Rachel Cusk: “Escribir es interpretar la realidad y llegar a un consenso. La verdad es ese consenso”
La escritora canadiense que revolucionó la autoficción regresa con 'Segunda casa', una novela de líneas tradicionales con reflexiones para todos: qué buscamos en el arte y si la mujer desea ser dominada, ser atendida o que la dejen en paz
Del centro a la periferia y de la periferia al centro. De la revolución de las formas, a las formas en calma. De la vorágine del amor-desamor a la serenidad de las nuevas ilusiones. De los problemas íntimos a las problemáticas colectivas de las mujeres.
Así es Rachel Cusk, la escritora canadiense que desde comienzos del siglo XXI, pero sobre todo la década pasada, contribuyó a dar un vuelco a la llamada autoficción y ahora indaga, en formas más tradicionales, en Segunda casa (Libros del Asteroide en español y L’altra casa, en Les Hores, en catalán) en la función del arte, “el fracaso de la feminidad” y los hilos que tejen las relaciones humanas y sentimentales. Las dependencias afectivas. Su voz es sobre toda la de mujer sincera y directa que habló sin pudor sobre la maternidad (A Life’s Work), el amor-desamor (trilogía A contraluz, Tránsito y Prestigio), y el divorcio (Despojos).
Segunda casa “es como un retorno al uso legítimo de la ficción como máscara”, explica Rachel Cusk (Saskatoon, Canadá, 1967), en una rueda de prensa presencial y digital desde Barcelona. Confiesa que después de su aclamada trilogía alcanzó el silencio y le daba cierto temor superar ese silencio: “Y con esta alegoría he encontrado la forma de superarlo”.
Pero en el centro sigue el amor, su búsqueda, sus laberintos y aspiraciones más sofisticadas que todo lo trastocan. Segunda casa narra la historia de una mujer, M, que vive con su marido Tony y un día invita a un pintor, L, a pasar una temporada con ellos junto a su casa de huéspedes en la costa inglesa. Ella se siente atraída por la obra del artista y afloran unos sentimientos que la llevan al dilema entre su marido y L, pero descubrirá lo complejo que es armonizar las ilusiones que se crea cada uno en su cabeza y la realidad. Todo ello en un relato que M cuenta a Jeffers depositario de la historia.
Pasar de usarse como materia prima para la literatura a encontrar un tema genérico no fue fácil para que Rachel Cusk diera con esta estructura para expresar las ideas que tenía porque estaban muy relacionadas con la última fase de la feminidad, cuando una mujer, dice la autora, llega a la posfamilia a su posvida sexual: “Eran ideas vagas para concretarlas en una novela. De repente, encontré un libro de los años treinta que versa sobre estos temas, Lorenzo en Taos, de la mecenas Mabel Dodge Luhan”.
Lorenzo en Taos hace referencia a D. H. Lawrence y la historia de cuando él fue invitado por Mabel Dodge Luhan (1879-1962). Ella creó en Nuevo México un espacio para artistas y escritores que pudieran pasar allí un tiempo. “Lo que me interesó”, recuerda Cusk, “es la manera en que esa mujer, que parecía no encontrar su propia capacidad de expresarse, sí lo hace a través del arte de los artistas que alojaba. Se podría decir que devoraba a los artistas para liberar su propia expresión”.
En Segunda casa, D. H. Lawrence es L, el pintor. Rachel Cusk quería escribir sobre artistas hombres porque, asegura, “su comportamiento suele ser más drástico que el de los escritores hombres. Comportamientos extremos”.
En esa exploración del arte a través del comportamiento masculino en la novela se dice que “el propósito del arte se extiende al propio artista como ser vivo”. Sobre esto Rachel Cusk cree que “el artista tiene un conocimiento respecto al arte que a veces no tiene sobre sí mismo como persona. Es parte del misterio del arte. El artista como ser humano no es la misma persona de la persona en calidad de artista”.
La expresión Secod place (título en ingles de la novela) o Segunda casa en español tiene múltiples lecturas. Desde la segunda opción más popular de una segunda vivienda hasta la de perder una carrera y no ser capaz de llegar primero, una especie de pérdida o de derrota. Pero sobre ella sobrevuela la segunda oportunidad.
Es así como Rachel Cusk aborda diferentes temáticas en esta segunda acepción. Entre ellas la de la oportunidad del amor y del cambio de esta mujer entre su marido y el pintor: “A Tony le gusta la jardinería y representa la naturaleza por oposición al arte. La pregunta del libro es qué quiere una mujer en este punto de su vida: ser dominada o alguien que le sirva o alguien que la deje en paz para seguir su propio desarrollo personal. Es una pregunta de la narradora. Comprueba cómo la trata Tony, pero a la vez se siente atrapada por el dominio y la crueldad de L”.
Es la atracción hacia el abismo de un amor o una pasión inconveniente. El motivo de ir hacia él como un imán no lo tiene claro la escritora que consiguió el prestigio contando su propio laberinto amoroso. “El amor no es mi especialidad”, confiesa con una sonrisa nerviosa: “Supongo que el amor es como una interfaz del ser y devenir de una mujer. Es el lugar donde nuestra vida como historia, nuestro propio destino, se realiza de manera potente porque te atrapa y tiene toda la violencia. El destino biológico te lleva a sumergirte en este aspecto del amor y es dentro del amor donde se formulan todas las preguntas de esta novela”.
En el centro de esas preguntas la libertad de la mujer que, a veces, depende de otros. Según Cusk, “el problema de la libertad es que si naces mujer dentro de la feminidad no naces libre; y lo que debes hacer a lo largo de tu vida es liberarte de la falta de libertad. Es un proceso de desarrollo personal que depende de la sociedad y el entorno para liberarse de la ausencia de libertad. Es muy difícil hacerlo sola”.
Mujer, amor, feminidad, libertad, arte. “El tema principal de la novela”, explica Rachel Cusk, “es qué necesitamos del arte y qué buscamos en el arte. Por qué necesitamos buscar el reflejo de nuestra búsqueda en el arte. Por qué necesitamos ver cosas e interpretarlas con determinado significado expresado a través de otras personas, por otros artistas. Por qué buscamos y necesitamos esta sumisión a un poder ajeno a nosotros”.
Rachel Cusk es una de las voces clave de la narrativa anglosajona contemporánea al pulsar las transformaciones de la mujer a través del sentimiento amoroso y sus búsquedas de libertad e independencia. Escarba en busca de la verdad y eso la lleva a escribir. Recuerda una cita de Joan Didion sobre que escribir siempre es un acto de agresión: “Para mí escribir es como ley en el sentido de que su función es la de corregir, interpretar, la realidad y te permite llegar a un consenso sobre esa realidad. Para mí la verdad es ese consenso”.
Rachel Cusk nació en Canadá, estudió y vivió en Londres y hace unos meses se trasladó a París para huir del Brexit, entre otras cosas. Sabe de itinerancias vitales y de reinicios que la han forjado y obligado a reflexionar sobre asuntos como la identidad.
Llegó a Reino Unido en la segunda parte de su infancia: «Crecer en lugares que no son propios te van forjando como artista. Te permite entrar en estado de conciencia, de conocimiento de las cosas que tienen poder o autoridad sobre ti sin que te des cuenta, como el lenguaje, la identidad nacional o la ropa. Cosas relacionadas con la identidad. A lo largo de mi vida como escritora he usado el concepto de identidad incluso como lugar, no porque quiera que eso sea el lugar, sino entendido como espacio universal que me legitima contar lo que quiero contar».
Rachel Cusk está en el umbral de una nueva etapa tras dejar atrás Reino Unido: «La idea de perder o escapar de un cierta identidad o idioma, el hecho de ser trasplantada es algo bueno para un nuevo comienzo y me permitirá cambiar mi relación con mi escritura”.
- Segunda casa. Rachel Cusk. Traducción de Catalina Martínez Muñoz (Libros del Asteroide).
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