Cinco libros que confrontan al ser humano consigo mismo y contra sí mismo
Ariana Harwicz, Mario Cuenca Sandoval, Rita Indiana, Sabina Urraca y Sara Barquinero han publicado en 2024 libros de los que todos hablan por sus riesgos temáticos y estructurales. Recomendaciones de WMagazín, con la colaboración de Endesa
El ser humano frente a sí mismo y contra sí mismo en cinco narraciones que arriesgan en la exploración del lenguaje, las estructuras y las voces de los personajes. Son cinco escritores y libros de los que se habla desde hace unos meses por un motivo o por otro, por que gustan mucho o porque no es para tanto. Cinco autores que dan un paso más allá frente a sus anteriores obras y abordan temas que nos tocan a todos:
Ariana Harwicz con Perder el juicio.
Mario Cuenca Sandoval con Aurora Q.
Rita Indiana con Asmodeo.
Sabina Urraca con El celo.
Sara Barquinero con Los escorpiones.
Son libros del primer semestre de 2024 que abordo antes de que empiece la nueva temporada de novedades literarias, en septiembre. Y lo hago con una estructura que permite tres puntos de vista: reseña, presentación de la editorial y un fragmento de libro.
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Asmodeo
Rita Indiana (Periférica)
Las zonas oscuras del ser humano, los momentos en que algo o alguien dentro de nosotros nos lleva a tomar decisiones equivocadas. Ese es Asmodeo, un demonio en busca de un cuerpo joven o uno que le permita ejercer su dominio. En esa línea entre la razón, las creencias y la realidad donde batallan el bien y el mal en manos de las personas, en un ambiente de música, sitúa Rita Indiana esta novela que juega con el lenguaje y con nosotros.
Así presenta la editorial Asmodeo:
““Asmodeo, un demonio milenario de poderes menguantes, abandona el cuerpo del rockero cuarentón en el que vive para buscar uno más joven. En ese accidentado periplo, que lleva al malogrado Asmodeo a rebotar de un huésped a otro, se va armando una compleja trama que nos sumerge en el abigarrado territorio emocional del Santo Domingo de 1992: desde la escena del heavy metal local hasta la casa de un extorturador al servicio de la dictadura de Balaguer. Las infernales vidas de los humanos se enredan así con las maquinaciones de ángeles y demonios en esta crónica alucinada de un pedazo de la historia dominicana. Comedia armada a partir de una madeja de tragedias, ópera de metal en exquisitas décimas, Asmodeo suena a Héctor Lavoe y a Black Sabbath, pero también a picaresca y a Siglo de Oro”.
Fragmento:
“En el interior de su anfitrión Asmodeo no podía evadir estas películas; si fuese un atormentador, pensaba, tendría el trabajo hecho. Le parecía cómica la espontaneidad con que la mente de su caballo hacía desfilar todos los errores cometidos. Era una tendencia humana con la que la Iglesia había hecho negocio. Era también, y Asmodeo la disfrutaba, una forma de embriaguez. La migraña gigante que surgía junto con el sol inmovilizaría a Rudy el resto del día y le haría vomitar en una ponchera de plástico junto al sofá. No le quedaban amantes ni amigos que quisieran venir a socorrerlo, a hacerle sopa de pollo, a servirle agua con hielitos”.
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Aurora Q.
Mario Cuenca Sandoval (Galaxia Gutenberg)
Tras su indagación, en LUX, sobre cómo alguien decide abrazar las ideas fascistas, Mario Cuenca Sandoval indaga en su nueva novela sobre un caso real para rastrear la crueldad, sus posibles motivos, su descripción, su función. No justifica nada, no juzga, relata a la manera de un informe clínico lo que sucedió con los niños David y Raquel S. en 1981, declarados unos “niños salvajes” que vivían en la periferia de la sociedad y cometieron unos crímenes. La voz neutra, clara y precisa de la novela estremece. Tanto por lo que hicieron esos niños de doce años, como por la manera en que fueron tratados tanto por el sistema judicial como por la sociedad, una radiografía de la condición humana.
Así presenta la editorial Aurora Q.:
“1981. Dos niños armados caminan por el andén de una autopista, descalzos y cubiertos de sangre. No saben que se va a escribir mucho sobre ellos en la prensa y en los medios académicos. No saben que su caso se convertirá en materia de agrias polémicas científicas. Estructurada como un relato clínico, Aurora Q. retrocede, desde esta imagen inicial, hasta los orígenes de la crueldad de aquellos a los que la prensa española bautizara como los niños del Arca, para mostrarnos cómo las historias que nos contamos unos a otros nos preparan para ejercer la crueldad. Una novela que sumerge al lector en un sistema de narraciones concéntricas, de esferas que giran en torno a Aurora Q., la misteriosa mujer a la que la psiquiatría de su tiempo atribuyó la causa de los crímenes de los niños salvajes David y Raquel S.
Fragmento:
“David y Raquel S. no respondían a las solicitudes del Tribunal ni exteriorizaban sensación o afecto alguno, y no por efecto de los sedantes, sino por una especie de bloqueo que el propio juez resumió para nosotros en conversación telefónica con una fórmula monumental: ‘He visto estatuas hieráticas del Antiguo Egipto más expresivas que ellos’. La llamada a que hago referencia se produjo en la tarde del 20 de octubre de 1981, apenas cuarenta y ocho horas después de la captura, con el propósito de comunicarnos que los niños serían trasladados a nuestra clínica y que, aun atiborrados de sedantes, el personal de seguridad debía esmerarse en la retirada de cualquier objeto potencialmente peligroso de las dependencias en que se los confinara, pero también de las consultas en que los sometiéramos a examen, incluidas nuestras estilográficas –‘Ya habrán leído ustedes las noticias’–. De sus enseres, solo se les permitía conservar dos muñecos articulados de madera de los que resultaba imposible separarlos y que hoy constituyen una de las reliquias más reconocibles de la mitología de los niños del Arca. Volveremos sobre este asunto más adelante”.
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El celo
Sabina Urraca (Alfaguara)
El tema, el estilo y la estructura encuentran en la cuarta novela de Sabina Urraca una armonía admirable, se completan y complementan para crear una novela que incorpora diferentes ritmos. Ello alrededor del deseo femenino en toda su extensión y profundidad y llamando a las cosas por su nombre. La de verdades pocas veces dichas en voz alta, del deseo a la maternidad.
Así presenta la editorial El celo:
“La noche en que encontró a la Perra, la Humana estaba drogada. Por eso dejó que la siguiera a casa. Ahora convive con un animal que se va llenando de toda la energía que a ella le falta, y al que de pronto le viene un celo incontrolable. La Humana tiene treintaidós años, pero ya no desea. Está en la vida, pero no la ejerce. Llegó a la ciudad hace poco, huyendo de sus días en el campo con un novio que tenía. Sufre extraños síntomas, temblores, moratones que aparecen solos. Un día se agacha a atarse los cordones de los zapatos y descubre que no puede. (…) El celo es una historia sobre domesticación, maldiciones, la animalidad del deseo, el miedo como herencia y el poder de los cuentos”.
Fragmento:
“Los edificios amarillos rezuman calor. Las calles reverberan. El río trae un hilo fino de agua. Las obras del antiguo matadero están detenidas. La ciudad espera a que alguien la mire de nuevo para poder existir, pero no hay nadie a esa hora. Vagando por las calles vacías, la Humana y la Perra parecen dos personas que se han salvado de una catástrofe y caminan juntas antes de que las metan a cada una en una ambulancia y no vuelvan a verse jamás. La correa es el único hilo que las comunica. Cada una olisquea el miedo por su cuenta”.
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Los escorpiones
Sara Barquinero (Lumen)
La crítica a la novela de Sara Barquinero coge todo el arco de adjetivos entre el “descomunal” y el “desproporcionado”, o si se quiere entre el me gusta y la detesto. Lo cierto es que es un libro que genera debate. ¿Aquí, influye más el tema, los temas, que la propia calidad literaria? ¿Es para tanto?
Así presenta la editorial Los escorpiones:
“Los protagonistas, Sara y Thomas, se ven envueltos en el entramado de una teoría de la conspiración dirigida por los poderes políticos y económicos, que pretenden controlar a los individuos a través de la hipnosis y los mensajes subliminales en libros, videojuegos y música para inducirlos al suicidio. Ambos llevan a cuestas desequilibrios emocionales y, mientras se teje entre ellos una relación inclasificable y poderosa, deciden investigar sobre esta secta cuyo nombre es el de una de las pocas especies animales que prefiere matarse antes que seguir soportando el dolor. Desde la Italia de los años veinte, pasando por el sur profundo de Estados Unidos en los ochenta, hasta llegar a la época actual en Madrid, Bilbao, un pueblo perdido de la España rural y Nueva York, esta es una historia sobre la angustia existencial, la soledad y la necesidad de creer en algo, sea lo que sea, para encontrar el sentido a la vida”.
Fragmento:
“Me trago un orfidal. Últimamente necesito uno para dormir, en ocasiones dos; hoy no habrá cantidad suficiente de orfidal que me permita hacerlo. Me tumbo en la cama, aún con la ventana abierta y la vista posada en las sábanas que se agitan por las corrientes del aire. Esta es la señal, Sara: ya vale de encerrarse, de huir, de hablar con desconocidos por internet sin atreverte a quedar con ellos. Si querías un signo, aquí lo tienes. Igualito al poema ese de Rilke: mañana todo cambiará, debe hacerlo, debes cambiar tu vida. Pero a mí no me lo dice un torso griego, sino una sábana sucia en una fachada aún peor”.
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Perder el juicio
Ariana Harwicz (Anagrama)
“Estamos en la sala de espera del infierno a ver qué sucede en este siglo”, dijo Ariana Harwicz a WMagazín, en una entrevista por su novela Precoz, con la cual cerró su trilogía sobre las relaciones obsesivas y dañinas entre madres e hijos, que completan Matate, amor y La débil mental. Las tres están reunidas en el volumen Trilogía de la pasión (Anagrama). Precisamente, Matate, amor será llevada al cine por la productora de Martin Scorsese con las actuaciones de Jennifer Lawrence y Robert Pattinson. Harwicz, de la estirpe de autores que implosionan el lenguaje y arriesgan en temas y relaciones, aborda en Perder el juicio los pasos que podemos llegar a dar más allá de lo que realmente pensamos y queremos pensar de nosotros mismos. En la teoría todo está bien y sobre todo, somos correctos, haríamos lo que debe ser y se espera de nosotros o lo que creemos o queremos ser, pero la realidad es otra. Y, sobre todo, que la maldad o la crueldad no habita en nosotros, hasta que…
Así presenta la editorial Perder el juicio:
“Los seres humanos piensan que saben de qué son capaces. Creen que no podrían escapar de los policías, que nunca le harían mal a un niño. Yo no podría matar a mis padres; hagan lo que hagan, me dieron la vida. O yo no llegaría jamás hasta la violación. No sería capaz de acelerar al volante en un puente con mis hijos en el auto y caer al vacío. Pero todo eso lo decimos antes; no somos capaces, es cierto, nos resulta impensable el crimen, hasta que pasamos al acto. Perder el juicio cuenta la historia de un robo, de una apropiación, de un incendio provocado. Esta obra es el viaje de un secuestro donde la vida es vista como el armado de una evasión. Como dice Harwicz, se escribe una novela cuando se está en desacuerdo con el sentido de las palabras, cuando dejar de mentir es imposible”.
Fragmento:
“No se decide nada a lo largo de una vida, uno va siguiendo con debilidad la propia vida por los caminos que te van indicando, la vas tratando de alcanzar sin firmeza siempre a unos pasos de caer en un barranco, pidiendo ayuda a la persona equivocada, haciendo autostop en una carretera peligrosa, huyendo de donde había que quedarse, quedándose por error. A lo sumo se alcanza la vida unos kilómetros como una maratón nocturna al lado de un tren de carga, no se puede pedir mucho más. Tampoco se decide nada de la vida sentimental, esa adrenalina que progresa, esa lava fogosa. El matrimonio largo, el amor en un camping vacacional, las pasiones incestuosas, en un geriátrico, en un asilo, en un centro de cuidados paliativos, en un lugar chic para la eutanasia, la mayoría dirá lo mismo con las mismas palabras: que se muere sin tener noción. ¿Qué vida les hubiera gustado vivir, señores? Ni idea. ¿De qué se arrepienten, señoras? Ni idea. Podríamos hacerlo todo de nuevo y todo saldría de otra manera”.
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