se va acabar y, entonces, o tú o tu pareja se van a quedar solos con su amor y esa es una realidad que tenemos. Estoy seguro de que ella no estaba pensando en mostrar nada, simplemente estaba expresando ese dolor y esa irracionalidad en la que, de pronto, todos entramos de que si no lo digo no es real, sino comparto esto y si no lo sabe nadie él todavía no se muere…

W. Manrique Sabogal. Es la importancia de compartir y verbalizar el dolor, ¿por qué?

Luis Jorge Boone. A veces estamos buscando que alguien nos entienda… La catarsis mayor viene de entendernos a nosotros mismos, pero también de que nos entiendan los demás. El entendimiento es orden, eso nos hace sentir mejor. Todos tenemos procesos distintos de comprensión.

El escritor mexicano Luis Jorge Boone, en editorial Siruela, de Madrid en 2022. /Foto WMagazín

W. Manrique Sabogal. El amor no falta en esta geografía del dolor.

Luis Jorge Boone. El amor no tiene por qué ser correspondido tampoco, el amor sigue siendo de uno nada más. Es una necesidad personal de amar, eso también habla de la soledad de todas estas experiencias que nos llevan a decir, no puedo definir mi dolor ante alguien. Es una de las cosas más difíciles.

W. Manrique Sabogal. Cámaras secretas es un compendio de muchas historias de escritores y cómo vivieron el dolor, cómo lo asimilaron, e incluso lo aprovecharon, como aquello que se dice que enseña más el dolor que la felicidad.

Luis Jorge Boone. Sí, porque el dolor se tiene que meditar con fuerza, la felicidad prácticamente no. La dicha en sí misma tiene un sentido, llegar hasta aquí y sentirme tan bien conmigo mismo… Pero en el dolor todo son preguntas: por qué pierdo, por qué dejo, por qué olvido, por qué me dejan, por qué no estoy, por qué no soy, por qué carezco. Todas esas cosas hay que buscarlas. Ambas situaciones son como de no creerlas del todo, pero tendemos a querer más la felicidad, tendemos a creer que este es el sentido de la vida, estar aquí, enamorarse y sentirse completo por ese momento en lugar de dar un paso atrás y decir: ok, pero esto también va a pasar, y voy a empezar a meditarlo y empezar a pensarlo…

Dejarnos convertir en las emociones es vivir un poco a ciegas. Y cuando llega ese momento en que tenemos la necesidad de dar un paso atrás y abrir los ojos ahí es cuando, por fin, aprendemos algo en lo que sea retirándonos del dolor, retirándonos de la soledad, de la tristeza. No nos podemos librar de nada de eso, pero damos un paso atrás y decimos: quién soy yo aquí, qué estoy haciendo aquí, cómo afecto, incluso, a los demás viviendo así.

W. Manrique Sabogal. ¿Nos cincela y da más identidad el dolor que la felicidad?

Luis Jorge Boone. Siempre podemos hablar de dolor y dicha, estar en falta y estar completos y siempre estamos moviéndonos en los grises, incluso pendulando entre uno y otro porque la vida es así. El dolor, curiosamente, nos hace vernos más a nosotros, preguntarnos más quiénes somos.

W. Manrique Sabogal. El libro se cierra con su propio dolor físico, y concluye con la muerte de su mejor amigo. Un nuevo dolor.

Luis Jorge Boone. Tardé diez años en escribir el libro. Es el que más he tardado en escribir, porque para hablar de otro libro había que leer cuatro, para hablar de Carson McCullers sabía que había que leer a toda McCullers. Me gusta escribir cosas distintas, asumir retos con estrategias distintas y dándome la oportunidad de aprender a trabajar de otra manera.

Entonces, cuando estaba a punto de terminar ese libro, yo llevaba años con notas, con versiones con cosas que me faltaban, pero no tenía ni la concentración ni el tiempo, además estaba escribiendo otros libros. Durante la pandemia no me podía concentrar, no podía avanzar relativamente. Estaba como todo el mundo, compartía el estrés, la tensión, la preocupación, el miedo, la tristeza, la distancia. No podía escribir, ni siquiera podía ver televisión. Yo fui de esas personas que perdió la capacidad de concentración durante los primeros tres o cuatro meses de la pandemia y, poco a poco, la fui recuperando.

Y dije: tengo que hacer algo radical, tengo que ver hacia otro lado. Y miré hacia ese libro, y me puse a terminarlo. Lo dejé descansar cuando terminé toda la parte ensayística, los relatos, la investigación, la crónica literaria con la que termina, y dije: Falta mi experiencia. Tardé un rato en escribirla, la escribí seis meses después, la vi como una experiencia completa. Y resultó que el último día, yo que estaba preocupado por mi amigo Iván, con quien hablaba todos los días y nos mandábamos mensajes… Queríamos trabajar juntos en algún momento, y yo, de verdad, pensaba que iba a pasar. Pero murió… Y yo no podía ir al velorio, yo no podía viajar, estaba todo el mundo restringido, no podíamos arriesgarnos, no estábamos vacunados, esta sensación de peligro y de muerte se acentúa así, de una manera absoluta.

Me dije: tengo que terminar de trabajar, tengo que seguir trabajando, es lo único que puedo hacer, es lo único cuerdo, es lo único ordenado que puedo hacer. Me espantaba la posibilidad de decir, me voy a congelar, me voy a detener aquí, pasaba por mi cabeza ese pensamiento y decía, No, no… no lo puedo hacer, me va ir peor… Yo salía mucho a caminar en esos días a un parque que estaba solo a una hora determinada. Salía mucho para escaparme, necesitaba escaparme… de la realidad. Luego me di cuenta de que trabajar sobre el libro en la edición me permitió integrar todas las cosas, ver qué parte faltaba. Había sido la tabla de salvación, sobre todo para el duelo de mi mejor amigo, que se fue, y el cabrón me dejó solo.

W. Manrique Sabogal. La vida real le abrió más cámaras secretas de dolor.

Luis Jorge Boone. El ensayo se propone esas cosas. Voy a ponerme a hablar de esto hasta que encuentra una puerta que no había tocado y la voy a abrir, y voy a ver qué hay del otro lado. Creo yo que el ensayo siempre se está preguntando eso, qué más hay, qué otro doble fondo nuevo hay que duela y no he levantado, qué puertas no he abierto… Están escondidas en nuestra mente.

W. Manrique Sabogal. En el libro está presente la orfandad, la sensación de orfandad, que es otra vía a la soledad.

Luis Jorge Boone. Sí. Yo escribí una novelita titulada Toda la soledad del centro de la tierra. Ahí decía cómo puedo contar este Estado fallido que se evidencia a partir de la masacre de un pueblo. Cómo puedo contarlo de la manera menos efectista, no solo con testimonios directos. Entonces hice dos voces: una voz colectiva hablando de todos los sobrevivientes, mujeres, hombres, niños, hablando de esto y diciendo nosotros sobrevivimos y nos preguntamos estas cosas, nosotros hicimos esto, tomamos parte en tal, también nos sorprendimos y nos callamos cuando se llevaron a otros, etcétera. Y esta la otra voz del niño chaparro, porque al final de cuentas el niño es un huérfano que no tiene padres… Y está esa imagen en la que lo imagino con su manita tratando de agarrar la mano del padre, de la madre, del adulto y nadie se la toma, no hay quién le diga por dónde va la vida, no hay quién le diga cuándo algo va mal…

Como cuando te pasa a ti algo y volteas a ver si hay una figura protectora que te diga todo va a estar bien, no te preocupes, hazte por acá. Pero siempre hay que estar vigilantes ante eso porque sí, ese sentimiento de orfandad lo seguimos teniendo, incluso cuando somos adultos.

W. Manrique Sabogal. En Toda la soledad del centro de la tierra el coro de voces, que se alterna con la voz del niño, es muy potente y conmovedor.

Luis Jorge Boone. Se publicó originalmente en México en 2019 y en 2020 en la colección Mapa de las Lenguas, de Alfaguara. Está bien que la hubiera escrito en ese momento porque no la volveré a hacer, si hubiera sabido no me hubiera metido. Esa novela me dejó muy seco y dejé de escribir un año. Siempre los libros te curan unos de otros. Ahora estoy con un proyecto totalmente distinto, eso es lo que me gusta, que los libros para mí más que un objeto son la experiencia que yo atravieso, las voy poniendo en palabras, es mi manera y Toda la soledad del centro de la tierra es una novela con la que me siento contento.

En la escritura, por lo menos hasta donde yo lo veo, tiene que haber siempre una búsqueda formal, cuando no hay búsqueda formal se convierte en una forma entonces ya no tiene chiste, ya sé cómo va a ser el libro para que lo escribo si ya sé.

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