Rebecca West: la elegancia literaria y crítica de ahondar con sabiduría en los paraísos perdidos
Un clásico británico del siglo XX vuelve con 'La noche interrumpida', segundo tomo de Trilogía de la familia Aubrey. Periodista, escritora y feminista adelantada a su tiempo que desde joven reivindicó la igualdad entre hombres y mujeres
Rebecca West supo contar como pocos las grietas que se abren silenciosas y lentas en los paraísos emocionales, familiares y colectivos. La pérdida que lo ensombrece todo para iluminar la verdadera naturaleza de las personas que se quedan.
Un prodigio de escritora precoz (Londres, 1892-1983). Su obra literaria se levanta sobre los ecos de su infancia, su época de actriz de teatro y el ejercicio del periodismo. Con 23 años, en 1915, publicó una biografía de Henry James un año antes de que este muriera. Con 26 años, en 1918, sorprendió con una novela corta que se convertiría en clásico: El regreso del soldado (Herce). Con 49 años una obra de viajes de referencia por Yugoslavia: Cordero negro, halcón gris (Ediciones B). Con 64 años, en 1955, se reunieron varios reportajes imprescindibles, entre ellos algunos sobre los juicios de Núremberg para The New Yorker, en Un reguero de pólvora (Reino de Redonda). Con 66 años, en 1958, empezó una trilogía memorable con tintes autobiográficos: The Fountain Overflows (La fuente se desborda) cuyos siguientes dos volúmenes se publicaron de manera póstuma en 1984 y 1985. En España se titula La trilogía de los Aubrey, tres piezas literarias que empezó a recuperar Seix Barral en otoño de 2019 con La familia Aubrey, sigue este 2020 con La noche interrumpida y continuará en 2021 con Cousin Rosamund.
Rebecca West abordó casi todos los géneros literarios: biografía, ensayo, narrativa, crónicas y reportajes periodísticos, artículos y críticas de altura literaria. Otros géneros, como la dramaturgia, los vivió como actriz de teatro y parte de ese mundo y sus sentires los transmutó a su narrativa elegante y crítica. De allí, precisamente, de una representación del personaje rebelde de Henrik Ibsen en La casa de Rosmer tomó su nombre literario: Rebecca West. Su nombre verdadero era Cicely Isabel Fairfield, de madre escocesa y pianista y un padre angloirlandés periodista.
Infancia, teatro y periodismo que le despiertan la sensibilidad como escritora a la par que como mujer adelantada a su tiempo respecto a los derechos de igualdad entre mujeres y hombres. Una rara avis en las primeras décadas del siglo XX, el siglo del cambio de mundo, de una época que acelera la Primera Guerra Mundial. Una transformación que la escritora ve y vive porque cree en esos cambios y contribuye a ellos desde el periodismo y la literatura buscando un lugar que encontró y ya tiene para siempre.
A estas convicciones sociales, culturales, políticas y feministas se suma la experiencia del amor de manera turbulenta. Pues entre sus 20 y 30 años mantuvo una relación sentimental con el escritor H. G. Welles, uno de los padres de la ciencia ficción, cuando este estaba casado y tenía 46 años. Tuvo un hijo con él. Fue un amor y una pasión que marcaron su vida, desbordaron sus emociones en un periodo que coincide con su consolidación en el periodismo y el debut en la literatura con la biografía de Henry James y esa novela magistral que es El regreso del soldado. La sensibilidad y hondura a flor de piel atemperada por la racionalidad de una mujer que dio muestras de conocer la naturaleza humana desde muy joven y saber recorrer sus laberintos emocionales y fines buscados en cada corazón y clase.
La infancia hecha literatura
Treinta años después de aquel clásico y obra clave para entender a una sociedad frente a la Primera Guerra Mundial, haber contado su viaje a los Balcanes, vivido la Segunda Guerra y sido testigo del juicio a sus criminales, Rebecca West hecha la vista atrás, a sus primeros años. Es mediados de la década de los años cincuenta. Ya tiene 65 años. Visita su infancia. Trata de detectar cuándo se empieza a agrietar su paraíso, en su casa, en su familia. Cuándo empieza el camino que la traería hasta este momento de escritura:
“Hubo una pausa tan larga que me pregunté si mamá y papá iban a dejarse de hablar para siempre. No es que temiera que se hubiesen peleado, sólo nosotras, las niñas, nos peleábamos, pero se habían quedado ensimismados. Luego papá añadió dubitativo:
— Ya sabes lo mucho que siento todo lo que ha ocurrido este año, querida.
Mamá respondió casi antes de que él terminara.
— No importa en absoluto, dado que en este momento va todo bien. Y seguirá yendo bien, ¿verdad?”.
La duda. La mentira maquillada. La sombra de la pérdida. El miedo a la ausencia de un ser querido. Su padre abandonó a su familia cuando ella tenía 8 años. La grieta a la que nadie prestó atención la recupera en ese comienzo de La familia Aubrey. En estas palabras está lo principal de la literatura de Rebecca West: temática, intensión, estilo, punto de vista, elegancia y capacidad de observación en el retrato exterior de una familia para mostrar su interior en su crudeza, escena tras escena.
La escritora británica despliega un mundo total, el de los Aubrey, una familia acomodada, pero, como señala la editorial Seix Barral, siempre bajo la sombra de la “inestabilidad y excentricidad de un padre que igual escribe artículos de manera febril en su despacho durante horas que vende los pocos muebles que les quedaban para apoyar alguna causa alocada y abocada al fracaso. Pero su nuevo trabajo en las afueras de Londres promete, al menos durante un tiempo, el alivio del escándalo y la amenaza de la ruina. La madre, una ex pianista, lucha por mantener a la familia a flote, pero lo cierto es que ella es tanto o más excéntrica que su marido. Al menos así la ve Rose, una de las tres hijas de la familia, a través de sus ojos de niña a veces amorosos, a veces crueles. Tanto ella como su hermana gemela, Mary, son prodigios al piano. La familia se completa con Cordelia, la hermana mayor —trágicamente privada de talento musical— y Richard Quin, el pequeño de la casa”.
La traslación de ese mundo escrito en inglés al idioma español ha corrido a cargo de Andrés Barba y Carmen M. Cáceres. “La prosa de West es clásica en el mejor sentido de la palabra”, explica Andrés Barba. Y aclara: “Como diría James es una gran ‘escenificadora’, hacía eso que tan bien saben hacer los maestros y que tan difícil resulta: plantear las escenas con sencillez, elegancia, y efectividad, como si no les costara ningún trabajo. Esta trilogía de West, por otra parte, es muy revolucionaria ideológicamente, sobre todo en sus dos primeros volúmenes, con respecto a toda la exposición de una infancia y una adolescencia en clave feminista”.
Feminismo, sabiduría y elegancia literaria
El feminismo es uno de los aspectos por el que Rebecca West ha cobrado relevancia en los últimos años. Una mirada que tuvo desde niña como se aprecia en la trilogía. Reconoció el lugar y trato equivocado que se daba a la mujer en la casa y en la sociedad e identificó, desde la adolescencia, la necesidad de un mundo en igualdad de derechos para mujeres y hombres en aspectos que van de la sexualidad al sufragio y la incursión en los ámbitos que la mujer quiera. Lo hizo a su manera desde muy joven al trabajar en periodismo, por ejemplo.
En el prólogo de la primera parte, La familia Aubrey, Andrés Barba destaca en Rebecca West sabiduría, observación y elegancia. El escritor y traductor español se detiene, ahora, en algo más: “Como en todas las grandes sagas hay algo bonito en esta trilogía, acompañar a las hermanas Aubrey, desde su más tierna infancia hasta su madurez, crecer con ellas. En ese sentido la experiencia de la lectura, y por supuesto, de traducción, se llena de densidad e interés”.
Ninguna traducción es fácil. En este caso, el mayor reto, cuenta Barba, es “mantener esa elegancia. Hacer que siga sonando igual de refinada, sin que por eso pierda la “liviandad’ que tiene en inglés”.
Historias hechas de vidas que van del mundo infantil al adulto, que miran desde aquellos primeros años, y Rebecca West evoca y lo hace con dureza y dulzura, con esa elegancia que señala Andrés Barba que aprecia desde el comienzo de La noche interrumpida, donde, además, se vislumbra la amenaza, el acontecer:
“El día era tan agradable que me hizo fantasear con la posibilidad de vivir lentamente, igual que se puede tocar un instrumento con lentitud. Fue hace unos cincuenta años, en un barrio de las afueras de Londres, una calurosa tarde de finales de mayo. Yo estaba con mis dos hermanas —Cordelia y mi gemela Mary— y nuestra prima Rosamund, sentada en el cuarto de estar de nuestra casa de Lovegrove. Hacía un calor de pleno verano y la luz se reflejaba en unas tiras color miel en el suelo, el aire que había sobre ellas titilaba repleto de motas de polvo y las abejas zumbaban alrededor de una rama violeta de viburno que había en un florero sobre la repisa de la chimenea. Las cuatro estábamos sumidas en una sensación de tranquilidad que nunca habíamos experimentado antes y que nunca volveríamos a experimentar después, porque al final de aquel trimestre iba a acabar nuestro paso por el colegio y ya habíamos hecho todos los exámenes que habilitaban nuestra entrada al mundo de los adultos. Nos sentíamos tan felices como unas prisioneras que acaban de huir de la cárcel, y es que todas habíamos odiado la infancia”.
Y ahí está la prima Rosamund, personaje clave en esta Trilogía de la familia Aubrey de Rebecca West al punto de que su nombre forme parte del título del volumen que cierra la trilogía: La prima Rosamund.
Es que un día aparece una pequeña grieta a la que nadie presta importancia porque creen que no se extenderá, pero por debajo sigue su curso mientras en la superficie apenas se insinúa su recorrido lento hasta que su presencia lo sombrea todo. Los comienzos del fin de los paraísos que Rebecca West visitó en su propia vida y compartió con todos.
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- La noche interrumpida. Rebecca West. Traducción de Andrés Barba y Carmen M. Cáceres (Seix Barral). Puedes leer el comienzo de la novela en este enlace.
- La familia Aubrey. Rebecca West. Traducción de Andrés Barba y Carmen M. Cáceres (Seix Barral).
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