Paco Roca: «Necesitamos pensar que formamos parte de algo eterno»
El historietista e ilustrador español logra con 'Regreso al Edén' una de sus mejores novelas gráficas. Un homenaje a las familias humildes y a las mujeres de la posguerra, una reivindicación de la imaginación como salvavidas y una reflexión sobre el Tiempo y la identidad
De su madre, de su abuela y de Tintín viene el arte de contar historias de Paco Roca. Y esta vez con ecos borgianos sobre el Tiempo y la memoria y homenaje a los millones de personas anónimas que sostienen la vida y buscan sobrevivir cada día. Se aprecia desde la primera página de Regreso al Edén (Astiberri):
Un cielo negro en una doble página, luego otra, y otra más, hasta que en la sexta una pregunta eterna como un fulgor: “¿Durante cuánto tiempo no existió Antonia?”. Una pregutna para cada uno. La vida de cada persona como un destello fugaz en el cosmos. La vida de cada persona alentada por uno o dos destellos vivenciales que la empujan a seguir viviendo.
En Regreso al Edén Paco Roca (Valencia, España, 1969) ha creado una de sus novelas gráficas más literarias, emotivas, existenciales, reivindicativas y hermosas; uno de los tres mejores libros del año 2020 para WMagazín.
El artista español amplía su universo creativo con varias novedades en la forma y en el fondo. Para empezar, utiliza, por primera vez, un narrador y un retrato en cuatricomía de la España de la posguerra civil. La novela recuerda la figura del Aleph de Borges, el universo condensado en un punto luminoso: tiempo y espacio en un instante, el presente como un trámite entre el pasado y el futuro; el presente de una persona, hecho de memoria, como el destello entre lo que fue y será. Del siempre querer volver a aquel momento personal que da eternidad a cada uno.
Paco Roca parte de una fotografía que conserva su madre en la mesita de noche bajo el cristal. Una imagen tomada en 1946 en la playa valenciana de Nazareth donde está Antonia de joven con su familia, pero faltan algunos. Ese es el destello, el paraíso en ámbar para ella. Lo que hay alrededor de aquel momento, antes y después y arriba y abajo, es lo que narra Paco Roca con tintes autobiográficos. Todo parte de allí, todo llega allí. Tiempo y espacio en un instante.
Regreso al Edén da luz, visibilidad y voz a la mayoría de familias españolas humildes que vivieron la posguerra civil como pudieron: actos de supervivencia como héroes anónimos y cotidianos del día a día que no dejaron hundir el país. Es un homenaje a todas esas personas y una reivindicación de las mujeres en aquel periodo gris. Pero la novela trasciende ese momento histórico y dialoga con todos.
La obra se cierra de una manera circular inolvidable donde se funden realidad, fábula e imaginación. Confirma lo que en páginas anteriores sugería: que de la misma manera que cada individuo es un destello fugaz en la creación del universo también cada persona queda prendada o impulsada por uno o dos fulgores vivenciales que acompañan toda su existencia y se convierten en motivo de continuar…
“Sí, es así. No sé quién decía que la verdadera patria es la infancia. También es el Edén. El Edén al que continuamente volvemos, ese momento de despreocupación o que nos parece y de felicidad. La manera como cuento la historia también es una reconstrucción o construcción de ese Edén. Hay unos pequeños momentos fugaces y alrededor de eso, casi todos alrededor de la infancia, que marcan nuestro carácter y nuestra vida; y, en cierta forma, se convierten en esos edenes a los que regresamos. Son edenes que vamos reconstruyendo a lo largo de nuestras vidas para que siempre coincidan con nuestro yo del presente, con nuestras necesidades, son como perlas que vamos moldeando según el paso del tiempo”.
En esa reconstrucción de la que habla Paco Roca se juntan dos aspectos: la recreación de la memoria, la manera como esta se amolda a cada momento y necesidad, y la idea de jugar a hacer eterno ese momento de felicidad que se convierte en compañía de manera vivificante.
“Hay dos factores: la idealización de un pasado y reconstrucción continua de ese pasado según lo recordamos y lo hablamos. Y, por otro lado, una de las cosas que quería tocar es que esos edenes reconstruidos sirven como mapa para el futuro.
Quizá nos es más fácil enfrentarnos al incierto futuro si pensamos que en algún momento del pasado alcanzamos esa felicidad. Ese es un pensamiento que tenemos todos y, al mismo tiempo, ha servido a todas las civilizaciones de que el presente es un mero trámite entre dos puntos: un pasado perfecto y un futuro perfecto. El Edén bíblico sería un ejemplo, ese momento sin penas y que tenemos que ganarnos de nuevo la recompensa de tener ese futuro. Luego están los países y civilizaciones que también tienen su pasado heroico que en España se potenció durante el franquismo, la reconquista del territorio español como gran imperio que muestra el presente como una decadencia, pero que dicen que con el esfuerzo llegaremos a conseguir ese lugar que nos corresponde en la Historia.
Aunque sepamos que científicamente nunca hubo nada parecido al Edén bíblico seguimos pensando que aquella vida primitiva era mejor que el presente e intentamos ir en esa dirección, volver a nuestras raíces. Si tuvimos un pasado idílico encontramos un camino para buscarlo en un futuro”.
Hay un momento en la vida de Antonia que para ella representa ese Edén. Paco Roca muestra cómo esos recuerdos o esa meta tienen como aliados a la imaginación que funciona, muchas veces, como salvavidas.
“Sin duda. Sobre todo para gente como eran los personajes de Antonia y su madre y gran parte de la población española que eran analfabetos. Sin embargo, después de Estados Unidos, España era el país con más gente que iba al cine. Demuestra ese deseo de evasión ante una realidad gris. Eso convirtió ese mundo de fantasía en algo muy importante y también el del relato oral de esa transmisión de historias de madres a hijas o de gente que no tenía ni radio ni podía leer ni tenía otra forma de evasión ante esa realidad.
En esa línea, mi personaje de don Milán funciona para poder salir en globo de esa España gris. Él era un hombre de circo que un día montó en su globo y se elevó tanto que desapareció entre las nubes y se elevó hasta el universo. Esa historia me la contó mi madre cuando yo era pequeño. Luego investigué y don Milán era del siglo XIX, lo que significa que a ella debió contársela su madre y mezcló varias historias. Así que en lugar de dibujar la verdadera historia de don Milán dibujé la versión de mi madre, la de ese acróbata que un día en su globo se perdió entre las estrellas. Mi madre me la contaba así, de forma poética, y desde una persona analfabeta que no sabe muy bien la distancia a la que están las estrellas ni la Luna. Me apetecía dibujar la novela como un niño entiende la historia fantasiosa que le cuenta su madre. Esa válvula de escape era la fantasía que estaba muy presente en esa sociedad”.
Una forma poética de sobrevivir a ese periodo triste y feo de la dictadura franquista. Roca utiliza esos recursos cotidianos y sencillos de las historias para trascenderlos y construir una mirada dura que invita a la reflexión y, a la vez, a la ternura; una mirada a la dignidad y a la poca dicha en la España de la posguerra.
“Es importante hacer hablar a toda esa gente anónima. Regreso al Edén surge después de la muerte de mi padre del que apenas sabía nada de su infancia. (sobre él dibujó La casa). Mi tío me contó que un hermano de mi padre había muerto de tuberculosis por no poder comprar los medicamentos en el estraperlo. Y no quise que me pasara lo mismo con mi madre. Entonces empecé a recopilar esa memoria y a empatizar con aquella época del hambre y las penas. Es interesante poner voz a la gente que vive en la normalidad, esa era la vida de la mayor parte de los españoles. La mayoría de historias que se conocen es de gente que rompió con el sistema, o participó en la guerra contra el fascismo o de políticos y líderes o intelectuales que tuvieron que ver con todo eso.
Lo que yo cuento es la normalidad de la gente en su día a día. Antonia no hizo grandes hechos, pero su ética fue sobrevivir en un país difícil, era interesante comprender una época que se va dulcificando desde determinados sectores sobre lo que supuso cuarenta años de dictadura. Incluso algún ministro en democracia ha llegado a decir que durante el franquismo no se vivía mal. Eso es muy grave porque es casi equiparar la dictadura con la democracia; entonces para qué cojones tenemos una democracia. Por otro lado, es una falta de respeto a esa gente que sufrió durante la guerra y la posguerra y la dictadura.
Quise poner gente corriente en la normalidad para empatizar con ellos. Gente que no pudo quejarse ni pudo abrir la boca y cuando llegó la democracia y por fin podían hablar nadie les preguntó. A cualquiera que hablaba, como sigue ocurriendo, se le trata de victimismo, de abrir heridas, de revanchismo. Me parece la mayor desfachatez de todas que ni tan siquiera ahora toda esa gente que no pide justicia, sino que se conozca la verdad. Me parece ofensivo que haya gente que se sienta atacada cuando esa gente quiere recordar”.
Paco roca cuenta el origen de la novela en el siguiente vídeo:
Paco Roca habla de 'Regreso al Edén' (Astiberri), para la sección en vídeo Avances literarios de viva voz, de WMagazín 2020.
Regreso al Edén es entrar en la cotidianidad de la gente en lo personal, privado, laboral, afectivo y en el mundo de sus sueños y aspiraciones. No son grandes héroes al uso, pero son quienes sostienen la vida misma.
“Es lo importante. La Historia con mayúsculas se centra en grandes datos y hechos, se resume todo en estadísticas o en muertes a causa del hambre, y se puede llegar a banalizar porque no llegamos a un dato concreto. Nosotros, que la mayoría no hemos pasado hambre y nuestra principal crisis ha sido la pandemia donde al ir al supermercado no encontramos el producto que nos apetece o la marca de patatas que nos gusta se nos pasa un poco desapercibido lo que fue todo aquello. Para eso es importante la empatía con la gente de aquel momento y la mejor forma de conseguirlo es a través de la ficción.
Todo el mundo miraba con miedo hacia arriba porque alguien te podía acusar o delatar de cualquier cosa y todo era motivo de acabar entre rejas. Era una sociedad en la que no sabías por dónde te podía caer la justicia que era caprichosa. En Antonia se refleja una forma de comprender cómo en una dictadura como aquella desde la religión, las leyes, la represión, el cine y la prensa se llegó a domesticar a toda una sociedad”.
En medio de toda esa historia, de esos grises y tristezas y destellos de felicidad Paco Roca da un lugar especial a la memoria. Es un tema que conoce muy bien, es uno de los pilares de las obras de este artista del cómic y la ilustración que empezó con trabajos para publicidad. Sus primeros trazos como historietista se remontan a 1994 en Kiss Comix donde dibujaba historietas eróticas. Después colaboró en la revista El víbora. Su primer comic book fue El juego lúgubre en 200. En 2004 publicó su álbum El faro. En 2007 la novela gráfica Arrugas con reconocimientos nacionales (Premio Nacional del Cómic 2008 y en 2012 Goya al mejor guion y mejor película de animación dirigida por Ignacio Ferreras). En 2010 publicó El invierno del dibujante, en 2013 Los surcos del azar, en 2015 La casa (sobre su padre) con la cual obtuvo en 2020 uno de los premios Eisner a la mejor edición de material internacional, uno de los más importantes a nivel global.
Pronto su libro El tesoro del cisne negro se podrá ver como serie de televisión dirigida por Alejandro Amenábar. No es el único proyecto audiovisual, pues Los surcos del azar está en manos de Daniel Monzón y La casa en las de Alex Montoya. En todos el tema de la memoria está presente para indagar en los persoanjes y en la historia del país, novelas gráficas que trascienden la narración y plantean preguntas e invitan a la reflexión.
“La memoria es nuestra identidad. Me interesa desde ese punto de vista de saber qué soy cómo persona y cuál es mi lugar en el mundo. Al final es la pregunta que cualquier autor se hace siempre. Y esa forma de buscarlo es a través del pasado, ya sea por medio de la familia, las costumbres aprendidas, cuál ha sido la genética que te han transmitido tus padres que te han formado y te das cuenta, por ejemplo, de que la fantasía de mi madre y su abuela en cierta forma es lo que ha podido hacer que me dedique a esto, a contar historias, y te das cuenta que eres una parte más de aquella sociedad. Al final, todos los autores somos ciudadanos y tenemos nuestra ideología. Conocer nuestro pasado reciente te hace comprender mucho más el presente y comprender ese debate ideológico por tener el monopolio del relato histórico. Para mí es una búsqueda de la identidad, pero también con esto creo que se llega de nuevo al tema esencial y te das cuenta de que hay una pequeña falsedad en todo esto: cuando buscas tus raíces te das cuenta de que son infinitas y entrecruzadas y acabas eligiendo las que más te convienen o con las que más a gusto te encuentras. Para una persona muy patriota sus raíces son Hernán Cortés o cosas así y pasa por alto a Carrillo o personas que lucharon por la democracia. Así empiezas a formar tu identidad”.
En Regreso al Edén las raíces y la memoria son cruciales tanto para hechos como sobre personas, sobre todo esto. Hay varias frases sobre el Tiempo, de que mientras alguien esté en la memoria de otra persona vive. Una idea que Borges desarrollo en sus libros y en algunas de sus conferencias alrededor de los conceptos de Tiempo y Eternidad y que en esta novela gráfica encuentran un reflejo.
“Borges me encanta. Es verdad que la novela tiene ese comienzo y final muy borgeanos en ese sentido, en la poesía que hay en el infinito. Me encanta El Aleph. Necesitamos dentro de ese gran espacio finito sentirnos algo más que un pequeño destello en el universo. Por eso nos preguntamos y hablamos para sentirnos parte de algo que es ajeno como los grandes héroes del pasado, o una civilización o en mi caso que me dedico al dibujo. Nosotros dibujantes que empezamos en las cavernas, pero yo soy yo, y el héroe que estuvo dibujando en Altamira no tiene nada que ver conmigo, pero necesitamos pensar que formamos parte de algo eterno. Que siempre ha estado ahí y siempre va a estar”.
Todos estos temas destilados por Paco Roca encuentran en Regreso al Edén unas fomas y estructuras especiales y únicas. Tiene, por ejemplo, un narrador y unos colores especiales para cada momento de la historia que es el ámbar recubierto por ese comienzo y final circular que es uno solo y el mismo a la vez…
“Como ocurre en La casa, no hay una estructura demasiado fuerte de fondo. Tuve muchas dudas. No fue como en Los surcos del azar donde es muy claro lo que cuentas, unos hechos concretos que sostienen una historia. En Regreso al Edén todo es muy intangible. Tenía miedo porque el ritmo es lento y prácticamente no ocurre nada hasta la página 80 cuando se empiezan a atar cabos. Pensaba que no iba a funcionar. Al final es una especie de melodía que no se atiene a unas razones”.
Pero desde la primera doble página en negro, y luego la segunda, y luego la tercera, el lector ya entra en un diálogo con el autor. Aparece como un fulgor una pregunta en un rincón de ese universo que es como la estación de un largo viaje en el tiempo: «¿Durante cuánto tiempo no existió Antonia?».
Luego la vida en unos segundos y las viñetas se detienen para contar la vida de Antonia y terminan casi con la foto de su familia en la playa como centro y fulgor de su existencia y las viñetas siguen hacia el infinito. Lo vivido y recordado como trámite entre lo que fue y será. Sensaciones, preguntas, dudas, sueños, la existencia misma con lo que tiene de Tiempo, memoria, espacio, amor, trabajo, dignidad, supervivencia, imaginación…
Dibujo de la novela gráfica ‘Regreso al Edén’, de Paco Roca.
- Regreso al Edén. Paco Roca (Astiberri).
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@WinstonManrique
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