Oche Califa, director de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. /Fotografía cortesía de FIL Buenos Aires

Oche Califa: «Vemos con preocupación el retroceso del libro en Argentina»

El director de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires analiza este encuentro, uno de los más importantes en lengua española y a nivel mundial, y alerta sobre el estado del libro en su país

Un hombre de traje oscuro que escribe en sus ratos libres literatura para niños y acaba de comprobar que aún se sabe muchos versos de César Vallejo, leído en su juventud, dirige la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Se llama Oche Califa y es la misma persona que considera que las librerías de Argentina son como museos, patrimonios del país.

Hace cuatro años Califa asumió la dirección de una de las ferias del libro más importantes de la lengua española y, cada vez, con más proyección a nivel mundial. La edición 44 ha cerrado con éxito este 14 de mayo, después de 21 días: dos de jornadas profesionales y 19 días abierta al público. Días en los que la visitaron 1’180.000 visitantes, 12.000 profesionales de todo el mundo, cuatro mil expositores y se enviaron más siete mil toneladas de libros al extranjero y 22 al resto del país.

Y junto al libro el gran reclamo fueron los 2.875 autores, más de cien como invitados internacionales, desde los premios Nobel J. M. Coetzee y Mario Vargas Llosa, pasando por autores como Paul Auster, Jasmina Reza y Richard Ford, hasta poetas como Ida Vitale y Piedad Bonnett o emergentes como Elvira Sastre, o narradores como María Dueñas, Jorge Volpi, José Ovejero, Artudo Pérez-Reverte y Juan Villoro. Acompañados por los escritores anfitriones como Claudia Piñeiro, Eduardo Sacheri, Ana Maria Shua…

Aunque es la cuarta feria como director, Califa llevaba 14 años vinculado a la Fundación El Libro, encargada de organizar la feria bonaerense y otras más en diferentes ciudades argentinas.

En su despacho provisional de la feria, en el predio La Rural, este periodista, escritor y editor argentino analiza la proyección de esta cita editorial y literaria y el estado del libro en su país.

Winston Manrique Sabogal. ¿Qué cambios ha incorporado la feria en estos cuatro años para ganar proyección nacional e internacional?

Oche Califa. Lo primero fue intentar visualizar sectores del público que fueran activos a venir a la feria con un programa específico. Con el primero que trabajamos fue con el público juvenil y adolescente que se activa mucho a través de redes sociales. Fue así como empezamos ese primer año el encuentro internacional de booktubers y luego lo fuimos ampliando en ese área. Esa idea tuvo una gran repercusión en los jóvenes y gran parte de la comunicación que tenemos por redes. Los editores se dieron cuenta de que había un volumen de jóvenes muy activo e interesado en el libro. Así es que hoy a ese programa para jóvenes invitamos a autores internacionales y argentinos en esa misma línea.

En esta edición hemos incorporado el espacio de diversidad sexual. Un espacio propio de 70 metros cuadrados con personal muy profesional, una librería muy buena y un auditorio con una gran programación. Está en un punto donde el 70% de la gente que llega a la feria lo ve. Ha sido de alto impacto para los propios colectivos implicados. En el programa de la feria también hemos reforzado los diferentes diálogos de escritores argentinos y latinoamericanos con mesas de debate, además de enriquecer el Festival Internacional de Poesía.

W. Manrique. Algunos dicen que la feria es muy larga…

O. Califa. Tenemos una explicación, no es un capricho. Primero los gastos fijos del expositor que ha hecho un stand con una inversión importante con un diseño y demás. Y la segunda razón es que Buenos Aires es capaz de llenar esta feria todos los días que sea necesario.

W. Manrique. Este año vuelven a superar el millón de visitantes.

O. Califa. Sí. La cifra del millón de visitas la superamos hace ya varios años. Tenemos cierta ondulación que tiene que ver con que si hay días festivos, por ejemplo, o si hay feriados que forman un puente; pero también puede haber días de lluvia como ha sido este año.

A los vaivenes de la meteorología se ha sumado la incertidumbre económica que se cierne sobre Argentina. En plena feria, el dolar empezó su ascenso imparable y el presidente pidió ayuda al Fondo Monetario Internacional. Nubarrones en un momento en que  el dinamismo editorial argentino es bueno y que coincide con la aparición de nuevos sellos. En el Libro Blanco de 2017, que analiza el panorama del mundo editorial argentino, tiene la categoría «editores emergentes» con 176 sellos nuevos. Las casi 400 casas editoriales produjeron 27.704 títulos. Pero el horizonte preocupa a editores y libreros.

W. Manrique. Uno de los temas que ha preocupado este año a los expositores es el precio del libro, debido al cambio del dólar. ¿Cómo ve la situación del libro en Argentina?

O. Califa. Primero debo decir que nosotros, la Fundación El Libro, podemos opinar porque somos, además de los organizadores de una feria abierta al público, los tres días anteriores organizamos las Jornadas profesionales, es decir el mundo de los negocios, la capacitación y los vínculos del sector. Alertado esto vemos con preocupación que los dos últimos años tenemos un retroceso, nada menos que en treinta millones de ejemplares. Es una cifra demasiado alta porque el promedio de tirada inicial bajó de 3.000 a 2.200…

W. Manrique. Se refiere al número de libros impresos.

O. Califa. Sí. Ahora bien, esa es una estadística genuina porque tiene que ver con la declaración jurada que se hace cuando uno inscribe el libro. Las ventas se estiman porque no tenemos un sistema posible que nos pueda decir cuánto se vendió cada año. El canal de librerías en Argentina es el más importante en el negocio del libro. En Argentina no depende de la compra del Estado. La compra del estado es una gran ayuda al mundo editorial, pero el mundo editorial vive del canal de librerías. Un canal de librerías que en Argentina, en un 70 o 75%,  pertenece a libreros independientes, no a cadenas, asciende a unos 1.200 establecimientos, de los cuales 370 están en la ciudad de Buenos Aires.

En la Argentina esas librerías son un patrimonio asimilable, según mis conceptos, a un museo nacional de bellas artes o al Teatro Colón. Es importantísimo que cuidemos no perder ese canal. Vemos con preocupación que las ventas también disminuyen. No solo ha retrocedido la impresión sino que estamos retrocediendo en ventas. Lo dice el canal librero de manera masiva. Como es preocupante que los costos fijos de la librería aumenten cuando está vendiendo menos, tiene que pagar más electricidad, y más gastos, ahí corremos un riesgo serio.

W. Manrique. Al mismo tiempo la importación de libros sigue siendo un drama.

O. Califa. La importación de libros es un factor, pero no es el que más está presionando la situación. Nosotros teníamos un problema que es básicamente el saldo español que es un material competitivo. Pero el problema principal es el bolsillo de la gente, a lo que se suma el desembarco de toneladas de saldos españoles.

W. Manrique. ¿A cuánto asciende ese saldo?

O. Califa. No tengo idea, pero está liberado. Lo que había era una barrera aduanera que limitaba y ahora ya no existe. En todo esto también juega un papel Netflix, internet… Pero, insisto, el dinero de la gente es lo principal. Hay que decir a este respecto que la industria editorial no ha ido ajustando el precio de tapa. En Argentina hay un precio fijo que no ha ido ajustando el precio de tapa al real incremento inflacionario, si no que ha ido perdiendo margen para no tener que encarecer tanto el producto. El libro que hoy vale 350 pesos tal vez debía valer un poco más.

W. Manrique. Barcelona es la ciudad invitada en 2019, ¿por qué optaron por una ciudad y no un país desde 2013?

O. Califa. Queremos, por un lado, que esa ciudad venga a aportarle una cuota de interés cultural propio y específico a la feria. Por otro lado, que traiga un contingente profesional que fortalezca los vínculos entre esa ciudad y la Argentina.

W. Manrique. ¿Cómo ha visto esta feria ahora que termina?

O. Califa. Somos un acontecimiento muy consolidado, el gran acontecimiento cultural de masa que tiene la Argentina y América Latina… Siempre la feria tiene un resultado positivo. En esa medida, a veces, contamos con puntuales éxitos en algunas cosas y también con algunas frustraciones. Somos un país con casi 400 editoriales, una gran cantidad de emprendimiento dirigiéndose a muchos lectores específicos. Eso es un capital muy importante para la Argentina. Además, en la feria lanzamos, junto con el envío gratuito el programa Librero amigo al que han adherido la mayoría de las editoriales. Consiste en que durante tres días venden al 50%. Eso logra como seis toneladas de libros. Yo diría que no hay una política en Argentina que mueva todo esto. Lo más importante es que la feria la lleva una fundación constituida por todos los agentes del libro argentino.

W. Manrique. ¿En su vida personal, qué tipo de lecturas prefiere?

O. Califa. Deserté como estudiante de antropología, por problemas políticos, digamos. El último año de gobierno de Isabel Perón era un año pre dictadura. Ahí lo dejé. Después presté el servicio militar. Yo soy un lector tanto de la ficción como de temas más relacionados con la antropología, la biología. Suelo alternar, así hago una especie de desintoxicación literaria. Eso lo combino con la supuesta necesidad de tener información de autores contemporáneos, los que vienen a la feria, que este año fueron más de cien internacionales.

En medio del trajín de la feria, Oche Califa ha vuelto a leer la poesía completa de César Vallejo. Fue un regalo que le dio, el año pasado, José Carlos Alvariño, director de la Feria del Libro de Lima. La alegría verdadera fue comprobar que al leer de nuevo al poeta peruano se dio cuenta de cuánto lo había leído, porque recordaba muchísimos versos de Vallejo. «¡Qué gran oportunidad que se me dio gracias a este regalo!».

Librería Casares.

Winston Manrique Sabogal

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