María Bengoa: “De Ramiro Pinilla me deslumbraron su multiperspectivismo y su talento”
En 'El mar de Arrigunaga', la periodista y escritora española recrea los primeros y fundamentales 37 años del autor de la gran trilogía 'Verdes valles, colinas rojas'. Relata las vivencias físicas, emocionales e intelectuales del niño que se hace adulto, una ventana para ver la materia prima que Ramiro Pinilla transmutó y convirtió en literatura de calidad
La vida son números, hasta el amor son números. Y, en esta historia, 37 es el número: con 37 años, en 1960, Ramiro Pinilla envió la novela Las ciegas hormigas al Premio Nadal y ganó; 37 años después, en 1997, lo conoció ala periodista y escritora María Bengoa que tenía… 37 años. Más adelante fueron pareja, hasta que él falleció el 23 de octubre de 2014, a la edad de 90 años. Ahora, ella publica El mar de Arrigunaga (Tusquets), una novela que recrea los primeros 37 años del escritor donde convierte al lector en testigo de las vivencias físicas, emocionales e intelectuales del niño que se hace adulto, una ventana para ver la materia prima que Ramiro Pinilla transmutó y convirtió en literatura de calidad.
María Bengoa relata la travesía de un largo sueño, de un niño tímido y lector, de un adolescente que ya quería escribir y de un adulto que aparca su sueño literario para buscarse la vida en múltiples trabajos. El mar de Arrigunaga llegó en el centenario del nacimiento (2023) de uno de los escritores españoles más discretos, el que después de tres décadas sin apenas publicar, rompió el silencio con una de las obras españolas mayores del siglo XXI: la trilogía Verdes valles, colinas rojas (Tusquets).
La periodista conoció a Ramiro Pinilla en una entrevista en 1997. Al año siguiente publicó el libro de cuentos A París en globo y, en 2003, la biografía La poeta Ángela Figuera. Por ese tiempo la amistad con Pinilla se transformó en amor y se convirtieron en pareja. Y ahora este El mar de Arrigunaga, un retrato biográfico, humano y de la educación lectora y sentimental de Pinilla.
Winston Manrique Sabogal. ¿Cuándo lee a Ramiro Pinilla, por primera vez, y cuándo lo conoce personalmente?
María Bengoa. Lo leo ya mayor. Quizás en el 97, y me empeñé en hacerle una entrevista, porque esa novela tan maravillosa con la que él había ganado el Nadal, Las ciegas hormigas, a pesar de ser de un escritor nacido en Bilbao, de donde yo también era, no la conocía, a pesar, de ser lectora. Tenía como prejuicios de haber oído “uy, es un señor muy raro, es muy especial”. Pero, claro, no había hecho lo único que hay que hacer con los escritores: leerlos.
W. Manrique Sabogal. Recuerda ¿qué fue lo que más la deslumbró?
María Bengoa. Me deslumbró la potencia de la novela, de la prosa. Me deslumbró el multiperspectivismo que tenía, ya lo había leído en otros autores, pero me deslumbró cómo retrataba un País Vasco, porque estaba ambientada en Getxo, que yo desconocía, tan duro. Está ambientada hacia el año 1930 cuando un barco se encalla y se parte por la mitad y todo el carbón se esparce por la costa. La gente pobre va a recogerlo. Entonces, la épica que tenía la novela, el esfuerzo que se veía ahí, cómo todo estaba contado desde un punto de vista de un adolescente. Y, a la vez, hay una niña y una anciana, una abuela, y cómo se iba creando ese mundo.
W. Manrique Sabogal. ¿Se ha dado cuenta de que Pinilla ganó el Nadal, con Las ciegas hormigas, cuando tenía 37 años, usted leyó la novela 37 años después y, justo, cuando tenía 37 años?
María Bengoa. ¡Anda! ¡Sí, sí, es verdad! Qué curioso. No, no me había dado cuenta, nunca me había dado cuenta. ¡Qué bonito! Pues fue así, así es.
W. Manrique Sabogal. ¿Qué pasó cuando lo entrevistó?
María Bengoa. Me deslumbró la personalidad. Yo había conocido a muchísimos escritores, pero nunca pensé que iba a tener nada con él. Fue después, asistiendo a un taller de escritura que él tenía, que mantuvo durante muchísimos años, cuando nos conocimos un poco más. Luego me pidió que colaborara con él. Yo hacía reseñas de libros, quizá, por eso, él quiso que leyera algo que tenía y que, creo, ya tenía el beneplácito de una gran editorial para publicarlo. Eso nos llevó a relacionarnos más y a conocernos más. Esa era una obra potente.
W. Manrique Sabogal. Se trata de Verdes valles, colinas rojas. Tengo entendido que la primera parte él la autoeditó, en el 97, 98.
María Bengoa. Sí, pero yo no la conocía. Cuando este hombre tenía una editorial cuyos libros vendía por las plazas, yo leía libros de Anagrama, de Tusquets, de otras editoriales. Alguna vez que le vi, cuando yo era muy joven, que igual tenía 17 años o así, yo me decía: pero eso no puede ser bueno… una persona que sea autoedita… Tenía ese prejuicio.
W. Manrique Sabogal. Después de que se conocen, usted le dice que él debería escribir su biografía. Y él se ofende porque considera que su vida no es nada interesante. Ya hacia el final de sus años, él le dice que usted debería ser quien escriba la biografía, para entonces usted es como su memoria viva. Y eso lo que ha hecho y, de paso, ha vuelto usted a algo que le gusta, escribir.
W. María Bengoa. Yo no me sentía nada segura porque me parecía que había perdido totalmente la objetividad, la distancia… Pero, la verdad, es que él me había contado muchas cosas. Yo no veía claro cómo iba a enfocar esa biografía. Me costó mucho dar con el tono que yo quería imprimir a este libro.
W. Manrique Sabogal. Al final, desde la primera oración del libro, nos convierte en testigos de la vida de Ramiro Pinilla en sus primeros años.
María Bengoa. Sí, un poco de su educación sentimental, de su formación. Eso quisiera yo haber conseguido. ¿Por qué opté por eso? En la escritura es bueno que haya algo de indagación, de búsqueda y, por eso, a veces, hay que abordar temas que no podemos comprender muy bien. Yo no comprendía, por ejemplo, cómo el Ramiro que yo conocí con 74 años, y luego con más años, cuando ya empezamos a ser pareja, que era una persona tan recia de carácter, con una personalidad tan fuerte y con una fortaleza mental enorme, había sido un niño pusilánime, débil, completamente enmadrado, enfermizamente tímido.
Un día me di cuenta que lo que yo tenía que contar eran esos anhelos que él había vivido durante su infancia, adolescencia y primera juventud. Y, como por mi parte siempre he querido escribir y ser escritora, sabía ponerme en la mente del personaje; sabía fundir esos anhelos con los propios. Me parecía que esa era una vía que podía explorar.
W. Manrique Sabogal. Hay un pasaje de la novela muy iluminador, cuando dice que la madre nunca le ha dicho al niño te quiero, mientras él ve cómo se lo dice a su hermano pequeño y cuando, meses después, el niño toma la mano de su madre y le da un beso furtivo. Dos momentos tiernos y duros.
María Bengoa. Sí…
W. Manrique Sabogal. Es el amor como búsqueda, como refugio, como amparo. Luego, en la adolescencia, en otra clase de afectos, él conoce a un niño hermoso que llega al colegio con el que se siente respaldado porque también lee como él, y a quien le da a leer un cuento. Una figura importante para Pinilla.
María Bengoa. Si, sí, porque, además, ese niño después se suicidó y, claro, eso le marcó. Hizo un intento de escribir sobre eso, que está recogido en la novela. Ese recuerdo del suicidio se funde con la escena en que le comunicaron el suicidio que fue el 13 de mayo, el día de la Virgen. Entonces, fundió el recuerdo de la madre de ese niño, a la que había visitado en un chalet donde vivía, con el de la Virgen y trató de escribir algo con cierta fantasía.
El amor es muy importante en la vida de Ramiro, bueno, el amor es muy importante en todas las vidas. Lo fue, primero, por parte de esa madre que fue vital en su formación y, también, de una abuela materna que había querido ser actriz y que tenía unas aspiraciones que se vieron frustradas y, por lo tanto, en cuanto vio que tenía un nieto con aspiraciones artísticas las alentó muchísimo. Esa abuela fue fundamental en su vida. Luego los amores románticos: un primer amor de una chica mayor del caserío, otro amor, una novia que tuvo que le dejó mientras estaba navegando porque, claro, en la novela y en la vida, pues, se van hilvanando muchas anécdotas para construir la historia de esa vida y tratar de atrapar a quien está leyendo.
W. Manrique Sabogal. ¿El cuento que Pinilla le dio a aquel niño, Luis Fité, volvió a manos de él?
María Bengoa. No, no volvió. Sin embargo, hay algún cuaderno de su infancia de sus 13 o 14 años en el que recogía argumentos de cantidad de obras clásicas, lo mismo de Shakespeare que de Tirso de Molina. Es un cuaderno con una letra preciosa. Hay unos escritos maravillosos de él de sus 12 o 13 años.
W. Manrique Sabogal. La novela me transmite la idea de dos aspectos protectores para Ramiro Pinilla, el amor, del que ya hablamos, y la búsqueda de la belleza. Al mismo tiempo está rodeado de un aire de soledad mientras lee y lee.
María Bengoa. Sí, sí. Totalmente. Es una persona hipersensible. Y alguien hipersensible como él tiene una importante disonancia con el mundo, con la realidad. Eso le hace vivir más hacia adentro. Eso, y su fatal timidez que tanto le hacía sufrir. Porque la timidez, además, se traducía en un rubor que le hacía avergonzarse, y eso le paralizó muchísimo su socialización. La soledad viene de esos problemas y, añadido a eso, la dura posguerra. Fue un niño que hasta que llegó la guerra perteneció a una clase media que veraneaba y que vivía con cierta holgura. Posteriormente a la guerra, la familia vino a menos, como tantas y tantas familias, lo que hizo que se agudizara su timidez y los problemas para relacionarse.
W, Manrique Sabogal. La vida de Ramiro Pinilla es, también, la de aparcar los sueños. La abuela que lo alentó aparcó sus sueños, la madre tuvo que aparcar sus sueños y él mismo tuvo que aparcarlos. Y hay una pregunta encadenada, usted aparcó sus propios sueños de escribir por estar con él. Pero él le hizo esta propuesta de que escribiera su vida y le dejó un impulso para que retomara su sueño.
María Bengoa. Así es. Sucede mucho en la vida que las aspiraciones que tenemos de trabajos no cotidianos, trabajos no alimenticios, siempre las dejamos para después. Y ese después parece que no llega nunca, salvo que tengas muchísimo coraje, como lo tuvo él. Pero es muy difícil sacar adelante proyectos donde nadie te lo exige, sino tú mismo. Sin embargo, él me decía muchas veces: “Tú eres escritora”. Eso me sirvió mucho. Ahora, con esta novela, he vuelto a escribir. Me ha empujado mucho el querer que las personas que lo han leído y que lo admiran como lectores conozcan también su trayectoria vital.
W. Manrique Sabogal. Su novela, El mar de Arrigunaga, llega hasta cuando Ramiro Pinilla obtiene el Premio Nadal en 1961. ¿Qué hizo él entre ese año y 2003 cuando Tusquets publicó Verdes valles, colinas rojas?
María Bengoa. Creo que se centró en la crianza de sus hijos, en muchas otras cosas, hizo una revista y estaba muy desencantado con las editoriales. Por eso creó una editorial que llamó Libro Pueblo que era para autoeditarse. Era un hombre que creía mucho en el autoabastecimiento, también en la vida… Era naturista, en muchos sentidos, ecologista, era un hombre muy moderno, muy adelantado a su tiempo. No es casualidad que llamara a su casa de campo, en 1958, Walden, esculpida en el muro de su casa. Eso ya es significativo de lo importante que era para él el filósofo Thoreau. Quería escribir y escribía, pero se apartó del mundo editorial, pero tuvo la fortaleza de estar veinte años escribiendo una obra tremenda. Publicaba alguna cosita menor. En 1997, cuando lo entrevisté, el motivo fue la edición de Huesos, me dijo que había vendido 200 ejemplares, o así, habiendo sido Premio Nadal, Premio de la Crítica, finalista del Planeta…
W. Manrique Sabogal. Cuenta que desde niño fue gran lector y que su libro favorito era David Copperfield, de Dickens.
María Bengoa. Incluso llegó a coleccionar ediciones de David Copperfield. No era una persona fetichista, pero de esa novela tenía bastantes ediciones. Una vez fue a Londres y visitó la casa de Charles Dickens. La novela le llegó al alma. Le pareció de gran profundidad. Le encantaba el personaje, también Mr. Micawber, el amigo del padre de David Copperfield, porque, creo, que le evocaba a su propio padre. Siempre fue muy crítico con su padre. Con los años, yo le decía, pero si te regaló cantidad de cosas buenas: los libros le llegaron por su lado, la música, el fútbol. Empezó a verlo un poco de manera diferente. Sin embargo, a su madre la tenía en un altar. Esas cosas nos suceden a veces y, desde niños, tomamos un poco partido por los progenitores.
W. Manrique Sabogal. ¿Qué sigue en su carrera literaria? ¿Qué está escribiendo?
María Bengoa. Esta novela la acabé hace ya dos o tres años. Estoy escribiendo un libro que aborda la etapa de Ramiro como escritor ya maduro a partir de los 60 años, que tiene muchas amigas, todas son guapísimas. Entonces, yo que estaba empezando a mirarle con otros ojos, decía, pero ¿todas estas amigas qué tienen que ver con este hombre? De ese desconcierto sale un poco una historia en la que yo ya sí aparezco un poco más, y doy voz a diferentes mujeres interesantes que estaban por ahí. Esa es la historia con la que me he atrevido un poco.
- El mar de Arrigunaga. María Bengoa (Tusquets).
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