El escritor, pensador y crítico literario murió a los 90 años en su casa de Cambridge este 3 de febrero. Fue un gran defensor del canon y un europeo convencido. Recuperamos su pensamiento con tres pasajes de sus obras
Ha muerto una de las personas más lúcidas, sensibles, inteligentes y cultas del mundo contemporáneo que enseñó a mirar la vida desde la creatividad de la literatura comparada, el lenguaje y las artes: George Steiner (París, 23 de abril de 1929- Cambridge, 3 de febrero de 2020).
Hijo de judíos vieneses fue profesor de universidades como las de Stanford, Nueva York y Princeton y miembro extraordinario del Churchill College de Cambridge (Inglaterra) donde vivía desde hacia medio siglo. Su nombre y erudición trascendieron, especialmente, por sus artículos como crítico literario de The New Yorker entre 1966 y 1997, y de The Times Literary Supplement. Un humanista, un pensador y un estudioso del lenguaje, entre sus obras destacan La muerte de la tragedia, Lenguaje y silencio, Después de Babel, Antígonas, La idea de Europa, Nostalgia del absoluto y Presencias reales (Casi todas en Ediciones Siruela).
Steiner era polígota, creció hablando francés, alemán e inglés y luego aprendió italiano, gran conocedor del mundo clásico y defensor del canon literario. La BBC recuerda: «Como uno de los dos únicos alumnos judíos en su escuela en Francia que sobrevivió al Holocausto, las preguntas que rodearon este oscuro período de la historia europea impregnaron gran parte de sus escritos».
Siempre expresó su mirada sincera y reflexiva sobre el estado del mundo contemporáneo. En una de las más reciente afirmó:
«Estoy asqueado por la educación escolar de hoy, que es una fábrica de incultos y que no respeta la memoria. Y que no hace nada para que los niños aprendan las cosas de memoria. El poema que vive en nosotros vive con nosotros, cambia como nosotros, y tiene que ver con una función mucho más profunda que la del cerebro. Representa la sensibilidad, la personalidad». Estas palabras de George Steiner al periodista Borja Hermoso en una entrevista al diario español El País en 2016 reflejan su pensamiento y su concepción del mundo. Su filosofía para estar en la vida.
The New York Times destaca su carácter políglota y cómo su propio discurso también lo fue. «En un nivel evidentemente menor’, escribió en una memoria de su desarrollo intelectual, Errata: An Examined Life (1998), ‘Le debo al entrecruzamiento de tres idiomas iniciales: el francés, el alemán y inglés en el que fue criado – ‘a su pulso y parpadeo dentro de mí, las mismas condiciones de mi vida y mi trabajo».
«De este ‘pulso y parpadeo’, confesó, surgieron las principales preocupaciones de su vida pensante, entre ellas los orígenes del discurso humano, el mito de la Torre de Babel y su significado para la humanidad, los beneficios de estar en casa en diferentes idiomas. Las verdaderas tareas del traductor y la superioridad de los escritores de varios idiomas o, como los llamó, escritores ‘extraterritoriales’ como Beckett, Borges y Nabokov».
WMagazín rinde homenaje a George Steiner y lo recuerda a través de sus propias palabras. Para ello hemos seleccionado tres pasajes de libros muy importantes. Escuchemos al profesor Steiner:
«Lo que yo debería haber dejado más claro es que, dentro del corpus de las tragedias griegas conservadas, las que manifiestan la ‘tragedia’ en una forma absoluta, las que confieren a la palabra ‘tragedia’ el rigor y el peso que pretendo dar a toda mi argumentación, son muy pocas. Lo que identifico como ‘tragedia’ en sentido radical es la representación dramática o, dicho con más precisión, la plasmación dramática de una visión de la realidad en la que se asume que el hombre es un huésped inoportuno en el mundo. Las fuentes de este extrañamiento –el alemán Unheimlichkeit expresa el significado textual de ‘alguien a quien se echa fuera’– pueden ser diversas. Pueden ser las consecuencias literales o metafóricas de una «caída del hombre» o castigo primordial. Pueden estar situadas en alguna fatal ambición excesiva o automutilación inseparables de la naturaleza humana. En los casos más drásticos, el extrañamiento humano de un mundo hostil al hombre o la fatal intrusión en él pueden verse como la consecuencia de una malignidad y negación diabólica en la textura misma de las cosas (la enemistad de los dioses). Pero la tragedia absoluta existe sólo donde se atribuye verdad intrínseca a la afirmación sofocleana de que ‘lo mejor es no haber nacido’ o donde la suma del entendimiento de los destinos humanos se expresa en el quíntuple ‘nunca’ de Lear».
«Schelling, entre otros, atribuye a la existencia humana una tristeza fundamental, ineludible. Más concretamente, esta tristeza proporciona el oscuro fundamento en el que se apoyan la conciencia y el conocimiento. Lo que es más, este fundamento sombrío debe ser la base de toda percepción, de todo proceso mental. El pensamiento es estrictamente inseparable de una ‘profunda e indestructible melancolía’. La cosmología actual ofrece una analogía con esta convicción de Schelling. Es la del ‘ruido de fondo’, la de las inaprensibles pero inexorables longitudes de onda cósmicas que son las huellas del Big Bang, del nacimiento del Universo. En todo pensamiento, según Schelling, esta radiación y ‘materia oscura’ primigenia contiene una tristeza, una pesadumbre (Schwermut) que es asimismo creativa. La existencia humana, la vida del intelecto, significa una experiencia de esta melancolía y la capacidad vital de sobreponerse a ella. Hemos sido creados, por así decirlo, ‘entristecidos’. En esta idea está, casi indudablemente, el ‘ruido de fondo’ de lo bíblico, de las relaciones causales entre la adquisición ilícita del conocimiento, de la discriminación analítica, y la expulsión de la especie humana de una felicidad inocente. Un velo de tristeza (tristitia) se extiende sobre el paso, por positivo que sea, del homo al homo sapiens. El pensamiento lleva dentro de sí un legado de culpa».
«Desde el inicio la filosofía griega lucha con la fértil paradoja de la negación. Asegurar que algo existe es también postular que quizá no exista. Para definir qué es, hay que afirmar qué no es. Toda sustancia está entrelazada con la inexistencia, con el lado oscuro de la luna. Pero la no existencia ¿es algo que se puede expresar o pensar? Parménides inicia la metafísica occidental con esta pregunta, a la vez lógica y ontológica, gramática y sustantiva. (¿Hay existencia fuera de la gramática?). ¿Hay un agujero negro en el corazón del ser? Lo que no se puede conceptualizar no se puede decir; lo que no se puede decir no puede existir. A lo cual los sofistas responden veloz y agudamente que la legitimidad y la claridad mismas de la pregunta validan la condición de «nada»; que el cero es útil al cálculo (aunque en sí el «cero» es una herramienta posterior). La dialéctica hegeliana vuelve a los inicios de la racionalidad. La predicación tiene significado justo porque nos dice lo que el objeto no es. Magritte expresaría el postulado de una manera cáustica: «Esta no es una pipa». Para Martin Heidegger la nada, das Nicht, es el abismo principal, imprescindible para el desasosiego humano y para lo misterioso en los orígenes del pensamiento. El destello del relámpago, su cargado fulgor, manifiesta tanto su presencia como la de la oscuridad que lo circunda; vuelve visible la noche mientras el sonido delinea el silencio. El relámpago no cae en pleno sol, no puede hacerse perceptible en la blanca calidez del mediodía mediterráneo. Su matriz es la negrura de las nubes de tormenta o la oscuridad de la noche. De este modo revela, ‘habla’ oscuridad. Por llamarlo de algún modo, prende fuego a la oposición. La ambigüedad».
- Los libros de George Steiner son editados por Siruela.
Colaborador en WMagazín
Profesor de secundaria especializado en literatura y cultura.
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