Piedad Bonnett: «La postergación de hacer lo que realmente se quiere en la vida es dolorosa»
La escritora colombiana publica 'Donde nadie me espere', una novela que explora los límites de la cordura y la locura con un muchacho que se abandona a la indigencia y a quien el Estado ataca. Bonnett cuenta en un vídeo el origen del libro
Su hijo Daniel, sin querer, le regaló el tema del libro con el cual ella habría de volver a la novela cinco años después de que contara magistralmente el suicidio del muchacho en Lo que no tiene nombre.
“Papá, mamá, váyanse, yo me quedo en este país. Yo puedo vender la cámara y hacerme indigente, no se preocupen”.
Esas fueron las palabras de Daniel a Piedad Bonnett y su marido durante un viaje en un momento de crisis. En 2012 él se suicidó. La escritora quiso comprender lo que le había ocurrido a su hijo, contarse lo vivido y hablarlo con él en aquella novela tan dolorosa, íntima y hermosa que ha compartido con todo el mundo en ese título que lo dice todo: Lo que no tiene nombre.
De aquellas palabras extraviadas de Daniel nacería Donde nadie me espere (Alfaguara). Ahora son dos obras protagonizadas por dos muchachos con el mismo número de sílabas en el nombre y el mismo sonido final: Daniel… Gabriel…
Aunque son muy diferentes, el hilo que conecta a las dos novelas es la exploración del mundo interior de un personaje y su descenso y los motivos que lo pueden llevar a esa caída. La existencia levantada en las fronteras brumosas entre lo real y lo irreal. Solo que mientras en Lo que no tiene nombre la madre reconstruye hechos y formula preguntas sobre ese desenlace tan doloroso, en Donde nadie me espere es la escritora quien crea a un hombre de 31 años que se sale del mundo convencional hasta caer en la indigencia de la que hablaba Daniel para luego desandar lo ocurrido en busca de respuestas.
Piedad Bonnett (Amalfi, Colombia, 1951) muestra cómo la frontera entre la cordura y lo locura es parecida a la que hay entre la belleza y la fealdad. Una franja agrietada y transitada por todos que en cualquier momento se puede desmoronar.
Es la vida como un viaje que en esta novela parte, además de las palabras de Daniel, de otras experiencias muy personales de Piedad Bonnett, como lo cuenta en el siguiente vídeo en un hotel de Madrid la primavera de 2019:
La escritora colombiana Piedad Bonnett habla de su novela 'Donde nadie me espere', en Madrid. /WMagazín
Winston Manrique Sabogal. La novela también es la vida como un viaje hacia la búsqueda de la felicidad, esquiva, dolorosa, difícil pero siempre aspiracional.
Piedad Bonnett. Me gusta lo que dices sobre la búsqueda de la felicidad. De la desazón nace la búsqueda porque la persona que está conforme y no siente ansiedad no se ve obligada a buscar nada, está ahí instalada. Este personaje es alguien desinstalado del mundo desde muy chiquito, está en desasosiego con el mundo; como creo que hay muchas personas a quienes les quiero hablar en esta novela o hacerles ver a los que están arraigados que hay otros que son desarraigados y desosegados.
Mi personaje no sabe en busca de qué va, pero en el fondo sabe que lo que está buscando es sosiego para unos dolores. Quise hablar de la naturaleza masculina a través de una persona joven formada intelectualmente que tenía un futuro por delante al que renuncia… Él no quiere la pobreza de la estabilidad que se le promete, un tema que he tenido en todas mis novelas. Y es la primera vez que hablo en una entrevista sobre este libro de esto que es la universidad como un lugar donde hay una movilidad de ideas y de pronto una inmovilidad terrible de las vidas que están ahí. La universidad, a veces, se come a su propia gente, la amansa… He visto en mis treinta años como profesora universitaria muchos catedráticos que eran grandes promesas y luego se convirtieron en seres grises y repetitivos. Mi personaje intuye que la universidad lo puede absorber y él busca salirse del sistema en un intento de libertad, pero también movido por el desasosiego buscando sin saber, encontrándose con esa verdad última que nace de las pérdidas y de la orfandad.
Hace treinta años que Piedad Bonnett empezó a compartir su mundo a través de nueve poemarios, seis novelas y cinco obras de teatro donde se aplica una frase de Hipócrates rescatada en Donde nadie me espere: “La vida es breve y el arte largo. La ocasión, fugaz; la experiencia, engañosa; el juicio, difícil”.
Es el universo literario de Piedad Bonnett como una puerta a contemplar, reconocer y vivir la fragilidad, la vulnerabilidad, la soledad, el dolor y, a su vez, la búsqueda de la felicidad y el amor. Versos y prosas que aún en medio de la oscuridad hacen que sus personajes estén rodeados de la belleza del mundo, visible y emocional.
W. Manrique Sabogal. Hablaba usted de lo masculino, ¿Cree que esa sensación de orfandad, y yo digo desamparo, es diferente entre hombres y mujeres?
P. Bonnett. Sí, claro, es totalmente distinto. Yo fui profesora de tantos alumnos y alumnas que tenían 20 años, y mi intuición me decía que las mujeres tenían muchos más recursos: el recurso de la palabra, compartir la intimidad, el recurso de tocarse más libremente sin censura… Hay un mundo doméstico que las acoge… Hay algo en la masculinidad que rehúye el calor de la madre y empieza a temer a la expresión, la caricia. Yo lo veía en algunos de mis estudiantes y percibía un cierto desamparo que se multiplica cuando salen a la vida. Tras la universidad hay unas exigencias de la sociedad aterradoras, por ejemplo, desde cómo tienes que conseguir un trabajo.
W. Manrique Sabogal. ¿El hombre o la mujer?
P. Bonnett. Ya en este momento los dos… Es como ¿a dónde es que vas a llegar? ¿Tú qué haces? Eso crea un agotamiento prematuro. Mientras hay unos que rápido se insertan, están hechos para el éxito, para competir, hay otros que no están preparados. Creen en la fantasía de desistir con un: “¿Ah, y si yo no hiciera esto? ¿Y si yo no fuera todos los días a esta maldita oficina? ¿Y si yo no fuera el abogado que mi papá quiso? Todos en la vida hemos fantaseado con “¡Ay! si yo me fuera a una playa…”.
W. Manrique Sabogal. La fantasía de ser otro… el otro que está dormido en cada uno por los condicionamientos sociales. ¿Acaso no somos completamente libres?
P. Bonnett. ¡Exacto! Mi personaje le apuesta a una libertad que cree provisional y se va a ver qué es la vida. Eso fue muy propio de mi generación en la cual mucha gente hizo esa cosa arriesgada de voy a suspender aquí y luego vuelvo… Algunos no volvieron. Mientras escribí esta novela conocí a Richard Gwyn. ¿Lo conoces?
W. Manrique Sabogal. Hábleme de él, por favor.
P. Bonnett. Es un personaje sensacional que hoy es un gran poeta y maneja una asociación de escritores en Inglaterra. Pero Richard Gwyn que estaba en London Schools of Economics y estudiaba antropología se fue con su novia en autostop. Se alcoholizaron. A los seis meses la novia se había ido. Pero él siguió y estuvo seis años en la indigencia. Llegó a mi casa con un trasplante de hígado porque el alcoholismo lo llevó a eso. Lo recogieron en España y lo mandaron a su casa. Allá lo rehabilitaron y se insertó de nuevo en la vida… Él siempre estuvo con su mochila donde tenía unos libros de poesía porque lo que quería ser era poeta. Lo cuenta en su libro El desayuno del vagabundo. Yo estaba en la mitad de la novela cuando apareció Richard Gwyn a corroborar un poco lo que estaba escribiendo: voy a salir aquí, terminó en la indigencia, juego con la libertad que es una opción humana importantísima y corro los riesgos de la libertad.
Eso de la postergación de hacer lo que realmente se quiere en la vida es tremenda, dolorosa. Y también de no haber mirado bien la profundidad del dolor para asumirlo. Te voy a poner un ejemplo: Yo proceso el duelo de la muerte de mi hijo en un libro y lo hablo y lo ventilo y lo convierto en una causa, digamos… Y mi marido lo vive en el silencio más tremendo… Él cuando oye todavía el nombre Daniel los ojos se le llenan de lágrimas, y veo que no puedo tocar más allá porque voy a producir una hecatombe, entonces casi que ni se habla para proteger al que está así…
W. Manrique Sabogal. Es el desamparo del que hablaba.
P. Bonnett. Ahora estamos en todo esto del Me Too y está bien, pero nadie ha puesto los ojos en ese desamparo masculino. Tendríamos que volver a hablarles a los hombres desde ahí. Los hombres están cargados de muchas cosas: es el que cambia la llanta, el que mueve la cama, tienen su propia carga y responsabilidades y exigencias… A mí también me parece que eso es muy brutal y a considerar. Si hay un ladrón él es el que actúa y yo me escondo… Es todo eso que construimos.
Desde que tienen 12 años: “Ve tú y cuida a tu hermanita”. Es quien está pendiente de garantizar seguridad por su fuerza y otras cosas, es el que protege y eso tiene que pesarles mucho.
W. Manrique Sabogal. ¿Cree que los hombres pueden tener ahora más inseguridades?
P. Bonnett. Claro que sí. Los hombres tienen miedo. Hay mujeres que están demandando porque en un tiempo un hombre les dio un beso en la mejilla. Los hombres no van a querer ni abrazar. Hay un movimiento que nos trata como si nosotras no nos pudiéramos defender. Tú sabes exactamente cuándo te están agrediendo.
W. Manrique Sabogal. La novela aborda lo real, lo soñado y la locura, ¿dónde está la frontera? ¿Cómo detectarla? ¿Y, qué es la cordura?
P. Bonnett. Haberme metido en la consciencia de un personaje y ponerlo a hablar en primera persona y meter al lector en su mente nos lleva a cuestionar los límites de la realidad. La realidad cada uno la construye a su medida. Ahora hay una realidad real, como diría Mario Vargas Llosa, que es la circunstancia política. Por ejemplo, mi personaje solo no se iba a autodestruir porque tenía unas fuerzas suficientes para no caer, pero se encuentra con la realidad nacional colombiana que lo atrapa. Piensa que todavía puede tener un futuro y resulta que como lo roban y termina sin un peso, inerme, hasta que llega esa otra violencia que lo expulsa y llegan los llamados “falsos positivos”; que es cuando fuerzas del Estado asesinaron a personas inermes haciéndolas pasar por guerrilleros y poder obtener a cambio beneficios. Mataron a indigentes, a retrasados mentales, a los que estaban solos en un parque… Quise hablar de un entorno que no protege, y que agrede. Quise hablar también de un país que nos despoja y que mientras más inerme es la gente más la despojan…
W. Manrique Sabogal. Una responsabilidad del entorno oficial y también social, ¿y cómo han actuado los medios de comunicación?
P. Bonnett. Esta novela la han leído en Colombia muchos periodistas, nadie ha hecho énfasis en los falsos positivos, ni siquiera lo han mencionado; ni los falsos positivos ni el problema paramilitar, guerrilla o narcotráfico. Todo el mundo se ha centrado en lo otro, ¿por qué no miran esa coyuntura? Porque en Colombia esa violencia está completamente connaturalizada…
W. Manrique Sabogal. ¿Qué pasa en un país donde la sociedad calla ante los atropellos del Estado?
P. Bonnett. En el caso de los falsos positivos no ha habido una reacción suficientemente fuerte y fueron entre dos mil y dos mil quinientas personas inocentes asesinadas.
Hay unas fuerzas tan ahogadas en el odio que yo creo que desfiguraron toda la consciencia moral de Colombia. Estamos abrumados por esta gente en el poder, hicieron de la inmediatez política el foco de todo, nos hicieron perder la visión de conjunto.
W. Manrique Sabogal. De la esencia del problema…
P. Bonnett. Claro. Se están haciendo una pregunta de qué nos pasa a los colombianos… Pero es que ahí no hay respuesta posible porque es una cadena de cosas… Hemos padecido demasiado, la guerrilla, las bombas de Pablo Escobar, el narcotráfico, los falsos positivos, ver a una clase empresarial y política completamente corrupta, entonces tú abres los periódicos y dicen se robaron la escuela, se robaron no sé qué… Hay como un hundimiento… En vez de haber una reacción, que la hay, claro, cada tanto tiempo un sector de la sociedad protesta, pero en general sabes que es como un aturdimiento, es como: “¡ay no quiero!”.
W. Manrique Sabogal. En la novela Gabriel, el protagonista, dice que se trata más de sobrevivir que de vivir.
P. Bonnett. Pilar Reyes, mi editora, me había dicho una cosa y es una metáfora del país: es como no me aturdan con todo esto yo quiero aquí seguir en mi trabajo, quiero seguir labrando… No hay noción de… ¿cómo se llamará eso, comunidad? Aquí hay un pueblo luchando por una cosa, pero nos dispersaron… así lo dijo García Márquez…
W. Manrique Sabogal. ¿No hay una consciencia colectiva?
P. Bonnett. No hay una consciencia colectiva, y ese es el problema. En Colombia hay unas fuerzas del odio y la resistencia, desde adentro, cuyo resultado es un país muy cansado…
W. Manrique Sabogal. El protagonista en su propia búsqueda y exploración también hace un viaje a la propia conciencia de Colombia como país, a ese dolor y esa tragedia.
P. Bonnet. Es un hombre que no ha hecho el duelo, que no sabe cómo procesar ese duelo, y que va hacia ninguna parte. Así se habría podido llamar también la novela: Hacia ninguna parte…
W. Manrique Sabogal. Pero en medio de la tragedia que vive el protagonista, la novela también muestra cómo está rodeado de belleza que ve y hace.
P. Bonnett. ¿La naturaleza, verdad? Está aferrado al arte… a las pequeñas cosas y al dibujo, a su escritura en la libreta… Me gusta mucho como lo preguntas porque nadie me ha hablado del dibujo, es una manera de apropiarse del mundo, hay una cosa muy física en el dibujo con la palabra, hay una cosa mental que él tiene como un zumbido todo el tiempo.
W. Manrique Sabogal. Y que trata de exorcizar a través…
P. Bonnett. ¡De la palabra!
El dibujo es como su manera de estar vivo… Conectado con la naturaleza. Lo puse más como un dibujante compulsivo; y no porque mi hijo fuera un dibujante, sino porque yo misma he dibujado y porque me escribió un chico que dijo que para su desazón y su desasosiego iba a la terraza y dibujaba las cosas de la naturaleza que veía en la terraza…
W. Manrique Sabogal. Es la belleza en lo que solemos detenernos y que nos acompaña y aquí en el libro están descritas…
P. Bonnett. Está buscando un orden en una vida caótica. Entonces las formas de la naturaleza te llevan a un orden… Lo que todo el tiempo yo muestro es que ese muchacho sí se quiere salvar…
Tras la lectura de Donde nadie me espere el lector sabrá si Gabriel se da otra oportunidad. Piedad Bonnett siempre lo ha hecho. Empezó a leer desde muy pequeñita, a los 14 la internaron, a los 16 casi muere por una úlcera duodenal.
“El dolor es un elemento fundamental de la escritura por el cual empecé a escribir. Fue a raíz de la pérdida de Dios”, dijo la escritora en otra entrevista a WMagazín. También fue el dolor de la sensibilidad de una niña que se dio cuenta de que su papá era muy castigador y a ella le asusta la injusticia y siempre vio el mundo con ojos de poeta. Por eso ha dicho que en la pérdida de su infancia se gestó su poesía.
- Donde nadie me espere. Piedad Bonnett (Alfaguara).
- Puedes ver la entrevista a Piedad Bonnett en WMagazín por la antología de sus poesía en este enlace.
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