Margarita Leoz: «Me interesa indagar en la vida que no vivimos, la que deseamos tener»
La cuentista española debuta en la novela con 'Punta Albatros', una historia sobre las ilusiones que se le escapan a la gente, el sueño de querer ser otra persona y empezar de cero. "La literatura, en cierto modo, es cumplir ese sueño de poder ser otra persona"
“Mi afición a la lectura empezó cuando tenía 15 o 16 años con libros juveniles y para adultos. La novela que me marcó fue Nada, de Carmen Laforet. Me la dio a leer una profesora de literatura del instituto. La empecé a leer y me conquistó. A partir de ahí orienté mis estudios universitarios hacia la literatura, al final estudié Filología francesa y literatura comparada. Siempre supe que quería estudiar algo relacionado con los libros y con la lectura. Quería obligarme, en cierta manera, a leer todas esas lecturas canónicas que debemos leer para ser capaces de escribir”.
Y Margarita Leoz (Pamplona, España, 1980) leyó mucho, hasta que se animó a publicar lo que había escrito cuando tenía 27 años. Lo hizo con el poemario El telar de Penélope (ganador del Certamen de Encuentros de Jóvenes Artistas de Navarra 2007). Cuatro años después publicó su primer volumen de cuentos, Segunda residencia (2011), y luego Flores fuera de estación (2019).
Ahora debuta en la novela con una historia que parece tener ecos de Nada, de Laforet, a su manera: llegar a otro lugar empujado por las ilusiones perdidas, lo ido o escapado de la vida, los recuerdos, el deseo de ser otro, de reinventarse ante algunas frustraciones amorosas. Empezar de cero. Una prueba del paso del tiempo. Eso es, en parte, Punta Albatros (Seix Barral), una novela que explora ese territorio que late en muchas personas de querer dejar la vida actual y empezar en otro espacio, de controlar el tiempo y el destino.
Margarita Leoz ya lo hace a diario: trabaja como técnico de idiomas con traducciones de documentos administrativos, al tiempo que lo hace en sus cuentos y novelas:
“Esos deseos de huida son una constante en mi literatura. Personajes que desean dejarlo todo y dejar sus ruidos atrás. Lo que pasa es que son buenos para huir, pero malos para persistir en la vida. Lo que me pasa a mí y a mis personajes. Creo que, al final, la literatura, en cierto modo, es cumplir ese sueño de poder ser otra persona, otras personas, y de no estar en el lugar en el que estás cotidianamente. Está en la base de cualquier escritor el desear vivir otras vidas distintas a la propia”
La escritora no tiene claro de dónde le surge esa pulsión de querer vivir otras vidas:
“Yo escribo de manera muy consciente. No trabajo aparte de temas, ni aparte de ideas, pero sí que me gusta buscar sensaciones. No sé de dónde viene ese deseo, o proceso de la huida o del desplazamiento, pero sí es un motivo muy interesante a nivel literario. Es muy fructífero tener un personaje que deja atrás su vida y desea huir, desea cambiar de vida y que ese cambio de vida lo que supone es que le coloca en una situación incómoda. Creo que la incomodidad es una constante… También sucedía en mis relatos Flores fuera de estación. En el caso de Punta Albatros el protagonista está en un lugar que no le pertenece y que no lo acoge, sino que lo repele. Es un personaje en crisis, y eso es muy productivo literariamente. Encontrarse sin asideros en un lugar que no nos pertenece, al que debemos, no sé si acomodarnos o habituarnos, lo que crea es una especie de tensión entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que fuimos, porque no se deja de recordar…”.
Punta Albatros explora el tiempo a través de los futuros posibles de las personas, esos mundos paralelos que viven y reviven en la mente de la gente porque algo evitó que se pudiera realizar ese futuro, y en la novela alguien intenta hacerlo realidad:
“Me interesan mucho los futuros posibles. Indagar en esas vidas que no vivimos porque en un punto concreto nuestros caminos se bifurcaron y tuvimos una vida distinta a la que un día deseamos tener. O, bueno, tomamos las decisiones, quizás, equivocadas o no; o no tomamos las decisiones que debimos haber tomado. Todas estas cuestiones siempre están muy presentes en mis personajes, eso es lo que les mueve a actuar y a continuar en sus caminos vitales».
Este mundo alternativo que le levanta Margarita Leoz a su personaje tiene un ecosistema físico, espacial, psicológico y sentimental, sobre todo esto último. ¿Pero y antes? ¿Dónde está el origen de esta historia?
“Mi primer libro es un poemario, luego un libro de relatos cortos, el siguiente es otro de relatos más largos y ahora esta novela… En ningún momento me planteé que iba a escribir una novela… Lo que sucedió es que yo tenía esta idea de una costa agreste aislada con un personaje de afuera. Eso fue un poco lo primero que tenía en la cabeza.
Lo primero que se me ocurren suelen ser las ambientaciones. En este caso la costa atlántica agreste y un personaje que viene de fuera, la mirada del extranjero, del forastero… Esa historia la tenía antes de haber escrito los cuentos. Cuando terminé los cuentos la retomé. Pensaba que iba ser otro cuento, otras sesenta páginas como las anteriores, pero cuando empecé me puse a trabajar en esta idea y me di cuenta de que era una idea con muchas limitaciones y podía contar por qué este personaje va a ese lugar, se convierte en médico rural, cuál es su pasado, de dónde viene, cuáles fueron las motivaciones. Se cuenta que fue ese matrimonio fracasado y esa relación que tiene con otra mujer, y se habla de otra motivación…”.
Es cuando en la novela se acentúan las oscilaciones que vive el ser humano entre futuro y pasado, lo que es y se quiere ser. El presente no existe, todo tiende a un futuro pasado o de la memoria como ilusión.
“Es un motivo recurrente en mi escritura, como la nostalgia, el peso del pasado, de los recuerdos, el paso del tiempo… Creo que la imagen, por ejemplo, de la esfera es algo que en el libro está constantemente tratado, esos relojes del doctor Coarasa, a quien el protagonista va a sustituir y que no sabemos muy bien quién es… Ha dejado muchas huellas… Hacemos huidas inútiles porque, al final, este protagonista no puede huir de su pasado, puede huir de todos salvo de sí mismo y de aquellos recuerdos que lo obsesionan. Son las ilusiones y vidas idas, y los cambios de sentimientos como medida del paso del tiempo”.
En esa costa agreste y vientos de Punta Albatros se plantea la doble pregunta de si las personas son más pasado que futuro o más futuro y sueños que pasado.
“Somos un presente habitado de pasado, y todo lo que nos sucede en el presente tiene un reflejo en ese pasado que vivimos y quizás pretendamos ocultar. Eso le pasa, por ejemplo, a Ana, un personaje que llega Albatros y tiene que ser sometida a una operación estética y el protagonista descubre que tiene una cicatriz de una cesárea. En ese sentido, creo que me interesa mucho la literatura del cuerpo, de ese cuerpo que no puede ocultar. Quiero que mi escritura sea un poco como así: Una escritura que no puede maquillar, no puede escamotear, no puede esconder. Y el cuerpo tiene algo de eso. A través de esos pequeños detalles sabemos del pasado de esos personajes, esos detalles tienen una historia. La escritura del cuerpo es una escritura también del paso del tiempo”.
Otra prueba del paso del tiempo en Punta Albatros son las huellas del amor. Y aquí aparece, otra vez, la idea de ilusión y realidad, de que si acaso las personas se enamoran del amor o de la idea del amor personificado en alguien. La persona es un mero objeto para cumplir el sueño…
“Esa distancia me interesa mucho, la distancia entre lo que somos y en lo que nos acabamos convirtiendo. O la distancia entre lo que decimos y lo que pensamos. Esa especie de distancia entre la identidad y la voluntad. Me interesa conocer el hecho de desear a alguien que no nos permitimos desear y cómo nos convencemos de que no lo deseamos. Al final, supongo que lo decía en la novela, que toda historia de amor es una historia de dolor. Las grandes historias de amor son historias de dolor. Todas las grandes novelas de amor son así, se reducen al amor como desgajamiento del guion”.
Se habla del amor y del dolor y de las diferencias insalvables entre hombre y mujeres. Digo diferencias insalvables porque somos diferentes, por suerte, no somos iguales. Tenemos una comunicación distinta, usamos las palabras de una manera diferente. Parece que las mujeres siempre están un camino más allá; los hombres, de pronto, lo piensan de manera más material, más plana, más predecible, más directa”.
Margarita Leoz que vive entre varios mundos, el de su trabajo como traductora y y como creadoras de historias, está interesada , también, en registrar los dos mundos de mujeres y hombres:
“Me interesa esa diferencia del registro de esas conversaciones de hombres y esas conversaciones de mujeres. Lo que ven los hombres y lo que ven las mujeres no es lo mismo”.
- Punta Albatros. Margarita Leoz (Seix Barral).
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