Mayra Montero: “Después de esta etapa de gran apertura sexual vendrá la edad de la inocencia”
La escritora cubana novela en 'La tarde que Bobby no bajó a jugar' el romance fugaz e intenso en su adolescencia con el gran ajedrecista estadounidense, con el telón de fondo de la revolución castrista. En esta entrevista aborda temas como el consentimiento en una relación y la corrección política en asuntos de la seducción: “El amor y la seducción son como un juego de ajedrez”
Después de esta gran apertura sentimental y sexual llegará la edad de la inocencia y del candor. Lo cree convencida Mayra Montero (La Habana, Cuba, 1952) que acaba de desvelar la aventura que tuvo a los 14 años con Bobby Fischer (1943-2008), uno de los grandes ajedrecistas de todos los tiempos, cuando este tenía 23 años. “Todo fue muy natural por parte de los dos, nada pensado, no hubo ningún abuso ni mala intención”, aclara la escritora ante los comentarios de algunas personas que han querido ver en aquella relación un caso de abuso de poder. Una polémica que la escritora corta de raíz: “Éramos dos muchachos encontrándonos, experimentando”.
Ese episodio de su vida, ocurrido en La Habana, en 1966, lo relata en la novela La tarde que Bobby no bajó a jugar (Tusquets). Una narración delicada, conmovedora y con dosis de intriga, a la vez que sensual y emocional, y muy investigada de la vida de Fischer. De fondo, los primeros años de la revolución cubana y sus efectos en la vida cotidiana de las familias y en asuntos del amor, la pasión, el deseo, la seducción, el sexo y los sueños amorosos y del futuro en general.
La reconstrucción de aquella tarde y noche que la escritora nunca había contado deriva e invoca a una reflexión sobre el misterio de la fuerza del recuerdo amoroso, los deseos que no se cumplieron, el instinto del ser humano y sus sueños sin prejuicios, de manera natural, el consentimiento en una relación y la corrección política que intenta poner fronteras en predios de la seducción. No en vano, explica Mayra Montero, la gracia de todo consiste en que “el amor y la seducción son como un juego de ajedrez”.
Y esa gran y única partida la jugaron la adolescente y el ajedrecista sin que ninguno de los dos supiera lo que iba a pasar. Nunca más se volvieron a ver tras vivir aquella tarde y noche en un hotel de La Habana, donde él se hospedaba como jugador de un torneo. Ella siempre ha llevado consigo ese momento. Lo recordaba de vez en cuando. Y sabía, por la prensa, de la continuidad de su genio y sus triunfos, así como de los problemas psicológicos y de paranoia que llevaron a Fischer a dar tumbos en su vida.
Mayra Montero se ve empujada a aquel encuentro con el jugador cuando un relojero le dice a un grupo de amigas colegialas que si conseguían que Fischer les firmara un tablero de ajedrez, él les regalaría el disco de The Beatles Rubber Soul, inencontrable en Cuba, que ellas deseaban. Las jóvenes aceptaron y designaron a Mayra Montero como la encargada de la misión.
Desde San Juan de Puerto Rico, donde vive desde que tenía 17 años, la escritora cuenta, por teléfono, cómo convirtió esa vivencia secreta, íntima y sentimental en una novela, y por qué lo hizo. Ella, una periodista destacada que se dio a conocer como escritora de ficción cuando quedó finalista del Premio Herralde de Novela 1986 por La trenza de la hermosa luna. Luego se hizo popular con su registro en el género erótico con La última noche que pasé contigo, finalista del Premio La Sonrisa Vertical, de 1991, galardón que ganó en el año 2000 con Púrpura profundo.
Winston Manrique Sabogal. ¿A qué sabe el helado de piña glasé?
- Mayra Montero. Jajaja… Yo era una niña de 14 años cuando en aquella época, en La Habana, se acababa de inaugurar la heladería Coppelia. Era la de moda, donde íbamos las jovencitas. Y una de las novedades era el helado de piña glasé. Entonces, cuando, tras una peripecia logré llegar a la habitación del hotel, Bobby me dijo que iba a pedir un sándwich y me preguntó qué quería yo le contesté: “Un helado de piña glasé”. No sabía ni lo que era ni a qué sabía, pero me sonó muy chic. Lo dije para impresionar, porque lo que quería era un rizado de chocolate.
W. Manrique Sabogal. Pero se lo comió todo, y dejaron las copas en el suelo. ¿Recordar ese momento fue como su magdalena de Proust?
- Mayra Montero. Sí… Y nunca más volví a pedir piña glasé.
W. Manrique Sabogal. La novela empieza con una escena muy conmovedora y con mucha información sobre la muerte de Bobby Fischer. ¿Cómo se enfrentó a la escritura de ese momento y del libro al revelar un episodio secreto de su vida?
- Mayra Montero. En primer lugar, para escribir el preámbulo tuve que hacer mucha investigación. Después de aquel día que pasamos juntos, yo no supe nada más de Bobby. Supe que en 1972 ganó el campeonato mundial en Reikiavik, al ganarle a Boris Spassky. Luego desapareció hasta el 92, cuando juega con Spassky para darle la revancha, y le vuelve a ganar, pero desaparece. Jugaron en Yugoslavia sin el consentimiento de Estados Unidos porque había sanciones contra ese país. Estados Unidos pidió que lo arrestaran y él se fue a Europa. En Estados Unidos no se publica nada de él porque celebró el ataque a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001. Ya no era solo cuestión del gobierno que lo miraba mal, sino todo el pueblo americano que se sintió ofendido con aquellas declaraciones. En 2008, vuelvo a leer un artículo sobre su muerte. Tuve que investigar cómo había muerto, qué había pasado antes de la muerte. Vi montones de videos, leí montones de testimonios de gente que estuvo a su lado o que, simplemente, lo conoció en aquellos años tan oscuros en los que estaba paranoico y deprimido.
Después de la revancha a Spassky terminó en Japón; allí se casó con la presidenta de la federación de ajedrecistas de ese país. Estuvo en la cárcel. Atacó a los judíos. Siendo que Bobby era judío por ambos lados, por la madre, que es por donde se hereda, pero también por el lado de su padre verdadero.
W. Manrique Sabogal. ¿Cuándo decide escribir sobre esa historia y cuándo empezó a escribirla y por qué?
- Mayra Montero. Fue como en el 2022. Estaba trabajando en otra idea de un amigo griego que se dedicaba a buscar, en el océano Pacífico, restos de soldados norteamericanos muertos en la Segunda Guerra Mundial, por encargo de una asociación. Creo que leí algo de Bobby sobre su cumpleaños en marzo y me dije: “¿Y por qué no escribo lo que me pasó?”. Entonces rescaté la figura del relojero que existió y era fanático del ajedrez. Lo que no está claro es por qué él quería que Bobby le firmara ese tablero de ajedrez, porque el romance entre el relojero y la madre de Fischer me lo inventé. Ella era una mujer absolutamente sui géneris y seductora. Y, es verdad que estuvo en Cuba, en el año 56, con su hijo Bobby que tenía 12 años.
Una vez que me vi con Rosa Montero le dije que iba a escribir esta historia que titularía Nocturno, nombre del famoso programa cubano que oíamos todo el mundo en aquella época. Rosa me dijo que no creía que fuera un buen título, que mejor uno que incluyera el nombre de Bobby Fischer.
W. Manrique Sabogal. Solo se vio ese día con Fischer. ¿Ese recuerdo estaba eclipsado en su vida o la acompañaba de vez en cuando?
- Mayra Montero. Lo recordaba de vez en cuando. Un amigo poeta cubano dice en un verso: Y aunque he sido feliz, pienso en ti.
Yo no pensaba todo el tiempo en Bobby. Tú sabes que uno se enamora muchas veces y yo, además, estuve casada treinta años, hasta que murió mi marido, hace once años. Teníamos muy buena química, estuvimos muy enamorados, era muy cooperador con mi literatura. Pero esta novela no le hubiera gustado. Es como una confesión de amor que no ha pasado… Uno se enamora muchas veces y hay varias capas de amores que se van acumulando, unos pasan a la historia, a veces con malos recuerdos, y otros se quedan con buenos recuerdos. Hay tres o cuatro personas que, a parte de mi esposo, pasaron por mi vida y dejaron gratos recuerdos. Pero Bobby fue el primero. Yo era una niña y él también. Me echan en cara que no hubo consentimiento y vienen los rumores de que él era un pedófilo, y yo digo: Él no sabía nada. Yo fui la que llegó hasta él en busca de una firma para el tablero de ajedrez. Ninguno sabía lo que iba a pasar.
W. Manrique Sabogal. ¿Cree que se debe juzgar el pasado con los ojos del presente?
- Mayra Montero. Por supuesto que no.
W. Manrique Sabogal. ¿Cree en la justicia retroactiva?
- Mayra Montero. En casos como el de los sacerdotes pederastas que han arruinado la vida de tantos niños y niñas, sí. Creo en esa reivindicación porque ayuda a que no vuelva a suceder, en esos casos donde ha habido abuso, maltrato, ensañamiento y el hombre o la mujer se han aprovechado de su poder y control sobre otra persona. Pero en mi caso en específico todo fue muy natural, él no era un abusador.
Fíjate la doble cara de esta cuestión de la corrección política: un ejemplo es el reguetón. Aquí en Puerto Rico los buenistas y el correctismo nos están vigilando a los escritores, columnistas y artistas. Sin embargo, qué barbaridades dicen los reguetoneros que son machistas y sexistas, pero con ellos no se meten porque tienen miedo; porque si se meten con ellos es meterse con una gran masa de jóvenes y la tienen perdida. Pero a nosotros nos cancelan si decimos algo que no les gusta. Es una posición muy oportunista.
W. Manrique Sabogal. Hablando de la santísima trinidad del amor, el deseo y el sexo, y con unas generaciones donde la fluidez sentimental y sexual se vive de manera natural, ¿cómo ve usted que se experimente hoy ese triángulo?
- Mayra Montero. En todas las épocas la gente se sigue enamorando y deseando. Nunca me he podido acostar con alguien sin estar enamorada si la persona no me resulta atractiva o no siento un vínculo. Cuando uno ve el perreo es inevitable que no haya un deseo incontrolable. Hay una doble lectura: aquí muchas muchachas de 14 años saben lo que es tener una relación sexual. La tienen con amigos de su edad. Ahí tampoco hay consentimiento. Eso del consentimiento es algo muy subjetivo, decirle a una niña de 15 o 16 años que tiene que consentir si perrea o tiene relaciones.
En el caso de mi novela, yo tenía 14 años, pero le dije a Bobby que tenía 16, y él tenía 23, que, en verdad, equivalían a 17 o 18 porque era un nene. No tenía experiencia de la vida ninguna, su seguridad se basaba en el dominio del ajedrez. Éramos dos muchachos encontrándonos, experimentando.
W. Manrique Sabogal. ¿Cree que se pueden poner fronteras en el juego de la seducción, el deseo y el amor?
- Mayra Montero. Es un juego, juegos muy cerebrales. Después de todo hay mucho cerebro en ese tonteo, en esa etapa de la conquista cuando tú no te tiras, y él otro no se atreve. Hay mucha similitud con el juego del ajedrez.
W. Manrique Sabogal. ¿Es el amor algo más mental que real?
- Mayra Monero. Creo que sí, y es más interesante por eso mismo. Hay relaciones que se quedan en el ámbito de lo platónico, de lo que pudo ser y no fue. Ni siquiera un encuentro. Son desencuentros que se dan. Todos hemos tenido eso. Yo lo tuve una vez con un músico y nunca cuajó. Pensé que si lo hubiéramos consumado no hubiera sido tan fuerte.
W. Manrique Sabogal. El amor eterno es el que nunca fue.
- Mayra Montero. Jajaja… Esto está bien bueno. A lo mejor. Yo guardo un magnífico recuerdo de eso. Pasaron los años, él me citó después para almorzar y no pude ir. Y aquello se queda en el recuerdo.
W. Manrique Sabogal. ¿Cree que un buen porcentaje de personas en pareja guardan y recuerdan un amor grande que no pudo ser?
- Mayra Montero. Estoy absolutamente convencida. Seguramente lo teníamos mi esposo y yo. Son cosas que se guardan. La convivencia la hace interesante el no saber todo del otro. En esos largos matrimonios de más de veinte años queda mucha lealtad. Pero no tengo ninguna duda de que mi marido, que tenía negocios y viajaba, tenia su aventura en algún momento. Y hay amores que se quedan viviendo con uno. Siempre y, seguramente, porque tú tienes una vida antes de casarte, tienes una vida donde has tenido algún gran amor y eso se queda ahí, platónico o no. Es natural en todos los seres humanos.
W. Manrique Sabogal. ¿Cómo percibe, en las nuevas generaciones, el acercamiento al sexo? ¿Más lealtad, experimentación o goce?
- Mayra Montero. Las generaciones más jóvenes están experimentándolo todo. Yo digo: Bud Bunny ya no tiene nada que contar del sexo, ya contó todo lo que se hace y se puede hacer. Digo en serio y en broma que después de esto va a venir no un hastío, pero sí una vuelta a una edad de la inocencia porque ya se hace de todo, se prueban todas las prácticas sexuales que no imaginábamos hace unos años. Y se está dando un caso: lo practican con una naturalidad tremenda, con libertad y fluidez. Y también se da el caso de que en un centro comercial veo pasar a estas muchachas despampanantes con poca ropa y los muchachos ni las miran, ese clásico del piropo ya no se da. Menos en Cuba. Allí hasta en las series policíacas llega el capitán por la mañana y le dice a la oficial: “¡Oye, que linda tú has venido hoy!”. Una prima mía muy feminista dice: “Con eso no te metas, porque si a una mujer cubana no le dicen por la mañana ¡Qué linda tu viniste hoy!…”. Aquí en Puerto Rico eso no se puede decir.
W. Manrique Sabogal. ¿Qué opina? ¿Nos estamos pasando en la corrección política porque ya no se permite elogiar o expresar gestos de galantería?
Mayra Montero. Completamente. Una mujer sí se lo puede decir a otro hombre. Se presentó un proyecto para prohibir el piropo. Me pareció una estupidez, una imbecilidad total.
- La tarde que Bobby no bajó a jugar. Mayra Montero (Tusquets).
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